El pasado 12 de abril se estrenó en España la película Menudas piezas, de Ignacio García Velilla (Nacho G. Velilla), una comedia al estilo Hollywood, es decir, de la nueva escuela de comedia gringa, que inundan los cines por ser de la preferencia de las masas que buscan abstraerse de la realidad y convencerse de que echándole ganas pueden salir adelante, a pesar de su poco ventajosa posición en la sociedad. Tuvo su presentación durante el Festival de Málaga, 2024.

La película pretende ir más allá de la nueva escuela de comedia gringa, es otro tipo de comedia hollywoodense, con un toque más perverso. Nacho G. Velilla en alguna entrevista que le hicieron dijo que se trataba de una “comedia social”. Una vertiente de la comedia gringa moderna sólo que más peligrosa, porque busca vestir la obra de cierta seriedad y mensaje filosófico-social para la reflexión, obviamente, pro-capitalista, buscando reafirmar todos los males que nos aquejan con gracia y superficialidad.

Rueda de prensa durante el Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón

Todo espectador de Menudas piezas no tardará mucho en recordar la saga Legally Blonde, Una rubia muy legal en España y Legalmente rubia en México, al ver Menudas piezas, sólo que ahora en lugar de tener una estudiante de derecho de Harvard estúpidamente rica desde que nació, pero aun así por mérito propio (según el discurso capitalista de la meritocracia); tenemos a una profesora de orígenes proletarios —pero que gracias a que le echó ganas se convirtió en parte de las élites de su sociedad— que se desenvolverá en una escuela de un barrio obrero; a efecto de introducir el mensaje social del echaleganismo como el pilar moral sobre el que se sostiene la película.

Para darle un toque de credibilidad al motor propagandístico de la película, ésta fue inspirada en hechos reales, al parecer muy libremente interpretados, aunque dicha circunstancia no cambia en nada la fábula del sueño americano que trata de vender la “comedia social” de Velilla. Es decir, como dicen los clásicos: la excepción confirma la regla.

Solo basta ver los primeros 5 minutos de la película, para vislumbrar a que nos vamos a enfrentar en los siguientes casi 100 minutos. Aunque, cabría señalar, en honor a la verdad, que estos primeros 5 desastrosos minutos de la película son los peores, y no podemos negar que mejora, tomando como base la terrible mediocridad con la que arranca.

Rueda de prensa durante el Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón

Candela (Alexandra Jiménez) es el fiel ejemplo del sueño americano, producto del echaleganismo, del sí se puede, clara muestra de que el problema no es el sistema injusto y desigual en el que vivimos, sino uno, uno mismo que no es lo suficientemente capaz, ambicioso, creativo, trabajador, uno que no le echa ganas a la vida y quiere todo fácil y sin esfuerzo, uno que prefiere quejarse de la injusticia que echarle ganas a la vida.

Candela es una profesora de un colegio de la alta burguesía, de la élite, un colegio pijo o fresa; que se ha casado con el director y/o dueño de esta escuela y en el camino ha cumplido todos sus sueños, que básicamente se reducían a salir del barrio pobre en el que vivía y tener acceso a lujos y privilegios como un auto deportivo o un closet lleno de zapatos y bolsas de diseñador y codearse con otra élites locales. Nada fuera de lo común a lo que aspiramos todos los american dreamers y la gente normal —ese parece ser un buen nombre de banda de pop subversivo—.

Rueda de prensa durante el Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón

Candela descubre que su marido, el dueño y/o director del colegio pijo-fresa la ha estado engañando e interrumpe abruptamente un discurso del susodicho en un evento formal, para propinarle una santa golpiza grotesca (en el mejor y más amplio sentido de la palabra) delante de todos los alumnos la alta burguesía zaragozana.

Después de ese vergonzoso espectáculo. Candela es corrida, echada, del trabajo y literalmente dejada en la calle, pero logra conservar lo más importante sus bolsas, zapatos y vehículo. A mi háganme lo que quieran, pero no se metan con mi Louis Vuitton.

A Candela no le queda de otra que regresar a casa de su papá en aquel barrio obrero que tanto detesta por mediocre y sin aspiraciones, no hay nada de echaleganismo en aquel barrio. Y eso hay que cambiarlo. Así que consigue un trabajo como profesora en el colegio público del barrio con los jóvenes menos echaleganistas de todo el colegio, los más problemáticos a los que la ortodoxia capitalista llama desadaptados o jóvenes problema.

