Imagen obtenida de El Intransigente

para mi hija Emilia, en su más pleno y completo latido

-Hola. Pasá, Sandra. Acá se está bien. Tengo aire acondicionado y puedo hacer un té frío. Con limón. ¿Te gusta?”

-Sí, claro, Adrián. No es tan frecuente ir a una casa y que te ofrezcan té frío con limón. En lo de madre solemos tomar jugos de frutas cuando vamos de visita. A veces licuados de duraznos o damascos con agua mineral. Son deliciosos. Solo una cucharada de azúcar. De azúcar rubia.

-Siempre tengo té frío en la heladera. Y limones frescos. En unas pocas ocasiones los suplanto por rodajas de naranjas. Es una costumbre que adopté. ¿O se lo vi hacer a abuela? Ya no lo recuerdo. La madre de mi madre era una mujer que tenía costumbres, cómo diríamos, elegantes. O no, diría: se  movía con elegancia por el mundo. De modo grácil. Con desenvoltura. Lo cierto es que en el verano allí está el té. El té de mi abuela materna. Ella también hacía natillas. Empanadas de hojaldre. Era una cocinera esporádica (digamos). No especialidades. Cocinaba diariamente mi abuelo. Bueno, o mamá y mis tíos cuando ya fueron adolescentes y ponían un trozo de carne para cocinarse sobre la plancha para al llegar o irse al colegio. Fueron independientes y responsables todos desde muy chicos. Mi abuela quiso hijos responsables. Así me dijo mi madre cierta vez. “Tu abuela quería que fuéramos responsables”. Y lo logró. Conquistó su objetivo. Yo no podría decir eso de mí.

-Sin embargo, a mí no me lo parece. No me parece que seas un hombre irresponsable. Sos estudioso. Por lo que me contás has hecho una larga, carrera, con una formación sólida.  Has publicado libros, me decías en tu correo (sin jactancias). Has trabajado de Profesor. Cuidás de tu hija. Sos un padre presente. Más bien te diría que todo lo contrario.

-Sí. Pero hay ciertos detalles, que tiendo a descuidar. Cosas a las que debería estar más atento. Ser más cuidadoso. En particular con mi salud. Soy, por ejemplo, demasiado trasnochador. Todos los médicos dicen que el biorritmo que hay que respetar es el diurno y que el nocturno debe estar consagrado al descanso. En mi caso, la actividad creativa se activa precisamente en ese horario. Soy noctámbulo. De modo que durante el día no estoy descansado porque dormí poco. En fin, son estilos de vida que resulta muy difícil erradicar luego de que uno los ha adoptado a lo largo de muchos años. Pero regresando a mis abuelos, mi abuelo materno era el experto en asados en la casa quinta que ellos tenían en Hernández, una zona en las afueras del centro de La Plata. Era experto en comidas rápidas y comidas también cotidianas. Él era el abu. Así le decíamos. “El abu”. A mí me gustaba mucho su ensalada de lechuga y zanahoria rallada. Es una combinación que me resulta deliciosa”.

-Nunca la probé. Y mirá que he probado comidas ricas y sofisticadas en mi vida. En especial en lo de los Cahen D’Anvers. Allí he probado platos de alta cocina. Pero jamás esa ensalada. Una buena idea para tomar la iniciativa ahora mismo en casa. Promoveré esa ensalada en casa. Me comprometo a hacerlo. Es cuestión de empezar. No parece una comida difícil, por otra parte.”

-Recomendable, te diría ¿Qué te puedo ofrecer? ¿qué comerías ahora? ¿galletitas de limón?

-Eso estaría bien. Es más. No estaría nada mal.

-Supuse que te gustarían. A mí me encantan. Son de una casa de alfajores célebres de Mar del Plata”

-Sí. ¿Qué argentino puede ignorar esa marca? ¿qué argentino que haya visitado sus primeros años en sus veraneos los balnearios en la costa atlántica, en particular en Mar del Plata más concretamente, el balneario más célebre de todos, puede desconocer esa marca de alfajores, copitos de dulce de leche cubiertos con chocolate? ¿Alfajores con todos sus sabores? Chocolate, dulce de leche, nuez, fruta…

-Sí. Ahí precisamente las conocí a las galletitas de limón. En ocasiones compro cubiertas con chocolate.

-¿Tenés siempre en tu casa o solo las compraste ahora porque sabías que yo vendría?

