Imagen obtenida de Psicología y Mente

Tomo (o retomo) parcialmente como título (y espíritu) para el presente artículo el de un libro temprano de la excelente autora argentina radicada en España Reina Roffé.  Su libro Juan Rulfo. Autobiografía armada (1973), construido a partir de fragmentos como testimonios, voces, declaraciones públicas, entrevistas o el reverberar por escrito de la literatura misma de Rulfo me permite restituir unidad a las piezas atomizadas de un sujeto (yo mismo, para el caso), que se dedica a la escritura, quien ha atravesado por una serie de momentos, esto es, por una diacronía, de experiencias, en ocasiones de naturaleza experimental, la mayoría de los casos de mucha intensidad, en las cuales la cultura literaria ha cumplido un rol fundamental. Más ampliamente, con la cultura artística, no solo literaria. Esta circunstancia es la que ha definido un modo de ver, un modo actuar, un modo de sentir (esto es: una cierta sensibilidad frente al mundo, al lenguaje, a la sensorialidad) y un modo de intervenir en el acto de la creación a solas o en colaboración. Me refiero más precisamente a su modo de intervenir con el lenguaje en el orden simbólico y en el orden de lo real. A los espectáculos o vivencias a los que  ha estado expuesto. No veo en modo alguno en virtud de qué falta al pudor debería yo ejercer un recato que dejara por fuera de este conjunto riquísimo de vivencias la trama visible que, esta vez sí, bajo la noción de conjunto, ha dado como resultado a una subjetividad, además de una serie de productos culturales, reuniendo todos ellos en una autobiografía cultural. De modo que expondré y me expondré en el presente artículo, porque haré referencia sobre todo a circunstancias o eventos que rodearon mi educación cultural, ponderan a artistas, recuperan obras, en especial formativas, eventos, maestros o bien, sobre todo, recuperan del pasado instancias de sumo estallido en torno de la producción creativa. 

    Me propongo interrogar a una capacidad o a una inclinación que ha sido construida a partir de haber pasado por instancias que condicionaron una génesis de escritura en interlocución con la alteridad, que es la llave cuya cerradura aspiro a abrir para que de ella emerjan significados y sentidos largamente atesorados pero que pueden adoptar la condición de relato.

     Mis experiencias interdisciplinarias con otras artes se desplegaron probablemente porque asistí a ellas tempranamente, en la adolescencia, en mi hogar, cuando mi padre, José María Ferrero, Prof. en Letras por la Universidad Nacional de La Plata, docente universitario, escritor y estudioso, trabajó con un Prof. en Matemáticas y escribieron un libro, Borges algunas veces matematiza. Hacia el diálogo codisciplinario (La Plata, 1986, Ediciones del Ochenta), cuya última edición ampliada data de 2006 (Bs. As., Ed. Lumen). Un libro pionero. Tuvo un éxito resonante entre las personas más de avanzada en el orden de las iniciativas vinculadas a la didáctica y a los estudios experimentales de esos campos: la estrecha relación entre literatura y ciencias exactas. Y más concretamente en torno de la poética de Borges vinculada con estos temas. Pero  también, supe del valor que tenía trabajar en equipo para dar a conocer una producción cultural, cuando mi madre, María Elena Sanucci, también Prof. en Letras por la misma Universidad, docente universitaria e investigadora también allí mismo, escribió un libro en coautoría con mi padre. También seguí esa experiencia muy de cerca, como  es natural. Por último, mi padre escribió un libro de teoría literaria con otro Prof. en Letras de nuestra Universidad. Naturalicé perfectamente el valor de lo que significaba compartir de a mitades la génesis primera de un proyecto creativo, entre pares de una misma disciplina o, en otros casos, de una distinta, según los casos. También asistí al proceso, al desarrollo y al momento culminante de una obra. Y de un proceso que suponía amorosa entrega, conexión, aportes de ambas partes, neutralización o ausencia de afán de protagonismos o, menos aún, despliegue de narcisismos plagados de tontería o presuntuosidad.

