Simone de Beauvoir. Foto obtenida de La Tercera

Me parece que este tiempo histórico de 2022 en que la violencia de género contra las mujeres resulta una agenda tan vigente como obligada, a lo que se viene a sumar toda una serie de conquistas por sus derechos (algunas de las cuales se han efectivizado, otras están en profundos debate) es singularmente adecuado, para realizar un balance de la obra de Simone de Beauvoir (Francia, 1908-1986). Una intelectual pública que constituye el paradigma de su sexo que se resistió, primero, (hasta donde le fue posible) y se negó de modo decidido, después, a admitir mandatos de clase y de roles de género, abrazó la causa por la libertad, dejando un testimonio combativo de su vida y de su época, acometiendo vigorosamente una biografía que desmanteló toda estereotipia social que se esperaba de una mujer de por entonces. Muy por el contrario, arrasó con esa figura que cristalizaba al sexo femenino en una suerte de confinamiento producto de siglos de un sistema de sexo/género por dentro del cual la mujer estaba cautiva de modo consentido o bien a su pesar, debiendo acatar un destino de silencio histórico (como suele afirmarse)m en disidencia. Me refiero a una trampa cultural por dentro de la cual poco margen le quedaba para el ejercicio de sus derechos, en los hechos. Me refiero a los derechos de los que sí se sentía arrogado el sexo masculino. Sería imposible pensar a la mujer en términos históricos (sino recién hasta el siglo XX) en términos de devenir sujeto agente de cambio social generalizado. Menos aún de concebir la peregrina idea de efectivizar la posibilidad de realización, completitud y plenitud de su vida bajo los términos según los cuales Simone de Beauvoir se lo propuso. Y lo logró. Uno de sus mayores aportes (y lo que me resulta verdaderamente transgresor de vida) es que sentó un precedente de naturaleza fundamental acerca de lo que una mujer puede conquistar sin buscar y expresar la necesidad del consentimiento del varón.

    Narraré también algún fugaz capítulo de mi vida en relación con su obra porque puede resultar iluminador y reconstruir parcialmente la recepción de su corpus en Argentina a través de  políticas editoriales (entre las que incluyo las de traducción naturalmente) que la tuvieron como protagonista. Me limitaré a aquellos casos a los que tuve acceso en mi ciudad, la de La Plata (Argentina), sobre todo hacia los años noventa.  

     En efecto, desde aquella mítica primera lectura de Memorias de una joven formal (1958) el primer volumen demoledor de su saga autobiográfica que leí a los 19 años, esto es, en 1989, me sumí en una suerte de gran rastreo de su material, por un lado agotado (las publicaciones más abundantes y completas de su obra traducida datan de entre las décadas del ’50 a la del ’70, si bien se conocen reediciones de algunos de sus clásicos de un modo que la mantuvo siempre vigente). Y en La Plata logré tener acceso a bibliografía de editoriales españolas como novedad ya hacia los años 2000. Su figura se había agigantado, no entrado en un  cono de sombra  (a diferencia de la de Sartre, que sí estaba más opacada).  Lo que deja entrever que se trata de una autora, ensayista y filósofa (si bien este último punto es debatido hasta el día de  hoy), que ha seguido concitando interés de modo permanente en España y América Latina, como mínimo. E Inglaterra, la investigadora Toril Moi le ha consagrado un libro interesante: Simone de Beauvoir: The Making of an Intellectual Woman (1994). Es de sospechar que en Francia, con mucho más fundamento, tanto su bibliografía como su pensamiento; sus homenajes y eventos científicos o programas de estudio la contemplen de modo señalado. En librerías de La Plata hoy en día suelen verse el ya citado Memorias de una joven formal, las novelas La invitada (1943) y Los mandarines (con la que obtuvo el  prestigioso  premio Goncourt en 1954, año en que se editó) y su conocido ensayo El segundo sexo, su obra probablemente más célebre y reconocida. Pero también la que ha invisibilizado simultáneamente el resto de una valiosa producción tanto en lo relativo al orden de la poética como del ensayo de ideas e incluso literario. El segundo sexo ha conocido muchas reediciones, en ocasiones publicaciones homenaje con motivo de sucesivas fechas conmemorativas. Y se han traducido al español asimismo biografías o libros de diálogos, de modo reciente o más distante.

