Obra de Cynthia Herrera. Fuente: https://es.pinterest.com/pin/498773727451505360/

Para leer literatura erótica siga estas pequeñas instrucciones:

  1. Olvídese de sí mismo. Incluso, si le es posible, olvide si es hombre, mujer o quimera.
  2. Omita el nombre del autor y también su género, déjese guiar por los personajes o narrador del texto.
  3. Olvídese del sexto mandamiento del cristianismo.
  4. No olvide apagar el reloj, la cafetera, el celular, la televisión, la lavadora, el timbre de su casa e incluso el microondas; no sabemos cuál pueda interrumpirlo.
  5. Inicie pausadamente la lectura y con una sonrisa a todo rostro.
  6. Relea aquellos pasajes que más le han gustado. Saboréelos. Deténgase, no en las palabras, sino en las imágenes. Agrégueles los demás sentidos. Incluso puede agregarles el sexto si es que disfruta de los fenómenos paranormales.
  7. Sobre todo recuerde no limitar su imaginación.
  8. Por supuesto también recuerde que es pura imaginación: no, su vecino(a) no le sonríe por la misma razón que el o la protagonista de la novela que acaba de leer.
  9. Sugerencia, puede repetir el siguiente mantra erótico antes de cada obra del género: “Cada memoria enamorada guarda sus magdalenas, la mía, sábelo, allí donde estés, es el perfume del tabaco oscuro que me devuelve a tu espigada noche, a la ráfaga de tu más profunda piel…”.
  10. Si desconoce el autor y la obra de donde fue extraído el fragmento anterior, vaya directo al buscador de su preferencia.

Comencé a leer a Henry Miller a los 15 años, cuando en una venta de saldo en el supermercado colocó en mis manos el Trópico de Capricornio. Había muchas cosas que no entendía, pero me enamoré de ese hombre que vomitaba palabras y decía cosas que me parecían un descubrimiento de no sabía qué.

https://www.lectulandia.com/book/tropico-de-capricornio/

Ese primer encuentro me hizo leer la literatura erótica sin prejuicios, entré en ella sin siquiera saber del concepto. Por eso me pude enamorar de un «narrador» que podría considerarse un misógino.

En retrospectiva y poniéndonos filosóficos, al pensar en mi arribo a la literatura erótica, considero que es ideal para practicar la fenomenología de Husserl, realizar la puesta entre paréntesis del juicio, la epojé. Si es que deseas disfrutarla y no poner un muro contra sus efectos, debes incluso hacer una suspensión de ti mismo, de tu cúmulo de prejuicios culturales.

Como mujer, si vas con una ideología de género por delante, lo que encontrarás es un campo de batalla. Por doquier hallarás sometimiento, abuso de poder, roles y estereotipos, harás bilis al percibir misoginia en muchas escenas y no soportarás imaginar una buena cantidad de posiciones o juegos sexuales. Incluso encontrarás violadores disfrazados de escritores o mujeres, si son escritoras, con patologías psicológicas propiciadas por la cultura patriarcal. Y lo puedes hacer, pero eso no es leer literatura erótica, eso es hacer estudios de género, análisis sociológicos o antropológicos y también luchar con ella, es rechazar las posibilidades que el imaginario en plena libertad propicia.

Una vez que te decides a leer literatura erótica sin blindajes, sólo existe una forma de abordarse: o dispara el imaginario y es puro disfrute; o no.

Podría decirse que así es con cualquier género literario, pero discrepo. Se puede leer literatura con distintos fines, reflexivos, por recreación, por distracción, por encargo, por deber, incluso tan solo por despotricar contra el autor, pero, en lo personal, si un relato o novela erótica no me genera deleite no le encuentro el caso a seguir, pues no voy a ella para examinar o desmenuzarla lingüísticamente, sino para que pulverice mi imaginación, la haga arder.

Asimismo, como para la literatura erótica lo más acertado es omitir juicios de valor, la corrección política por parte de un autor puede hacer estragos en una trama erótica e incluso terminar con autocensuras. Del lado del receptor, también puede desplegar una cacería de brujas sobre cantidad de autores, además de seguir marginando aún más la afición por este tipo de narrativa, viéndola como menor, mera extrañeza de buenos exponentes o, si ya es usted ultracorrecto(a), como síntoma de perversión peligrosa.

Ahora, no es casualidad que las obras que muestran una fina elaboración, sean las más disfrutables. Porque, como en todo, esta literatura tiene rangos de calidad. Existirán textos extraordinarios, así como tantos que serán muestras burdas, en donde no será tu bagaje cultural el que te lleve a descubrirlo, sino el mero asomo a tramas y escenas en donde no hay seducción imaginaria. En ese sentido el efecto será como el de cualquier obra literaria, la encontrarás excelente, buena, regular o pésima.

Fuente: http://colecciones.clarin.com/?url=interesgeneral/coleccion/228/2940171276/la-sonrisa-vertical.html

Aunque, repito, hay que tomar en cuenta que a menos que hablemos de obras reconocidas por el canon literario general, la literatura erótica es considerada en sí un género menor, visto de reojo y con un tono que muchas veces raya en lo despectivo.

Se pueden tener escenas absolutamente eróticas dentro de joyas de la literatura universal, pueden ser incluso los pasajes que más te hicieron sudar, los que volviste a leer y releer hasta casi memorizarlos, los que enchinaron tu piel, los emblemáticos en tu memoria a puerta cerrada, con ellas no hay problema, pero levantamos la ceja cuando un autor se dedica con todas sus letras a la literatura erótica.

Por ejemplo, me pregunto qué habría pasado si Julio Cortázar se hubiera propuesto escribir cuentos o novelas exclusivamente eróticos, ¿sería el gigante literario que es o sería la literatura erótica la convertida en género mayor gracias a la magia del máximo Cronopio?

El mirar con suspicacia la literatura erótica dice mucho de nuestra configuración sociocultural, expresa que, pese al paso del tiempo, las oscilaciones y cambios en la postura respecto a nuestro ser erótico; lo difuso de nuestros orígenes e impulsos más profundos como especie siguen causándonos muchos conflictos histórico-lúdico-existenciales.