     No obstante, también diría que desde que definí mi vocación como escritor, siempre procuré explorar desde el seno de mi propia producción literaria, en torno de varios otros caminos distintos del más confortable o habitual. Me propuse desafíos. No solo mantenerme en la tranquilidad apacible de los géneros literarios por mí más cultivados. Seguí un curso de guión cinematográfico con una experta y, luego, un taller de dramaturgia, también con una especialista, no demasiado extenso este último. Géneros ambos a los que luego jamás me consagré. Pero como experiencia de escritura y como aprendizaje en relación con el uso de los lenguajes que también acudían a los extraliterarios, a lo escénico, o a otros sus procedimientos fueron útiles. Me bridaron recursos, me informé acerca de en qué consistía trabajar con otros discursos y códigos literarios. Escribir para que ese proceso se completara en una puesta, en un film o cortometraje. Lo digo porque soy fundamentalmente poeta, cuentista y ensayista (si bien tengo una novela inédita). Escribo ensayos, artículos, reseñas de libros. Esto es: discurso argumentativo. De modo que los presentes géneros suponían para mí una posición incómoda hacia mis propias capacidades más instaladas, mis inclinaciones espontáneas. No me gustó jamás permanecer en el lugar más confortable. Me gusta poner en problemas al escritor que soy. Sumaría a ello la escritura, de modo complemente intuitivo, de toda una serie de crónicas sui generis de obras de teatro del destacado narrador, dramaturgo y director teatral Nelson Mallach, premiado con importantes distinciones en Argentina, compañero mío en la carrera de Letras de la Universidad Nacional de La Plata hacia los años noventa. Esas crónicas fueron publicadas en una revista cultural de nuestra ciudad y luego en su Página. Me indicaban los artistas, que había una escritura que no era la frecuente en esos géneros. La convencional. Una suerte de “desparpajo”, como afirmó Tamara Kamenszain de uno de sus libros de ensayos sobre poesía definido en esos términos por el crítico argentino Nicolás Rosa. Eso, como veremos, sucedería con otra clase de producciones críticas o literarias. Yo no era un cronista teatral. Era un Lic. o Dr. en Letras más tarde que a partir de saberes y competencias de mi especialidad interpretaba un acontecimiento cultural que me provocaba un impacto emocionante. Un acontecimiento en el cual detectaba recursos semióticos. Pero sobre todo detectaba zonas sensibles a la captación estética. Escribí también dos obras de teatro, dos de teatro infantil  y escribo cuentos para niños. Esta es la historia de mi de mi escritura (al menos hasta ahora), desplegada según una temporalidad más o menos estable.

     Un diálogo que no fue apacible a lo largo de toda mi vida, que supuso conflictos y etapas más o menos difíciles de sobrellevar fue mi vocación como escritor y mi trabajo académico. Luego de un colegio secundario académicamente exigente (que yo hice que lo fuera más aún) dependiente de la Universidad Nacional de La Plata, el Colegio Nacional “Rafael Hernández”,  ingresé a la carrera de Letras de esa Universidad. Pero también comencé a escribir más o menos sistemáticamente por esa época poesía, minificción y poco a poco cuentos más largos. Empecé a asistir a sucesivos talleres de escritura creativa en La Plata y ya graduado en Buenos Aires siempre coordinados por muy buenos narradores o poetas, algunos también académicos. Y simultáneamente hice mi carrera de Letras en la Universidad Nacional de La Plata.  Ello supuso tanto durante como más tarde, en su ejercicio profesional, la escritura de una serie de géneros y tipologías textuales rígidamente pautados. Para quien viene de la escritura creativa, no podía sino resultarle difícil el trabajo en ese campo, al menos en sus comienzos. Entre la necesidad del rigor académico, sus tipos textuales, su textualidad y la escritura creativa, había un abismo. Es más. Había un conflicto desapacible. No obstante, ese trabajo me terminó favoreciendo. Yo adquirí conocimientos y una metodología de la investigación literaria que demandó al discurso creativo rigurosidad, precisión y exigencia. También documentación, a veces. En su correlato, el discurso académico se distendió y se articuló de un modo complemente distinto del más frecuente en esos espacios disciplinarios. Por supuesto que trabajé en tres becas bianuales de investigación, obtuve un Subsidio para Jóvenes Investigadores, edité libros de investigación, publiqué en mi país y en el extranjero capítulos de libros o bien artículos o reseñas. Participé de varios proyectos e investigación académicos, en fin, lo que sabemos tiene lugar en esas aulas universitarias. Pero considero que la gran solución a ese conflicto fue la colaboración incondicional de un grupo de editores de revistas académicas estadounidenses de literatura latinoamericana inteligentes, de prestigio, que apreciaron mi modo de conjugar lo creativo con lo riguroso. En particular en el  género reseña crítica de novedades bibliográficas. Y en ocasiones también del ensayo. Ellos supieron advertir, apreciar la ductilidad con la que yo procuraba articular el discurso literario con el discurso crítico académico. De hecho uno de los editores era frecuente leyera mis poemas y hasta tradujo uno de mis cuentos. Otro de ellos, realizó la Presentación de uno de mis libros de ficción y luego la contratapa de otro de entrevistas publicadas casi todas en la revista de la cual él era Editor.

