Tatiana Huezo teje en su documental Tempestad una doble narrativa, la primera está compuesta de una voz en off combinada de imágenes cotidianas y contemplativas que nos proponen una especie de ventana hacia la vida y los sucesos que se están narrando desde esa voz que acompaña las imágenes sobre la realidad que habitamos. Los sonidos naturales, propios del espacio que estamos observando, nos hacen adentrarnos en esos planos fijos que hipnotizan por ser tan contundentes. Estamos, sin duda alguna, ante una película que estremece a la par que intriga.
Conforme se escucha la voz de Miriam Carvajal, por momentos algo en la mente del espectador susurra que es ficción, por ello se puede seguir el camino de la intriga de cualquier película; pero al instante sabes que es real, que estás ante un documental, que lo que ella narra realmente le sucedió, que esa realidad atroz es tan real como que tu oído presta atención a sus palabras y las va hilando en una narración que da cuenta de cómo, por más que desees darle una explicación anclada en lo racional, te topas que en un país plagado de impunidad e injusticia, marcado por las armas, la crueldad, los círculos viciosos de la supervivencia; no hay lógica que abarque tal tragedia, la de estar ahí, entrar en una lista dada a mansalva y quedar presa en una cárcel gobernada por un cartel que hace del miedo, la tortura y la extorsión su modus operandi.
A la par, está la historia de Adela Alvarado quien tiene a su hija desaparecida desde hace más de diez años. Ella se fue un día de su casa camino a la universidad -estudiaba psicología- y así, sin más, ya no volvió. En un primer momento, Adela y su familia se apoyaron en la AFI, teniendo fe en que la encontrarían, en que estos les ayudarían, pero solo lograron que los aislaran durante seis meses de todo contacto, sin resultado alguno. “Son los mismos”, dice Adela. Como familia han logrado recabar indicios suficientes para saber que fueron unos hijos de judiciales quienes se llevaron a su hija.
Todo les hace creer que lo que la desaparición de su hija está relacionada con la trata de blancas, y que fue un compañero universitario quien la entregó. Están amenazados, pero Adela ya no tiene miedo, seguirá buscando implacablemente. A la par que Adela va contando todo lo que sucede con la desaparición de su hija, las imágenes narran su modo de vida. Ella trabaja en el circo, una tradición que se hereda por familias, por generaciones. Nos deja ver su rutina, la manera en que entrena a las más pequeñas, a sus sobrinas, a sus otras hijas, porque la ausencia de su hija desaparecida también le da una fortaleza de roble, para seguir resistiendo y sobreviviendo hasta encontrarla.
Estas dos historias son las que narra Tempestad, una obra dirigida por Tatiana Huezo, la directora de Noche de fuego, que se llevó una Mención Especial en Cannes 2021 y una ovación al ser proyectada la cinta en su estreno mundial.
Tempestad es un entramado que compagina imagen y narrativa de tal manera que no da tregua y minuto a minuto retrata de forma precisa el país en el que vivimos, los espacios, los trayectos de frontera sur a frontera norte, el desasosiego, la desesperanza, el miedo, el terror, la impunidad que están atravesadas en todo el territorio nacional y de la que estas dos mujeres, Adela y Miriam mediante sus historias nos recuerdan una vez la recalcitrante realidad que permea el día a día de un México gris, lleno de grietas que conforme pasan los años, sólo puede construir abismos.