Foto de Andrés Neuman por Ana I. Ramírez, obtenida del Diario de Ávila.

Andrés Neuman regresó a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara tras varios años de ausencia, algo que dijo ha sido un gusto para él. Presentó dos obras, una de ellas Umbilical (Alfaguara, 2022), y Anatomía sensible (Páginas de espuma, 2023). Sobre esta última obra, tuvimos la oportunidad de conversar y aquí les compartimos la charla.

En la contraportada del libro encontramos la siguiente reseña de la obra: Anatomía sensible es una celebración del cuerpo en toda su amplitud. Una defensa de la imperfección y sus bellezas alternativas, mediante un recorrido poético, político y erótico por la materia que somos. Un libro que revela con humor cómo nos vemos o nos inducen a mirar, proponiendo una estética desmitificadora. Estas páginas se nutren de una intensa observación, aventura vital y exploración lingüística: el cuerpo como estilo, el estilo como cuerpo. Pero la experimentación de Anatomía sensible no se limita al género literario, y pone también en juego una perspectiva que desborda las identidades canónicas. Asistimos así a la creación de una mirada intergeneracional y poligénero que despliega una extraordinaria riqueza imaginativa, una prosa tan elegante como radical.

La entrevista

Anatomía sensible es como internarse en una galería de arte donde no es azaroso que inicie primero con la piel y termine con el ojo y luego el alma, nos podrías contar sobre la curaduría de tu propuesta.

Andrés Neuman: Qué bonita manera de resumirlo. Sería como una galería de arte que trata en todo caso de subvertir el canon, que intenta preguntarse por las mutilaciones que causan las figuras canónicas, las anatomías hegemónicas y, por otro lado, claro, su estructura peculiar porque empiezan por lo profundo del cuerpo, por preguntarse cuál es el vínculo entre acciones e ideas acerca del cuerpo que podríamos asociar al alma si compramos la dicotomía tradicional cuerpo y alma. Cuál es la relación entre ese sistema de valores.

Más adelante mencionas, justamente, que peinarse es una actividad política, como escribir, y escribir no tanto sobre el cuerpo sino sobre cómo lo pensamos, lo que acabas de decir, cómo lo aprendemos, lo categorizamos, ¿en ese sentido dirías que Anatomía sensible es un acto político?

Andrés: Creo que toda mirada lleva implícita la política. Cuando esa mirada se dirige al cuerpo, que es un campo de batalla donde se cruzan tantos intereses históricos, económicos, políticos, indudablemente de género, también generacionales; entonces, claro que mirar el cuerpo es un acto político, aunque no lo queramos, pues está más allá de nuestras intenciones explícitas e implícitas. El cómo miramos el cuerpo propio ajeno sintetiza, por un lado, nuestra historia personal y nuestra educación personal y, por otra, toda la historia de las miradas que nos preceden. Así que es difícil que seamos naif respecto de es lo que a mí me gustan de los cuerpos.

Ahora, evidentemente hay una larguísima historia de violencia que conduce a nuestra manera de mirar, y a mí personalmente, no sé si les pasa a ustedes, pero el bombardeo cosmético me resulta insoportable. Nos estamos tienen rendimos, no para el asedio, y otra vez el cuerpo joven perfecto donde la única finalidad es existir en sí mismo como tal, que no puede envejecer, es un cuerpo objetualizado y auto-objetualizado, predominantemente femenino, pero donde cada vez se está imponiendo también este paradigma para los hombres, y entonces, digamos, que frente a esta especie de reducción del imaginario a estos cuerpos modélicos la pregunta por cómo narrar todo lo demás, que es la inmensa mayoría de cuerpos, me parece que se vuelve urgente.

No es decir como que hay malentendido cuando decimos cuerpos, no parece que nos estuviéramos refiriendo a los cuerpos excepcionales o extraños que también tienen derecho a existir, ni una especie de mirada tolerante y condescendiente de bueno está bien dejemos entrar a tres o cuatro cuerpos raros a la discusión de los cuerpos anómalos, donde lo tóxicamente construido se ha conseguido mediante la autoflagelación, que tampoco conduce a la plenitud en el propio cuerpo. Por ello es que en realidad los cuerpos de mi interés son todos los cuerpos que quedan fuera de Photoshop, porque esos son los cuerpos normales.

Hablando justamente de la vejez, tú también mencionas las canas, las pieles ajadas, y reivindicas su valor todo el tiempo, ¿crees que el ritmo pendular de los cánones sociales que ahora nombras, podrá abonar a una revalorización de la vejez o las luchas que se están iniciando no alcanzarán para esto?

Andrés: Ojalá. Lo que pasa es que eso son demasiadas fuerzas que operan en sentido contrario. Me pregunto si algún día se dará una mirada digna sobre los cuerpos ancianos, donde las películas se llenaran de ópticas bellas y respetuosas entre cuerpos de personas viejas. Si en el mundo de lo público de la comunicación se va a llenar de personas obesas como bajitas o peladas, no identificables como canónicas. La respuesta que me temo es que no ahora. Por eso es que debemos tratar de luchar por ensanchar los márgenes, des-automatizar un poco la mirada. Creo que eso ya sería un gran avance.