      Hubo revistas académicas de EE.UU. para las cuales escribí reseñas de films, tanto de ficción como documentales, siempre latinoamericanos y preferentemente elegí que fueran argentinas. Escribí un libro inédito con perspectiva diacrónica, con énfasis en el cine de autor, titulado La mirada disidente, desde sus albores hasta 2018, tomando como parámetro algunos films claves de la filmografía de ciertos directores y procediendo a un abordaje crítico según estudios de caso. Pero sin investigación académica, sino la que consideré pertinente debía manejar a los efectos del análisis crítico del discurso cinematográfico, por un lado. Por el otro, acerca de trabajos sobre cine argentino. Se trató de un abordaje crítico analítico de investigación creativa. Esta lectura de la imagen fue crucial en mi formación. Me ayudó  detenerme en detalles de lo visual e interpretar corpus de modo novedoso también de material audiovisual.

     A cierta altura de mi carrera como Lic. en Letras, con la tesis aprobada, y como escritor, cuando estaba bastante consolidado en ambos frentes, con libros publicados en ambos campos, a punto de doctorarme en Letras por la Universidad Nacional de La Plata sentí esa misma necesidad de mi padre, de poner en diálogo mi escritura con otras disciplinas (lo que parcialmente ya había ocurrido), pero no exactamente respecto de las disciplinas científicas, sino el resto de las artes. También había un caldo de cultivo importante (o yo lo busqué para que funcionara de modo ejemplar o paradigmático) en torno de mí o lo había habido históricamente en mi biografía, en el que asistía al trabajo de otros artistas (de épocas previas y contemporáneas), las performances y la danza teatro, entre otros trabajos corporales que me resultaban fascinantes. Con el teatro tuve experiencias en el mismo sentido.

     Las colaboraciones para medios de prensa, desde revistas culturales, periódicos o diarios, tarea que vengo ejerciendo desde 1995, ininterrumpidamente en distintos medios, acarrearon experiencias muy dispares. Pero sobre todo me situaron frente a una discursividad distinta según cada caso. Trabajé para medios de Nueva York, México y en Argentina en varios de Buenos Aires, la Provincia de Buenos Aires, Mendoza y La Plata. La labor en esos espacios en los que desplegué crítica literaria, crítica cultural, teoría, actualidad, poesía y cuento, sobre todo, revistió otra temporalidad. Y si lo menciono como experiencia interdisciplinaria con ello me refiero a que la escritura se comenzó a desenvolver en formatos nuevos (a los que debí ajustarme de  modo pertinente, para lograr una inserción en ellos), conversé con editores dispares, en torno de artículos muy dispares e intereses que divergían en cada medio. Los criterios variaban. Había consensos y disensos. Exigencias y renuncias. Propuestas y rechazos. Esta conversación supuso una posición nuevamente desafiante para mi escritura. Y, naturalmente, mi trabajo se expandió a un público mucho más amplio. Si bien menos específico, esto es, no se trató de que me leyeran o me escucharan expertos. O no mayoritariamente.        

     Por otro lado, conocí eso que vagamente se denomina «intervenciones», los happenings (de los que ya tenía referencias), como experiencias inéditas en el panorama artístico, entre muchas otras. Quiero decir: una cosa es la experiencia novedosa y otra muy distinta el nombre con que se la bautiza. Un shock que aspira a la captación, a la inclusión o participación de un grupo de asistentes en un espectáculo.

