Recuerdo la primera vez que alguien me contó acerca de Game of Thrones. Durante un vuelo de Ciudad Juárez a la Ciudad de México, un compañero de gira, para calmar mi miedo a volar, amablemente comenzó a platicarme que al parecer habían estrenado una serie muy similar al ambiente que plasmó Peter Jackson en El señor de los anillos, aquella historia de hobbits y orcos escrita por J.R.R Tolkien.

Después de aquella amena plática, al aterrizar tomé el transporte a casa y nunca más supe de aquella serie que tanto inquietaba a mi compañero de vuelo. Al pasar los años, Game of Thrones, o como lo llaman muchos GOT, se fue apoderando de las redes sociales, sin embargo, a mí seguía sin llamarme la atención.

Un día, en uno de tantas publicaciones perdidas en la red, alguien comentó que GOT era mejor que Breaking Bad, aquella serie que mantuvo cautivo en su casa dos maratónicas semanas a Sir Anthony Hopkins, quien no dudó en mandar una maravillosa carta al mismo Bryan Cranston. ¡Cómo era eso posible! ¿Cómo un dragón en CGI podía competir contra el amado profesor, pelón, genio e ingenuo a la vez?

Para aquél entonces, GOT iniciaba su cuarta temporada y fue cuando decidí buscar el primer episodio de aquella ya galardonada serie. En el primer cuadro, unas puertas se abrieron, una congelante escena estaba ante mis ojos. Pese a eso, Morfeo se apoderó de mí, y al regresar al mundo terrenal, el episodio había terminado. El primer intento por engancharme de la serie, fue un fracaso.

Tiempo después seguía viendo imágenes, trailers, notas y comentarios de la serie, a lo que me preguntaba, ¿cómo el personaje de un libidinoso enano con cara de Doctor House, podía cautivar tanto a la gente?

Llegó el segundo intento, en esta ocasión, con más ganas de saber que sucedía en la mente de tanta gente que amaba esta serie, entre ellos otro gran amigo, el cual con una sonrisa en el rostro me decía: -Isra, en verdad no sabes lo que te estás perdiendo-, me dispuse a ver más de la serie, pero apareció la escena del sacrificio de un lobo, la cual en verdad odié, la injusticia de la escena me llenó de rabia, lo cual me hizo ver que en verdad estaba a punto de entrar en un buen viaje.

Dejando atrás los detalles que cada serie tiene como la falta de presupuesto en algunos episodios, y que es normal que al paso de las temporadas mejore, así como el contenido, GOT es una serie que en su género cumple con su fin. Pienso que la fórmula correcta de la serie es como la vida, fría de principio a fin. Llegamos en una sala de quirófano, expulsados de las entrañas de nuestra madre y cual inquilinos que durante 9 meses vivimos en la seguridad de nuestra placenta, termina nuestro contrato y somos desalojados. Luego, al final de nuestra existencia terminamos en una plancha fría, listos para el crematorio, ya que actualmente los panteones están llenos. En GOT recomiendan no encariñarte con nadie ya que como en la vida misma, todos desaparecen.

Continuará.