-No. Son una comida frecuente en casa. Las tengo para cuando vienen invitados por las tardes. Lo que suele ser habitual. O para mi hija. O para mí. A mí me gusta comerlas cuando estoy a solas. No todos los días, claro está. Me cansaría. Subiría de peso. No tendría sentido alguno. Perderían el sabor a comida deliciosa. De esa que uno consume esporádicamente. Abuela compraba estas galletitas para cuando íbamos a tomar el té. Abuela era una mujer de temperamento. No me refiero a que fuera agresiva. En lo absoluto. Qué quiero decir con esto. Fue una universitaria. Debió dar una batalla enorme para poder graduarse de una ciencia dura. Dirigir un Colegio dependiente de la Universidad Nacional de La Plata. Implementar un Plan de Estudios a la avanzada para la época. Es recordada por su integridad. Veo poca gente íntegra por esta ciudad, para serte franco, en esta ciudad. Me ha tocado encontrarme con cada ejemplar… En La Plata no puedo directamente creer los espectáculos penosos a los que me ha tocado asistir. Los personajes con los que me he tenido que cruzar en la Universidad. Personas abiertamente ofensivas. No solo sin integridad sino sin dignidad alguna. Personas que en los hechos faltaban a la ética o profesional. O de colegas. O de supuestos estudiosos que se dedicaban a investigar los resultados de una actividad noble como la del pensamiento o la creación. La de las humanidades. A mí me resultaba vergonzoso. Y no entendía cómo no se les caía la cara de vergüenza. Abiertamente. Actuaban de un modo denigrante. Con un descaro. A sabiendas de que luego yo pondría en evidencia ese comportamiento. Pues desvergonzadamente procedían de ese modo. Había un falso humanismo. Un humanismo de pacotilla. Yo vi mucho de eso. Es más. Me cansé de ver eso. Sé de inmediato delante de quién estoy parado. Naturalmente que no me siento intimidado. Me resultan personas lastimosas. Entregadas al afán destructivo. O de burlarse del semejante. O de desautorizarlo. O de escarnecerlo. El otro día hablábamos precisamente de eso con un amigo. De las personas que se consagran al escarnio. ¿No alcanzan a comprender el alcance que eso tiene hacia ellos mismos? ¿el nivel de desvergüenza en el que caen?   

-Me invitaste hoy. Casi no nos conocíamos. Me escribiste un hermoso correo. Doy por descontado que sos un escritor profesional con formación en la carrera de Letras.

-En efecto. Desde 1989 que escribo de forma sistemática. También es el año en que ingresé a la carrera de Letras de la Universidad Nacional de La Plata. Te podrás imaginar el agua que ha pasado bajo del puente. Un puente tendido hacia muchas personas a quienes quise conmover con creaciones que ignoro si fueron eficaces en esa conmoción. Pero me formé en seis talleres de escritura. Cuatro de La Plata y dos de Buenos Aires. Todos de excelencia. Con una prosigo. Con la escritura, como te pasará a vos con la interpretación, hay muchas cosas del mundo que quise y quisiera cambiar. Este año he podido colaborar con algunas de esos de esos objetivos que me propuse. Se lograron algunos cambios. Pequeños cambios. Pero hubo algunos. Recibí mensajes inesperados. Puede que haya habido algún aporte de mi parte. No soy el que puede ni sabe responder a esa pregunta. Vos con tus canciones, en definitiva has cambiado puntos de vista. Construcciones sociales ligadas a estereotipos o no. En ocasiones simplemente cantándole a una cierta noción de respeto. Precisamente lo que no hacen quienes se consagran al escarnio. Los insustanciales, vulgares prejuicios. O la estereotipia. Lo peor de todo es la abierta maldad. Capaz de hacer, de decir cualquier cosa. Capaz de transgredir cualquier clase de límites, de parámetros. ¿Cuánto hace que cantás, Sandra?

-Mi abuelo materno tenía un sótano en su casa al que iban los grandes músicos que visitaban la Argentina. Llegó a cantar allí Ella Fitzgerald. También muchos argentinos. Yo escuché las primeras canciones en ese lugar “bajo la tierra” (digamos). Oficialmente debuté más tarde. Pero vocacionalmente debuté ahí. Una suerte de madriguera cultural. Selectiva madriguera cultural. Exquisita. Pero no exclusiva. Muchos amigos estaban invitados. Incluso amigos míos. Las personas más virtuosas interpretaron canciones en ese lugar. O cantautores. Los créditos se los llevó mi abuelo, el que logró esta hazaña. En ese sótano empecé a cantar. A interpretar mis primeras canciones

-¿Y cómo elegías el repertorio? Quiero decir ¿con qué criterio? Siendo tan chica, difícil resulta pensar en una niña eligiendo un repertorio.

-Un poco me lo sugerían. Otro poco me lo pasaban. Otro poco por imitación. Otro poco porque los escuchaba en los LPs.”.

-Yo intenté cantar. Pero para serte franco, no resultó. La primera experiencia fue en un hermoso coro. Ahí yo disfrutaba mucho de la experiencia colectiva. La gente era estupenda. Era gente con la que realmente daba gusto interpretar canciones. El director del coro era un docente universitario en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata, de Argentina. Titular de la cátedra de Dirección orquestal. Compositor prodigioso. Componía sinfonías, entre otros géneros. Ganó la beca Antorchas. Una beca prestigiosa en Argentina, como vos bien sabrás. Se estrenaron en Europa obras suyas. Luego estudié canto en forma individual con una Profesora de la Universidad Nacional de La Plata. Luego en uno de sus grupos. Mi relación con ella fue excelencia. Pero el grupo, todas mujeres, no hacían las cosas fáciles. Conversaban todo el tiempo. No digo que todas las mujeres lo sean. Pero en ese contexto perturbaban la clase. Desentonaba la educación que yo tenía con las de estas chicas.

