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Me es muy grato en mis escritos literarios o de escritura creativa cruzar la frontera entre la ficción y el orden de lo real (una línea delgada, por cierto, al menos en la literatura y otras artes) con datos sobre algunos de mis personajes (muchos de ellas o ellos autores, autoras o músicos de existencia constatable). Hay algunos que ya no pueden escuchar ni leer estos monólogos o encuentros imaginarios a los que de modo convocante, me invitaban a, en una ventriloquia, a conversar o escuchar. Han partido llevándose con ellos su misterio. Todo comenzó con una especie de juego del que no fui verdaderamente consciente de en qué consistía sino con lentitud. Y que tuvo un comienzo insular hasta volverse marca registrada de muchos de mis textos.

     En efecto, cierta noche (casi madrugada), estaba en casa leyendo o escribiendo (cualquiera fuera de ambas cosas). No fue una alucinación ni nada por el estilo. Porque yo no escuché ni voces del más allá o producto de mi mente ni una persona se me apareció delante como un espectro. No. Esto fue algo muy distinto. Y era algo muy sutil. Diría que para un escritor el juego con la imaginación se entrena. Se lee literatura de una portentosa imaginación (en un tipología literaria de ella un subgrupo numeroso ligada también a la fantasía, el fantástico, la literatura infantil y juvenil, la literatura maravillosa, el nonsense, el absurdo o la ciencia ficción, estas suelen ser mis lecturas). Más bien diría que percibí en cambio en el escritorio de casa una presencia (sí imaginaria por supuesto) de la autora Liliana Bodoc. Ella no hablaba, es decir, no se dirigía a mí. Yo no la veía sino sentía su vagamente su presencia en un momento de ocurrencia. Pero esa presencia resultaba inconfundible. No vi ni escuché nada. Se trataba más bien de una cierta clase de presencia que gravitaba o iba a gravitar (en todo caso) en torno de mí lo iba a hacer en aquello que fuera a escribir. Esa presencia por propiedad transitiva exigía de mí una respuesta a esa demanda: ser plasmada en un texto. La persona de la que más cerca me sentí fue indudablemente la autora argentina Liliana Bodoc. Concebí tres o cuatro encuentros imaginarios (no todos publicados), con ella. A partir de esta idea como una premisa, fue muy fácil proseguir por esa vertiente de la investigación creativa en torno de autores y autoras que conocía de cerca. Armé un listado con los protagonistas de mis encuentros y monólogos. Argentinos o extranjeros. En muchos casos a los extranjeros había llegado a conocerlos por lecturas muy en profundidad. Con mi doctorado en Letras por la Universidad Nacional de La Plata, Argentina (UNLP), mis compañeros de carrera y yo estamos acostumbrados a leer una enorme cantidad de libros, de bibliografías y, sobre todo, a sistematizarlos. Este diálogo en particular con Bodoc fue decisivo para mis búsquedas y mi proceder. También mis conocimientos producto de mi aprendizaje en las aulas o por mi cuenta, como autodidacta. Todo eso fue útil. Había investigación detrás de la creación de cada uno de estos encuentros imaginarios o monólogos imaginarios. Lecturas ordenadas, las más significativas porque como es obvio yo hacía un recorte de todos los datos. Era selectivo. En otros casos, de músicos y músicas, escuchaba sus álbumes, veía sus shows, documentales y veía entrevistas. Fue el caso de Gustavo Cerati y Sandra Mianovich. Parcialmente el de María Elena Walsh, que repartió su vida entre la música y el arte literario.

