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Hay una película [1] que trata sobre un estafador que encandila a ricas mujeres para robarlas. Su hija quiere que vaya por el buen camino para no tener que seguir huyendo de las ciudades en las que trabaja y, por eso, ahora decide retirarse, pero una antigua amante y estafada le persigue para hacerle pagar por el daño emocional y económico que le ha causado. Al final, la acosadora es detenida y el estafador y su hija encuentran el amor de sus vidas. Repugnante. El delincuente es absuelto por la sociedad porque se ha vuelto bueno, siguiendo los consejos de su hija, y ya no va a volver a robar, y se ha vuelto social, es decir, aceptable por la comunidad, al establecer relaciones en su seno, posiblemente hasta matrimoniales, lo que supone la aceptación de las normas generales, y, encima de todo eso, no consta denuncia alguna contra él. La sociedad perdona el delito a los suyos.
A la persona estafada por el delincuente nos la presenta la película, no con la determinación de resolver una injusticia, sino como una persona desequilibrada que busca burda venganza; en cambio, en el caso de Hamlet, los sapientes se desesperan porque no acaba de ejecutar su plan. En la sociedad, existen instituciones para establecer el orden y la justicia y si, dadas las circunstancias, no es posible resolver tu caso por ese camino, lamentablemente, te tienes que resignar a que tu caso quede sin resolver, pero lo que no puedes hacer es actuar por tu cuenta, puesto que lo que más condena la comunidad es el uso particular de la violencia, que se reserva ella. No crean que en la vida real una persona que mata a otra en defensa propia se va a su casa de rositas, como vemos en las películas, esa persona va tener muchos problemas legales, tanto civiles como penales.
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Esta interpretación de la culpa de quien actúa contra un delincuente no se aplica en el caso de que uno mismo sea el perjudicado, como vemos en las películas, en especial, en las series de televisión, en las que, cuando el protagonista –que ya es como de la familia–sufre alguna injusticia, busca venganza y la logra con la aprobación de los espectadores. La sociedad vuelve a perdonar el delito, pero en un caso inverso al anterior, demostrándose que la sociedad posee una conducta emocional y no racional, aunque se disfrace de lógica. La sociedad es muy manipulable.
Existen dos tipos de moral una, abstracta, para otros, que es justa y racional, y otra, para el que sufre, que es injusta y emocional. La sociedad es injusta y no lo sabe. Lo que mejor conoce y más condena el mundo occidental son las costumbres de otras culturas, a las que considera inferiores, sin ver que los defectos de nuestra cultura son tan grandes como los de aquellas.
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Ejemplo real de la conducta inaceptable de esta cultura fue el caso de una persona que, con un cargo público, envió fotos eróticas a su pareja y fueron robadas y difundidas por internet. Al llegar a su puesto político los demás políticos la abuchearon. De ser justos, sus colegas la hubieran arropado, como se hace con las víctimas de cualquier delito, pero esta es una sociedad injusta. El ladrón de fotografías no resulta socialmente condenado y la víctima es quien carga con la pena. Incomprensible.
Situaciones similares hay muchas y es preferible no relatarlas porque la sociedad, actuando emocionalmente, acaba por matar al mensajero. Ella siempre queda bien parada, fruto de su fuerza y no de su razón.
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La doble moral es consecuencia de una percepción supuestamente objetiva, a la que nos obliga la admisión del mundo social, que nos da de comer, en la forma en la que cada tiempo le configura, y de una percepción subjetiva, consecuencia de los sentimientos personales.
Mientras las normas no afecten al interés personal, se admiten las imposiciones externas, unas normas cuya objetividad resulta ser la del poder de quien las dicta para imponerlas. Pero, cuando los actos ajenos perjudican al interés de una persona, esta actúa por su cuenta sin respetar las normas colectivas, aunque, por otra parte, sigue exigiendo su cumplimiento a los demás.
Nietzsche, en su genealogía de la moral, habla de la evolución de la moral e identifica tres estadios y nos dice que, primero, se castigaba el daño, luego, el hecho y, al final, la intención. Pero esa es una evolución social o histórica. En el fuero interno, la mayoría de las personas, cuando poseen la libertad necesaria, interpretan los hechos por el daño que les producen y lo explican subjetivamente, mostrándose alteradas, como si su disgusto justificase su venganza; o racionalmente, castigando por su cuenta ya sea el hecho o la intención. Cada persona tiene la posibilidad de juzgar como más le convenga, puesto que encuentra argumentos más que sobrados para justificar su conducta. Cuanto más déspota o sociópata sea una persona mayor libertad siente tener para actuar caprichosamente. En cambio, la gente corriente tiene encina de sí la autoridad de los poderosos que limitan su autonomía.
