Regresan los juguetes que revolucionaron la animación en la historia del cine, Pixar la casa productora que adquirió el dandi de la tecnología Steve Jobs hace 37 años por 5 millones de dólares, nos trae su más reciente y nostálgico film: Toy Story 4.
La película comienza de la manera menos esperada, la trágica secuencia inicial es la carta de presentación que nos guiará por la más cruda y oscura historia de la saga, si lloraste con la escena final del tercer capítulo, prepara el pañuelo para más.
En cuanto a la calidad de animación de la cinta es una obra maestra de la tecnología, el nivel de detalle de Pixar llega al punto del realismo extremo.
Oscura, ¿una palabra fuerte para una cinta infantil? ¿Por qué me atrevo a incluir esta palabra en mi experiencia con la animación? Porque visualmente es muy oscura, muchas escenas a contra luz logrando ambientes de reflexión y nostalgia a la vez.
El villano que no es villano, el rescatado que no quiere ser rescatado y esa búsqueda interna en nuestro vaquero que aún tiene muy arraigada su función principal de servir a su niño hasta las últimas consecuencias.
Qué tanto nos puede dejar Toy Story 4 a todos los chavo-rucos que vimos al cumpleaños de Andy en VHS: que no seamos ese vaquero que se aferra a alguien con quien no quiere estar, que no solo nos dejemos llevar por los sentimientos sino con el cerebro, para así poder llegar a la felicidad total. Deja de buscar, pues si es para ti llegará, sea de la manera que sea.
Y eso sí, aunque en un volumen bajo, todos cantamos al unísono en aquella sala, aquella pegajosa canción de Randy Newman.