-Creo que ese hombre, al director de orquesta, me caería bien

-Que no te quepan dudas. Por otra parte su esposa también es una persona fabulosa. Son una pareja fuera de serie. Es escritora y no sé ni dónde ni cómo nos conocimos a esta altura de tan íntimos amigos que somos. Por otra parte, tenemos parientes políticos en común. Participamos de proyectos de literatura colectivos juntos y de una publicación digital, Diagonautas, el Primer Portal Literario de la ciudad de La Plata. También dimos charlas sobre literatura para niños entre ambos. Hemos hablado mucho de temas profundos. Nos hemos dicho cosas importantes. Le he confesado momentos culminantes de mi vida. Es una persona sobre todo comprensiva, solidaria, de una enorme espiritualidad en el mejor sentido de la palabra. Con principios irrenunciables. Yo no les conozco dobleces. Pero una fe prácticamente en el mejor sentido de la palabra. Volcada al semejante. Le he dedicado cuentos o algunas publicaciones que han salido. Una en México. Porque ella  ha escrito un bestiario medieval. ¿Te podés imaginar lo que es eso? En La Plata un bestiario medieval, Animalia. Escribe sobre dragones. Y en mi publicación de México yo imaginaba un encuentro que tenía lugar y jamás tenía lugar con la escritora Liliana Bodoc, en cuyos libros la aparición de dragones es frecuente. Podría decirse de Gabriela que es una persona confiable.

-Una amistad fiel, esa amistad. Yo tengo algunos amigos del alma. Pero también amigas. Son personas de gran talento algunas. Muchas han estado cerca en momentos de mucha dificultad. Han acompañado. Otros son trabajadores en otras actividades o disciplinas que no son artísticas y menos aún la música. Son personas profesionales o que no trabajan afuera sino que colaboran en obras para ayudar al prójimo. Suele suceder que cuando uno es sociable se cruce en la vida con mucha gente. Y no dije “famosa”, dije “sociable”. Y se le acerquen con ánimo de intercambiar experiencias. O bien puntos de vista. O se interesen por el carácter virtuoso de lo que ellos consideran es tu instrumento. Para el caso, mi voz. Y con muchos profundicé esos lazos. Otros pasan pero dejan una marca fuerte. Otras en cambio atraviesan nuestras vidas sin dejar huellas. Sin dejar rastros de fuego. Fugaces encuentros. Con los amores sucede lo mismo”.

-Sí. Es cierto. Yo he tenido pocos amores. Los suficientes para conocer lo que es el amor de calidad y distinguirlo del que no lo es. Y me parece que las veces en que he optado por el amor he tenido una buena calidad de vínculo. Y otros se han roto como una copa de cristal estrellada contra el piso. Uno no lo esperaba. Las personas te sorprenden. Son completamente inesperadas en ocasiones. Uno pensaba que eran de una manera. Eran de otra. No digo que mintieran. Pero evidentemente había una zona que permanecía velada. Son personas oscuras por dentro. Y un contacto a fondo resultaba imposible. Todo ser humano, desde lo hondo, verdaderamente, resulta inescrutable.

-El amor de todas formas tengo la teoría de que te encuentra. Te sorprende en el momento menos pensado. La persona llega. Apenas hace falta dar un pequeño puntapié inicial. De pronto irrumpe el amor. Acontece. Sucede. Tiene lugar Una sucumbe al amor. No: irrumpe de modo arrasador. Es decir: apasionado”

-Sí. Me ha sucedido.

-A mí también. Ha habido varios amores en mi vida. No porque los buscara o porque quisiera tener muchos. No soy una mujer promiscua. Más bien me he inclinado por relaciones estables. Simplemente porque conocía personas de las que me enamoraba y ellas se enamoraban de mí. Era recíproco. Soy sociable. Conocía personas. El amor nacía en el momento menos pensado”

-Me gustaría hacerte una pregunta sobre la música. Tu música. Tu carrera”.

-La que quieras.

-¿Qué sentiste la primera vez que interpretaste “Puerto Pollensa”. Es una canción de una enorme potencia escénica, de una carga subversiva porque todo lo pone en cuestión. De una intensidad transgresora que afecta a quien está acostumbrado a las canciones edulcoradas de la radio. Afecta a los significados sociales. Pienso que Marilina Ross debe de haber sentido lo mismo en el momento mismo en el que la estaba componiendo. La adivino electrizada, no de modo apacible. Sabiendo que no era una canción más. Imagino que la debe de haber compuesto o bajo un estado de hipnotismo. O bajo un estado de una enorme sinceridad. De mucha valentía también. Claro que los actos más valientes nos encuentran realizándolos en momentos de suma espontaneidad. Cuál de todos tus álbumes es el que preferís”.

-Para no faltar a la verdad hay varios que me gustan. Como elegí hacerlos yo, no fueron encargos, seleccioné el repertorio según mi criterio. Te diría antes una cosa. Me gusta mucho interpretar jazz y blues. Pero he grabado poco de esos géneros. Manejo el inglés como segunda lengua. Fui a un colegio bilingüe. De modo que ese es un punto a favor. Tengo formación en idiomas. El otro punto a favor es toda esa historia familiar de músicos de jazz, toda la música escuchada, toda la música vivida, toda la música interpretada de chic  que regresa cuando una se pone a cantar. Y llega. Y te arrasa de modo devastador. Es un eco. Un eco en el que también alcanzo a escuchar la voz de mi abuelo conversando con sus amigos. En ocasiones me susurra un secreto. Un secreto que debo descifrar. Como si me lo dijera en un sueño bajo la forma de un acertijo.