     Precisamente, El segundo sexo, este extenso ensayo que data de 1949, fue publicado originariamente en dos tomos (en mi última edición, la más reciente, solo en uno), que aborda, en cada uno de ellos, respectivamente “Los hechos y los mitos” y “La experiencia vivida” (tales sus subtítulos). Ello no hace sino situarnos (precisamente) a nosotros en una orientación acerca de, por un lado, las condiciones que ella considera son de hecho las que condicionan a las mujeres. En segundo lugar, el modo en que se han proyectado sobre las mujeres (en particular los varones), toda una serie de imágenes o figuraciones que se juzgan (o prejuzgan) como paralizadas desde el punto de vista de los significados sociales. Luego, el segundo tomo, ya permite vislumbrar varias dimensiones. Por un lado, el modo en que la condición femenina es vivida por ella misma (mucho más en rezón de que se trata de una autora la de esevolumen) en el tiempo y en la sociedad. Y luego cuál es el futuro que permite vislumbrar el tiempo histórico (en función de ese presente que ella habita). Uno de los capítulos es elocuente: “Hacia la liberación”:

     Es un libro precursor y apasionante, indudablemente, por muchos motivos que procuraré detallar. Uno de ellos, es el modo como organiza su abordaje para el análisis de la condición femenina. Me refiero al modo en que revisa, en primer lugar, los datos de la biología, que alienan a la mujer en su cuerpo. Experimenta menstruaciones dolorosas, cambios hormonales así como en sus estados de ánimo. Atraviesa por partos dolorosos que también dejan secuelas y tienen repercusiones sustantivas en su existencia. Debe consagrarse a la lactancia. Por otra parte, una mujer tiene las dos terceras partes de la fuerza física de un varón, lo que explica muchas cosas respecto de nuestra Historia y del presente, tales como la violencia de género, si bien episodios de violencia grupal o colectiva de varones hacia la mujer son de todos conocidos.

     Por otro lado, Simone de Beauvoir pasa revista a toda una serie de disciplinas o corrientes de pensamiento y el modo en que ellas han abordado históricamente la condición femenina, estudiado y operado (intervenido) sobre ella. Elabora una contundente y fundamentada crítica hacia el psicoanálisis, como ciencia humanística pero también científica en particular. Y luego orientará su revisión del materialismo histórico una vez más formulándole objeciones a la concepción de la noción de la condición femenina en el seno de sus teorizaciones.

     Al psicoanálisis lo somete a una crítica en varios sentidos, pero una de ellas consiste en que es la mujer la que ha sido patologizada, en tanto que objeto pasivo o de estudio tanto como de intervención. Y, señala el sesgo patriarcal también porque su fundador ha sido un varón que ha concebido un sistema de interpretación y de elaboración de categorías diagnósticas  desde un punto de vista patriarcal. La mujer no era agente, precisamente, sino paciente.

     También en esta parte del libro se aboca a estudiar cómo en ciertos autores considerados canónicos es posible detectar construcciones estereotípicas en torno de la feminidad que la cristalizan en lugares comunes pasivos o subalternos. Reconoce, eso sí, en el escritor francés Stendhal una honrosa excepción, al menos en lo relativo a la Historia literaria de su nación.

     La segunda parte del tratado se concentra en “La experiencia vivida”, siguiendo determinados hitos en las etapas del crecimiento se los seres humanos, ella tiene normativamente asignados determinados atributos y roles que resultan trampas culturales. Las describe, reproduce o narra testimonios, en ocasiones casos de expertos en psicología o psiquiatría, una narrativa de casos clínicos de los cuales extrae ejemplos y conclusiones certeros, material de reflexión y fundamentación de sus hipótesis. Analiza esos testimonios. Pone en cuestión las trampas con el objeto de contextualizarlas, desmantelarlas y desnaturalizarlas. También procede al análisis de obras vinculadas a la “literatura del yo”, como por lo menos un diario íntimo. De modo que el corpus a partir del cual formula argumentaciones tiene que ver con material de naturaleza fundamentalmente clínica o testimonial.

