Encontrarse en el caribe mexicano, con playas azules, arena blanca, cenotes, construcciones imponentes de la cultura maya. Eso es lo que muchos nos imaginamos al pensar en Tulum. Y en efecto, en parte, eso es. Otros imaginarán parques recreados a modo, hoteles de lujo a pie de playa, que junto a Playa del Carmen y Cancún bien podrían ser una especie de Miamis versión mexicana. Eso, lamentablemente, también es. Si quieres leer sobre las maravillas que, en efecto, tiene Tulum, favor de ir a nuestra crónica, Tulum: el lado A. Aquí lo encontrarás es un radiografía que muestra un poco más a fondo la realidad detrás de las postales de Instagram.
Visitar Tulum hace una década era ya advertir el impacto de la cada vez más creciente masificación del turismo. En este viaje, pudimos comprobar que nuestras expectativas fueron superadas, y no precisamente en positivo.
Por supuesto que Tulum tiene el encanto de toda playa, de toda zona llena de vestigios arqueológicos, de todo lugar lleno de vegetación tropical y reservas naturales; sin embargo, justo por ello es que la depredación humana que se percibe es también más desalentadora e impactante.
El sargazo es la más notoria, de la que todos hablan porque es la que molesta a todo el turista, la que impide su disfrute total, el sumergir su cuerpo a gusto en aguas azules y cristalinas, tomar las fotos más impecables, para ser la envidia de quienes los ven en sus múltiples redes sociales. El sargazo todo lo afea. Es una barrera natural generada por algo que no se produjo por la naturaleza misma sino por mano del hombre. Hace diez años el sargazo no estaba allí. Dicen los lugareños que en los meses de invierno desaparece. Pero, por lo que se ve, poco a poco dejará de desaparecer incluso en esa temporada.
Sin embargo, no solo es el sargazo. Está por ejemplo el problema del agua y el deshacerse de los residuos que cientos de turistas significan. El agua que vimos en el hotel no es cristalina, está teñida de un amarillo tenue y tiene un olor singular.
También están los desmontes tremendos que poco a poco quitan a la selva lo suyo para dejarlo en manos de grandes inmobiliarias y capital extranjero. Es impresionante caminar y caminar y constatar que hay zonas en donde las playas públicas son prácticamente inexistentes. Batallas por la tierra, muchas, los ejidatarios luchando contra los grandes intereses, como siempre. Historia repetida.
Siempre escucharemos las famosas frases de “pero así es como se generan empleos”. Claro, pero todos sabemos la clase de empleos que producen, de servidumbre, mas es la frase comodín, o las palabras resignadas de quienes tienen que tomar esta clase de trabajos.
La conquista no se trata de un “superarlo o no”, sino que es un proceso tan largo que se extiende quinientos años después y lo seguirá haciendo. Muchos de los trabajadores de los hoteles, de la construcción, son descendientes de la que fue una civilización imponente y hoy son quienes sirven a los que tiene el poder adquisitivo.
Hoteles y restaurantes por doquier, en las avenidas más vistosas, más cuidadas. Y solo con girar unos cuantos metros, te encuentras con el lado no B, sino C de un pueblo hecho para el turismo. Casas endebles, basura apilada en las esquinas, pobreza a la intemperie, allí viven muchos de los que ven pasar turistas como motas de polvo. También quienes se dedican a la construcción, quienes salen entre 5 y 6 de la tarde de trabajar y caminan con paso rápido, mientras los turistas paseamos en nuestras bicicletas rentadas.
Sabemos que eso pasa en cualquier ciudad, pero se ve tan acentuado cuando son sitios sumamente turísticos, y en los países latinoamericanos tienen el sello de una desigualdad que huele a indolencia de siglos por parte de los que han llevado el mando.
Fotografías: Vagabunda Mx.