-¿El eco como en el amor? ¿cuando uno evoca ciertos instantes que considera perfectos?

-Algo así. Pero volviendo a los álbumes, de los que grabé me gusta mucho uno de los más recientes, Honrar la vida. En el que interpreto canciones de Eladia Blázquez. Es una cantautora que me resulta de un enorme talento, en primer lugar. En segundo, de un gran contenido ético. Tiene una filosofía de vida y un sentido de lo que significa un semejante para otro semejante (o debería significar, en el mejor de los casos) que en definitiva nos hace encontrarnos en el canto como nos hace encontrarnos en el modo en que vivimos. Un estilo de vida digamos. Hacemos de nuestra música un estilo de vida. También han sido sumamente importantes en la mía los musicales que realicé a partir de las canciones de María Elena Walsh. Porque yo también estudié actuación en el Conservatorio de Arte Dramático de la Ciudad de Buenos Aires.

-Precisamente. Yo siempre digo que la literatura es un estilo de vista. Y conjeturo que no me equivoco”:

-Tal vez el arte lo sea ¿no te parece?”

-Indudablemente lo es. El arte también es un modo de vincularte con el semejante. También con el medio ambiente. Con los seres vivos en general. Con la vida gregaria. Con la vida, a secas. Con la vida que late.

-Y de ese álbum de Eladia Blázquez me gusta todo el repertorio. Difícil sería para mí elegir una canción en particular. Sería más bien no hacerle justicia a un álbum que tomo como una totalidad. Sería imperdonable hacia Eladia y hacia mí misma, que he elegido cada una de esas canciones escrupulosamente. Las he ensayado decenas de veces. Con una atención cuidadosa, escrupulosa. Poniendo el acento en cuál era su esencia. Cuál era el impacto que provocaría en el oyente. Poniendo atención a cada inflexión de sus acordes. Y ni te digo cuando las grabé. Fue un tipo de trabajo tan selectivo el que realicé. Tuve en cuenta que se trataba de algo especial. No era un álbum más. Este era “el álbum”. De eso estaba segura. No era un álbum como cualquier otro. No era un álbum más. Era un álbum homenaje. Era el tributo a una grande. Nada menos. Y había que dar a la talla”

-Yo hago muchos trabajos de crítica literaria para el periodismo cultural. En cada uno pongo lo mejor de mí para escribirlos. Releo las obras sobre las que escribiré. Pongo lo mejor de mí en el sentido de que soy sumamente perfeccionista. En el tipo de autor que elijo. Estudio mucho. Procuro formarme más de lo que antes lo estaba. Seguir con mis estudios aunque no se trate de libros sobre los que esté investigando en ese preciso momento. Ya ves, yo también tengo mi repertorio. Entonces la escritura de crítica literaria es sumamente respetuosa de mi parte. O cuando escribo un Prólogo para un libro que me pide otro escritor. Naturalmente que más aún cuando se trata de un amigo o amiga. O cuando escribo una ponencia para un Congreso o una Jornada. Es cierto. Hay que dar a la talla con ciertos creadores, como vos bien decís. En mi caso ciertos autores o ciertos temas singulares. Con ciertos autores corresponden atenciones. Cuidados. Modales. Son de tal altura ética. Difícil resulta llegar a ese nivel de talento, pero esta vez desde premisas críticas novedosas. Uno lo hace sí, desde las respetuosas. Por otra parte, no escribo únicamente sobre crítica literaria. También en colaboración con artistas plásticos o fotógrafos profesionales en trabajos interdisciplinarios. En ocasiones individuales. Escribo sobre música, sobre solistas o bandas. Sobre álbumes. De todas formas no lo hago descuidadamente jamás. Creo que jamás lo hice. Siempre fui muy cuidadoso en ese sentido. Puse atención a un trabajo que consideré debía contener dignidad estética además de dignidad creativa.

-Yo también he sido cuidadosa. He sido respetuosa de mi público así como vos seguramente has sido respetuoso de tus lectores. Vuelvo al estilo de vida.

-Sí. Estoy totalmente de acuerdo. Pienso de modo idéntico. Corresponden varias clases de respeto. En lo relativo a mi profesión, el que uno se tiene a sí mismo como crítico en lo relativo a la ética profesional. La honestidad intelectual. Luego está el profesionalismo. Luego está la excelencia y los detalles. Luego está la buena terminación que es fundamental. Darle a un trabajo un buen repaso final para que en esa corrección o revisión el rendimiento sea el absoluto. Hasta un reposo de algunos días o semanas. Este punto resulta es crucial. No realizar las cosas en medio de una vida llena de prisas.

-Mi madre, Mónica Cahen D’Anders siempre ponía el acento en ese punto. En el profesionalismo y en el perfeccionismo. Salimos en mi familia todos de ese modo. Ella, como es de público conocimiento fue conductora de TV de programas de noticias y periodista. Pero también es una persona sumamente culta. Habla tres idiomas. Y también escribió su autobiografía. Es una mujer muy completa en su forma de trabajar, de amar, de respetar, en su forma de ser y en su forma de entrega a sus semejantes. Estoy orgullosa de ser su hija. Mantenemos un magnífico entendimiento.

