The Regime da mucho qué pensar. Es cierto que no es una serie que enganchará a la mayoría como lo han hecho otros trabajos de Kate Winslet, a la mente viene de inmediato Mare of Easttown, que, aunque extraordinaria, tiene todos los elementos del toque detectivesco y crimen que tan bien atrapan audiencias, así que no es de extrañar que The Regime cueste cuando se trata de captar la atención masiva.

Esta serie es una sátira que puede desesperar a más de alguien tras el primer capítulo o desalentar a quienes esperaban risas más fáciles, o desagradar a quienes querían ver geopolítica a profundidad o algún caso misterioso, incluso hay críticos que la tacharon de quedarse en lo superficial, imagino que esperaban teoría pura y dura. También a alguien que vea con escrupulosidad temas de género podría resultarle poco grata a primera vista.

De qué trata The Regime: describe un año dentro del palacio de un régimen autoritario que se desmorona. Después de no salir del palacio durante bastante tiempo, la canciller Elena Vernham se vuelve cada vez más paranoica e inestable y recurre a un soldado volátil, Herbert Zubak, como un confidente poco probable. A medida que crece la influencia de Zubak sobre el canciller, los intentos de Elena de expandir su poder finalmente resultan en la fractura del palacio y del país a su alrededor.

Hoy que la cuota de género es ancla de la política en tantos lugares, viene bien la sátira de la serie, que, en el fondo, le guste o no a quienes son proclives a ver oro en el cobre, es más realidad que ficción. Elena Vernham encarna el poder de una mujer gobernante que no es regente plena, que está coartada por:

1. Su gabinete (y sus intereses propios y transnacionales).

2. Los hombres cercanos a ella a nivel sentimental.

3. Los ideales y ensoñaciones propias (o implantadas-alentadas por su hombre amado), así como la propia carnalidad de ser mujer que desea y que, aunque no lo quiera, no puede eludir la psicosis o los bochornos de calor intrínsecos a la edad.

4. La realidad que siempre resulta de iniciativas políticas que eluden o desafían los mandatos de las grandes potencias, así como el apelar a un pueblo abstracto y una naturaleza igual de abstracta.

Los puntos uno y cuatro no tienen género, es decir, son parte de un gobierno regido por un hombre, mujer o quimera, es algo inherente a todo gobierno. En esto es donde pensar que las mujeres conseguimos algo real y distinto llegando al poder, se convierte en espuma, en simulación. Ya lo ha planteado de manera clarividente María Galindo en su Feminismo bastardo.

Lo anterior me hizo recordar el derrotero que vivieron las mujeres tras la Revolución mexicana, en donde, pese a ser un periodo donde la mujer tuvo una participación sumamente activa, y pese a las promesas de los jefes revolucionarios, el voto tardaría en conseguirse alrededor de tres décadas después de terminado el conflicto armado, y cómo, en medio de luchas entre diversas corrientes sindicalistas femeninas, una buena parte de las mujeres veía mucho más apremiante que se cumplieran derechos laborales o se crearan guarderías, a que se les otorgara el voto (Cano, et al., 2009). No les faltaba razón.

Dos de los primeros sindicatos de mujeres obreras en México fueron el Sindicato de Cigarreras y el Sindicato de Costureras, que se formaron en 1914 y participaban activamente por tener mejores condiciones laborales. Fue en la Constitución de 1917 que se instituyó la igualdad de género en las relaciones laborales; esto incluyó igualdad salarial, fijación del salario mínimo, jornada laboral máxima y protección en el embarazo y lactancia, entre otros puntos. Imagen obtenida de la Secretaría de Cultura, México.

Hoy, cuando pensemos en las próximas elecciones de este 2024, donde es seguro que el puesto presidencial lo asumirá una mujer —un siglo después de terminada la Revolución—, comprobamos que la mujer que tome el poder no significará ningún cambio de paradigma político. El tema de género termina por ser un slogan vacío, derrota disfrazada de victoria total.

Regresando a The Regime, los puntos 2 y 3 sí guardan una vinculación directa con el hecho de ser mujer y gobernar. La serie nos habla de la influencia, casi que manipulación existente entre las motivaciones sentimentales y las iniciativas gubernamentales, así como del impacto del cuerpo, del deseo, de la carnalidad en estas mismas. No endulza esto, al contrario, lo maximiza.

Es interesante su premisa donde el poder real se consigue sepultando hilos patriarcales y amor romántico, sin embargo, para quienes quisieran que la serie partiera de allí y encumbrara el poder femenino, hay un revés, pues lo anterior se combina con la bofetada de realidad que recibe Elena tras experimentar una revuelta popular del pueblo sumiso y amado (en abstracto) y los resultados de los cultivos de remolacha, así, ella vuelve al ruedo político solo al hacer nuevamente concesiones con los verdaderos dirigentes (los dueños del capital real de un país). Nula romantización del ejercicio de poder por parte de una mujer.

Por todo ello, la serie es arriesgada, la crítica que hace es profunda, no superficial, y es valiente por parte de Winslet asumir el papel de Elena Vernham y la producción de The Regime, pues sabía que no se trataba de un producto ligero, que se iban a dividir las voces, tal como está ocurriendo con quienes dan su opinión de la serie.

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Bibliografía

Cano, et.al., (2009). Género, poder y política en el México posrevolucionario, México: FCE.

Galino, M. (2021). Feminismo bastardo. Mujeres creando.

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