Foto: Vagabunda Mx

Las otras vidas (2005) es el título de un compendio de cuentos de Clara Obligado, editado por Páginas de espuma. Obligado nació en Buenos Aires y en 1976, debido a la dictadura, se instaló en Madrid. Como a tantos escritores que han padecido el exilio, la obra de Clara está plagada de desarraigo, de territorio, de nostalgia, de partidas. Aquí les compartimos nuestra reseña vagabunda.

La misma autora nos da la bienvenida a tu texto mencionando que los cuentos que habitan Las otras vidas fueron escritos a lo largo de muchos años, pero que tienen un denominador común: «la distancia de la extranjería, ese eterno interrogarnos sobre qué hubiera sucedido si, en lugar de un camino, hubiésemos elegido otro. Son cuentos mestizos, es decir, están escritos en mis dos castellanos, el que se habla en mi país de acogida y el que se usa en mi país natal».

Además de la narrativa del exilio, Clara agrega la mirada femenina a dicho desarraigo. Esto no quiere decir que haga de sus cuentos veladas construcciones teóricas sobre la feminidad, sino que en la construcción de las atmósferas, de los personajes (sean hombres o mujeres), de las historias elegidas, percibamos una mirada distinta, la mirada en los cuentos de Obligado es la que tiene el sello de lo femenino, ese tejer y destejer el mundo en sus hilos más finos.

Compartimos un fragmento de su cuento: Yo, en otra vida, fui avestruz.

Yo, en otra vida, fui avestruz. Le llamará la atención, porque aquí me ve con mi aspecto de madre de familia un poco entrada en carnes, pero eso fue hace mucho tiempo y en otro país, cuando era joven y, además, transcurrió en paralelo. Quiero decir que, al mismo tiempo, fui mujer y avestruz.

Es posible que usted no sepa bien qué es una avestruz. Pues mire, son unos animales preciosos con un cuello larguísimo, que nosotros llamamos ñandú y más científicamente rhea americana, porque avestruz es el nombre que tienen en África. Todo esto lo busqué en la enciclopedia Vida salvaje que compré en cuotas y que traía de regalo el microondas. Me valió la pena, con el amor que le tomé a esos bichos.