-No es para menos. La conozco. No la conozco personalmente. Tampoco frecuento los noticieros. No los vi jamás. Pero los suyos me resultaron excelentes cuando alguna vez vi en la programación que la incluía. Eran muy serios. Y sólidos. Tenían buenos equipos de producción. Ese dato se notaba. Y también se notaba esa preparación a la que aludís. El modo según el cual ella se dirigía a la audiencia. Era un modo firme, seguro, de persona que sabe y sabe cómo hablar. Uno experimentaba la sensación de que estaba frente a una persona bien plantada que tenía conocimientos humanísticos y artísticos contundentes. Y que vivía y había vivido.

-Hemos sido una buena madre y una buena hija. Ella ha sido una madre de un profundísimo nivel de comprensión. Me parece una madre extraordinaria. Y creo que es una mujer digna de conocer en todo círculo social por el que pueda moverse. Como tu abuela, lo hace con elegancia. Si alguien habla con ella, allí encontrará a una mujer inteligente, digna y preparada. Con quien entablar una conversación interesante. No hablará jamás de frivolidades. Detesta la impostura. Ella sí se ocupó de que fuéramos como hijos personas educadas y formadas. Buscó el modo de abrirnos caminos profesionalmente y de darnos lo recursos como para que no nos faltara nada al iniciar una carrera. Cuando yo hice mi primera presentación, en 1976, ella estuvo esa noche en el pub en el que debuté. Era una época terrible para el país. Y yo debutaba. ¿te podés imaginar?”

-Imagino que debutar el año que llegaba la dictadura a este país mediante un Golpe de Estado, llevando adelante una carrera artística, debe de ser un recuerdo en el que se mezclan la experiencia de haber iniciado una trayectoria de modo festivo con lo atroz. En el medio de una experiencia terrible, dramática, sanguinaria. Por el contexto en el que tuvo lugar. Comenzaban los tormentos para este país. ¿Vos, Sandra, sos mezzosoprano? ¿no?  

-Sí. Y de ese modo fueron mis comienzos. Pero mi música no era el rock. Era el jazz por ese entonces. Yo pertenecía a una familia tradicional. No estaba involucrada en la militancia política. Tampoco con la contra cultura. Más bien a círculos de cultura musical en los cuales la música participaba de ambientes cálidos en el seno de los cuales había personas que no iban a entablar ninguna clase de conflicto. Sino más bien a pasar un momento de esparcimiento. De intimidad. De serenidad. No se trataba de un show multitudinario en vivo. Ni menos aun agresivo.

-Sin embargo fuiste la primera mujer en llenar en dos funciones el Estadio de Obras Sanitarias en 1982. Era plena Guerra de Malvinas. Terribles esos tiempos y glorioso ese capítulo en la Historia cultural argentina la vez. Una hazaña. Un episodio sin precedentes en Argentina. A propósito, le regalé a mi hija tu álbum Sandra on Shams (en vivo). Ese espacio, me explicó el disquero amigo, amigo de mi hermano para no faltar a la verdad, con quien por propiedad transitiva nos conocemos hace añares de reuniones sociales en casa de Diego, de haberle comprado rarezas, de asesoramientos vía email que él me ha ido haciendo. Ese lugar en donde cantó Sandra era como puede ser ahora “La Trastienda”, un lugar para recitales que sin ser multitudinarios si admiten una cantidad de público bastante numeroso. Por aquel entonces, me explicó este disquero amigo ese espacio era así. Pero le compré a mi hija el nuevo vinilo, recién salido de ese álbum. Ella no tiene cómo escucharlo. No tiene bandeja. Te preguntarás por qué lo hice. Por qué le regalé a mi hija un álbum que no podrá escuchar. Pues porque yo tengo la teoría de que sí podrá escuchar otra clase de música. No se trata de la música en un sentido literal. En un sentido según el cual ella ponga en una bandeja tu álbum y escuche Sandra on Shams. Pero simplemente sabrá que lo tiene. Lo atesorará. Sabrá que su padre pensó en ella. En una intérprete que admira. Porque pensó en regalarle un álbum de una vocalista que a ella le gusta. Le importa. Entonces le encontré un sentido. Yo soy de los que creen que esta clase de cosas tienen un sentido. O lo cobran con los años. Puede que no ahora. Puede que ahora no lo tenga. Cuando mi madre se enteró no lo aprobó. Pero yo sí no estuvo de acuerdo. Y yo, en cambio, tuve una opinión tan diferente. En este preciso momento. Cumple la función de una suerte de un talismán. A mí me gusta guardar objetos por su valor simbólico. O, en todo caso, afectivo. A sabiendas de que alguna vez, cierta vez, en alguna oportunidad, en un futuro incierto, ella podrá escuchar ese álbum con tranquilidad. Con quien lo desee. Y mi hija pensará en mí. En el día de su cumpleaños en el que se lo regalé. Y ella lo escuchará en el momento adecuado con amigos o con la persona que elija. Honrar la vida y este otro me parecieron dos regalos de cumpleaños ideales. Honrar la vida es de 2009. Recuerdo su portada. Lo tuve y ahora no dejo de buscarlo. Pero mis búsquedas son en vano. Logro dar con él. Claro que mis álbumes están apilados. Son un caos. Se te ve distinta por cómo habitualmente aparecés retratada respecto de tus fotografías de otros álbumes. Es otra tu estampa. Los dos álbumes que le regalé a mi hija sembraban un contrapunto fabuloso el uno junto con el otro. El uno más rockero. El otro melódico. Más canción que interpretación de rock. Uno en vivo, el otro en estudio. Uno era más rockero. El otro eran baladas. Sandra on Shams (en vivo) me dijo mi hija Emilia que tenía muy lindas fotografías cuando hablamos días atrás. Y la dirección musical es de Ángel Mahler. Mi padre, que es un gran melómano, lo ponderó. Ganaste muchos Premios Konex como baladista. Entre ellos el Premio Konex de Platino. Y varios Premios Martín Fierro. Y Premios ACE. Estuviste nominada al Premio Estrellar de Mar. Otro en el Festival Internacional de Viña del Mar, en Chile, donde obtuviste la Antorcha de Plata. Has sido nombrada Ciudadana Destacada de la Ciudad de Buenos Aires. Son reconocimientos importantes a una vida dedicada al arte. Teniendo que afrontar por otra parte muchos obstáculos. Irrumpiste en la esfera pública con mensajes poderosos.