    Las experiencias artísticas innovadoras las había leído narradas o descriptas como testigos por escritoras o escritores en sus crónicas o ensayos en Buenos Aires o ciudades del extranjero. Las había visto en documentales bajo distintos formatos o films de ficción. Me habían sido relatadas por amigos, docentes, conocidos, familiares o personas vinculadas a mi vida formativa. Me había enterado en entrevistas que había realizado en investigaciones antes de empezarlas. De otras había sido espectador empírico en mi ciudad o en otros espacios, como dije. En fin, tenía un panorama completo de una variedad de iniciativas ligadas a la experiencia del trabajo heterodoxo en la relación entre escritura y otras artes.

     En lo relativo a  experiencias novedosas,  por citar un caso ejemplar, en mi ciudad un grupo de poetas realizaron un espectáculo titulado “Nada para decir”, al influjo del cual yo jamás pude dejar de sustraerme pese al paso de los años, que consistía en una suerte de performance del poema. Los actuaban al recitarlos, porque leían sus poemas, pero al mismo tiempo los actuaban (o daba esa impresión), había luces, sombras, una escenografía, un escenario, se desplazaban por él (discretamente), un ámbito circunscripto que articulaba poesía con teatro. Poesía con dramaturgia.

     En otro orden de experiencias, había trabajos literarios que contenían imágenes o una identidad visual, desde fotografías hasta grabados o reproducciones. El discurso icónico se cruzaba con el verbal. Existían los libros objeto, algunos de los cuales tenía, leía y mirada con interés. Y en lo relativo a la literatura infantil, los libros álbum me resultaron sugerentes y atractivos para pensar esta dimensión. También sus colores vivaces, llamativos, en ocasiones sus características de naturaleza casi pictórica.

     Hubo en mi historia la participación en dos colectivos de arte. Primero Poesía Turkestán, adoptando ese nombre de un verso del poeta argentino Raúl González Tuñón, que se desarrolló como experiencia hacia los años noventa (1997, si mal no recuerdo), con un grupo de poetas de La Plata con el que procuramos llevar la poesía a la esfera pública a través de afiches que pegábamos con engrudo con nuestras creaciones en las paredes de la ciudad, con recitales de poesía en bares de la ciudad de La Plata acompañados de músicos profesionales, con visitas a programas de radio en los que leíamos nuestras producciones o nos hacían entrevistas. Pero el alcance llegó incluso a Buenos Aires, salimos en un importante matutino luego de haber pegado poemas en una calle céntrica una madrugada y nos vinculamos a poetas de esa ciudad también, que vinieron a La Plata a nuestros recitales de poesía.  

       El otro colectivo de escritores fue Diagonautas (mi ciudad está plagadas de calles dispuestas en forma de diagonal, por eso La Plata es conocida como “La ciudad de las diagonales”). Diagonautas fue el Primer Portal Literario de la ciudad de La Plata, donde con otros tres escritores (otro escritor, dos escritoras), publicamos textos propios y ajenos de todos los géneros, de autores y autoras de Buenos Aires y La Plata.