En realidad, esto es un acto de resistencia, de rebeldía, por un lado, y también, si criticamos nuestro marco, nuestra mirada, digamos, pero no proponemos nada a cambio para salir del marco entonces eso sería caer en el vacío, en un abismo, y no podemos tirarnos a él, entonces Anatomía sensible, a la vez que trata de parodiar el canon, también propone a veces una alternativa.

El librito este funciona como una máquina de metáforas que elogian, dignifican y celebran todo eso que nos acompleja de nuestros cuerpos, pues si pudiéramos instalar en el imaginario la posibilidad de envejecer, de no tener que estar esbelto, de no tener que estar de gimnasio, no tener que hacer eso que llaman cuidarse cuando la realidad es neurotizarse, no cuidarse, si lográramos instalar todo esto, me parece que ya tendríamos mucho, mucho territorio ganado, pero para eso me parece que aparte de criticar nuestras costumbres respecto de ello, de cuestionarnos para qué vamos al gimnasio, qué tipo de dietas hacemos, qué tipo de personas nos gustan, cómo nos miramos al espejo, todo lo que tiene que ver con usos y costumbres con respecto al cuerpo propio y ajeno, si no intervenimos en el imaginario, es decir, si no componemos canciones, hacemos poemas en las cuales es posible el deseo entre los cuerpos normales y no normativos, entonces esas costumbres no van a cambiar nunca; es decir, necesitamos poder remitirnos un imaginario alternativo para poder visualizar lo que está invisibilizado.

Cierto, y a propósito de todo ello, parece que Anatomía sensible la creó un sibarita del cuerpo, incluso de sus aspectos más escatológicos, ¿cómo explicarías ese entusiasmo sobre las geometrías y la materialidad de lo corpóreo?

Andrés: No sé, es algo que siempre me ha interesado y me no te podría decir por qué, sé que no es habitual, pero en mí, de algún modo, es natural o sea siempre me pareció que en la imperfección de la rugosidad hay más material de lectura que en lo perfecto, que no tiene posibilidad de ser intervenido. Y es que la etimología siempre tiene razón: lo perfecto está terminado, entonces, un cuerpo que no tiene ninguna imperfección no nos necesita para acercarnos, para entenderlo, para atenderlo.

Así que siempre me pareció genuinamente más interesante el cuerpo que no cumplía con los rasgos canónicos, es algo propio de mi interés personal, pero es verdad que me di cuenta de que en mis libros anteriores, la irrupción de los cuerpos no canónicos era constante y yo casi no me había dado cuenta. Te pongo unos ejemplos muy veloces: hay una novela que publiqué hace muchos años, que ganó el Premio Alfaguara, se llama El viajero del siglo y es una historia de amor durante el siglo XIX. Todo transcurre en un aparente romanticismo hasta que los personajes que son traductores sí que se traducen mutuamente en todos los sentidos, se quitan la ropa y ambos, aunque son jóvenes, por ejemplo, tienen imperfecciones. Ella tiene los pechos caídos, tiene estrías; él tiene barriga, pelos en el ombligo, tiene los dedos de los pies rechonchos, y de pronto se ve romantizando sus cuerpos y todo eso que no está en las novelitas románticas del siglo XIX se visibiliza.

Publiqué otra novela que se llamaba Hablar solos, que es la historia de cómo en el caso de la protagonista, que se llama Elena y está cuidando a su ser querido enfermo, y todo lo que se entendía que era un motivo de complejo, de vergüenza de su cuerpo, esos kilos de más, por ejemplo, resulta que se vuelven señal de salud. Así que, al acompañar el deterioro de un cuerpo enfermo su sistema de valores y su paradigma de qué es un cuerpo bello, cambia. Empieza a sentir que un cuerpo es un cuerpo sano y un cuerpo sano es el que está lo más lejos posible de la auto-construcción apegada a los estándares convencionales. Entonces los protagonistas emprenden una especie de aventura sexual medio extrema a partir de esta de este cambio en su mirada sobre su cuerpo.

La siguiente novela es Fractura, que como su título indica está llena de personas con cicatrices, con cuerpos vulnerados, y hay varias historias de amor entre personas a las que les tuvieron que cercenar una parte del pecho o que tiene una cicatriz por una explosión en la espalda y quedaron las cicatrices, o está una mujer que tiene una fractura de cadera, fracturas internas y externas. Y todo ello se resuelve mediante la técnica del kintsugi, es esta técnica de artesanía japonesa que para reparar plato o un cuenco se repara con el polvo de oro sobre la grieta de la ruptura, así que en lugar de ocultarse se enfatiza, el oro pasa a formar parte de esa grieta o esa herida, esa cicatriz de la identidad estética de ese objeto y ese objeto se vuelve más valioso y más interesante y bello; es bello no a pesar de haberse roto sino precisamente porque sobrevivió a sus propias heridas. Entonces, este criterio revaloriza el objeto reparado. Así que yo me preguntaba de pronto si no se podría aplicar a los cuerpos, volver estas imperfecciones que Photoshop omite y oprime o mejor dicho reprime, invisibiliza, tomarlas como los elementos más importantes de nuestro cuerpo y elevarlos a categorías. Todo condujo a que de pronto pensé en escribir libros con cuerpos no canónicos, y esto se fue imponiendo, digamos, como una consecuencia inevitable de mis intereses literarios.