-Bueno, bueno. No es momento de andar jactándose de premios otorgados a mi trayectoria. He venido esta tarde a tu casa a conversar acerca de una vida que ambos hemos decidido consagrar al arte. En este encuentro imaginario que está teniendo lugar y jamás tendrá lugar, digamos que bueno sería dedicarnos a hablar de cosas más edificantes que mis premios. Sí me gustaría contarte que grabé “Soy lo que soy” en 1985. Fue una fecha hito en mi vida. Y, antes aún, “Puerto Pollensa”, de Marilina Ross, en diciembre de 1981. Recuerdo que en una entrevista mencioné que para que una intérprete deje de cantar en otro idioma distinto del propio, debe haberse armado un repertorio. Esos fueron dos puntos de inflexión en el mío. A partir del cual, entre otras cosas, comencé a pensar en otras canciones que no fueran solo esas sino parte de una identidad argentina que a mi juicio a mí se me volvía imprescindible construir. Una cultura musical. Si bien tampoco los pensé ni como himnos ni como canciones de combate. Vinieron, eso sí, a dejar las cosas en claro.

-Así lo sentiste. Me parece perfectamente legítimo. Bien. Podrías contarme del “día más importante de tu vida”, tal como lo definiste en una entrevista que leí. Ese en el que en el Teatro Colón interpretaste el repertorio de Ella Fitzgerald y Sara Vaughan.

-Definitivamente lo fue. Definitivamente a ojos cerrados estoy en condiciones de decirte sin temor a equivocarme que lo fue.

-¿Qué sentiste arriba del escenario del Teatro Colón, escenario que habían pisado las figuras más destacadas del mundo entero de la música, la ópera, los conciertos, la música académica, la popular, el ballet, actuación…en fin? ¿los grandes de la historia?

-Un enorme sentido de responsabilidad, por un lado. Una inmensa, intransferible satisfacción. La sensación de la realización más completa. La plenitud absoluta. La culminación de mi carrera como vocalista.

-¿Algún Cole Porter quizás? ¿algún Irving Berlin?

-¡Pero por supuesto! Todo eso. Y mucho más. El repertorio de ambas es muy amplio. Y el show tuvo dos partes.

-Una pena no haber podido asistir. Ojalá se pueda hacer un DVD con ese material. Sé que está grabado. Vos lo decías en una entrevista.

– Sí. Está grabado. Quiero grabarlo solo para dos personas. Para mamá y para mí.

-Ha sido importante por lo visto tu madre en tu vida.

-Te diría que ha sido crucial.

-Comprendo. Suele acompañarte a recibir los premios. Sube al escenario y se coloca por detrás de vos. A tus espaldas. En un discreto segundo plano pero haciendo acto de presencia. Secundándote. Como si su silencio hablara sin embargo por ella de un modo elocuente. Y en tus recitales, sé que en algunas ocasiones, ha subido al escenario, en particular cuando cumpliste 50 años con la música. Y dijo lo que pensaba de vos. De tu trayectoria. Lo orgullosa que se sentía de tener una hija como vos. Eso a una persona no puede sino producirle una enorme sensación. Se trata (me parece) de otra clase de prestigio. Ese que se construye en la privacidad. El amor de los propios.

-Cuando una madre no deja sola a su hija en momentos de orfandad social. Cuando una madre apoya a su hija en momentos en que su carrera necesita de un espaldarazo anímico. Cuando una madre está codo a codo con su hija en una entrega de un premio y se para detrás de ella, cuidándole las espaldas, orgullosa de ella, se sella un pacto. Definitivo. Y late. Late el corazón. Pero no late aceleradamente. Late con las pausas a las que debe latir. Moderadamente. Ajustadamente. Rítmicamente. Acompasadamente. Ambas llevan la misma sangre. Y esa madre sabe que su hija ha sido valiente. Y esa hija sabe que esa madre ha aprobado esa valentía con su presencia, haciendo acto de presencia en la intimidad y en la esfera pública. En tal circunstancia, el amor entre madre e hija se potencia. La fe que la madre deposita en su hija, que puede llegar a una cierta devoción incluso. A una devoción en la que esa madre está en la edad de la discreción. Vos no podés imaginar lo que eso significa para una hija. La afianza. La respalda.

