El antiquísimo arte de la memoria (ars memoriae), originado en la Grecia clásica con Simónides de Ceos (c. 556-c. 468 a.C.), poeta lírico griego, y que después tanto cultivaron Ramon Llull, Giulio Camillo y Giordano Bruno, puede ser actualizado con un recurso propio del siglo XXI. Les invito a descubrir cómo pueden recordar más fácilmente fragmentos para memorizar.

Esta es la técnica que propongo:

El antiguo arte de la memoria y la historia de Clem y Joel

Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004), del director Michel Gondry, con guión de Charlie Kaufman, es una de las cintas románticas icónicas de la primera década del siglo XXI. La memoria y los recuerdos son el eje central de la historia, entorno al amor, claro. Sobre ello es de lo que más se ha hablado, cierto, pero aquí lo haré sobre un punto específico: la relación de la película con el arte de la memoria.

Eterno resplandor de una mente sin recuerdos ilustra de manera excepcional cómo la memoria natural, al ser sometida a un borrado inducido, hace que el protagonista se vea obligado a fortalecer la memoria artificial mediante un mecanismo que nos recuerda bastante al empleado por Simónides y compañía.

lo interesante es la coincidencia que, tanto la cinta como el arte de la memoria, se expone: colocar de manera artificial y consciente recuerdos en lugares lo suficientemente singulares para evitar su olvido. Por algo siempre se ha dicho que la memoria es caprichosa, y entre más se estudia su naturaleza, más se reconocen los intrincados bucles que le dan vida, o por el contrario, que la van desdibujando. Pueden leer más sobre mi análisis a esta película en: ¿Por qué no borramos de nuestra memoria «Eterno resplandor de una mente sin recuerdos»?