Es un hecho sumamente conocido que entre 1940 y 1945 el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, situado a unos cuarenta minutos de la ciudad de Cracovia, fue testigo de la concentración y aniquilación sistemática de diversos sectores de la sociedad, entre los que destacaron los judíos. Por ello que quienes lo visitan se ven sacudidos por un remolino de emociones especialmente negativas: la ansiedad, indignación, la tristeza y aflicción son frecuentes entre quienes escuchan lo que ahí sucedía, lo que con frecuencia también los lleva a descubrir su lado más humano al tratar de ponerse en los zapatos del otro.
Estar en Auswichtz me hizo corroborar lo que suponía: hay muchas similitudes en la distribución de un campo de concentración nazi y un campamento de braceros mexicanos en Estados Unidos (1942-1964).
Auswichtz es un espacio dedicado a la memoria histórica, epicentro de uno de los mayores episodios de la maldad humana, por ello es un lugar de «turismo diferente». Hay que conocer, valorar y preservar esos sitios para entender el pasado y evitar que esas barbaries se repitan. Pero además de estas impresiones un tanto «normales» que un visitante de Auschwitz puede tener, como investigador del fenómeno migratorio, pensé en las claras semejanzas entre este campo de exterminio y las condiciones de los migrantes mexicanos en Estados Unidos a principios y mediados del siglo XX, específicamente de los llamados braceros que trabajaron de manera legal en «el otro lado» entre 1942 y 1964.
Existen similitudes entre las barracas de ambos sitios: fabricadas de madera y de construcción larga; también son claras las semejanzas en la forma de los dormitorios con sus literas de madera generalmente acondicionadas con poco espacio, al igual que los baños y los lugares de esparcimiento (cuando los había). Asimismo hay una similitud entre algunos de los maltratos que los mexicanos sufrían antes de cruzar la frontera.
Lo anterior no es producto de la casualidad, existen fuentes que revelan que los Nazis se basaron en diversas prácticas de los estadounidenses hacia los migrantes mexicanos y de otras nacionalidades. Las fuentes sugieren una conexión entre las instalaciones de desinfección aduanera de Estados Unidos (en El Paso-Juárez en la década los veinte), y los Desinfektionskammern (cámaras de desinfección) en la Alemania nazi. La más penosa de todas estas prácticas era la de la fumigación, realizada desde principios del siglo XX y hasta los tiempos de los braceros legales (1942 en adelante). De manera análoga, los detenidos en Auschwitz y los migrantes mexicanos que pretendían cruzar la frontera fueron fumigarlos con Zyklon B -pesticida a base de cianuro-; a los migrantes para «desinfectarlos» antes de entrar a Estados Unidos, y a los detenidos en los campos de concentración para exterminarlos en las cámaras de gas durante «La Solución Final».
Se sabe además que las fumigaciones en la frontera se llevaban a cabo en un área del edificio al que los funcionarios estadounidenses llamaron “las cámaras de gas”. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, los nazis adoptaron el Zyklon B como agente de fumigación en los cruces fronterizos alemanes y campos de concentración, esto, al igual que hicieron los estadounidenses, sólo para desinfectar, pues para «La Solución Final» los alemanes utilizaron una versión más potente del Zyklon B.
El investigador David Dorado Romo ha aportado pruebas sobre este tipo de prácticas de «sanidad» que implicaron fumigaciones, desnudos y otras actividades discriminatorias hacia los migrantes mexicanos. A principios de siglo, comenta, era frecuente el uso de sustancias químicas nocivas y a menudo tóxicas para rociar a los mexicanos que intentaban cruzar la frontera, así como los baños de gasolina y polvos blancos que supuestamente desinfectarían el cuerpo, e incluso la criolita, un supuesto tratamiento para tratar los pijos y erradicar el tifus.
Todo esto da sentido al testimonio de la activista Emma Valdovinos que entrevistamos en Chicago, quien sentenció: «cuando yo [vi] la película de La lista de Schindler y me estaban contando eso [las fumigaciones de los braceros], se me hacía así como muy parecido todo eso… Que [a los braceros] les hicieron lo mismo que les hicieron a los judíos, los ponían en los trenes y los fumigaban, ‘como si fumigaran animales’». Sumado a lo anterior, la sección de Auschwitz II llamada «México» debido a su falta de condiciones higiénicas y alta tasa de mortandad, quizá sea un indicio más de esta conexión.
Desde los juicios de Núremberg (1945-1946) las atrocidades de los Nazis fueron reconocidas y muchos de los perpetradores juzgados. Mientras que en el caso de los migrantes mexicanos (al menos de los braceros), en el 2013 el Tribunal Permanente de los Pueblos (Tribunal de Conciencia con sede en Italia), determinó que estos fueron víctimas de violación de derechos humanos, discriminación y delitos de lesa humanidad. Es por ello que en la actualidad diversos colectivos de migrantes y ex migrantes han reivindicado dicha etapa migratoria como el «Holocausto Bracero».
Las impresiones en este texto son breves y escritas desde mi punto de vista como viajero más que como historiador; se trata de reflexiones a bote pronto realizadas por alguien impresionado de haber estado en el que bien podríamos decir, fue «el infierno en la tierra». Así que, en este caso, serán más las imágenes que las palabras las que le permitirán al lector juzgar por sí mismo e idear una respuesta a la pregunta que da título a este texto: ¿Los nazis se basaron en las medidas migratorias hacia los mexicanos para sus campos de concentración?