Este texto hay que leerlo a la luz de la compra millonaria de la Compañía Patrón, que se concretó hace tiempo por Bacardí, que adquirió el 70% de las acciones que le restaban para ser dueño único de Patrón. La suma: 5 mil 100 millones de dólares. De ese dinero, ¿qué percibieron sus trabajadores? Nada, acaso despidos para «iniciar» en blanco.

¿Le parece rebuscado el título? ¿Absurdo o inverosímil? Ojalá sólo fuera cosa de un título y no de una realidad que parece regresar en el tiempo, antes de la Revolución, donde el latifundio, las haciendas, las grandes extensiones de tierra a manos de unos cuantos y unos sueldos risibles, eran lo común. Todo ello en medio de una arquitectura imponente, con un nombre que lo dice todo: Hacienda El Patrón.

Un poco de historia

Atotonilco el Alto, pueblo de los Altos de Jalisco, tiene el sello de la belleza y la abundancia perdidas, la arrogancia o la amargura de quien tuvo y cree todavía poseer. Una población marcada por los estigmas sociales, donde muchos ven de reojo a quienes no creen de su posición.

Tuvo una pequeña pero funcional estación de ferrocarril que lo conectaba con Ocotlán y le generaba ganancias importantes con la venta de distintos productos. También fue lugar de algunas haciendas, como el caso de la Hacienda de Milpillas, hoy un rancho sin pena ni gloria. En esos ayeres se parecía más a sus pueblos vecinos de los Altos de Jalisco, con un empuje en la producción local y la vitalidad que da el ser autosuficiente. Tuvo cine y uno de los más elegantes de la región. Eso habla de que había algo más interesante a nivel cultural de lo que hay ahora, que es casi nada.

Los llamados caciques, nombre que aún se les da a quienes han mandado en el pueblo, hicieron bien su trabajo: a lo largo de décadas desmantelaron la posibilidad de crecer en producción local. Actualmente, la autosuficiencia es poca, quizá lo consigan algunos productores de limón con grandes extensiones de tierra, siempre a expensas de que en Veracruz –el mayor productor de cítricos a nivel nacional– suceda alguna inundación o baje el rendimiento para poder entrar a escena con la venta a altos precios del producto.

Hace algunos años, la venta de mezcal generó mucho dinero, debido a su escasez. Adivinaron, tras el boom, muchas personas abandonaron la siembra de granos y plantaron solo mezcal en sus predios. Pronto ocurrieron dos cosas: debido al exceso de producto que comenzó a comprarse barato, surgieron varias fábricas de tequila, pero a la vez se propagó una plaga en la planta que terminó con hectáreas enteras. Varias de esas fábricas nuevas cerraron y los agricultores regresaron a sembrar sus granos o a plantar limón. Del oro verde del mezcal ya solo quedan recuerdos. Pero ese aprendizaje ha sido olvidado, y ha surgido una nueva euforia por plantar agave todavía más salvaje que la vez anterior. La tala inmoderada ha sido atroz e irrecuperable.

Hoy, la principal fuente de empleo son las fábricas de tequila que se mantuvieron –algunas ya existían antes del alza del mezcal–. Siete leguas, Don Julio –antes Tres Magueyes–, El Viejito y El Patrón son las fábricas originarias de Atotonilco. Siete Leguas es la que se mantiene con los dueños originales, las demás han sido compradas por empresas extranjeras o pertenecen total o parcialmente a socios extranjeros.

Hacienda El Patrón

Tequila Patrón es una empresa estadounidense con residencia en Atotonilco el Alto. Se estableció hace un par de décadas. Antes de la compra de Bacardí, “La marca es propiedad del multimillonario estadounidense John Paul DeJoria, un gran aficionado del tequila que hace casi 30 años decidió emprender la ambiciosa misión de crear el mejor del mundo”.[i] El dueño del pueblo en turno le permitió establecerse bajo sus propias reglas: no pagarían buenos sueldos porque eso haría que otras empresas locales tuvieran que igualarlos.

Los precios de este tequila son altos, van desde los seiscientos y pico hasta cuatro o cinco mil pesos por botella. Antes había poca comercialización dentro del país –originalmente no se vendía en México­– y la producción está destinada al público estadounidense, lo que significa que se elabora en pesos mexicanos pero se gana en dólares, pero eso no se ve reflejado en los sueldos de los trabajadores. Ahora ya se comercia a nivel nacional. En el entorno laboral hay poca seguridad, pues una fila espera a reemplazar a los empleados en turno, lo que permite despedirlos “a tiempo” para que no adquieran antigüedad.

Respecto a la actitud de los trabajadores, las cosas son menos esperanzadoras que en el pasado reciente, donde los sindicatos estaban fortalecidos. Actualmente hay más preocupación por mantener el trabajo que por exigir buenas condiciones laborales. Además, es cierto, son pocas las opciones y hay que comer. También abundan los empleados que se levantan el cuello por trabajar en dicha empresa, como si un trozo de palmera o de cantera fuera suyo. Y de paso, para hacer acopio de la ya tradicional actitud de los trabajadores mexicanos en puestos directivos de empresas extranjeras, estos se comportan de peor manera con sus subalternos que los propios dueños.

Todas estas fábricas utilizan agua en cantidades descomunales y las tomas de abastecimiento han sido otorgadas sin regulación. Una de las razones por las que han proliferado en Atotonilco es porque existe un venero que provee de agua al poblado y es excelente para dar un buen sabor al tequila. Si dentro del pueblo hay escasez de agua, es seguro que dentro de cada fábrica no la hay, y parece que eso es lo importante para las autoridades locales.

Tenemos pues que el caso de la fábrica El Patrón, parece llevar a un deja vú: grandes extensiones de tierra le pertenecen, creciendo cada vez más; el latifundio regresa remasterizado y con su diseño “neohacienda”. Incluso han hecho un hotel dentro de la fábrica con vista al paisaje agavero. Hoy ya no existe un dueño único a quien señalar o pedir cuentas. Aprendieron del pasado y ahora es un grupo de socios o accionistas los que están al mando, mucho más escurridizos que el antiguo hacendado, a quien fácilmente se le podía convertir en el malo de la película. De modo que esta nueva versión del latifundio va para largo y con los dientes más afilados que nunca.

Finalmente, mencionar que las imágenes que mostramos aquí sobre la «hacienda» aparecen en la revista Playboy en su emisión original, es decir, en inglés. El artículo fue publicado recientemente, en mayo del 2017, y nombra y promociona el hotel que forma parte de la nueva infraestructura de la fábrica, siendo este una vía más de expansión del ya de por sí lucrativo negocio.

El Patrón, como fábrica, y ahora en su nuevo formato hotel mil estrellas, es un lobo con piel de oveja, irá paulatinamente adueñándose de Atotonilco el Alto,  exclusivamente de aquello que le interesa: su agua, su mano de obra barata, sus tierras, sus dirigentes políticos y del imaginario de gran parte de la población, quien lo ve con la pleitesía de los viejos tiempos, aquellos que nos habían asegurado habían acabado con la Revolución.

Y un análisis similar podemos aplicar a la empresa Don Julio, e incluso a las marcas locales.

Bibliografía

[i] Pozo, F., “Bienvenido, Patrón”, en revista Gatopardo, disponible en digital: https://www.gatopardo.com/atelier/tequila-patron-hacienda-atotonilco-el-alto-jalisco/

Fuentes de imágenes: http://www.playboy.com/articles/patrons-exclusive-hacienda