Remitiendo a intereses literarios, esta obra tiene una esencia fenomenológica, porque genera conocimiento a partir que una suspensión del juicio respecto del cuerpo, y de ahí viene el descubrimiento, ¿lo hiciste con esa premisa o fue una especie de inspiración poética?

Andrés: Ay, me parece una observación muy inteligente, no lo había pensado en esos términos, pero sí hay algo de eso, de mirada inaugural, sí, de suspensión del juicio, una inmersión desprejuiciada al encuentro de lo sensorial con el resto de cuerpos, y una recogida posterior de conclusiones, que son siempre, como decía Unamuno, no preceptos sino conceptos, pues todo lo que hemos capturado después de la vivencia directa con el cuerpo imperfecto; así que sí, sí, se puede entender así y es una mirada, en ese sentido, un poco infantil en el más digno sentido de lo infantil.

Yo convivo con un niño pequeño, que es mi hijo y del que estoy muy enamorado, y me fijo mucho en cómo mira sin prejuicios, con una mirada que aún no están intervenida ni secuestrada por los valores corporales. Así que algo de esa mirada hay aquí, que en el fondo es una especie de ejercicio desde la escritura, desde la poesía, de tratar de recuperar el asombro radical de lo infantil, que es también un poco la historia de las artes plásticas, de la historia del arte del siglo XX, como el intento desesperado por empezar de nuevo a dibujar monigotes infantiles, después de la sobreactuación adulta del Impresionismo, de la pincelada minuciosa que llega como un callejón sin salida y hay que empezar a hacer rayitas de nuevo. Entonces parece que eso se aplica también a nuestra a nuestra vivencia del cuerpo propio y ajeno.

Por último, si bien Anatomía sensible remite al eros, claro que sí, me llevó más a pensar en la afirmación de Eugenio Trías sobre lo siniestro como condición y límite de lo bello. Pensando de nuevo tu obra como objeto, como inicié la charla, creo que comprueba la tesis de Trías, que a su vez remite a Rilke y a Schelling: tu obra es bella porque lo siniestro está ahí como límite y a la vez condición de lo bello, que es el inicio de lo terrible que todavía podemos soportar, ¿estarías de acuerdo con ello?

Andrés: Sí, la respuesta sería sí porque precisamente fíjate hay un nexo entre este librito Anatomía sensible y el otro que vengo presentando aquí que es Umbilical, que es un libro sobre el nacimiento de mi hijo, y lo que tienen en común respecto a tu pregunta es que es trabajar con las propias aprehensiones que tienen detrás ciertos valores éticos, estéticos y políticos de los que no somos conscientes.

Por ejemplo, en el caso de la crianza la aprehensión masculina, digo estoy generalizando, pues es evidente que habrá hombres que no lo sientan así, pero es muy común la aprensión masculina a ciertas cuestiones del cuidado del cuerpo, digamos limpiar o todo lo  que normalmente se considere propio de cuidados que deben realizar las mujeres, quienes tienden a hacerlo con más naturalidad porque son educadas en la idea del cuidado de la crianza, de la salud, y que por las razones opuestas también a los hombres nos cuestan más estos trabajos, incluso resultan en asco. Así que cuando como hombre transgredo mi rol y entro en un rol que no me corresponde, aparece el asco sensorial. En este sentido, mucho antes de tener un hijo, pensaba que el hecho de una criatura viva vomitando encima, que me llenara de mocos y de babas y que yo me llene las manos de eso era una cuestión que no me iba a agradar, pero para mi sorpresa ahora todo eso lo tengo tan incorporado a mi código amoroso que lo considero casi un privilegio el poder involucrarme hasta ese punto con mi hijo, lo considero una prueba de amor, entonces, casi lo busco porque es como recordarme a mí mismo hasta qué punto ponemos nuestros respectivos cuerpos en juego en nuestro vínculo amoroso. Eso está en Umbilical.

Ahora, cuando pensamos en lo que no nos gusta de un cuerpo, porque la frase probablemente más injusta es la que dice que “sobre gustos no hay nada escrito”, si es lo que está abusivamente reescrito, porque cuando aterriza nuestro gusto personal en el mundo, aterriza en un campo minado, nadie sabe lo que le gusta, y es que cómo lo vamos a saber si somos dirigidos del minuto de nuestra vida para que nos guste o nos disgusten ciertas cosas. Así que cuando pensamos en los cuerpos, en la enorme oportunidad no de condescendientemente perdonarle la vida al cuerpo feo, sino cuestionar por qué te parece feo lo feo y por qué te parece bello lo bello, en ese sentido corremos al encuentro con lo siniestro.

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