-Negativo. Sí lo sé. Porque soy hijo. Y porque soy padre. Y porque he acompañado siempre a mi hija en cada emprendimiento, como ahora con su Licenciatura en Psicología en la Universidad Nacional de La Plata. Ella hice su opción. Ha apostado a la salud. A colaborar para sanar a otros. Cierro con esto Sandra. Se nos ha ido la tarde hablando de cosas importantes. Pero me esperan en la redacción de la Revista Vagabunda Mx por la hora de cierre para publicar este diálogo imaginario que ha tenido lugar y jamás ha tenido lugar. Debo enviar el manuscrito. Y vos me habías dicho que te esperaban. Entre algunos silencios que también los ha habido esta tarde, aunque no hayan quedado registrados en este encuentro por escrito, ha habido grandes palabras. Este encuentro echará a volar ahora. A tierras que ignoro. A lugares ignotos. A ojos que pasarán por encima de sus renglones que quién sabe qué es lo que interpretarán (así como vos interpretás, en un sentido muy distinto ¿no habías pensado que interpretar una canción es hacer una lectura de esa canción?). Si conocen o no de tu trayectoria. De si conocen o no conocen los más de veinte álbumes que grabaste. Los films en los que participaste. Los programas de TV y radio que condujiste. Bajo la mirada de lectores que no sé quiénes son ni qué hacen ni cuál es su profesión. Ni qué podrán a llegar a pensar de este diálogo que para mí, te lo confieso, ha sido entrañable. En el sentido más literal del término. Ha tenido un shock en mis entrañas. Esa zona de las vísceras del cuerpo que también se estrujan cuando la emoción las afecta. Te vi cuando contemplabas mis crisantemos. O el jazmín del país que tengo en el cantero con los sillones de ladrillo con almohadones de cuerina para que no sea incómodo sentarse sobre ellos.

-Sí. Decime.

-Vos habías donado un riñón. ¿No es cierto? A una persona que querés mucho. Una persona que significa mucho para vos.

-Sí. Ya no puedo donar más. Pero he firmado ya mi voluntad de donación de órganos una vez que haya fallecido.

-Es un acto de grandeza, agregaría yo.

-Es un acto de ¿solidaridad? ¿amor? ¿ir al encuentro del semejante? Puede que sea eso. Una cierta noción de integridad, de dignidad. La elegí. Esa persona y yo éramos absolutamente compatibles en nuestros sistemas fisiológicos. Se trata de esos que la medicina casi no se explica. Y me involucré en el trabajo con esta clase de acto solidario. Del que tanta gente se desentiende. Y se pierde de experimentar.

-Gracias Sandra. Creo que esto es todo lo que necesitaba escuchar para confirmar lo que sabía de vos pero quería cerciorarme en un diálogo mano a mano.

     Me despedí de Sandra en el zaguán de casa que era una zona llena de promesas. Y estaba a punto, tan solo a punto de cerrar la gran falleba que fija la hija de la puerta que también tiene un cerrojo de protección extra además de la cerradura. Y le grité, cómplicemente, porque ya estabas doblando por la calle 9 y 37:

-Esperame solo unos segundos por favor. Tan solo unos instantes. Sandra asintió como si le hubiera dicho o pedido algo grave. Como si le hubiera pedido que cometiera un delito por el tono que había empleado. Imperativo.

Y llegué corriendo con la caja de galletitas de limón en la mano.

-¿Para mí? ¿por qué?, agregó Sandra, conmovida.

-¿Por qué Sandra estás tan conmovida? Me hubiera gustado que esta tarde hubiera estado aquí mi hija. Que hubiera podido escuchar nuestra conversación. Que interpretaras una canción para ambos. Esta tarde no hubo palabras con opacidades. Ni con dobleces. No hubo palabras más que verdaderas. Y hubo un sentido de gratitud de naturaleza inefable. Por tu sensibilidad. Por tu don. Por el modo manifiesto en que dejaste aflorar una serie de sentimientos de los cuales seguramente los intelectuales porteños se burlarán luego de leer esta crónica imaginaria que tuvo lugar y jamás tuvo lugar. Ellos leen a Hermann Broch y Sándor Márai. Pero que muchas personas sí sé que apreciarán este diálogo a esta altura ya vespertino. Gracias por haberme otorgado el privilegio de haber visitado esta casa, de honrarme, de haber llegado a esta casa a estas horas, en este día.

     Y en un adiós sin testigos salvo nosotros mismos, nos abrazamos en un encuentro en el que hubo mucho de música, mucho de poesía, mucho de imágenes, mucho de escenarios que de pronto se plasmaron en un prisma. A través de ese prisma fui capaz de apreciar, vislumbrándolo, el rostro de Sandra Mianovich en todo su magnífico esplendor, iluminado por una luz que refractaba un sol perenne.

