Con una puntualidad inusual, para los que hacemos la vida en el Valle de Atemajac, comenzaron los embates al bajo y guitarra de Human Tetris, el binomio ruso que abrió la noche cerca de la 8:45pm. Con sonidos oscuros que rayan en la nostalgia ochentera, convocaron a todos los oyentes que nos dimos cita en el recito de Guanamor Teatro Estudio.
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Reminiscencias actuales de un lacónico dark wave llegaban hasta el flujo vial de Parres Arias, como advertencia de una noche que prometía. Un recinto que se fue llenando de a poco hasta terminar abarrotado, esa fue la respuesta tapatía ante el cartel anunciado. Salta a la vista que, a ojo de buen cubero, los espectadores teníamos un promedio de edad de unos 35 o 37 años, un público maduro, quizá, una segmentación generacional, probable, un ánimo en común, un hecho.
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Después de una hora de grises y oscuros bailando al son de movidas epilépticas, vino el platillo fuerte: Future Islands, unos viejos conocidos de Guadalajara que desde el minuto uno impregnaron de energía al escenario con un Samuel T. Herring imponiendo condiciones, emanando una fuerza que apuntaba a todos lados. Entre brincos, caídas y puños al aire interpelaba al espectador, lo hacía partícipe de un show casi deportivo, pero más importante aún, tenía el poder de atraernos como flauta en un latinoamericano Hamelin.
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Para la cuarta canción «Ran», ya les pertenecíamos, nadie osaba moverse de su lugar, los temas clásicos se entremezclaban con los nuevos, escuchamos canciones mientras el sudor fluía sobre y debajo del escenario aliviado por la frescura de los tonos musicales a los que esta escuadra nos tiene acostumbrados. Una noche para abrazar, en un concierto donde sentimos habernos reencontrado con viejos amigos a través de gestos melancólicos y rasgos oníricos. Concierto de dos horas y media que nos regaló un fin de viernes sin desperdicio.
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