Adela Basch. Imagen obtenida de: LaNacion

Pintar con pinceladas certeras y contornos nítidos un retrato de la escritora Adela Basch (Bs. As., 1946) resulta ante todo una empresa festiva. Toda ella empapa de una vitalidad, un sentido del humor, una sensación de bienestar y una toma de distancia de los protocolos restrictivos que de inmediato uno no puede sino sentir una genuina adhesión hacia esta mujer multiplicadora de fervor por el arte y toda iniciativa del orden de lo creativo, no únicamente lo literario. En primer lugar porque todos padecemos de modo algo esclavo esos protocolos como instancias represivas, invasivas, de sumisión y control de un orden que debemos acatar contra nuestra voluntad (conscientes o no de ello) por una autoridad que no suele ser respetuosa ni de nuestra dignidad ni de nuestra integridad como sujetos libres, cosa que sí hacen Adela Basch y su poética de modo convocante. En efecto, esta autora argentina manifiesta una concepción de los sujetos (no sólo infantiles, sino de modo inclusivo con el resto) completa según la cual forman parte de una comunidad que construye y propone soluciones así como evita o neutraliza posibles confrontaciones que se puedan suscitar en el orden de lo real o de instancias intersubjetivas y potencia las intrasubjetivas. Porque de hecho aborda en ocasiones en su literatura episodios erizados de complejidades en su interpretación por parte de especialistas o bien de quienes aspiran a imponer miradas unívocas sobre esos acontecimientos. También porque en otras oportunidades los ignoran. Por el contrario, Adela Basch restituye a esas personas (no sólo personajes en ocasiones) su cuota de humanidad, por un lado. Aguda, proclive a la infinita imaginación, promueve una amplitud y matices de contenidos, por el otro. Y los sacude de eventuales remezones simbólicamente violentas que aspiren a invisibilizarlos o a imponer versiones simbólicamente pobres o bien que aspiren a sustraer sus valores libertarios. Precisamente el trabajo de Basch consiste en desmontar esos mecanismos y suscitar relatos alternativos asociados a principios de sujetos íntegros considerados desde su completitud y su dignidad.

     Pero vayamos a los recursos a los que acude. Por un lado, trabaja la literatura en sus principios constructivos desde los significantes (rimas, ritmos, puntuación, figuras retóricas que se articulan con la expansión de los mismos, lo que sintetizaría bajo la figura de la hipérbole), esto es, desde la materialidad de los signos y la multiplicación de sus combinaciones. Y lo hace produciendo un efecto que carga de múltiples significados sociales y de múltiples sentidos a la palabra y a los sintagmas. Desordena a todo lo que ellos aluden introduciendo una riqueza que rompe con el funcionamiento del lenguaje naturalizado, mecanizado, cristalizado. Esto introduce efectos letales contra esos discursos unívocos porque socavan la economía comunicativa que suele primar, por lo general, en la literatura en sus términos más convencionales y también más penosos. Escapa a la lógica del lenguaje denotativo. En verdad eso es precisamente el punto en Basch: atenúa la dimensión denotativa y enfatiza la connotativa, oponiéndole un alto voltaje a ésta última. Este atributo carga a sus textos de una densidad semántica riquísima que tiende a producir modulaciones al nivel de los contenidos, por un lado y de las formas, por el otro. Plantea, replantea, frasea en otros términos y cuestiona así la arbitrariedad del signo. Asimismo, como su contracara, compone una condensación que asocia los significados sociales y los idiolectos a una seria revisión sobre distintos temas polémicos u opiniones plagadas de opacidad acerca de sujetos tanto imaginarios como de existencia constatable y su cristalización estereotípica.