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Galder Gaztelu-Urrutia director de la película El hoyo, de2019, en una entrevista, decía:
“Tengo la certeza de que somos la especie más miserable que pisa la Tierra e incluso estoy convencido de que, cuando queremos ser buenos, lo hacemos por un interés que nada tiene que ver con la bondad. El altruismo, la mayoría de las veces, no es más que una consecuencia derivada más de nuestro egoísmo». [2]
Lo que el director olvidó añadir es que esta especie justifica sus actos de una manera que resulta socialmente aceptable, de forma que la sociedad parece actuar con justicia. En ese mundo, es más rentable ser bueno que malo, en términos sociales, pues el bueno disfruta de los beneficios y respaldo de la sociedad y obtiene el poder de los buenos para hacer el mal. El malo queda apartado de la comunidad y sufre a los buenos. Quien tiene el poder o el respaldo social está legitimado para causar daño y ser calificado como bueno.
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La conducta falsa de quien causa un daño pero se presenta como salvador bondadoso la vemos en la película Parásitos, de Bong Joon-ho, 2019. Una película que guarda ciertas similitudes con otra titulada Con los brazos abiertos, de Philippe de Chauveron, 2017. En ambos casos, unos extraños, no muy afortunados económicamente, acaban tomando la casa de unos ricos propietarios ingenuos que no ven la maldad detrás de las buenas formas. Si haces algo correctamente, nadie desconfía de ti. Por el contrario, si actúas indignado, la sociedad piensa que careces de razón. Hasta no hace mucho tiempo, cuando a una persona se la veía alterada, se pensaba que había sufrido alguna injusticia; en la sociedad actual, quejarse es lo injusto, a nadie le importan los problemas ajenos, a menos que los problemas se conviertan en concepto social, o que los defienda un revolucionario, pues estos tienen derecho a la agresión verbal y física.
La película Se busca (Wanted, de Timur Bekmambetov, 2008), trata sobre una fraternidad que aniquila asesinos antes de que actúen pero que acaba atacando injustamente por intereses personales. La película es un ejemplo de cómo el poder presenta la realidad a su conveniencia y dirige la sociedad en una dirección que solo conviene a los poderosos. En otros casos, es el poderoso quien recurre a la violencia física, pero, más comúnmente, a la verbal. El poderoso tiene derecho a causar daño, lo que es tan evidente en el cine como en la vida real, en la que, para apreciarlo, hay que saber ver.
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Aparte de la maldad humana y de la forma de disimularla, estas cintas plantean otra cuestión, la de la revolución social ante la injusticia del mundo. Se está produciendo un cambio de mentalidad. Ese cambio pone de manifiesto los defectos y abusos del modelo establecido en el que unos tienen el poder en exclusiva y le utilizan para sus intereses en lugar de buscar el bien común (si es que tal cosa existe y si es deseable alcanzarla) y ahora se pretende que el poder esté en manos de los destinatarios de las leyes, los hombres de a pie.
Un ejemplo paradigmático del cambio de interpretación de la moral y, de ello, la de la justicia y del poder, es la variación en la solución al dilema del tranvía. Anteriormente, cuando a una persona se le planteaba la posibilidad de mover las agujas para pasar el tranvía a una vía en la que mataría a una persona en lugar de a las cinco que hay en la vía por la que circula el vehículo, no aceptaban hacerlo por entender que ellos serían responsables de una muerte, en tanto que carecían de responsabilidad por la muerte de los otros cinco. Hoy, la mayoría de la gente razona matemáticamente, en lugar de hacerlo moralmente, y piensa que se debe desviar el convoy. El significado de este cambio de mentalidad es que la sociedad debe establecer los conceptos y las normas, nunca más Dios o el gobierno.
Nuestra cultura se desmorona y, por otra parte, se busca una forma de comunidad más social, en lugar de una forma de convivencia con una jerarquía en la política, el poder, la economía y la comunidad. Este punto de vista cuestiona la validez del modelo actual, el cual, por otra parte, ha mostrado todas sus posibles manifestaciones y no tiene salida. La era griega se acaba, no será de hoy para mañana, pero se acabará pronto (en términos históricos), y llegará el imperio de otra cultura que contemple la realidad de la existencia del hombre en estados organizados, lo cual supone reducir las diferencias que existen a la hora de disfrutar de esa organización, aspirando a lograr una mayor igualdad entre las personas, un modelo más mundano que ideal (con un inconcebible poder de las instituciones y una reducción de derechos individuales). Pero, si el modelo idealista no logró satisfacer sus expectativas, el modelo realista tampoco lo logrará, pero la parte de la sociedad que defienda ese nuevo orden se sentirá satisfecha con la ilusión que ofrece sin ver, como ocurre ahora, las injusticias que se cometen en nombre de un nuevo concepto.
Notas:
1.- Lamentablemente, no recuerdo ni el título ni el nombre del director.
2.- https://www.elmundo.es/cultura/cine/2020/04/02/5e8371c321efa06d048b4654.html