Gustavo Cerati. Albúm: Bocanada

Resulta curioso, por no decir paradójico, que esté escribiendo esta nota sobre un músico en silencio. Tal vez porque lo hago de un cierto modo reverencial. Gustavo Cerati, ese astro que iluminó el firmamento del rock en lengua española, sigue más vigente que nadie en el campo de su profesión. Inspiración, investigación creativa, sensualidad, encanto.

     Su obra está empapada de poesía y melodías sensibles al punto de llegar a provocar  toda serie de emociones. Su carta de navegación lo encontraba en su apogeo, pese a que nuevos álbumes se fueran sumando a su discografía. Aquel que supone, por un lado, el respeto hacia una muerte prematura. Por el otro, el respeto hacia una figura insoslayable dentro del rock nacional y, agregaría yo, de la música nacional y la cultura artística. También es el silencio que ha de haber reinado, de modo angustioso y hasta agresivo, si se quiere, en esa sala de terapia intensiva, en la que él agonizó durante demasiados meses. O bien el silencio de sus deudos y el que ha de haber acompañado, en un singular contrapunto, a sus fans, paralizados a sabiendas de que ya no podrían esperar un nuevo álbum y, mucho peor, ver el sufrimiento más a su ídolo.

     Resulta difícil también para mí recomponer, recortar del pasado los primeros sonidos en los que mi historia se atomiza, recortada, y al mismo tiempo se funde con su pasado, es decir, su música. Pero han sido, para un hombre de mi generación, que ya tiene 53 años, sin lugar a dudas los compases de Soda Stereo y todos los matices que a lo largo de los ochenta y parte de los noventa fue siguiendo el curioso derrotero de ese trío ávido por expresar belleza pero también glamour. Signado como banda. No me puedo sustraer a “los comienzos” de un músico que evidentemente ya esbozaba las incipientes formas de lo que vendría, anunciándolo con ciertos tonos incipientes y a la vez hacerlo siempre como si siempre hubiera existido Gustavo Cerati.

     No menos cierto, es que Cerati  adopta para mí un contorno definitivo cuando acomete su empresa como solista. Es allí cuando de modo diría brutal se me impone una sonoridad, un perfil, un ritmo, hasta un tipo de letra que, si bien ya germinaba parcialmente en Soda, en el Cerati solista se lanza hacia una zona de incertidumbres, de exploraciones, de abismo, de búsquedas, de experimentos. Lo hace para hacerse preguntas y construir su estética musical.  Lo hace porque siempre le pidió más a su repertorio. Porque, quizás, como suele suceder en casos como este, esa compañía imprescindible, ese sentimiento de pertenencia colectivo que comienzan por dar impulso imperioso a una banda, luego comienzan a quitarle e inhibir su estímulo, a desdibujarse hasta enaltecer a su líder cuando tiene cosas por sí solo para decir y entonces asume sus propias otras velocidades. Y Cerati, qué duda cabe, las tenía. Si bien, como es sabido, hubo regresos de la banda, como viene sucediendo con todas las históricas que se disuelven y vuelven a realizar esporádicas giras. No obstante, ya nunca fue lo mismo. Y se trata de una suerte de postales del pasado que procuraban volver a cobrar sentido en un presente que ya había dado una vuelta de página sin retorno a la formación del trío mítico.

     Ese final trágico, al que una vida de aparentes desórdenes no siempre destina, le confiere ahora más que nunca su estatuto de ícono y lo eleva a la categoría de mito. De haber sido sobresaliente por la calidad de su música, casi sublime, indispensable, ahora es susceptible, como en tantos otros casos (pienso en Jim Morrison, en Janis Joplin, por ejemplo) de ser un consagrado devenido hito. No seremos testigos de su deterioro. Ni acaso de un retiro a tiempo (o a destiempo, lo que nunca deja de tener notas patéticas en ciertos casos). Sí lo somos, ahora, de los vestigios que deja su muerte, como una herida complejo y como una estela, de claroscuro con una discografía de una riqueza infinitamente bella, radiante, vital, misteriosa, ecléctica, que sin lugar a dudas evoluciona hacia lo inesperado, también. De una obra que permanece inmune al tiempo pero no a las preguntas, no admite que su rostro se dibujen arrugas. Seguiremos indagando, hurdando en su urdimbre, interrogando las formas y temas de estos discos, estas canciones, formulándoles preguntas cada vez más insondables, interpretaciones de letras y melodías que se presentan como que las escuchamos, percibiendo sus diferencias, estando atentos a sus matices. Les solicitaremos que nos digan lo que no sabemos pero la música es capaz de regalar y lo que, quizás, hay por detrás de la palabra y la música de un creador: su envés. El revés de su trama. El mundo Cerati que creció y estalló en sutiles y majestuosos arpegios. Aquellos que sólo podría revelarse volviendo a escucharlo de modo envolvente e incesante. Sin prisas, sin pausas. Escuchar el mundo, permitiendo dejarnos electrizados. Llega