     Simone de Beauvoir también en este segundo volumen de El segundo sexo, a partir del marco teórico de la filosofía existencialista de Sartre, se detendrá, entre otros núcleos problemáticos, en el modo según el cual son criados y educados niños y niñas (que no es el mismo naturalmente, incluso por las niñeras, que por  cierto son mujeres) y de algunas de esas observaciones sacará numerosas conclusiones. Desde el modo como la anatomía de un bebé o un niño lo distingue de una niña en el sentido de que otorga un poseer algo que en la mujer parece estar ausente, del que parece carecer, la anatomía le ha hurtado, como si hubiera llegado a este mundo con una falta. Esta circunstancia no resulta menor. Porque si desde la misma crianza de una persona se educa a los niños en directa relación con un detentar con aquello de lo que una niña carece, naturalmente el juicio que sobre ello se conciba será radicalmente opuesto. Absolutamente desventajoso hacia la mujer. Pero, además, de subestimación, considerada desde la subalternidad.

      Por otra parte, no es mi intención reducir los aportes de Simone de Beauvoir, como veremos, a los realizados al feminismo sino que centraré mis objetivos en reconstruir las tramas en torno de qué modo en tanto que intelectual pública logró pensar y actuar sobre problemas de su tiempo o del pasado sobre los cuales ninguna otra mujer lo había hecho. No obstante, antes de abandonar El segundo sexo, sí me gustaría detenerme en una frase del libro que haría correr ríos de tinta y que daría pie a acuñar hacia la década del ’70 (aproximadamente), la noción de “género”: “mujer no se nace, se deviene”. Esto es: el ser mujer no es un dato de la biología (o no sólo biológico, en todo caso) sino de naturaleza cultural. El  modo en que la dimensión de la cultura afecta a la mujer en su condición biológica. Así, Simone de Beauvoir abría las puertas a un insospechado campo de reflexión y de lo que serían los estudios sobre la mujer que abordaría el modo como en los datos de la biología se inscribe la cultura, desde perspectivas sociales, económicas y políticas. El segundo sexo es considerado el libro feminista más influyente del siglo  XX.

     Fue la primera mujer diplomada en toda Francia en la Sorbona en Filosofía con las más altas calificaciones, circunstancia que la sitúa a la avanzada de una educación de privilegio que, al mismo tiempo, sería precursora para las generaciones que le prosiguieron y sentó precedente. En efecto, incursionaba en un coto vedado para ellas como la Filosofía, punto sobre el cual casi no se conocían antecedentes (o eran de naturaleza insular). Su familia no apoyó esta decisión sino que la veía con malos  ojos: una mujer debía ser ante todo un buen partido o bien elegir una profesión liberal. Ser profesora (ya no digamos de Filosofía) no era una carrera correcta “para mujeres”, en particular a los  ojos de su padre, para  quien se trataba de una  opción modesta o abiertamente fuera de lugar. Probablemente pensaría que socialmente no la dejaría bien parada.

     Es cierto. La vocación  por la Filosofía se vio luego desplazada hacia la literatura, en la que ella puso el acento, en especial a partir de la publicación de la primera de sus novelas, La invitada, de 1943, que tuvo resonancia en su país y le permitió dejar de ejercer como profesora en liceos para consagrarse plenamente a la escritura. No obstante, su primera obra, al menos reconocida como tal por ella misma y luego publicada en Argentina en traducción nada menos que por eminente traductor y autor de nuestro país José Bianco, es Cuando predomina lo espiritual. Este libro fue editado tardíamente. Casi hacia el final de su vida. Ella no le otorgaba la dignidad estética que sí le dio al resto de su producción subsiguiente.

