El escritor y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal ha muerto este domingo en Managua a los 95 años de edad. Su poesía fue un acto de creación subversiva, impulso vital en su vida y obra.

Fue uno de los más destacados representantes de la teoría de la liberación y un estrecho colaborador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en su lucha contra el dictador Anastasio Somoza.

Cardenal se ha despedido del mundo, pero como siempre hacen lo grandes, nos lega su obra. Aquí dejamos tres de sus poemas que nos son más emblemáticos. Después,  podrán leer las reflexiones que el poeta hizo sobre Solentiname, comunidad que Ernesto fundó en 1965, en un lugar remoto del Gran Lago de Nicaragua.

FRAGMENTOS DE LOS SALMO 7 Y 19

Líbrame Señor

de la S.S. de la N.K.V.D. de la F.B.I. de la G.N.

Líbrame de sus Consejos de Guerra

de la rabia de sus jueces y sus guardias.

Salmo 19

Las galaxias cantan la gloria de Dios
y Arturo 20 veces mayor que el sol
y Antares 487 veces más brillante que el sol
Sigma de la Dorada con el brillo de 300.000 soles
y Alfa de Orión que equivale
a 27.000.000 de soles
Aldebarán con su diámetro de 50.000.000 de kms.
Alfa de la Lira a 300.000 años luz
y la nebulosa del Boyero
a 200.000.000 de años luz
anuncian la obra de sus manos

MANAGUA 6:30 PM

En la tarde son dulces los neones
y las luces de mercurio, pálidas y bellas…
Y la estrella roja de una torre de radio
en el cielo crepuscular de Managua
es tan bonita como Venus
y un anuncio ESSO es como la luna

Las lucecitas rojas de los automóviles son místicas
(El alma es como una muchacha besuqueada detrás de un auto)
TACA BUNGE KLM SINGER
MENNEN HTM GOMEZ NORGE
RPM SAF OPTICA SELECTA
proclaman la gloria de Dios!
(Bésame bajo los anuncios luminosos oh Dios)
KODAK TROPICAL RADIO F&C REYES
en muchos colores
deletrean tu Nombre.
“Transmiten
la noticia…”
Otro significado
no lo conozco
Las crueldades de esas luces no las defiendo
Y si he de dar un testimonio sobre mi época
es éste: Fue bárbara y primitiva
pero poética.

ORACIÓN POR MARILYN MONROE

Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.
Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times)
ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso…

Las cabezas son los admiradores, es claro

(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).

Pero el templo no son los estudios de la 20th Century Fox.

El templo – de mármol y oro – es el templo de su cuerpo

en el que está el Hijo del Hombre con un látigo en la mano

expulsando a los mercaderes de la 20th Century Fox

que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.

Señor

en este mundo contaminado de pecados y radiactividad

Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda.

Que como toda empleadita de tienda soñó ser estrella de cine.

Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).

Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos

– El de nuestras propias vidas – Y era un script absurdo.

Perdónale Señor y perdónanos a nosotros

por nuestra 20th Century

por esta Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.

Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes

Para la tristeza de no ser santos se le recomendó el Psicoanálisis.

Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara

y el odio al maquillaje – insistiendo en maquillarse

en cada escena – y cómo se fue haciendo mayor el horror

y mayor la impuntualidad a los estudios.

Como toda empleadita de tienda

soñó ser estrella de cine.

Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.

Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados

que cuando se abren los ojos

se descubre que fue bajo reflectores y apagan los reflectores!

y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)

mientras el Director se aleja con su libreta porque la escena ya fue tomada.

O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un

baile en Río la recepción en la mansión del Duque

y la Duquesa de Windsor

vistos en la salita del apartamento miserable.

La película terminó sin el beso final.

La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.

Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.

Fue como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga

y oye tan sólo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER

O como alguien que herido por los gangsters

alarga la mano a un teléfono desconectado.

Señor

quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar

y no llamó (y tal vez no era nadie

o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de Los Angeles)

contesta Tú el teléfono!