     Por otro lado, hay un trabajo de desarticulación del sentido común asociado por lo general a la solemnidad innecesaria que suele deformar y rodear a ciertos clásicos de la literatura universal (La Odisea, el Quiote, esto es, libros fundacionales de la cultura literaria de Occidente), de los que también todos hemos oído hablar o incluso leído en contextos escolares o en forma particular, parcial o totalmente. Y lo hace o bien parodiándolos o bien acudiendo a intensas dosis de humor, en ocasiones desopilantes, en algunos de sus episodios que de modo selectivo aborda. Por supuesto que esa selección no es inofensiva. Encubre siempre la intensidad de un efecto. Son sus momentos más sugestivos. De ese modo condensa en ellos modos de lectura en cierta clave y elude otras: se pliega a las lúdicas y lúcidas a la vez. Porque es significativa pero siempre respetuosa. Les sacude esa cuota de adoración catedrática que vienen arrastrando como un lastre desde hace siglos cuando lo verdaderamente relevante es una conexión directa y un acceso a ellos sin mediaciones. Tal como ocurrió en los tiempos contemporáneos a los que fueron concebidos. Como síntesis,  diría que Basch rescata representaciones literarias de episodios del orden de lo imaginario que constituyen momentos culminantes de nuestro arte. En todas las inflexiones de su poética (de procedimientos, de temas, de abordajes de los contextos) es posible percibir la adopción de una actitud ante todo transgresora de principios sociales normativos bajo cuyo efecto los sujetos se ven sumidos y se encuentran faltos de posibilidades recreativas. Así, procede a una reactualización del canon literario occidental desde una perspectiva crítica aguda  e infrecuente: lo sacude. Le restituye el lugar que en la cultura debería ocupar en el aprendizaje y en la educación de los sujetos, lo reitero, no sólo infantiles. Finalmente, su mirada sobre el canon es la de socavamiento y corrosión de sus principios de legitimación. La literatura para niños, pareciera decir Basch, traza desde la escritura misma nuevas lecturas o revisiones de los clásicos. Relecturas.

      Hay otras estrategias en su trabajo literario que acontecen con personajes de la Historia oficial, cuyo abordaje no resulta casual. Consiste este cuestionamiento en la lectura desviada de la convencional de una sociedad que los ha entronizado pero idealizándolos al mismo tiempo. Si bien se trata de figuras eminentemente positivas en el marco de la Historia argentina y de las causas emancipatorias americanas, sin desplegar ni comprender todos sus matices. Procúrase mediante la representación literaria de personas que tuvieron existencia fáctica, esto es, entre otros, de próceres, conquistadores, exploradores de distintos continentes o agentes de procesos históricos, guerreras, maestras, líderes de pueblos originarios, la posibilidad de ser retomados y recuperados en su vertiente más vital pero también más humana. Más plena de posibilidades. Bien de denuncia, bien insurreccional de códigos sociales, bien planteados en términos inconformistas. No bajo una posición de adoración que los consagre sin una cuota que los dote de rasgos humanistas  y humanitarios. Su mirada sobre ellos se realiza con una vuelta de tuerca hacia lo que efectivamente realizaron en sus respectivas empresas quitándoles todo lastre de idílica perspectiva porque ella sabe se debieron enfrentar a dificultades difíciles de sortear o, en algunos casos en que ha sido poco feliz esa consideración, de estigmatización. Muchos de ellos han actuado de determinada manera mediante batallas imprescindibles. Otros mediante la invención de emblemas nacionales pero sin cobardías. Otros acaso mediante el descubrimiento de territorios ignotos que, es cierto, aunque introdujeron la violencia pretendiendo encubrir una desintegración de la barbarie, se comportaron de un modo destructivo que Basch seguramente luego habrá procedido a revisar en el seno de su propia poética. Y otros personajes o protagonistas, aspirando a apoderarse de nuevos territorios y riquezas, exterminando a los pueblos originarios. Adela Basch asiste a ellos desde una posición por supuesto crítica y toma partido histórico. Sin embargo, la sanción ética no deviene pedagogía. Pese a que hay una señalada referencia a la ambición y a la crueldad de sus líderes. Los pinta también contextualmente porque no escapan a su tiempo histórico y no hacerlo sería una forma de la ocultación o la mentira y hasta de mala fe o, como mínimo, de improcedencia. También asiste al fenómeno histórico como sustrato para una economía ficcional que luego dictará la fábula y más tarde la escritura. Diera la impresión de que de modo más reciente la posición de fondo de Adela Basch adopta matizaciones más cuestionadoras de esas conductas, desde una mirada con cada vez menos concesiones. Frente a aquel afán lúdico primero, propiamente literario Basch, ahora se revela en una posición innegociable respecto de la ilegitimidad de la causa americana. Pero Basch busca menos la sanción que la incitación a la curiosidad, la búsqueda, la indagación, la pesquisa, la investigación, la urdimbre de nuevas alianzas. De este modo, son los lectores y las lectoras mismos a quienes Adela Basch de modo sugestivo los conduce a juzgar por sí mismos (y por lo tanto, les restituye un pensamiento activo y toma distancia del a priori). La literatura que aborda temas históricos ya no es ficción. Eso está claro. Estamos hablando en cambio de ficción histórica en todo caso en la cual, como muchos ya lo han señalado, se construye un verosímil según el cual la ficción debe ajustarse a ciertas normas para ser evaluada en términos de una mayor congruencia con su referente. Y esa carga referencial se ve fuertemente comprometida con ideales. Adela Basch apuesta a una poética comprometida con el semejante. Pero me parece que esta autora más que estar interesada en ser fiel o reproducir tal o cual época en términos fehacientes, lo está en hacerlo del rescate de los valores éticos de estas personas devenidas personajes. Basch se opone con su discurso cargado de significados históricos a las herencias que nos ha legado un mundo profundamente desdichado en el que ha habido víctimas y victimarios (eso ha quedado claro, está claro) y, por lo tanto, muestra a los niños y niñas que la vida no consiste solamente en un ingenuo juego al que muchos de ellos están consagrados. Recientemente Adela Basch se ha interesado en la reivindicación y el rescate de ciertas figuras femeninas que la Historia oficial ha o bien idealizado o bien invisibilizado, lo que políticamente las neutraliza. Del mismo modo, les quita todo el mérito que tuvieron para la construcción de la Nación desde una perspectiva identitaria del sujeto mujer. En tal sentido, si bien no me atrevería a hablar de un abierto feminismo sí me referiría a la aparición en algunas de sus obras recientes de una dimensión de rescate y reivindicaciones de género en torno de ciertas figuras en concreto, como Juana Azurduy, por solo citar un ejemplo. Y que no me parecen en absoluto el resultado del oportunismo de discursos de estos tiempos históricos plagadas de revulsión en torno de esos núcleos sémicos sino más bien de profundas y meditadas convicciones resultados de una reflexión a fondo respecto de una ética del semejante. Por otra parte, son perfectamente congruentes con sus valores. Adela Basch no escatima el costado más negro de la condición humana y su obra establece un diálogo con un universo plagado de conflictividad social, lo que resulta inesperado en un corpus como el suyo. Al mismo tiempo, restituye una cuota de referencialidad a contextos tan imprescindible como al mismo tiempo de difícil abordaje en el seno de obras para niños. Hay guerras, hay duelos, por más que difícilmente haya representación sanguinaria en su teatro, debido a las posibilidades escénicas, si bien esto no resulta imposible, como bien lo demuestra parte de ella acudiendo a muñecos, por citar sólo un ejemplo.