     Hay un punto que ha sido ocasión de debates entre los y las especialistas en su obra. Están quienes sostienen que Simone de Beauvoir fue sólo una ensayista, al estilo de Montaigne, pero no una creadora de sistemas filosóficos (de hecho cuando suele acudir a referencias de sistemas filosóficos suele afirmar que “adhiere a la filosofía existencialista de Sartre”, y lo cita con frecuencia como una firma de autoridad). La experta española en su obra (en particular en el campo de la Filosofía), Teresa López Pardina, reivindica no obstante el carácter de filósofa para Simone de Beauvoir, en su libro Simone de Beauvoir: Una filósofa del siglo XX. Fundamenta esta tesis en la escritura de algunos de sus libros consagrados a esa disciplina (en especial a la ética, en dos casos) y en algunos aspectos en los que esta autora toma distancia de posiciones de Sartre respecto de puntos de vista concernientes precisamente a la filosofía. Uno de ellos es la noción de “situación”, que para Sartre reviste un carácter absoluto e irreductible: nada puede condicionarla. En tanto Simone de Beauvoir la relativiza (a mi juicio con sensatez) y sostiene que la situación es más ventajosa para ciertas personas que para otras (y para un sexo que para el otro, en primer lugar). Pone el ejemplo de la esclava en el harén frente a la diplomada en una carrera.  

     En cualquier caso, otro de los puntos cruciales de su producción, como lo adelanté, lo constituyó su saga autobiográfica. Los libros que la integran fueron traducidos al español (en especial por la escritora argentina Silvina Bullrich, pero también por el sociólogo y filósofo Juan José Sebrelli, en Argentina) como Memorias de una joven formal (al que ya aludí), La plenitud de la vida, La fuerza de las cosas y Final de cuentas  (en este orden y con esos títulos). Por otra parte, Simone de Beauvoir consagró buena parte de su vida a narrar ficciones, a trazar ciertas interpretaciones en torno (por lo general) de temas polémicos y a recapitular su experiencia vital también a través de diarios y epistolarios que luego fueron publicados (tanto en vida como en forma póstuma). Lo hizo asimismo a través de libros testimoniales, como uno, que adopta la forma de un diario de viaje a EE.UU., luego de un uno de cuatro meses en el que denuncia la discriminación, el racismo y las injusticias producto del capitalismo del que hace notar el modo como denigra a ciertos sujetos, favorece a la burguesía y a la depredación mercantil. Hay dos versiones con las que cuento de este libro. Una española, titulada América día a día (1950). La otra, argentina, traducida por Juan José Sebrelli como Norteamérica al desnudo. También escribió otro libro sobre China y la revolución maoísta, La larga Marcha,  y en torno de algunos de sus compases vinculados a su Historia.

     Por supuesto que la política ocuparía siempre un lugar capital dentro de su vida y su producción (quizás en desmedro de la estética, al menos desde mi punto de vista), al igual que en la de Sartre y en la de Camus. Fueron escritores que no concibieron la experiencia literaria al margen de esa dimensión. Se comprometieron con los grandes acontecimientos de su tiempo histórico (particularmente convulsionados) y escribieron tanto libros como artículos en revistas y semanarios sobre temas coyunturales, participaron en protestas y firmaron solicitadas y manifiestos. Sartre y Simone de Beuavoir fundaron la revista Les temps modernes en 1945. Allí se publicaban notas sobre la actualidad más candente además de otras notas de fondo de carácter específico sobre su materia: filosofía y literatura. Desde artículos hasta reseñas. Todas estas fueron formas de intervención en la esfera pública. Pero esencialmente tomaron partido por posiciones que se opusieron al pensamiento de derecha y se consideraron, en un sentido amplio, intelectuales de izquierda, según las peculiares inflexiones que iba adoptando esa ideología. Su perfil fue el de intelectuales polémicos, no al margen de la sociedad o por fuera de ella. Sino que plantearon debates, instalaron discusiones y no dejaron pasar ni la injusticia, ni la censura ni el autoritarismo. Frente a grupos conservadores o burgueses, asestaron duros golpes contra ellos y fueron escritores e intelectuales que no admitieron ni la falsa moral ni la hipocresía. Precisamente buena parte de la ficción de Simone de Beauvoir presta particular atención a esta dimensión social: a la alienación en la falsa consciencia producto de la falta de pensamiento crítico. Por lo general en el que suele ser o solía ser educada la mujer en mucha mayor medida por entonces.