     Fue así como apareció en 2020 el primer monólogo imaginario del escritor argentino para niños Gustavo Roldán, un autor que admiro de modo superlativo por toda una serie de inciativas que tuvo en el terreno de la antropología y la Historia aborigen ligada a la literatura de estos pueblos originarios, de América Latina, un escritor que está en sus escritos todo el tiempo poniendo en juego la relación entre personas o animales personificados, honestos versus los mentirosos o embusteros. Entre pícaros y gente honrada, entre los encierros y la libertad. “Gustavo Roldán: un monólogo imaginario” fue publicado en el blog de literatura infantil “El Hormiguero lector” el año 2020, fecha que mencioné más arriba, un blog con sede en la Biblioteca «Madre Teresa» de Virrey del Pino. Son siempre muy amables conmigo porque soy colaborador de este blog con cuentos para niños o bien trabajos de teoría y crítica literaria en torno de la literatura infantil, sobre todo de crítica literaria de libros de autores de literatura para niños y jóvenes argentinos. Desde hace años que les envío material crítico y teórico. Para este monólogo (como para todo el resto de monólogos o encuentros imaginarios), elijo autores y autoras que conozca de cerca. Cuya obra haya leído apasiona y profundamente. Si llega a ser posible, por entero o casi por entero. Que conozca sus libros de modo sistemático. Sus astucias. Su inteligencia. Y naturalmente en cada caso investigo. E investigo mucho. Las visitas imaginarias a Liliana Bodoc tuvieron una inusitada repercusión porque su esposo tuvo la deferencia de publicarlas en su Página Oficial de Facebook. Ya se ha vuelto una grata costumbre, cada 6 de febrero (día que falleció, el 6 de febrero de 2018) escribir un trabajo literario o de no ficción, un artículo o reseña de alguno de sus libros. También en el día de su nacimiento. Se trata de trabajos de todo orden en torno de Liliana, a quien no conocí más que vía email por una entrevista que le realicé para la Revista Hispamérica. Revista de literatura, una revista académica de EE.UU. con la que vengo colaborando desde 2005 hasta la actualidad. Gracias a su editor, el Dr. Saul Sosnowski, de la Universidad de Maryland, mis colaboraciones gozan de continuidad. También había leído todos o casi todos los libros de Liliana Bodoc, lo que sumado a la entrevista y el acercamiento a su familia, terminó por dibujar una figura como mínimo de un profundo respeto y un profundo honor de que me consideraran digno de realizar homenajes a Liliana para luego difundirlos públicamente.

Fuente de imagen: Ecu Red

     Llegarían muchos escritores y escritoras luego. Músicos y músicas. Siri Hustvedt, Héctor Tizón, María Elena Walsh, Marguerite Yourcenar (otro de los primeros que escribí de madrugada, en mi cama, con mi Notebook). Nótese que estos trabajos suelen irrumpir en mi obra sobre todo por las noches y de madrugada, dos momentos del día particularmente fecundos para mí para escribir. La ciudad duerme. No suena el teléfono. El celular está apagado. Tengo un lugar donde estar a solas (tengo, dicho sea de paso, un cuarto propio, premisa que Virginia Woolf reclamaba para las mujeres que carecían de ellos para poder ser escritoras profesionales, junto con el ingreso fijo de un ingreso de dinero y también, agrego yo, para los varones). Dialogué imaginariamente con Sandra Mihanovich (en un reciente monólogo imaginario y en un encuentro imaginario, preliminar, respectivamente). Lo hice con Oscar Wilde, Horacio Quiroga, Emily Dickinson, Leopoldo Brizuela y mi maestro de escritura y autor de talento (sobre todo novelista) Gabriel Báñez. También hay una cena imaginaria con la poeta, escritora y artista plástica de deslumbrante talento, oriunda de Formosa, radicada en La Plata, Azucena Salpeter. Y otro encuentro en la Universidad de Maryland con el citado Dr.Saúl Sosnowsi, un gran académico argentino especializado en estudios y literatura latinoamericanos que reside en EE.UU. y también escribe literatura. Los monólogos o encuentros imaginarios fueron publicados en EE.UU., en México, en Venezuela y solo dos de ellos en Argentina. Me cuesta mucho publicar en Argentina en buenas revistas ignoro si por un espíritu de ghetto de los comités editoriales o bien por falta de revistas o periódicos especializados en cultura literaria del modo en que yo la publico. Es absurdo, pero mis trabajos son publicados en el extranjero y leídos o en bibliotecas (si son revistas gráficas) o bien vía la Internet. Más raramente en las redes sociales cuando los comparto.

