¿Quién? o ¿Cómo? Se asignan los roles que cada uno desempeñará en esta vida. Por mucho tiempo lo atribuí al destino, en otro momento pensé que únicamente se debía a la posición social y en las últimas reflexiones al respecto lo resolví como un sistema de preguntas y respuestas correctas e incorrectas. Un día me harté de esperar una señal para saber cuál sería mi destino, así que decidí que haría de mi existencia todo aquello que me proporcionara un cóctel sofisticado y casi exótico de dopamina, cuestión de la que ahora estoy seguro me tenía que apropiar lo más que pudiera desde el minuto uno.
Observa tus manos, ¿alguna vez te has detenido un momento a pensar lo que puedes crear con ellas?, si bien no son el único medio para la expresión, en lo particular siempre imagino un mecanismo casi al estilo steampunk que las une con la mente pero principalmente con el corazón, donde al igual que esas máquinas impulsadas con vapor, las ideas no dejan de circular por nuestro interior casi con el mismo frenesí. Aunque poco sofisticada por su naturaleza, estoy seguro de que dicha maquinaria es caprichosa pues pocas cosas la alimentan y la hacen funcionar.
Me parece que una parte de la vida es algo así, somos nuestros propios técnicos tratando de descifrar planos ajustando lo necesario y en su momento es una gran responsabilidad tener que decir: “lo siento estoy fuera de servicio” sin siquiera poder tener fecha de reincorporación y sin más remedio que a optar por la propia ausencia.
A la música antes que otra cosa se le siente y el pasado viernes 8 de Abril hubo un festín en ese sentido, poca conciencia tenía de lo sucedido para cuando se encendieron las luces que anunciaban el final de la velada compartida, vi en demasiados rostros una sonrisa casi burlona de satisfacción, al igual miradas encontradas que se gritaban “hoy no me siento solo” y cabezas moviéndose en señal de confirmación pero en total silencio, con todo aquello parecía que casi se ejercía un nuevo lenguaje.
Para quien tuvo que concluir la escena de esa noche retirando sus manos de aquellos artefactos que permiten el ejercicio de la expresión como instrumentos musicales, controles, cámaras, piezas de diseño materializadas, incluso artilugios para la preparación de café, hubo unos segundos de introspección que no me podré negar, donde el merecido cóctel estaba servido. En lo personal aquella maquinaria antes mencionada andaba a todo vapor, en mi mente no dejaba de pensar (sucedió), no había guión, no había credenciales, no había juicios, en ese momento agradecí a Sureste por compartir y de qué forma, su creación que ampara un altísimo grado de humanidad, empatía y generosidad.
En Sureste abundó un sentimiento de gusto y cariño que muy pocos anfitriones tienen, un esmero por recibir a sus cercanos después de una ausencia casi dolorosa, desde lo que parecía una pequeña charla íntima acompañada de una taza de café, para luego también dar un espacio a la voz de los colegas del camino, hasta el esperado momento cúspide para celebrar encontrarnos de nuevo y hacer lo que cada uno sabe hacer. Gracias a cada uno de ellos por provocar y compartir energía que casi se siente como aliento de vida que parece de otro mundo.