     Como dije, pese que suele afirmarse que no fue filósofa, de los ensayos de Simone de Beauvoir pueden inferirse el  uso de herramientas de esa disciplina para realizar abordajes analíticos de distintos fenómenos. Por ejemplo, una obra temprana, pero (nuevamente) traducida por Juan José Sebrelli como Para qué la acción, de 1944, propone y problematiza algunas hipótesis en torno de la moral a partir de la filosofía sartreana (una ética no postulada nunca por Sartre). En efecto, Simone de Beauvoir confronta aquí dos actitudes opuestas: la de quien afronta desafíos, la de quien arriesga a consentir en un destino que supuestamente le ha sido asignado, sino que toma la iniciativa de proponerse precisamente ser desafiante de ese destino, de no consentir en resignarse a él. Es la de quien se pregunta si la acción tiene un sentido o la de quien retrocede frente a la libertad, porque la pasividad es más cómoda y confortable o manifiesta temor frente a ella ¿Cuál sería la razón para arriesgarse a una vida peligrosa si es incierta? Mejor preferir la seguridad y el abrigo de la credulidad, del redil, del hogar. Optar por la parálisis y el quietismo. Esto constituye, en  términos de Simone de Beuaovir, una falta moral, porque ese hacer tiene un sentido moral afirmativo de la identidad. Es lo que, desde la posibilidad de elegir y desde la posibilidad de construir un proyecto nos convierte en seres libres. Asimismo, en este ensayo pone en evidencia algo que ya Sartre había establecido: la existencia precede a la esencia. Somos lo que hacemos con nuestras vidas. Nuestras vidas no están por esencia escritas. La vida no es destino. O, en todo caso, ese destino depende de nuestra acción y de nuestra intervención. No podemos acudir a coartadas. Somos responsables de nuestras acciones, que determinarán quiénes seremos frente a nosotros y frente a nuestros semejantes.

     Simone de Beauvoir tiene notables ensayos en torno de temas estrictamente vinculados a la literatura. Uno de ellos sobre el Marqués de Sade, autor particularmente urticante en la cultura francesa (y en el mundo naturalmente) pero considerado universalmente un libertino. Agregaría yo que se lo ha estigmatizado por haber sido protagonista de toda una serie de conductas que violaban la conducta social normativa. Simone de Beauvoir llega a la conclusión de que pese a que en Sade hay revulsión y hay rechazo a las normas establecidas, que hay transgresión (lo que es cierto), no existe ni propone un proyecto o propuesta políticos colectivos. En su vida sí se percibe hedonismo, sí se percibe la búsqueda desenfrenada por el goce. Y un goce que por supuesto sacude a la moral burguesa. Su vida consistió exclusivamente en sacudir la moral de su tiempo histórico. Escribió otros ensayos, de carácter político o filosófico: sobre el pensamiento político de la derecha, otro sobre una polémica que tuvo lugar entre Sartre y el filósofo Mearleau Ponty (también un libro de orden filosófico) y uno especialmente  ambicioso, escrito hacia el final de su vida: La vejez (1970). Aborda aquí esa etapa de la vida desde el abandono y el destrato de que son objeto los más viejos por parte de la sociedad que entroniza ideales de juventud en desmedro de quienes se consideran personas descartables porque resultan improductivas por dentro del sistema capitalista. La operación de dicho sistema por sobre estas personas es la de proceder a la de la exclusión. Ese sistema está protagonizado en lo esencial para ser sus ciudadanos admitidos como éticamente agentes de derechos a los humanos productivos. Quienes no lo sean pasan a un espacio de confinamiento completamente adoptando la forma de un ghetto o involuntario. Son sometidos a una completa marginación. Y, de un modo tremendo, confinados en hogares o lo que en Argentina se suelen llamar geriátricos.    

     He leído en francés, sin ser un experto en ese idioma, El segundo sexo y Un muerte muy dulce (una obra testimonial y autobiográfica breve sobre la muerte de su madre de 1964) además de algunas cartas y advierto una prosa directa, ágil, expositivamente clara  (al igual que su literatura). Simone de Beuavoir misma afirmó no considerarse una virtuosa de la escritura, como Proust o seguramente Flaubert. Pienso que se refería a no ser una estilista, atenta a un cuidadoso lenguaje literario. Si bien sus libros no tienen la lengua literaria de la sofisticación, el refinamiento, la experimentación, el nivel experimental ni el caudal teórico de otros pensadores, como Blanchot, por ejemplo, o Roland Barthes (quien, no obstante, reconoció en ambos el mérito de “haber sacado la filosofía a la calle”) valoro en ella, por un lado, una singular lucidez en torno de asuntos descuidados, prohibidos o perturbadores para el statu quo cultural. Por último, una clase de asedio de esos temas que ponen el acento en los citados rasgos más urticantes de la sociedad sin cobardías. Circunstancia que le valió el repudio, el rechazo, los ataques y la denigración en tanto que intelectual mujer del entorno en el cual vivió.

