Crónica de un peón del narco
¿Ves esa veterinaria? Es pa´ si traes dentro de ti un pit-bull bien erizo te alivianes, aunque no falta la vieja que trae a su gato pa´ que se lo curen. Los batos que la atienden son los chalanes del wey más pesado del pueblo, el que se quedó con la plaza luego de que le dieran crack al Timpa. Cuando lo mataron, en la casa hicimos un pachangón. Ese cabrón se había chingado al Chuky, nuestro sobrino de apenas once años. Era el que daba los pitazos aquí en el barrio. En los pinches periódicos les dicen halcones, yo me cago de risa con sus pendejadas, ni saben cómo hablamos.
Te decía carnal, el Chuky un día la cagó. El morrito pensó que había algo raro con unos fulanos de unas trocas que nunca había visto y que pasaban y pasaban. Avisó. El Timpa y los suyos se dejaron venir. Fue una falsa alarma que metió en pedos al Timpa. No supe bien por qué, pero se cargaron al Chuky pa´ que los otros morros aprendieran la lección.
¿Coraje? Aquí el coraje te lo amarras a los huevos y lo traes cargando hasta que o se te hace desquitarlo o te lo terminas tragando. Nosotros no necesitamos más que esperar a que el mismo puto del Timpa la cagara. Se metió con quien no debía y en este bisne cuando haces eso nomás te queda esperar a que te cargue la verga.
¿Qué por qué le entramos a esto? Mira carnal, ustedes los de zapato boleado no saben lo que es chingarle y no sacar ni madres. No saben lo que es que te vean menos que a un puto perro. No saben el chingo de coraje que se siente, aunque no quieras, ver que la vida te parió del otro lado. Te preguntas, ¿por qué vine a nacer en medio de esta casa jodida, llena de madrazos y de agachados? No hay explicación que alcance, a la mera pa´ ustedes pero pa´ nosotros no.
Y suena:
Así es la vida del cártel,
de quien controla la plaza,
mi gente aquí da la vida,
así es como corre el agua,
no estudiamos la violencia,
la tenemos enraizada,
mataremos al traidor,
esta lista no se acaba,
los del gobierno no duermen,
por esta lista afamada.[i]
El imaginario juvenil y los narcorridos
Cierto, a los de zapatos boleados lo que nos queda es intentar explicar lo que para otros es el día a día, lo que queda a elegir entre la nada y el rifársela pensando alcanzarlo todo mientras te dure la vida, que al final de igual manera se acaba.
En el texto Los pueblos bajo perfil del narco, expuse algunos de los factores que posibilitan que en muchas poblaciones del país el narco eche raíces. Me centré en la dinámica socioeconómica que lo favorece. Aquí hablaré de los narcocorridos como la manifestación que mejor plasma el imaginario juvenil de los narcos de a pie, de los obreros, de los que están en el ir y venir de las balas, “moviendo” el negocio de los trajeados y los lavadinero.
En estos pueblos del narco, muchos jóvenes que, por ejemplo, podrían encontrar empleo en el campo, no les interesa o le rehúyen. A menos que seas dueño de la tierra, no alienta el trabajar en tales condiciones. Es mucho más redituable, menos extenuante y más excitante ser dealer de mediano vuelo que jornalero. Además, ningún corrido o canción reggetonera habla de lo sexy que es ser un peón de campo.
Más allá del acartonado debate entre si se debe prohibir o no los narcorridos, mencionaré lo que sabemos: los narcocorridos vuelven audible al son de tamboras o trompetas lo que muchos viven, o más aún, lo que desearían vivir y ser.
No se trata de si son una “mala influencia”, no lector o lectora de buena conciencia, el punto está en que son significativos para muchos. Ya no es mera idealización, es la narrativa que les permite contar con sus voces y sus imaginarios. La violencia que cantan no es lo terrible, lo trágico está en que la violencia se instaló en México desde hace mucho tiempo y con la “guerra del narcotráfico” creó su marca registrada.
Los chicos de estos pueblos encuentran en los narcocorridos algo más cercano y tangible que otros referentes culturales. Es una manera de hacerse un lugar en el mundo, un lugar a la fuerza, algo que les pueda dar lo que la educación promete y no puede cumplir, lo que un trabajo “honrado” jamás les ofrecerá. Lo saben y por eso cantan con más ganas “traigo cerquita la muerte, pero no me sé rajar”.[ii] Es una nueva construcción de valentía y la mejor revancha de clase.
Las tres eras geológicas de los narcocorridos
Günther Maihold y Rosa María Sauter de Maihold establecen tres etapas en la historia de los narcocorridos:
Primera etapa: 1975-1980. Predominaban los personajes y hechos ficticios. Lo que se intentaba era disimular el contenido. Los temas más tratados tenían que ver con la migración y el narcotráfico.
Segunda etapa: 1980-1990. Los personajes de ficción adquieren nombres de personas reales. Sucesos donde el narco tuvo que ver son musicalizados, comienza el arribo de los narcocorridos como éxitos de ventas. Son los Tigres del Norte quienes hacen de la censura una estrategia de mercado.
Tercera etapa: 1990-2010. La línea entre lo musical y la apología de la violencia se difuminan. El narcocorrido genera una nueva forma de expresión dentro de la cada vez más fuerte narcocultura. La naturalización de la violencia en los narcocorridos es más una consecuencia de la realidad del país que una influencia.[iii]
Las tres etapas que señalan los autores y que a mí me ha gustado llamarlas eras geológicas, pueden ser, a su vez, una cronología de cómo el narcotráfico se ha instalado en el país. Cómo fue del disimulo al nombramiento directo, y finalmente, cómo hizo de la violencia su mejor arma, además de un éxito.
Los narcocorridos, a diferencia de otros referentes sociales, no buscan legitimar nada, la ilegalidad es su sello distintivo, de modo que la censura impuesta, tanto de ciertos sectores sociales como de instancias gubernamentales, es parte de su esencia, de su “plus”.
Los jóvenes, ya sean los peones del narco, las fichas sacrificables, o los jóvenes en general, han vivido en la última etapa, es la que conocen. Así como se habla de los nativos digitales para denominar a las generaciones de jóvenes que están desde su infancia insertos en el mundo de la tecnología e internet, bien podríamos hablar de los nativos del narco, de aquellos jóvenes que han nacido bajo la era de la narcocultura, de la narcoviolencia, de un Estado que les falló, junto a todos quienes conformamos su entorno, y les hizo crecer en medio de un país baleado. Por eso cantan con más fuerza.
[i] Larry Hernández, “Lista negra”.
[ii] Los Tigres del Norte, “Mis tres animales”.
[iii] Günther y Sauter, “Capos, reinas y santos”. En México Interdisciplinario. Disponible en digital: http://www.maihold.org/mediapool/113/1132142/data/Narcocultura_en_Mexico_GM_SdM.pdf
Bibliografía
Günther Maihold / Rosa María Sauter de Maihold, “Capos, reinas y santos. La narcocultura en México”. En México Interdisciplinario. México, 2012. Disponible en digital: http://www.maihold.org/mediapool/113/1132142/data/Narcocultura_en_Mexico_GM_SdM.pdf. Consultado el 02 de octubre del 2017.