Rueda de prensa durante el Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón

Cuando Candela está a punto de rendirse con aquellos chicos problema, surge el ajedrez como herramienta pedagógica, pero no sólo eso, sino de integración y superación, una plataforma ideal para demostrar que, echándole ganas, todo es posible. Pero no por el método lógico-racional y hasta contemplativo al que nos puede sumergir el ejercicio del ajedrez, no, si no por el otro punto importante y fundamental que sostiene al capitalismo, la competencia. Sin competencia no somos nada.

“Ahora saben que si se esfuerzan pueden llegar donde quieran, incluso a ser campeones de España” les dice Candela a los chicos problema que, conforme le empiezan a echarle ganas, dejan de ser problema. El sistema va al reencuentro de sus hijos perdidos que vuelven por el buen camino.

De repente, el mundo se encuentra a los pies de los marginados y todo es posible. No, no se trata de una mala e injusta distribución de la riqueza, tampoco se trata de la desigual repartición de las oportunidades entre ricos y pobres, ni del inequitativo acceso a la educación o las mejores oportunidades laborales, nada de eso, todo está en echarle ganas como lo hizo Candela y como ahora lo harán los chicos problema que en la medida que aceptan sus desigualdades, se conforman y le echan ganas, dejan de ser chicos problema y se convierten en ejemplo a seguir.

Rueda de prensa durante el Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón

“Delante de un tablero de ajedrez, todos somos iguales” dice el Padre de Candela y tiene toda la razón, pero ni todos llegan igual de preparados al tablero de ajedrez, ni el tablero de ajedrez es el complejo mundo en el que vivimos lleno de injusticias y desigualdades.

A partir de esta fábula del echaleganismo se desarrolla la comedia moderna estilo Legalmente Rubia de Velilla. No se necesita mucha imaginación para saber que va a pasar, pero por si alguien le quedan dudas, de mi parte no adelantaré nada más, respecto los siguientes sucesos que se contienen en el filme, para que puedan disfrutarla de mejor manera.

Como habíamos mencionado, para darle cierta credibilidad a la película y su mensaje social, ésta se inspira en un hecho real, al parecer el hecho real es que unos chicos de un colegio público se convierten en campeones de España en ajedrez, uno de varios ejemplos con los que se trata de justificar este sistema desigual y lleno de injusticia. Uno de los tantos ejemplos con los que nos siguen vendiendo el sueño americano y tratando de convencer de que echándole ganas se puede salir adelante, y que, en vez de quejarnos de todo, nos tenemos que poner a trabajar para que las cosas sigan como están, porque están bien, nosotros los chicos problema, somos el problema, somos los que estamos mal.

El echaleganismo sostiene que incluso aquellos que se encuentran en la parte más baja de la escala social, los más pobres y marginados, pueden ascender a mejores posiciones en el estrato social echándole ganas. No es un problema del sistema, no, no, no, todo es cosa de echarle ganas, por eso los pobres más bien son flojos o tontos o ambas cosas y el problema está en ellos, no en el sistema y los que están arriba, merecen estar arriba porque se lo han ganado por mérito propio.

Porque, así como unos chicos pobres ganaron un torneo de ajedrez a nivel nacional en España, de la misma forma, pueden llegar a ser directores de grandes empresas (donde los hijos de los dueños suelen ser los que ocupan los altos puestos directivos) o incluso parte de la aristocracia española, lideres mundiales y uno nunca sabe, hasta reyes de España, todo es cosa de echarle ganas.

Rueda de prensa durante el Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón

Menudas piezas, se estrenó en Festival de Málaga de cine español, lo que, tristemente, ya no resulta una sorpresa, y se considera así misma una “comedia social” —¿o será parte de la broma? — por este bonito y propagandístico mensaje lleno de esperanza (para la alta burguesía) y sometimiento o aceptación (para el proletariado) de las desigualdades propias del sistema que nos rige. Pero el problema es que los números no cuadran, no están muy a su favor y si nos pusiéramos a revisar las estadísticas de movilidad social en España, en México, EEUU o en casi cualquier parte del mundo, sin duda nos dirían que no basta con echarle ganas para ascender en la pirámide social:

En México sólo el 3% del 20% más pobre logra subir en la escala social y sólo el 2% del 20% más rico, desciende. Si revisamos cualquier informe de la OCDE respecto de movilidad social nos podremos dar cuenta que las posibilidades de ascenso de las clases más bajas o de descenso de las clases más altas son muy pocas, no sólo en México, sino también es España. ¿Será que la mayoría de la humanidad no le echa ganas?

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