Fuente de imagen: Ediciones Colihue

     Pero vuelvo al tema que nos ocupa. Lo cierto es que para los monólogos me documento mucho. Estudio. Miro entrevistas que les hicieron a los artistas. Leo y releo sus libros o escucho sus álbumes. Miro sus shows. Me empapo de esa personalidad que hablará en primera persona durante una alocución por turnos en diálogo conmigo. Es decir: realizo una investigación a partir de la cual el interlocutor o protagonista del monólogo, pueden conversar con soltura conmigo (y yo con él, con ella, con información nítida, clara y memoriosa, también abundante). Por lo pronto, sí quisiera decir que en estos encuentros yo soy un curioso. Y me convierto en una persona muy en un segundo lugar. Formulo una buena cantidad de preguntas a los artistas. Más dando el pie para que hablen que poniéndome a la par de ellos sobre todo en lo relativo a sus vidas privadas. Hay un momento, no me pregunten cuál, en que sé que fue suficiente de su vida pero hace falta más que nada hablar de su obra. Hago acopio de datos. De información en general relativa a sus vidas. Y en los encuentros imaginarios si bien también lo hago, como se trata de autores o autoras a los que mucho he leído, no resulta difícil comenzar un intercambio verbal. Parece mentira. Pero en la medida en que trabajo sobre un autor en mis escritos de encuentros y monólogos imaginarios, lentamente va apareciendo o emergiendo su voz secreta. Y detrás de ella una persona. Aquello sobre la cual leí. Porque se me ocurren ideas a partir de lo que se viene hablando, lo que va discurriendo entre nosotros o conversando con ellos, por asociación libre, lo que me da el pie para proseguir profundizando en su personalidad literaria y en su vida. Se trata de alguna expresión, algún fragmento de la conversación imaginaria, algún dato que recuerdo. Lo cierto es que ese/esa autor/autora o ese músico o música, a partir de tal circunstancia se vuelven reveladores para mí por lo que van diciendo (lo que yo les hago decir, como en una cinta de Moebius) todo a lo largo del monólogo.

     Diera la impresión de que uno irrumpe en sus vidas privadas hasta conocerlos de un modo mucho más cabal y profundo de como lo hacía antes. Si bien no incursiono con datos de su vida íntima, sí es cierto que mínimamente algunos datos debo manejar: si tienen esposo o esposa o no, si tienen hijos o no, de qué han trabajado antes de la vocación literaria, si han estudiado, qué libros han publicado (si bien este es un dato de público conocimiento, como es obvio). Pero leo sus obras también para poder hablar sobre ellos en la progresión de la trama. Se descubre lentamente un velo. Y el rostro desnudo de esa persona habla y habla sobre sí misma de un modo que yo no tenía previsto. Me llevo grandes sorpresas imaginando estos monólogos o bien estos encuentros imaginarios. Las sorpresas más gratificantes son aquellas que no tenía previsto publicar pero sin embargo aparecen en el encuentro en el momento menos pensado. Los hay que tienen más una forma de crónica, narrativa imaginaria. O los hay que son literalmente conversaciones por fuera del luego o tiempo en el que estén teniendo lugar.

     Por supuesto que yo cuando aparezco en estos encuentros sigo siendo Adrián Ferrero. No me alieno en un tercero. Sino que soy la persona que está escribiendo el monólogo en la medida en que la imaginación concibe una interacción del otro con comigo. Por otra parte, al saber tanto de ellos, dejan de ser meros extraños. Hasta que se logra una confluencia con el escritor, escritora, músico o música. En estos encuentros más narrados, con el perfil de una crónica literaria, suceden las cosas me imprevistas. Pensemos qu estas frente a un escritor que está en diálogo con su interlocutor pero en ese mismo momento también está escribiendo, en un vaivén pendular. Me gusta jugar con los tiempos, con los espacios, ir y venir en la cronología, confundir las temporalidades, ir de las charlas íntimas (discretamente) a otras profesionales. Defiendo de modo elocuente sus zonas más inescrutables, de modo irreductible. Y el resultado llega una vez publicado con la repercusión que suele tener esta clase de escrito. ¿Cuál es el criterio para elegir a unos o a otros? En primer lugar deben simpatizarme. No haría un monólogo imaginario o participaría de un diálogo imaginario con una persona a quien no le tengo estima o es una persona conflictiva, destructiva, malvada, mediocre o que ha probado ser maliciosa, tramposa o corrupta. Tampoco me gusta la gente soberbia. Y si bien estuve a punto de mantener encuentros con algunos artistas los descarté precisamente porque no había nada que rescatar de su temperamento soberbio.