    Si tuviera que recapitular el legado de Simone de Beauvoir, diría que por un lado  se proyecta hacia el interior de la cultura literaria y la del pensamiento, dejando un corpus notable, poniendo en énfasis en problemáticas que a la opinión pública, al sentido común y el pensamiento burgués en particular de por entonces les resultaban irritantes, inquietantes, ofrecía resistencias y frente a los cuales había una abierta batalla a afrontarlos o se aspiraba a negarlos, encubrirlos o solaparlos. Y, por el otro, encarna la figura de una intelectual pública que eligió ser una inconformista, se atrevió con audacia a ser libre y eligió no la vida confortable a la que bien podría haber haberse consagrado, como destino, sino abrazó otra clase de causas que, desde la acción y a la liberación tanto de su sexo como de ciertos colectivos sociales definieron en primer lugar su existencia para definir su esencia, como quería Sartre. En tal sentido, fue perfectamente coherente con la filosofía que defendía, daba a conocer o difundía desde la reflexión en sus libros y, por otro lado, no condescendía a resignar bajo ningún punto de vista.

     Para ser y hacer todo lo que realizó no caben dudas de que debió ser una mujer fuerte. Debió ser fuerte para asumir las decisiones que iba tomando e iban tomando con Sartre. Y en esa opción, evidentemente, encontró la plenitud de la vida. Sin dejar de pagar algunos costos que la sociedad de su tiempo histórico jamás le perdonó. ¿Qué remedio? Ella y había dado ese señalado y primordial paso adelante.

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Nació en La Plata, Argentina, en 1970. Es Dr. en Letras por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Es escritor, crítico literario y ejerce el periodismo cultural. Publicó libros de narrativa breve, poesía, investigación, una compilación temática de narrativa y prosas argentinas contemporáneas en carácter de editor, Desplazamientos. Viajes, exilios y dictadura (2015). En 2017 se editó su libro Sigilosas. Entrevistas a escritoras argentinas contemporáneas, diálogos con 30 autoras que fue seleccionado por concurso por el Ministerio de Cultura de la Nación de Argentina para su publicación. De 2023 data su libro, Melancolía (2023), una nouvelle para adolescentes, publicada en Venezuela. Y de ese mismo año en México el libro de poesía Reloj de arena (variaciones sobre el silencio). Cuentos suyos aparecieron en revistas académicas de EE.UU., en revistas culturales y en libro en traducción al inglés en ese mismo país. En México se dieron a conocer cuentos, crónicas, series de poemas y artículos críticos o ensayos. Escribió reseñas de films latinoamericanos para revistas académicas o culturales de EE.UU. También en México y EE.UU. se dieron a conocer trabajos interdisciplinarios, con fotógrafos profesionales o bien artistas plásticos. Trabajos de investigación de su autoría se editaron en Universidades de México, Chile, Israel, España, Venezuela y Argentina. Escribe cuentos para niños. Obtuvo tres becas bianuales sucesivas de investigación de la UNLP y un Subsidio para Jóvenes Investigadores, también de la UNLP, todos ellos por concurso. Artículos académicos de su autoría fueron editados en Francia, Alemania, EE.UU., España, Israel, Brasil y Chile en revistas especializadas. Se desempeñó como docente universitario en dos Facultades de la UNLP durante diez y tres años, respectivamente. Participó en carácter de expositor en numerosos congresos académicos en Argentina y Francia. Realizó cinco audiotextos y dos videos en colaboración. Integró dos colectivos de arte de su ciudad, Turkestán (poética y poesía) y Diagonautas donde se dieron a conocer autores de distintas partes de Argentina en formato digital. Realizó dos libros interdisciplinarios entre fotografía y textos con sendos fotógrafos profesionales, que permanecen inéditos. Obtuvo premios y distinciones internacionales y nacionales.