…O de nada en ningún sitio?
1
La Academia de Hollywood ha sorprendido por el enorme reconocimiento concedido a la película Todo a la vez en todas partes (Everything Everywhere All at Once, con guion y dirección de Daniel Kwan y Daniel Scheinert (Los Daniels), de 2022).
Los Amantes del cine clásico han criticado el guion y la cantidad de premios otorgados, a su entender, no todos merecidos, y los defensores de la cinta descalifican las críticas y a los críticos, generándose una disputa que no ha llegado a las manos pero sí, inconcebiblemente, a la realización de comentarios agresivos y despectivos entre esos grupos. Y, por cierto, más agresivos y despectivos cuanto más jóvenes son ‒o nos lo parecen‒ sus autores.
2
Respecto de los premios, parece que una vez que se aprecia un “valor” en el tema planteado en un guion, esa cinta se lleva todos los premios, con un juicio más emocional que racional o, bien, lo hacen por costumbre, imitando la práctica USA de su política por la que, en las elecciones de los delegados gubernamentales, casi todos los estados dan todos sus votos al candidato más votado.
El valor que se premia en la Academia es el concedido a la defensa de los derechos no reconocidos hasta entonces, como los de los homosexuales, los de los negros, los de las mujeres, los de los nativos… Es decir, se premia la novedad.
En cuanto a la forma de la crítica, no extraña la descalificación del valor de una obra cuando se dan razones, pero extraña la facilidad con la que se recurre a la descalificación personal, algo que se ve, por desgracia en las noticias casi todos los días. Vemos en esas críticas una suficiencia que nunca antes se había visto porque se respetaba la edad y la sabiduría inherente a ella.
3
En cuanto a la cuestión principal, el valor de esa película, lo esencial para analizarlo es el guion. Éste es una mezcla de todos los géneros, pero, en el fondo, es una película de acción y aventuras. Ya sabemos que el cine de aventuras implica algún enfrentamiento, por lo que esos dos aspectos deben ir unidos. La diferencia con el pasado es que ese enfrentamiento solía hacerse de forma seria o realista, y ahora, se le da una forma fantástica y cómica, aunque tampoco es completamente original, pues ya lo habíamos visto en el pasado, como en The Ballad Of Buster Scruggs (de 2018, escrita, dirigida, producida y montada por los hermanos Coen), y es una práctica habitual en el arte, baste recordar el periodismo literario de Tom Wolf.
La fantasía se manifiesta especialmente en la idea del multiverso, que, tampoco, es original de esta obra, pues hasta la serie Awake (de la cadena NBC, de 2012 y titulada REM anteriormente) lo trata.
4
Para entender el “valor” de esta película debemos entender las circunstancias en las que se crea. Los sabios de ayer poseen una cultura que no es la de los jóvenes de hoy. Y no entramos a valorarlas, solo a establecer las diferencias.
El niño (niño-rey, en muchas ocasiones) se ha criado en la sociedad de la abundancia, entre otras, la tecnológica. Los niños de hace unos años, y los no tan niños, viven en un mundo lleno de tecnología y sumergidos en los móviles, los PC, las redes sociales y los videojuegos. ¿Qué será para ellos una novela, cuando ni tiene un final abierto ni se vota ese final y el libro no funciona con un cargador? Lo que quieren, porque es lo que conocen, y no son culpables por ello, es la referencia a esa tecnología. La película en cuestión ofrece de eso en abundancia, y ese es su valor ¿Solo eso?
Algunos afirman que, en la obra, se defienden valores, pero la existencia de un “tema” es inevitable en cualquier narración. Hablar de Dios no implica ser ni cura ni santo ni creyente.
5
Este nuevo hombre es distinto del hombre del pasado. Lo mismo que es distinto el arte de este tiempo con respecto del arte de otros períodos culturales de nuestra historia.
Cada vez que se agota un estilo artístico, se sustituye por otro. Y esto es lo que está ocurriendo ahora y de nuevo. Ya antes de la llegada de las vanguardias y durante todo el siglo anterior, se ha estado criticando ‒y, desde un cierto punto de vista, no sin razón‒, la baja calidad de este arte si se compara casi con cualquier arte del pasado. Eso no significa que el arte que tenemos no sea el que nos corresponda. Eso es arte porque expresa el modo de sentir y pensar de este tiempo, por lo visto, ya pasado. Y llega una nueva forma de pensar y una nueva forma de expresarse y, efectivamente, comparado con lo anterior, este arte nos resulta disminuido y de baja altura.
Pero ese cambio cultural es algo que se ha estado mostrando con violenta expresión desde hace años. Quizás, la primera muestra de ello fuera la “restauración” del Ecce Hommo de Borja, ¿Por qué ese “desastre” ha tenido tanta repercusión pública? Pues porque es una obra hecha por el público, no por un artista. El público no tiene interés en el Arte, lo que ese público va a ver a Borja es al hombre de a pie donde antes era necesario tener cualidades para estar, por lo que, allí, no podía estar cualquiera. Así, se entiende la agresión, esta ya deliberada, sufrida por el David de Miguel Ángel y otras muchas sufridas por conocidas pinturas.
6
Mientras que los tiempos pasados buscaban determinados valores, como las ideas, las costumbres o la verdad, el tiempo actual reconoce que lo que configura, no ya la naturaleza ‒que queda para las fotos y las reclamaciones políticas de sus derechos‒, sino la comunidad, son los hombres. Y, si nos dicen que, en el siglo XX, el arte era el objeto del arte, lo que nos dicen, en el siglo XXI, es que es que la sociedad está constituida por hombres y que éstos, todos ‒no las élites‒, son los elementos básicos de las comunidades: Una visión completamente subjetiva del mundo, ya que deja de considerar otros aspectos de la existencia.
De ahí, la incesante exigencia de derechos pues, si el hombre es lo esencial, todo se le debe, y los costes no son importantes, como no lo son los problemas de su producción o implantación. Pero, curiosamente, esta sociedad que tanto cree en el valor del individuo y en los derechos sociales no se ha percatado de que esos derechos solo existen como consecuencia del poder de los grupos formados en el seno de los países. Y, tampoco ven, ni quieren ver, que, como la luz de la vela, ese fuego que nos ilumina consumirá el cirio.
7
Nietzsche admiraba la cultura dionisíaca y lamentaba lo que se perdían quienes no apreciaban ni disfrutaban de esa forma de existencia, pero no tenía en cuenta que, lo que, por una parte, tenía de ventajoso, por otra, resultaba contraproducente.
Aunque recordaba que los egipcios consideraban a los griegos como los eternos niños que no se percataban de la obra tan sublime habían creado, pero que, luego, habían roto con sus propias manos. Y camino llevamos nosotros de hacer lo mismo.