En esta ciudad y me supongo que casi en todas, hay una calle que divide a la misma de una manera muy particular y eso algo que comparten tanto sus partidarios como sus detractores estoy seguro, una calle que entre sus distintivos se encuentran los aromas, podredumbre para algunos pero ciertamente consuelo de algunos otros, para un lugar así es imposible ocultar sus remiendos, más a plena luz del día. No seguiré con los intentos de referencias porque estoy seguro que nadie necesita malas adivinanzas, pero también puedo imaginar que el morbo ya los dirige hacía la bohemia.  

Realmente no me crie en un lugar así, pero también es cierto que muy lejos no estaba. No debería ser asunto de nadie que eventualmente preferí un establecimiento en dicha zona, para después apropiarme de un rincón dentro del mismo, eh escuchado mil historias de  personas que adoran lugares como este, muy seguramente la mayoría son turistas, escribí  en una cajetilla de fósforos un día de esos. Nadie hablaba con nadie, no había marcha atrás  y quien lo hacía era un novato que con suerte para él jamás volveríamos a ver.  

Ahí escuche los acuerdos más irreales que se sostenían de la palabra, lo cual era lo mismo que una moneda en el aire, lo cual aplicaba también conmigo mismo. Aquí perteneces, allá  afuera no hay nada bueno para ti y de aquí no saldrás, era algo que mi mente me susurraba  segundo a segundo, había días que no me importaba pero también había otros donde  dejaba de ser gracioso. A la par de toda esta tragedia un día alguien me vendió una caja  musical, la cual hacía sonar a veces al volver a casa con el último hilo de fe, si esto no  funcionaba, qué alimentaría mi nostalgia después.  

En más de una ocasión volvía a caminar la acera que recorría dicho circuito pensando que  tendría el valor de volver atrás y no entrar a ninguno de estos lugares nunca más. Lo más  lejos que pude llegar es volver a casa temprano, sin poder escapar de mí, hice lo propio, buscar una licorería cerca, donde la tendera preguntó mi nombre, el motivo no importa, el  asunto era que hacía meses que no tenía que usarlo. Mi apartamento me parecía un lugar tan extraño al crepúsculo. Encender el radio por inercia en sabrá dios que estación,  permanecer con los zapatos puestos por distracción más que por elección. En aquella  ocasión tratando de sentirme productivo y en posición de ejercer un cambio de hábitos  recordé que tenía un paquete sin abrir, mismo que decidí atender definitivamente y así  poder tachar algo en la listas de cosas por hacer del distante yo.  

La acción no fue abrupta pero si algo reveladora, no voy a negar que sentí un breve entusiasmo con un ligero aroma de ingenuidad inducido, aun cuando sabía perfectamente que contenía dicho paquete. Como portada se asomaba el estampado de un opaco rosal, ni siquiera estaba en posibilidad de recordar si la aguja del tocadiscos estaba en un estado  decente, sentí un poco de pena conmigo mismo por eso, pero aun así decidí hacerlo girar  pues honestamente no tenía idea si algún otro día pudiera existir dicha posibilidad.  

Sin prejuicios, un retrato irónicamente sobrio de la vida en las sombras así podría describir la compañía de la música de Tindersticks, no importa cómo llegamos a la escena anterior pues al final es lo que estábamos viviendo en la carne, hablo también por todos los  olvidados de aquel sitio. Música hecha con calma para aquellos que lo único que tenían era tiempo que perder al menos en esta historia y lo digo en sentido respetuoso, pues esto hay que llevarlo con calma y paciencia como una herida al sanar.

Tindersticks

Tindersticks

Entre el pop, jazz de soul encontramos a esta banda inglesa tan singular. La peculiar y distintiva voz de barítono de Stuart A. Staples, las sofisticadas orquestaciones de Dickon Hinchliffe, que utiliza una amplia variedad de instrumentos que contribuyen a una propuesta única como banda musical.La banda nació en 1991 en Nottingham. Al año siguiente firmaron su primer contrato discográfico con la compañía Tippy Toe Records.