Miradas de Solentiname

Yo me hice sacerdote para fundar una pequeña comunidad contemplativa en una isla del archipiélago de Solentiname en el Lago de Nicaragua. En los doce años y medio que tuvimos nuestra pequeña comunidad en Solentiname fueron muchísimos los visitantes que llegaron, de Nicaragua y el extranjero. Tantos que a veces nos afligíamos porque ya no podíamos hospedar más, y veíamos desde lejos que arrimaban otros a nuestro pequeño muelle con maletas o mochilas. Hubo casos en que llegaban a Solentiname sin pasar por la capital Managua: viajando a Costa Rica y entrando por el Río San Juan al Lago de Nicaragua.

También son muchos los que (además de mí) han escrito sobre Solentiname. Y, como yo he dicho muchas veces: se ha hecho de Solentiname una especie de mito. La experiencia que allí hubo y lo que allí realizamos no tiene la importancia que muchas veces se le ha dado. Fue en realidad algo muy modesto.

Lo que ha hecho más conocido Solentiname en el mundo es el libro El Evangelio en Solentiname, comentarios del Evangelio hechos por los campesinos junto conmigo, y también con la participación de muchos visitantes. Los comentarios eran a veces tan buenos que yo decidí recogerlos en grabadora y después publicarlos en libro. Este libro ha tenido muchas ediciones y ha sido traducido en muchas lenguas, aun el japonés, el filipino, el coreano. El comentar el Evangelio colectivamente como se hizo en Solentiname se ha repetido después en otras partes, sobre todo en parroquias protestantes en Estados Unidos (adonde fui invitado una vez para que enseñara a hacerlo a una comunidad). Fue un sacerdote español que nos visitó en Solentiname el que me enseñó a mí a hacerlo, como él lo practicaba en un barrio pobre en Managua, y lo había aprendido de un sacerdote panameño que a su vez lo había aprendido de un sacerdote de Chicago.

No se puede negar la importancia de otros logros de Solentiname, pero fueron debidos no tanto a mí sino más bien a otros. La pintura primitiva de los campesinos de Solentiname se inició cuando el pintor Róger Pérez de la Rocha y yo dimos a un campesino papel y lápices de colores, y después telas y pinceles y óleos, y éste pintó los primeros cuadros. De ahí procede la gran cantidad de pintores que ha habido en Solentiname, cuya pintura se ha hecho célebre y ha influido en todo Nicaragua.

La artesanía de madera de balso que también ha hecho famoso a Solentiname la originó un niño campesino de 13 años, Eufredito. Hijo de un jornalero, y él mismo a veces también jornalero junto con su padre, viendo las esculturas en madera que yo hacía, se puso a labrar con una cuchilla Gillet pequeñas figuritas en madera de balso, que es muy suave y liviana. Sus figuras estaban influidas por las mías, que son estilizaciones modernas; aunque las de él eran ingenuas y primitivas, y con mucha gracia. Yo le ofrecí dinero por cada escultura que hacía, y viendo eso otros campesinos empezaron a llevarme figuras hechas por ellos también en madera de balso (pescados, garzas, armadillos, ardillas, tortugas) las que yo también pagaba; y así se generó la famosa artesanía, ahora muy abundante en Solentiname, y que también ha influido en otras partes de Nicaragua.

Solentiname también produjo una muy buena poesía campesina, que se ha publicado en otras partes y se ha traducido a otros idiomas. La aparición de esa poesía se debió a pura casualidad. La escritora costarricense Mayra Jiménez que nos visitó en Solentiname, se dio cuenta que los campesinos de allí no conocían mi poesía. Yo no se las había dado a conocer porque pensaba que no la comprenderían, y la gran mayoría de ellos ni siquiera sabían que yo era poeta (y aun la palabra poeta no tendría para ellos mucho significado). Mayra Jiménez había hecho ya antes algunos talleres de  poesía para niños, y resolvió hacer en este lugar uno para los campesinos, con el objeto de que conocieran mi poesía y la de algunos otros poetas nicaragüenses, y que además pudieran empezar a escribir poesía ellos mismos. Todo esto se logró en su taller, y lo más importante es que se produjo la poesía campesina de Solentiname.