     Mi álbum favorito del Cerati solista es Bocanada (1999) y se cifran allí muchos significados no solo íntimo de este cantautor, sino en una evolución que evidenció que era mucho más que un mero músico En este álbum se manifiesta como un creador capaz de generar atmósferas, suscitar climas, componer sensaciones, recrear  efectos. Esa capacidad de suscitar impactos sutiles siempre me ha conmovido especialmente de su música. 

     Bocanada, con esa portada de un Cerati desafiante, de perfil, en una penumbra coloreada en azul, algo despeinado de modo provocador y con una luz que lo baña desde una zona que impide discernir con nitidez su rostro, es la opacidad perfecta que cifra buena parte de las letras de varias de las canciones de ese álbum. El hermetismo sofisticado de su poesía era exquisito y sus letras, al mismo tiempo, contundentes.

   La “bocanada” cuyo atrevimiento juega con la polisemia (como lo hará en otros casos) de la bocanada del cigarrillo, la de la respiración y también la de ese “boca a boca” de un beso que tanto puede ser la de un beso como la de un salvaje. O la bocanada necesaria para cantar ¿Quién podría saberlo? ¿No es más bello ignorarlo y jugar con todo su ambiguo desconcierto? Puede también ser esa bocanada, al fin y al cabo, el hálito final. El que nos permite transponer un umbral del que todo lo ignoramos.

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Nació en La Plata, Argentina, en 1970. Se graduó como Profesor y Licenciado en Letras en 2005. Y se doctora en 2014 como Dr.en Letras, todos grados y posgrados en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP, Argentina). Es escritor, crítico literario y ejerce el periodismo cultural. Publicó libros de narrativa breve, poesía, investigación, una compilación temática de narrativa y prosas argentinas contemporáneas en carácter de editor, Desplazamientos. Viajes, exilios y dictadura (2015). En 2017 edita su libro “Sigilosas. Entrevistas a escritoras argentinas contemporáneas”, diálogos con 30 autoras que fue seleccionado por concurso por el Ministerio de Cultura de la Nación de Argentina para su publicación. De 2023 data su libro, “Melancolía” (2023), una nouvelle para adolescentes, publicada en Venezuela. Y de ese mismo año en México el libro de poesía “Reloj de arena (variaciones sobre el silencio)”. Cuentos suyos aparecieron en revistas académicas de EE.UU., en revistas culturales y en libro en traducción al inglés en ese mismo país. En México se dieron a conocer cuentos, crónicas, series de poemas y artículos críticos o ensayos. Escribió reseñas de films latinoamericanos para revistas académicas o culturales de EE.UU. También en México y EE.UU. se dieron a conocer trabajos interdisciplinarios, con fotógrafos profesionales o bien artistas plásticos. Trabajos de investigación de su autoría se editaron en Universidades de México, Chile, Israel, España, Venezuela y Argentina. Escribe cuentos para niños. Obtuvo tres becas bianuales sucesivas de investigación de la UNLP y un Subsidio para Jóvenes Investigadores, también de la UNLP, todos ellos obtenidos por concurso. Artículos académicos de su autoría fueron editados en Francia, Alemania, EE.UU., España, Israel, Brasil y Chile en revistas especializadas. Se desempeñó como docente universitario en dos Facultades de la UNLP durante diez y tres años, respectivamente. Participó en carácter de expositor en numerosos congresos académicos en Argentina y Francia. Realizó cinco audiotextos y dos videos en colaboración. Escribió un cortometrabaje que permanece inédito. Integró dos colectivos de arte de su ciudad, Turkestán (poética y poesía) y Diagonautas donde se dieron a conocer autores y autoras de distintas partes de Argentina en formato digital. Realizó dos libros interdisciplinarios entre fotografía y textos con sendos fotógrafos profesionales, que permanecen inéditos. Se vio beneficiado con premios y distinciones internacionales y nacionales. Se formó en los talleres de escritura creativa ejercida por María Negroni, Leopoldo Brizuela, Gabriel Báñez (de quien se siente discipulo sobresaliente) y, el más reciente, en Buenos Aires, con Susana Szuarc.