     El humor, omnipresente en la obra de Basch, se manifiesta de múltiples maneras. Pero mencionaría las más señaladas. Proviene del equívoco, situaciones desopilantes que tienen que ver con juegos de lenguaje, como lo indiqué más arriba, intercambios o confusiones de roles o identidades, de inadecuaciones o desatinos y, ya en un sentido amplio, hablaría de un abordaje de acontecimientos dramáticos desde perspectivas que los cambian de signo. Esto es: de tragedias, en comedias. Epopeyas en parodias cargadas de humor. Lo que no es sinónimo de no tomarse las cosas en serio sino precisamente de todo lo contrario. De jugar en serio. 

     En Adela Basch, producto de una economía del uso del lenguaje tan singular, asistimos a un extrañamiento y a un  efecto de incertidumbre que no se percibe desde una atmósfera oscura u ominosa como en el caso de otros autores o autoras sino desde un profundo sentido del orden de lo humorístico, no menos letal. Poco transitado y poco habitual, porque no tiene demasiados antecedentes, al menos en Argentina. Sume al lector en un costado de la dimensión humana que lo distancia del estado más convencional de la experiencia cotidiana.

      Adela Basch, en estos procesos de progreso y retroceso, de invención y revisión, de modo arrollador atenta contra el orden monológico de ciertas instituciones, en especial la escolar. Y a este punto quería llegar.