Varias veces me he referido a estos cuatro logros llamándoles “milagros”, porque se habían producido sorpresivamente, y sin que yo los hubiera en lo absoluto planificado. Ahora se puede hablar de un quinto milagro: el de la fotografía de los niños y las niñas de Solentiname; que es también algo en lo que yo no he tenido ninguna participación.

Miradas de Solentiname tiene una historia muy singular. Resultó que un joven fotógrafo brasileño de 23 años, que estaba estudiando en Estados Unidos, decidió ir a Solentiname y dar cámaras fotográficas a los niños campesinos para que tomaran sus propias fotografías.

Anteriormente él no había sabido nada de Solentiname. Estaba insatisfecho de su vida de mucho confort en la Universidad de Boston. Deseaba, en vez de ella, emprender alguna aventura, algo que le diera más sentido a su vida. Entonces le impactó un documental llamado Born into Brothels (“Los niños del barrio rojo”) que trataba de cómo una fotógrafa había ido a Calcuta a fotografiar las prostitutas de la Zona Roja, y mientras lo realizaba empezó a hacerse amiga de los niños de ellas, y les dio cámaras para que aprendieran como un oficio la fotografía. Las fotos de los niños fueron expuestas y gustaron mucho. Todo esto estaba relatado en el documental, y el joven fotógrafo Tiago sintió encontrar en él el rumbo que afanosamente había andado buscando: hacer talleres de fotografía con niños y niñas que jamás hubieran tocado una cámara.

En esos días se acordó de un ensayo que había escrito para su clase de literatura, en el que analizaba mi poema Apocalipsis y el cuento de Julio Cortázar Apocalipsis en Solentiname. En el cuento de Cortázar le había llamado la atención su relación con la fotografía y con Solentiname, y allí descubrió que yo era uno de los personajes del cuento. Pero anteriormente él no había leído nada sobre mí. Ni nunca había oído hablar de Solentiname. Tampoco sabía nada de Nicaragua, aunque poco a poco fue sabiendo algo sobre la revolución, sobre la teología de la liberación y sobre Solentiname. Jamás pensó, dice él, que ese poema mío y ese cuento lo iban a llevar a Solentiname. Después se fue informando más y resolvió realizar allí su proyecto. Tuvo un contacto en Internet, y tres meses después estaba desembarcando con sus cámaras en nuestro muelle.

Las cámaras viejas donadas por amigos y conocidos ya se encontraban un poco anticuadas pero aún funcionaban perfectamente. Otras cámaras habían sido compradas por él mediante una donación de mil dólares que le hizo un amigo de Nueva York. Tiago está de acuerdo conmigo en que este experimento como una democratización del arte y la tecnología. Y dice él: “Fuera de enseñarles algunos conceptos y preceptos básicos, la única cosa que tuve que hacer fue poner las cámaras en sus manos”.

Los niños y niñas reaccionaron con gran entusiasmo y curiosidad. Para la gran mayoría de ellos era la primera vez que tocaban una cámara. Hasta entonces las cámaras fotográficas eran algo que sólo los extranjeros y los turistas podían manejar.

Para Tiago es sorprendente el que a pesar de la excesiva humedad de las islas, en aquel clima tropical, del uso diario de las cámaras y la manera en que los chavalos las llevaran por todos lados, corriendo, brincando y jugando, sólo una cámara se dañó en todo el año en que se hizo el experimento, y no fue por culpa del operador. Cuando él llegó no faltaron quienes vaticinaran que las cámaras no durarían mucho tiempo, porque los chavalos [niños] las iban a descomponer o las robarían. Ninguna de las dos cosas sucedió. A pesar de la manera bulliciosa de fotografiar cuidaron de las cámaras como si en realidad les pertenecieran.