      A partir de allí yo inicié todo un largo camino que tuvo un punto de inflexión porque escribí un texto libremente inspirado en una muestra fotográfica a la que había asistido que registraba el trabajo artístico de una compañía de danza contemporánea de Buenos Aires realizada por un amigo mío y de mi hermano. Mi amigo quedó muy impresionado por ese texto, le llamó la atención, porque me lo dijo. De hecho me escribió y lo elogió en relación a hecho que no respondían en lo absoluto al género “crítica fotográfica”. Pero quedó gratamente sorprendido. Yo también quedé igualmente sorprendido. De esta vocación inesperada. Y hacia 2015, la vida me condujo por senderos insospechados. Con él, fotógrafo profesional y Lic. en Cine por la Universidad Nacional de La Plata, docente de cátedras de Guión de esa y otras Universidades, quien suele hacer exposiciones y muestras habitualmente con sus producciones artísticas, a las que asisto, surgió la idea de armar un libro en colaboración. El proyecto se organizó en un encuentro que duraba unas cuatro horas cada viernes en su casa, rigurosamente, de 14hs. a 18hs. y en alrededor de un año terminamos un libro muy singular, heterodoxo. Producto de sus fotografías, pero también de estímulos como libros de arte de escritores con fotógrafos, cine, música, fotografía de otros artistas profesionales, literatura, artes plásticas, entre otros, a partir de los cuales yo escribía con total libertad textos poéticos breves (en ocasiones más extensos), prosas poéticas, que entablaban un coloquio con esas fotografías de múltiples maneras. No eran narraciones o descripciones. No eran poemas. No respondía a la tipografía del verso o la estrofa. Solo tomaban como punto de partida las fotografías y salían de mi lectura de ellas textos en diálogo con otros estímulos y brotaban producciones de muy difícil catalogación. Recuerdo, sí, una investigación creativa permanente por Youtube o en DVD de óperas líricas o contemporáneas, obras de cámara, álbumes compuestos en colaboración, interpretados en colaboración, recorridos por distintas clases de bibliografías, por libros de pintura, tras músicos de fusión, libros escritos en coautoría, films, en fin, todo lo que comprendiera un trabajo en el que dos o más creadores o creadoras colaboraran bajo distintas motivaciones con la condición del trabajo en conjunto. Y recuerdo cuánto me acompañó el libro de ensayos de la autora argentina Tununa Mercado Narrar después (2003), que contiene textos, entre otros ensayos, sobre crítica de artes plásticas (tan luego) y otros sobre política o prosas evocativas, experiencias vitales. Era un libro a contraluz. Un libro que me permitía ver, vivir y asistir al espectáculo del mundo desde múltiples perspectivas, ángulos, facetas, lentes y dimensiones de la percepción, de la captación del universo a través de un cierto uso de la lengua literaria que hundía en el lenguaje sus raíces tan profundamente que lo hacía hasta límites incalculables. Lo leí de modo permanente. Lo necesitaba. Fue el libro que sostuvo creativamente y  teóricamente el proyecto. A fines de diciembre el libro estuvo terminado. Y permanece inédito. Se titula “Viernes”.

    Más tarde llegó la experiencia con un músico, con un pasado consagrado el rock, compartiendo escenarios con importantes bandas de rock nacionales, pero que luego se había volcado a la edición y a la producción musical, además de grabar su propio álbum. En esas experiencias que consistieron en cinco audiotextos, por mi parte en cuatro de ellos aporté el texto, la voz y la lectura para la grabación, y este músico la composición y la interpretación instrumental. Las fotografías de los audiotextos por lo general eran bajadas de la Internet sin derechos de autor pero eran bellísimas. Como para cerrar esa etapa, concebí la idea de realizar otro proyecto con el gran poeta argentino Néstor Mux (La Plata, 1945), de modo que él eligió y leyó sus propios poemas, seleccionó también la fotografía que quería que ilustrara su audiotexto para darle identidad visual a la iniciativa y este músico se hizo cargo de la composición y la interpretación. Esta iniciativa dio por resultado el audiotexto titulado «Palabra de Mux», un verdadero documento para nuestra ciudad, dado que es uno de los poetas más emblemáticos, respetados y queridos de ella y del país.

     Y quizás sería oportuno aquí tomar nota de que desde el momento en que comencé a escribir, la música fue fundamental como compañía, como estímulo, para la generación de atmósferas, de climas que inducían estados, producía un efecto, sobre la escritura, sobre mí, sobre el ritmo como escribí. Era la respiración de la música. Todo tenía que ver con los álbumes, los géneros que eligiera, los intérpretes, los compositores. Tenía un impacto tanto en la lectura como en la escritura.

     Más tarde, en otra experiencia con otro fotógrafo, quien es Lic. en Piscología por la Universidad de Buenos Aires y escritor trabajamos en otro libro que conjugaba fotografía con escritura. La dinámica era esta: yo elegía una fotografía que él había subido a su cuenta de Facebook, entre una gran variedad que permanentemente publicaba. Yo la bajaba, luego escribía a partir de ella y a continuación le enviaba la fotografía y el texto vía email. A mi texto él le agregaba el suyo. A continuación ambos textos y la fotografía conformaban una unidad. Íbamos sumando esas unidades hasta que conformamos un libro al que le dimos su forma definitiva. Permanece inédito. Se producía, a diferencia del caso de la anterior, un diálogo también desde la palabra entre ambos. Él, además de aportar sus imágenes, aportaba al libro esa parte tan necesaria que era una voz, su voz viva por escrito, contemporánea a nuestros intercambios. Los intercambios fueron distintos, porque al estar él en Buenos Aires y yo en La Plata, tuvieron lugar vía email o WhatsApp.

