El 27 de marzo del 2024 se estrena en Prime Video —no podría ser de otra forma—, la película: Un hípster en la España vacía, de Emilio Martínez-Lázaro, creador de 8 apellidos vascos.

Tuve, no sé si llamarlo, la oportunidad de ver esta película en el Festival de Málaga hace algunas semanas. Mi primera sorpresa fue ver que el Festival de Málaga diera entrada, como parte de su Sección Oficial, a una película de este tipo, no tanto por su contenido claramente reaccionario, sino porque, a mi juicio, los festivales de cine serios, para mantener esa seriedad, deberían de alejarse de las grandes comercializadoras y productoras de cine, que tanto daño le hacen al arte, como Prime Video.

Los festivales de cine son el último reducto del cine, que priorizan o deberían priorizar el arte sobre la taquilla. Ya después entendería que el Festival de Málaga, no es de ese tipo de festivales, sino más bien es un festiva que privilegia más que la creación artística, la producción millonaria, donde se nota que uno de los principales criterios para llenar su programa, al menos este año, fue darle un espacio, que no necesitan, a las grandes productoras de cine nacional español e internacionales. Un festival plagado de Prime, Netflix, Disney, RTVE y las grandes productoras españolas.

Macarena García durante el Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón

La película es una comedia que siendo moderados la llamaremos de mal gusto, donde a falta de arte, de imaginación y creatividad, carga con todo, con la misma infamia de un bulleador escolar que quiere ser graciso, y sin consideración, en contra de movimientos sociales y progresistas, como el movimiento feminista, el movimiento LGBTTT+, movimientos ecologistas, indigenistas, antiespecistas, animalistas, etc. No deja ningún movimiento a salvo.

Aunque aparentemente la película sólo busca criticar, el sujeto, no el objeto, es decir, al político, a las posiciones de muchos políticos que sin convicción y con mucho oportunismo solo tratan de montarse en movimientos sociales y progresistas legítimos y necesarios, para lograr posicionamientos públicos, votos y desarrollo personal o corporativo electoral. La verdad es que los efectos de la película van más allá del sujeto, de la crítica al político profesional que no es legítimo portavoz de estos movimientos sociales y arremete con todo contra el objeto, los contenidos, argumentos, principios, prerrogativas, demandas y posicionamientos políticos que le dan esencia a estos movimientos. Es decir, aparentemente critican al portavoz no autorizado, pero la verdad es que terminan atacando los contenidos de estas posiciones políticas y sociales y no sólo a portavoces oportunistas. Lo que tiene como resultado la ridiculización de los movimientos progresistas para beneplácito de los más fascistas de la casa.

Lalo Tenorio durante el Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón

Es verdad que la película hace una crítica razonable o sólida respecto de diversos aspectos de lo que sucede hoy en día en la escena política, como por ejemplo el oportunismo de algunos políticos profesionales que sólo repiten discursos de manera retórica con el único objeto de ascender en una carrera profesional personal.

La película también crítica con acierto cómo estos discursos son robados por los políticos sin ninguna convicción de cambio, sin el menor análisis y adecuación a realidades concretas para su eficaz implementación, en comunidades diversas y variables que dentro de un mismo país puede haber, ya que su intención es ganar elecciones no el progreso de las comunidades. La película logra mostrar con acierto este aspecto.

También critica, con cierta fortuna, cómo se utiliza un lenguaje progresista e incluyente que lleva a una corrección política peligrosa que no siempre ayuda a mejorar las condiciones de las comunidades y que muchas veces son solo formas vacías de contenido y efectos reales.

Pero también es verdad que la película va más allá de esas críticas que parecen hasta adecuadas, porque “sin querer queriendo” —nunca mejor aplicada esta expresión: hago como que no quiero pero bien que quiero—, arremete de fondo en contra de los contenidos, prerrogativas, argumentos, demandas y principios de los movimientos sociales que con tanto esfuerzo han logrado posicionarse y ganar terreno en la escena política y social de los países, y los ridiculiza, no sólo ridiculiza al político oportunista, al sujeto no legitimado, sino que también ridiculiza los contenidos, al objeto, los axiomas de fondo que sustentan los movimientos sociales.