     Porque por último, y sin pretender agotar la inmensa riqueza de producción semejante, de corpus de tal infinita riqueza, que se despliega, se proyecta, se amplifica y abre hacia infinidad de posibilidades semánticas, interpretativas y de lecturas históricas o bien de la realidad sociocultural presente, agregaría a todo ello el sustrato de su trabajo en contextos escolares que están (lo sabemos) por su mismo fundamento, constitución y funcionamiento rigurosamente vigilados. En esos contextos, los discursos son regulados, instrumentales y burocráticos e impiden la plenitud del ejercicio de la realización y de la promoción del discurso crítico. Por lo tanto, afectan a los sujetos estimulando los sistemas de ideas abiertos. Adela Basch trae a esos contextos incontestables discursos y prácticas sociales (además de objetos) que los neutralizan y, en un punto, paraliza su funcionamiento, los pone en cuestión sin confrontación sino estableciendo en todo caso un conflicto implícito pero no de choque frontal traducido en sabias estrategias de negociación mediante las cuales resemantiza los vínculos y los discursos. Al tiempo que pone en acción, desata la maquinaria del humor, del disparate que movilizan, que deslizan, que lejos de aprisionar los sentidos, éstos echan a volar. A través de ello le es permitido a una escritora con mucho sentido del humor y un altísimo valor de adhesión convocante la instalación de prácticas y discursos literarios y sociales que les son contrarios a esos la cerrazón y escasa imaginación en buena parte de la institución escolar cuando es controlada por instancias en las cuales los docentes no pueden trabajar libremente, sino están atados al uso de manuales, de documentos de trabajo, de obligaciones, de dispositivos educativos que les impiden a los docentes el ejercicio del pensamiento crítico y la intervención creativa. Basch se revela conmovedoramente combativa pero sin agresiones ni agravios. Y ciertamente triunfa. Porque esos discursos burocráticos son, pese a que parecen potentes, profundamente endebles por su insolvencia y su falta de argumentos salvo su represión de la innovación. Son vencidos. Perdidos en su debilidad, Basch atraviesa los límites que impedían la comunicación mediadora entre ella, sus textos literarios, docentes y alumnos. Y la libertad. Y la realización. Frente al poder de una ilimitada imaginación arrasadora nada puede oponerse y Basch seduce con su propuesta: conductas lúdicas y lúcidas, un pensamiento no irreductible a esquemas. Informalidad sin por ello ser poco responsable en su trabajo y también un afán permisivo con la decisión indoblegable de que los niños y niños sean capaces de poder crecer en la salud de ser quienes deseen ser, orientados por una mentalidad creativa que promueve la dinámica del cambio. En un mundo que resultaba definitivamente un coto vedado a la inteligencia. Relevante resulta también el protagonismo y el compromiso de quienes conducen los destinos de nuestra educación. Que por lo general se manifiestan agradecidas y agradecidos frente a esta mujer que viene a traer aires nuevos a aulas vetustas que requieren ser desempolvadas de resabios de decenios de ausencia de pensamiento renovador y actitudes risueñas cuando no de abiertas carcajadas (como de hecho así sucede). También de saludables construcciones colectivas. Esas estructuras asfixiantes, reiterativas, con ideologías reproductivistas, son no sólo inútiles sino que atentan contra el bienestar de los sujetos. Contra la comunidad, no solo la escolar. En un mundo de silencios, en el que sólo los medios de masas o la Internet parecieran hegemonizar la palabra para en la mayoría de los casos degradarla y denigrarla y junto con ella a los sujetos que la emiten o la reciben, Adela Basch restituye el valor expresivo por un lado y el valor precioso al lenguaje, trabajándolo con porfía desde un alto nivel de perfección. Por el otro, conquista la posibilidad de que esa expresión sea completa en todas sus distintas pinceladas y combinaciones. Persiste en integrar en su totalidad las distintas dimensiones identitarias de los sujetos (no sólo escolares ni solamente infantiles, porque asimismo contagia a los educadores y educadoras), que esos sujetos se involucren con causas nobles no estrictamente militantes pero descubran dentro de sí mismos potenciales de interacción que habilitan revisiones de lo que han recibido como herencia por lo general enciclopedista o bien dogmática tanto en escuelas como en Universidades, bajo la concepción de información y no de formación. Bajo la forma de erudición más que de pensamiento crítico. O, como afirma la Dra. en Psicoanálisis argentina Silvia Bleichmar, no de producción de conocimiento. Para lo cual sí hacen falta  operaciones complejas y el uso del pensamiento abstracto. También  poner en movimiento el dispositivo de la imaginación en su dimensión más colosal.  Por, por lo tanto, en este pasaje, en este tránsito precioso que propone Adela Basch del silencio a la voz, del silencio a la palabra, del vacío a la simbolización y al ejercicio de su capacidad lúcida, ella es quien se hace cargo mediante una profunda responsabilidad y vocación de servicio de estimular y estimar los roles de quienes más adelante en la sociedad también es desear sean sujetos íntegros, participativos y comprometidos. De manera que ya vemos, mediante un conjunto de ficciones supuestamente “infantiles” y de las cuales se suele predicar que son innecesarias, se puede prescindir de ellas, que leer no resulta una actividad productiva porque no consiste en producir bienes o en obtener otros, nos encontramos con una serie de operaciones profundamente transgresoras sobre la cultura (no sólo literaria), operativas (sobre ella), que dialogan con el pasado, con el presente y, naturalmente, con el futuro que prometen mediante la intervención concreta formas de actuar intra e intersubjetivamente.