     Tal vez sería oportuno aquí señalar, que la revista Vagabunda Mx, de México, ha sido una fuente de estímulos incesante para promover y publicar mis propuestas interdisciplinarias. Les ha dado la bienvenida de modo entusiasta. Me referiré a las editadas. En lo relativo a los trabajos interdisciplinarios con artes plásticas, las iniciativas han sido hasta el momento fecundas. En 2021, conocí las naturalezas muertas de un pintor de Palma de Mallorca, España, Joan Damià Albertí Jaume, a través de la Internet. Me puse en contacto con él. A partir de tres de ellas, escribí tres prosas poéticas. La serie se titula «Naturalezas muertas». Otro proyecto de orden interdisciplinario entre pintura y prosas poéticas fue «Fermosa», el que realicé en colaboración con la pintora y escritora Azucena Salpeter, de un talento superlativo, oriunda de la provincia de Formosa (Argentina), pero radicada en La Plata. Se trató también de un trabajo con un tríptico de pinturas y prosas poéticas. A lo que se sumó una pintura a modo de portada. Trabajé en colaboraciones con otra artista plástica de La Plata, Vivi Nikow, de trayectoria internacional, un trabajo titulado “Otoño perdonado”, que conjuga cuatro de sus obras. A las que les intercalé fragmentos del primer poemario de la reconocida autora argentina María Elena Walsh, titulado Otoño imperdonable (1947), que escribió cuando solo tenía 18 años. Lo realizamos, justamente, en un otoño argentino: el de 2021. Plena pandemia cundía en el planeta. Y la otra colaboración, “Puertas al fuego”, otro trabajo con cuatro de sus pinturas, en diálogo con una canción emblemática de la banda The Doors, “Light muy fire”. También realizamos una serie de cuatro entregas para una revista cultural de NY de sección especialmente concebida para el proyecto. Cada miércoles salía una pintura suya acompañada de una prosa poética de mi autoría.

     En el orden de la colaboración entre fotografía y prosas poéticas realizamos un trabajo en colaboración con la fotógrafa profesional Celina Ortelli, bajo el título «Instantáneas de Los Bosquecitos, Argentina». Los Bosquecitos es un barrio declarado reserva ecológica en Brandsen, Provincia de Buenos Aires, Argentina, del cual Celina Ortelli tomó bellísimas fotografías artísticas. Y a partir de un grupo de cuatro de esas fotografías yo les sumé mis prosas poéticas.  

     Realizamos en colaboración con el fotógrafo Mariano Benítez un trabajo, “La escucha”, bastante singular. El trabajo consiste en un tríptico (al que se sumó una portada) de textos subtitulados, con sendas fotografías de Mariano Benítez, que ilustran los distintos lugares en los que acontece cada fragmento del tríptico. Ellos son: unos acantilados de Inglaterra, los acantilados Seven Sisters, una playa de Río de Janeiro y la ciudad de Buenos Aires (al igual que la fotografía que hace las veces de portada del trabajo). Concebí esta propuesta de alcance planetario, a diferencia de otras con unidad de lugar, por lo general Argentina, bajo el influjo del psicoanálisis y de lo importante que es la escucha en él. Y de lo que era la escucha en distintos países, circunstancias, actividades. Según tuviera lugar con extranjeros o con lugareños. Pero también de en qué consiste toda escucha en una interlocución con la alteridad. De qué modo la escucha sostiene el habla o la voz del interlocutor. También en esta propuesta la poesía inglesa o la narrativa argentina ocupan un lugar crucial.

     Es cierto. Hubo sendos antecedentes a todas estas experiencias con los dos fotógrafos con los que trabajaría luego a cuyas obras les puse textos: Celina Ortelli y Mariano Benítez. Pero se trató de casos de fotografías aisladas (una o dos), un trabajo de naturaleza insular, sin noción  de proyecto, sino más bien de exploración creativa.