Emilio Martínez-Lázaro (director), durante el Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón

Esta ridiculización banaliza la lucha social, la caricaturiza, la deslegitima cobardemente porque lo hace descontextualizando los argumentos sin armar un debate justo y serio. Esta ridiculización es grave porque da herramientas y argumentos a los sectores más reaccionarios de nuestras sociedades para seguir oponiéndose a los cambios progresistas que necesitamos para vivir en igualdad y con cierta  justicia.

Voy a poner un par de ejemplos para tratar de ilustrar esta situación, porque la línea que divide la crítica al político profesional, al sujeto no legítimo, de la crítica al movimiento social, al sujeto legítimo y al objeto, los principios, prerrogativas, demandas y directrices en los que se fundan los movimientos, en sí, es muy tenue y de allí se agarran los creadores de esta película para justificar la perversidad de su contenido, confundiendo los justo y racional con lo injusto y descontextualizado. Es decir, tratan de revolver criticas acertadas y congruentes en contra del sujeto ilegitimo (el político profesional) con criticas descontextualizadas al sujeto legitimo (la movilización social) y su objeto (principios, argumentos, prerrogativas, demandas y directrices en los que se fundan estos movimientos):

Hay una escena donde 4 hombres —algunos de ellos figuras importantes del pueblo donde se desarrolla la trama, como el cura y exalcalde—, juegan cartas en la mesa del bar del pueblo. Quique, el hípster en la España vacía, que está tratando de hacer cambios en el pueblo lo interpela porque, como nuevo alcalde del pueblo, había decretado que las actividades de esparcimiento y las de trabajo tenían que ser con igualdad de participantes entre hombres y mujeres, y en ese bar había 5 personas: 4 hombres jugando y una mujer trabajando. Al reclamar el incumplimiento de la nueva norma, Quique recibe como respuesta del anterior alcalde, más o menos lo siguiente, le dice que no se rompía ninguna regla porque él y otro se asumían como mujeres —lo cual era total y evidentemente falso, la película lo deja ver así, para demostrar lo absurdo de ciertas prerrogativas sociales— y al asumirse como mujeres se cumplía con la regla. Aparentemente Quique no podría decir nada porque entonces vulneraría los derechos concernientes a la libertad en cuanto a la identidad de género y sexualidad. Así que los 4 hombres siguen jugando y la mujer trabajando y Quique se retira sin más, bajo la burla de los otros.

Berta Vázquez durante el Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón

En este caso, la “crítica” va más allá del político o del sujeto, la crítica va directamente en contra y ridiculiza los argumentos y principios en los que se fincan los movimientos en favor de las libertades de género y de identidad sexual, es decir, ataca el objeto, el contenido de los derechos. Y de paso se carga al movimiento feminista y sus reclamos más profundos como la igualdad laboral. Es claro que esto va más allá del sujeto, el político oportunista, porque si Quique termina siendo ridiculizado es como consecuencia de la ridiculización de los argumentos de la lucha social, no de elementos propios del sujeto Quique.

En otra escena, hay una obra de teatro donde una persona morena representa a un indígena latinoamericano que mata a un español conquistador y dice algo así como que hay que acabar con los despojos, imposiciones y privilegios del hombre blanco malo, a manera de protesta legitima, pero también ridiculizando dicha exigencia.

En este caso también banaliza, trivializa posiciones legitimas de reclamo de movimientos de pueblos originarios, con las que podremos estar de acuerdo o no, pero que desde luego merecen una atención más seria, que la simple burla. También va en contra de otros movimientos que han evidenciado la injusta posición privilegiada del hombre blanco, los despojos históricos sobre Latinoamérica. Aquí también el sujeto no tiene nada que ver, porque aquí Quique ni siquiera interviene, es una ridiculización directa sobre el contenido de los principios de los movimientos sociales, porque aunque puedan ser discursos que retoman de manera oportunista los políticos profesionales, el verdadero origen de dichas prerrogativas viene de la lucha social y no del político profesional.