Por fuera de esta condición, sí diría que tienen que ser autores, autoras, músicos o músicas cuyas producciones me provoquen admiración, tanto ética como profesionalmente hablando. De otro modo, el monólogo o el encuentro imaginario se derrumban. Se interrumpen. Se caen. Me quedo sin palabras para darle la voz a alguien por quien no siento la menor simpatía. Alguien que me entero que durante su vida fue un personaje controvertido por indeseable, que hizo daño, que tenía malos modales, arranques temperamentales o su irritabilidad o deshonestidad. Bien puede comportarse conmigo de ese modo en un diálogo imaginario del mismo modo intratable. Me basta sobre todo con que gocen de haber escrito y publicado una cantidad de libros en defensa de la libertad que en cambio otros que fueron confusos en sus ideales al punto de una contradicción que no cierra la figura que yo deseo narrar o con la que plasmar intercambios. ¿De cuáles disfruté más? De los de Liliana Bodoc y el diálogo con Gustavo Cerati, indudablemente. Pero con Liliana Bodoc me sucede todo el tiempo esa conexión de sintonías simultáneas en las que comulgo con toda su humanidad, las huellas que dejó  por este mundo. Y la vida que ayudó  a nacer y crecer. Sin dobleces.  

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Nació en La Plata, Argentina, en 1970. Es Dr. en Letras por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Es escritor, crítico literario y ejerce el periodismo cultural. Publicó libros de narrativa breve, poesía, investigación, una compilación temática de narrativa y prosas argentinas contemporáneas en carácter de editor, Desplazamientos. Viajes, exilios y dictadura (2015). En 2017 se editó su libro Sigilosas. Entrevistas a escritoras argentinas contemporáneas, diálogos con 30 autoras que fue seleccionado por concurso por el Ministerio de Cultura de la Nación de Argentina para su publicación. De 2023 data su libro, Melancolía (2023), una nouvelle para adolescentes, publicada en Venezuela. Y de ese mismo año en México el libro de poesía Reloj de arena (variaciones sobre el silencio). Cuentos suyos aparecieron en revistas académicas de EE.UU., en revistas culturales y en libro en traducción al inglés en ese mismo país. En México se dieron a conocer cuentos, crónicas, series de poemas y artículos críticos o ensayos. Escribió reseñas de films latinoamericanos para revistas académicas o culturales de EE.UU. También en México y EE.UU. se dieron a conocer trabajos interdisciplinarios, con fotógrafos profesionales o bien artistas plásticos. Trabajos de investigación de su autoría se editaron en Universidades de México, Chile, Israel, España, Venezuela y Argentina. Escribe cuentos para niños. Obtuvo tres becas bianuales sucesivas de investigación de la UNLP y un Subsidio para Jóvenes Investigadores, también de la UNLP, todos ellos por concurso. Artículos académicos de su autoría fueron editados en Francia, Alemania, EE.UU., España, Israel, Brasil y Chile en revistas especializadas. Se desempeñó como docente universitario en dos Facultades de la UNLP durante diez y tres años, respectivamente. Participó en carácter de expositor en numerosos congresos académicos en Argentina y Francia. Realizó cinco audiotextos y dos videos en colaboración. Integró dos colectivos de arte de su ciudad, Turkestán (poética y poesía) y Diagonautas donde se dieron a conocer autores de distintas partes de Argentina en formato digital. Realizó dos libros interdisciplinarios entre fotografía y textos con sendos fotógrafos profesionales, que permanecen inéditos. Obtuvo premios y distinciones internacionales y nacionales.