     Toda la obra y el trabajo de Adela Basch, en un país como Argentina en el cual el capital simbólico y material se ha visto conmovido de modo alarmante por dictaduras, crisis económicas, corrupción y burocracias, rapiña de capital financiero de dimensiones incalculables, constituye una proeza y un recurso invalorable para construir y reconstruir ciudadanía responsable. Por todos estos motivos que acabo de hacer el intento de detallar en el presente artículo no me queda sino un reconocimiento a esta escritora sin precedentes por sus iniciativas indetenibles (también como editora). Y me refiero a su cruzada en favor del arte, de la infancia y sus derechos, de los protagonistas de la Historia olvidados (varones y mujeres), de las personas que de modo absolutista han sido mediante una amnesia taimada destituidas de sus principios éticos y de las ideas progresistas. Adela Basch lo hace desde prácticas concretas, lo que resulta fundamental. Lograr la consideración de una ética del semejante y la colaboración sincera entre iguales. Fomentar el juego en el otro y la otra. Esto me parece lo más sobresaliente de su honrada y meritoria labor en un país en aflicción como Argentina.

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Nació en La Plata, Argentina, en 1970. Es Dr. en Letras por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Es escritor, crítico literario y ejerce el periodismo cultural. Publicó libros de narrativa breve, poesía, investigación, una compilación temática de narrativa y prosas argentinas contemporáneas en carácter de editor, Desplazamientos. Viajes, exilios y dictadura (2015). En 2017 se editó su libro Sigilosas. Entrevistas a escritoras argentinas contemporáneas, diálogos con 30 autoras que fue seleccionado por concurso por el Ministerio de Cultura de la Nación de Argentina para su publicación. De 2023 data su libro, Melancolía (2023), una nouvelle para adolescentes, publicada en Venezuela. Y de ese mismo año en México el libro de poesía Reloj de arena (variaciones sobre el silencio). Cuentos suyos aparecieron en revistas académicas de EE.UU., en revistas culturales y en libro en traducción al inglés en ese mismo país. En México se dieron a conocer cuentos, crónicas, series de poemas y artículos críticos o ensayos. Escribió reseñas de films latinoamericanos para revistas académicas o culturales de EE.UU. También en México y EE.UU. se dieron a conocer trabajos interdisciplinarios, con fotógrafos profesionales o bien artistas plásticos. Trabajos de investigación de su autoría se editaron en Universidades de México, Chile, Israel, España, Venezuela y Argentina. Escribe cuentos para niños. Obtuvo tres becas bianuales sucesivas de investigación de la UNLP y un Subsidio para Jóvenes Investigadores, también de la UNLP, todos ellos por concurso. Artículos académicos de su autoría fueron editados en Francia, Alemania, EE.UU., España, Israel, Brasil y Chile en revistas especializadas. Se desempeñó como docente universitario en dos Facultades de la UNLP durante diez y tres años, respectivamente. Participó en carácter de expositor en numerosos congresos académicos en Argentina y Francia. Realizó cinco audiotextos y dos videos en colaboración. Integró dos colectivos de arte de su ciudad, Turkestán (poética y poesía) y Diagonautas donde se dieron a conocer autores de distintas partes de Argentina en formato digital. Realizó dos libros interdisciplinarios entre fotografía y textos con sendos fotógrafos profesionales, que permanecen inéditos. Obtuvo premios y distinciones internacionales y nacionales.