     Mucho de luces, mucho de micrófonos, mucho de libros que de pronto se desplazaban para dar el espacio a la voz de un narrador, probablemente este que habla ahora, en este preciso momento. El sujeto de la enunciación. Dos voces que se comunicaban de manera verdadera.

     Y luego de haber regresado a casa, mientras la divisaba a lo lejos, a punto a doblar, ahora sí la esquina la calle 9 y 37. Le grité, con una voz clara y diáfana, la más amplia de las que fui capaz:.

-¿Late?

Sandra me miró. Más concretamente me miró a los ojos, desde aquella distancia inalcanzable en ese momento. Y me contestó:

-Late-, en una respuesta que se prolongó largamente en eco. En tanto el corazón me daba un vuelco. En tanto ella se tocaba el suyo, apoyando la palma de su mano sobre él. Como si lo que hubiera tenido lugar todo a lo largo de esa tarde, hubiera sido intensamente veraz. Intensamente feroz. Y hubiera sido deliberadamente esencial. Tan verdadero como un corazón que se estruja de dolor u otro que se expandía de pura euforia. O del temblor de la furia. O dos que al unísono experimentan todas esas emociones sin sensación de pérdida ni de falta. Menos aún de vacío. En efecto, habíamos sido atravesados por una conexión por fuera de todos los matices que entre una mujer y un hombre podrían haber tenido lugar. Entre dos amigos que evitando las infidencias sin embargo logran, conquistan, alcanzan, la cima el encuentro que además conjugan con una profunda afinidad. Y una fidelidad que sin volver a verse nunca más, respetarán. Y van al encuentro el uno del otro. Aun no conociéndose. O ya habiéndose conocido tanto, tanto. Más de lo que hubieran otros hubieran podido sospechar. Yo había percibido potencia valerosa. En su doble acepción de coraje, de valentía y de persona valiosa, virtuosa, de artista como piedra preciosa. Un encuentro entre dos semejantes, por cuyas vasos circulaba, vigorosa, una sangre llena de vitalidad, llena de potencia y de poder. “Late”, me dije, tocándome el corazón, sin silencios sino colmado del canto. Ahora yo mismo. De pronto, sin buscarlo ni esperarlo, percibí mi sangre en un impulso indetenible, caudal de río correntoso,  curso de arroyo sutil, silueta tornasolada. Y la libélula posada sobre la roca, con sus alas como diminutos estambres casi transparentes, de un azul eléctrico. Y la sangre que arreciaba, que estaba dentro de mí, que se derramaba sobre el mundo. Como el agua que fluye.

La Plata, 1°-4 de diciembre de 2021

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Nació en La Plata, Argentina, en 1970. Se graduó como Profesor y Licenciado en Letras en 2005. Y se doctora en 2014 como Dr.en Letras, todos grados y posgrados en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP, Argentina). Es escritor, crítico literario y ejerce el periodismo cultural. Publicó libros de narrativa breve, poesía, investigación, una compilación temática de narrativa y prosas argentinas contemporáneas en carácter de editor, Desplazamientos. Viajes, exilios y dictadura (2015). En 2017 edita su libro “Sigilosas. Entrevistas a escritoras argentinas contemporáneas”, diálogos con 30 autoras que fue seleccionado por concurso por el Ministerio de Cultura de la Nación de Argentina para su publicación. De 2023 data su libro, “Melancolía” (2023), una nouvelle para adolescentes, publicada en Venezuela. Y de ese mismo año en México el libro de poesía “Reloj de arena (variaciones sobre el silencio)”. Cuentos suyos aparecieron en revistas académicas de EE.UU., en revistas culturales y en libro en traducción al inglés en ese mismo país. En México se dieron a conocer cuentos, crónicas, series de poemas y artículos críticos o ensayos. Escribió reseñas de films latinoamericanos para revistas académicas o culturales de EE.UU. También en México y EE.UU. se dieron a conocer trabajos interdisciplinarios, con fotógrafos profesionales o bien artistas plásticos. Trabajos de investigación de su autoría se editaron en Universidades de México, Chile, Israel, España, Venezuela y Argentina. Escribe cuentos para niños. Obtuvo tres becas bianuales sucesivas de investigación de la UNLP y un Subsidio para Jóvenes Investigadores, también de la UNLP, todos ellos obtenidos por concurso. Artículos académicos de su autoría fueron editados en Francia, Alemania, EE.UU., España, Israel, Brasil y Chile en revistas especializadas. Se desempeñó como docente universitario en dos Facultades de la UNLP durante diez y tres años, respectivamente. Participó en carácter de expositor en numerosos congresos académicos en Argentina y Francia. Realizó cinco audiotextos y dos videos en colaboración. Escribió un cortometrabaje que permanece inédito. Integró dos colectivos de arte de su ciudad, Turkestán (poética y poesía) y Diagonautas donde se dieron a conocer autores y autoras de distintas partes de Argentina en formato digital. Realizó dos libros interdisciplinarios entre fotografía y textos con sendos fotógrafos profesionales, que permanecen inéditos. Se vio beneficiado con premios y distinciones internacionales y nacionales. Se formó en los talleres de escritura creativa ejercida por María Negroni, Leopoldo Brizuela, Gabriel Báñez (de quien se siente discipulo sobresaliente) y, el más reciente, en Buenos Aires, con Susana Szuarc.