El nueve de noviembre de 1989 es derribado el muro de Berlín. Hoy se cumplen 31 años, la edad de cualquier recién nacido que llegaba al mundo llorando sin saber de muros que se levantaban, cercenaban y finalmente caían.

Cuánta tinta ha corrido en torno a esos ladrillos acumulados. Y lo seguirá haciendo. Aquí traeremos a la memoria algunos testimonios de esa noche histórica en que un muro –elemento rudimentario para cercar o dividir– dejó pasó al libre tránsito de personas e ideas.

Testimonios del mítico 9 de noviembre

Por la tarde del 9 de noviembre, el miembro del politburó Günter Schabowski daba una rueda de prensa, donde informaba de nuevas normas que permitirían a los ciudadanos de la República Democrática Alemana (RDA) salir libremente hacia Alemania Occidental. A la pregunta de un periodista sobre cuándo sería posible esto, Schabowski respondió: ahora mismo.[i]

La noticia nos cayó en un segundo

Jürgen Moritz, de la Fundación Friedrich Ebert México, relata: Yo trabajaba en una radio en Berlín Occidental. Esa noche estaba con unos amigos tomando una cerveza cuando de pronto llegó un amigo taxista y nos gritó: ¡está abierto el muro! Nos cayó la noticia como a millones de alemanes: en un segundo.

¿Qué hicimos? Nos trasladamos a la Puerta de Brandeburgo y luego a la Kurfürstendamm a festejar. Acompañábamos a los ciudadanos de la RDA que estaban descubriendo Berlín Occidental, muchos de ellos por primera vez en sus vidas y estuvimos con la gente toda la noche. Había lágrimas, risas, todo.

Nos recibieron con rosas y dulces

Otra historia es la de Cathrin Cremer, trabajadora social. Recuerda que ella tenía 7 años cuando cayó el Muro. Vivía con sus papás en Spandau, en la parte occidental de Berlín.

Estaba a punto de irme a dormir cuando mis padres se enteraron de la noticia y decidieron que teníamos que ver si era real o no. Fue una noche muy significativa. Llevábamos rosas y dulces y los dábamos a la gente de Berlín Oeste que entraba, muchos de ellos por primera vez, en esta parte de la ciudad.[ii]

Winfried Pötzsch recuerda cómo una multitud de berlineses orientales se dirigieron hacia los puestos fronterizos más cercanos y los asaltaron. Al menos 20.000 personas cruzaron la frontera durante una hora a través del puente Bösebrücke sin ningún control de sus documentos, aunque al principio los agentes fronterizos llegaron a estampar algún sello en los pasaportes.

Winfried guarda un pasaporte de la RDA sellado por el servicio fronterizo el 9 de noviembre de 1989. El sello figura justo sobre su fotografía. En aquella época aquello significaba que no debían dejarle entrar de nuevo en Berlín Oriental. Mi esposa y yo nos encontrábamos junto a la barrera. Yo le dije: venga, crucemos, ya volveremos más tarde. Ahora para nosotros este sello es una reliquia. Mi esposa y yo estamos orgullosos de él.

Aquella noche, Helga Krause también se encontraba en el puente de Bösebrücke. Y aunque ha pasado ya un cuarto de siglo, no puede contener las lágrimas: estuve viviendo en aquel distrito unos 20 años, cada día veía el puente pero ni me atrevía a pensar en entrar en él. Y en aquel momento me quedé sobre el puente llorando. Unas personas que vivían en Osloerstrasse, en la parte occidental, se acercaron a mí con una botella de champán y bebimos juntos.[iii]

Otros muros siguen construyéndose

Los testimonios anteriores sintetizan años de una nación dividida debido a lo que se denomina como biopolítica: potestad del que gobierna sobre la vida de sus gobernados. El muro de Berlín era una muestra infranqueable de ello, su caída supuso una señal de que la historia fluye, de que las ideologías y la política tienen fecha de caducidad.

De allí que la caída del muro, aunque no seamos alemanes o hayamos presenciado o vivido tal acontecimiento, deba resguardarse en toda memoria histórica. Así que año tras año se ha de seguir escribiendo o releyéndose sobre el derrumbe de esos ladrillos en la pared; seguirá escuchándose el eco de la canción que tantos conocemos.

Por su parte, los turistas seguirán tomándose fotos en lo que queda del muro o comprarán una parte de él por unos cuantos euros como souvenir, en un presente donde otros muros se levantan, unos visibles como el de Donald Trump, otros con menos reflectores o casi imperceptibles como aquellos que dividen, dentro de las mismas ciudades, a los barrios pobres de los ricos. Las ideas tienen fecha de caducidad, pero recordemos que lo podrido sigue engulléndose.

Notas al pie

[i] RUSSIA BEYOND, Disponible en digital: https://es.rbth.com/cultura/2014/11/07/testimonios_de_la_caida_del_muro_de_berlin_44905

[ii] TREFF 3, Disponible en digital: https://treff3.net/2009/11/12/fue-la-noche-de-nuestras-vidas-testimonios-sobre-la-cai-da-del-muro-de-berli-n/

[iii] RUSSIA BEYOND, Disponible en digital: https://es.rbth.com/cultura/2014/11/07/testimonios_de_la_caida_del_muro_de_berlin_44905

Fuentes de imágenes

Imagen 1-3: http://www.politicaexterior.com/actualidad/el-aniversario-mas-feliz-25-anos-de-la-caida-del-muro/

Imagen 4: http://www.dw.com/es/el-lucrativo-negocio-del-muro-de-berl%C3%ADn/a-19471229