Él les enseñó las funciones más básicas de la cámara, y les dio 45 minutos para que fotografiaran. Observó que al momento de recibir las cámaras todos hacían lo mismo: salieron afuera y se pusieron a inspeccionar el mundo a su alrededor como si por el hecho de tener una cámara lo miraran por primera vez. “Esto me impresionó muchísimo” –dice—“y lo vi como prueba de que a pesar de nuestra familiaridad con lo que nos rodea, para fotografiarlo necesitamos estudiarlo, y esto nos puede llevar a un estado elevado de observación que nos hace ver cosas que nos eran invisibles antes de tener una cámara en nuestras manos”.

Estas fotos tienen un valor documental y artístico único según Tiago. Constituyen una visión colectiva del archipiélago realizada desde dentro. Los niños con sus cámaras fueron como espejos de su propia realidad, en la que por cierto hay pocos espejos, a menudo pequeñitos, arrinconados en sus pobres casas. Los chavalos fueron espejos ambulantes, dice  Tiago. Dondequiera que iban sacaban fotos y se las mostraban a todos los que estaban a su alrededor.

Otro valor de estas imágenes, también me dice él, es el de la multiplicidad de sus miradas, presentando las diversas realidades de su vida, y de esta manera desmitificando Solentiname. “Estas fotos” –me dice— “revelan el Solentiname cotidiano de hoy, muy distinto del que se lee en los libros y del Solentiname que usted fundó. Por primera vez vemos los protagonistas del Solentiname real retratados por ellos mismos”.

Una vez por mes o cada dos meses Tiago organizaba una sesión de crítica sobre las fotos. El objeto era ver una selección de fotos recientemente hechas y hablar sobre ellas para agudizar su percepción. Al principio los niños tenían mucha dificultad en expresarse. A lo sumo, después de muchos silencios alguien se atrevía a decir de una foto que estaba bonita o fea. Pero no podía decir por qué.

Los niños estaban teniendo unas clases de lecturas en grupos, donde además de leer libros los discutían después de leídos, y también tenían ejercicios de escritura. Tiago les hacía el taller de fotografía a continuación. Ningún niño podía participar en ellos si no había asistido antes al taller de  lectura, para que los niños asistieran a él.

Los niños participaban con gran entusiasmo en el proyecto porque les encantaba fotografiar. Salían felices con cámaras en sus manos, tomando fotos a todo lo que encontraban, y mirando las fotos en las pantallas de sus cámaras, y después mostrando las imágenes a sus padres, abuelos, primos, vecinos y amigos.

En los talleres a veces les decía que quería sólo fotos de rostros, o que acercaran lo más posible la cámara al objeto, o que quería sólo paisajes. Pero la mayoría de las veces los dejaba en libertad de fotografiar lo que quisieran. Y muchas de las fotos más curiosas fueron estas. Los niños debían regresar las cámaras en cuanto terminaba la sesión, pero a veces les permitía que tuvieran la cámara por 24 horas para que experimentaran con fotos nocturnas.

No se trataba de capacitar a los niños para que fueran fotógrafos profesionales. Lo que él quería era que se divirtieran con una nueva forma de expresión. Él dice que las fotos de los niños y las niñas cambiaron su relación con la fotografía. Esas fotos le hicieron ver las suyas bajo otra luz. Mientras los niños fotografiaban de forma completamente espontánea, él lo hacía según las enseñanzas que había recibido.

También me dice Tiago, a quien yo llegué a conocer hasta que estaba terminado su proyecto, que el hecho de que unas obras de arte lo llevaran a un rincón prácticamente olvidado del mundo, y que con ello cambiara su vida y también influyera en la de los solentinameños, es para él una lección muy importante. La lección de que hay que ser sensibles a los cambios que cualquier medio artístico puede provocar en nosotros. Que el arte no se debe apreciar solamente en forma estética e intelectual, sino que también nos debe llevar a la acción, y a hacer obras en beneficio de los demás.

Esto es lo que ha llevado a él a compartir su proyecto con otras personas en el libro Miradas de Solentiname. Quién sabe, dice él, si este libro servirá también para determinar el rumbo de la vida de uno de sus futuros lectores.

Para mí ha sido el quinto milagro de Solentiname.*

 

*Texto extraído de ReVista. Harvard Review of Latin Amercian