      Como para cerrar, realicé un trabajo interdisciplinario individual con una serie de fotografías que conseguí sobre el río Li de la República Popular China a las que sumé mis prosas poéticas. En el resto de los casos siempre trabajé en equipo o con obras pictóricas o fotográficas de artistas en colaboración a las que ellos aportaron también puntos de vista, títulos, el orden de la secuencia, sensaciones, impresiones.

     Los estímulos se propagan. Las ganas de escribir se disparan como el producto de otras iniciativas. Me interrogo sobre el arte de escribir, no lo naturalizo. Reflexiono a partir de qué nuevos lenguajes, montajes, diálogos, hacerlo, cómo. Cuestiono la relación entre el escribir y la iniciativa de cómo lo hago. Quiero decir: como escritor no estoy interesado en el trabajo solo con palabras, entre palabras, sobre palabras, en el marco de géneros literarios. Ellos son solo una etapa que se recorre para dar un rodeo y llegar a otras producciones culturales. Hay una demanda exigente en mi caso. Y una demanda de algo distinto. Salirse de los recorridos lineales, de las formas convencionales. Me inclino por los cruces, por las intersecciones, las encrucijadas. Me atrevería a decir que incluso las emociones incómodas. Los estímulos se potencian. Trabajar en coloquio con otros creadores, en particular si provienen de otras disciplinas u otras artes y uno tiene afinidad con ellos reporta momentos de una enorme felicidad intensa. En sintonía, la creatividad se potencia  Los colores, las texturas, los planos, la luz, se combinan, fundiéndose, confundiéndose, inspirando a la escritura para que diga otras cosas. Y que diga todavía más.

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Nació en La Plata, Argentina, en 1970. Se graduó como Profesor y Licenciado en Letras en 2005. Y se doctora en 2014 como Dr.en Letras, todos grados y posgrados en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP, Argentina). Es escritor, crítico literario y ejerce el periodismo cultural. Publicó libros de narrativa breve, poesía, investigación, una compilación temática de narrativa y prosas argentinas contemporáneas en carácter de editor, Desplazamientos. Viajes, exilios y dictadura (2015). En 2017 edita su libro “Sigilosas. Entrevistas a escritoras argentinas contemporáneas”, diálogos con 30 autoras que fue seleccionado por concurso por el Ministerio de Cultura de la Nación de Argentina para su publicación. De 2023 data su libro, “Melancolía” (2023), una nouvelle para adolescentes, publicada en Venezuela. Y de ese mismo año en México el libro de poesía “Reloj de arena (variaciones sobre el silencio)”. Cuentos suyos aparecieron en revistas académicas de EE.UU., en revistas culturales y en libro en traducción al inglés en ese mismo país. En México se dieron a conocer cuentos, crónicas, series de poemas y artículos críticos o ensayos. Escribió reseñas de films latinoamericanos para revistas académicas o culturales de EE.UU. También en México y EE.UU. se dieron a conocer trabajos interdisciplinarios, con fotógrafos profesionales o bien artistas plásticos. Trabajos de investigación de su autoría se editaron en Universidades de México, Chile, Israel, España, Venezuela y Argentina. Escribe cuentos para niños. Obtuvo tres becas bianuales sucesivas de investigación de la UNLP y un Subsidio para Jóvenes Investigadores, también de la UNLP, todos ellos obtenidos por concurso. Artículos académicos de su autoría fueron editados en Francia, Alemania, EE.UU., España, Israel, Brasil y Chile en revistas especializadas. Se desempeñó como docente universitario en dos Facultades de la UNLP durante diez y tres años, respectivamente. Participó en carácter de expositor en numerosos congresos académicos en Argentina y Francia. Realizó cinco audiotextos y dos videos en colaboración. Escribió un cortometrabaje que permanece inédito. Integró dos colectivos de arte de su ciudad, Turkestán (poética y poesía) y Diagonautas donde se dieron a conocer autores y autoras de distintas partes de Argentina en formato digital. Realizó dos libros interdisciplinarios entre fotografía y textos con sendos fotógrafos profesionales, que permanecen inéditos. Se vio beneficiado con premios y distinciones internacionales y nacionales. Se formó en los talleres de escritura creativa ejercida por María Negroni, Leopoldo Brizuela, Gabriel Báñez (de quien se siente discipulo sobresaliente) y, el más reciente, en Buenos Aires, con Susana Szuarc.

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