La memoria me falla, pero podríamos seguir, un ejemplo tras otro, la película se dedica a ridiculizar los principios sobre los que se sustentan los movimientos sociales y políticos progresistas, como el feminista, los ecologistas, anti especistas, antirracistas, etc.

Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón

Hay una escena de unas ovejas donde ridiculiza de un jalón, los derechos de género, de identidad sexual, anti especista. Donde claramente van más allá del sujeto, lo que realmente se ridiculiza es el objeto, las luchas sociales.

No obstante, hay críticas que sí caben, que sí son bastante acertadas, y eso hace a la película más peligrosa porque revuelve criticas legitimas al sujeto, al político profesional, con ridiculizaciones generalizadas y descontextualizadas a los principios en los que se sustenta los movimientos sociales, de tal forma que, si el espectador justo no reflexiona sobre esto, puede caer en el juego de la banalización y ridiculización de los derechos más legítimos que se buscan con la lucha social.

Dentro de la criticas acertadas, por ejemplo, hay una escena en donde Quique le quiere enseñar a un campesino a sembrar tomates, aunque habría que entrar más fondo en el asunto, en principio, y pensando de buena fe, se puede tomar como una crítica acertada y no alejada de la realidad.

O, por ejemplo, la película muestra cómo se tratan de implementar políticas que no caben, dadas las características del lugar a aplicarse, como llenar de medios eléctricos de transporte, como patinetes, el pueblo, para evitar el consumo de gasolina por automotores para transportarse.

En estos dos casos, la crítica sí va claramente en contra del sujeto que no tiene la capacidad de identificar las mejores políticas públicas para un determinado lugar, con base en el análisis de sus características particulares. Aquí sí, la crítica claramente va en contra del sujeto que trata de aplicar una política inadecuada en una comunidad, por las características particulares de esta comunidad, no porque la política sea en sí mala, que puede ser aplicable otro tipo de comunidades con otras circunstancias con eficacia.

La línea parece muy tenue, pero si ponemos atención, allí está y la película juega perversamente entre la crítica contextualizada con la crítica perversa y descontextualizada con fines reaccionarios.

En general, la película se lanza injustamente, sin razón, sin argumentos, descontextualizando todo, en contra de los derechos que defienden los movimientos sociales. Los ridiculiza del tal forma que les quita validez. Seguramente todos los reaccionarios, machistas, homofóbicos, neonazis saldrán muy divertidos después de ver este ejercicio fascista llevado a la pantalla por Amazon Prime en su modalidad de vídeo.

Rueda de prensa durante el Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón

Creo en la libertad de expresión y no me gustaría que este tipo de expresiones reaccionarias se censuraran, al menos no es mi intención al escribir estas líneas, por el contrario, ojalá que todo el mundo pueda ver esta película y la calidad moral de sus realizadores —sin pagar una suscripción a Prime, mejor— y saquen sus propias conclusiones. Este texto no se hace con la intensión de censurar, ni mucho menos, al contrario, insisto, que la película sea muy vista es el mayor de mis deseos, pero la razón de hacer este texto es abrir el debate, señalar la infamia, si es que la hay, y poner a cada cosa en su lugar. Porque a los reaccionarios les encanta tirar la piedra y esconder la mano, ser cobardes y disfrazar o disimular su enemistad con el progreso de los desprotegidos.

Una cosa que no me deja de sorprender es cómo es que el Festival de Málaga seleccionó esta película, en su Sección Oficial, para ser parte de su programa, porque que Amazon produzca algo así es hasta normal, pero que se proyecte en un festival que está tratando de ganar prestigio internacional, no deja de llamar la atención.

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