Umbral
La muerte lo sorprendió
en el lugar
que había elegido
tuviera lugar.
No obstante
Las promesas
no son siempre
leales.
Una proeza
que pocos mortales conquistan.
No es poco.
Una dama
de Europa central
aduce:
“sus poemas,
sí, sus poemas.
sus cuentos,
son la gloria”.
Susurra a oídos
de otra
que está a su lado
con un vestido
de terciopelo,
sostiene en el aire
un libro
lleno de seres fabulosos
o bien cuyas propuestas
no congenian con
el realismo
que germina en su patria.
Toda su vida
ha sido un milagro.
Entran a tallar, ahora sí,
en aquella noche ginebrina
la sagacidad
junto a una erudición
extraordinaria
para un mortal.
¿Cuánto dura descifrar
la inmensa biblioteca
de libros en inglés
de su padre?
Desde chico
había demostrado
el anhelo de ser escritor
y traductor.
La inquietud nerviosa
de ciertas palabras,
la destrucción del fuego,
con aire de mar,
aquí en Ginebra
toda su obra suscita
devoción o repudio.
Una vocación
que se afronta o se abraza
según los casos.
Estamos hablando
del desafiante autor
de batallas, polémicas,
humoradas, ironías,
parodias.
En fin, lo que sabemos.
Las mujeres que se informan
acerca de su estado de salud,
respiran ahora sí,
recuperando la calma.
Les importa mucho
(demasiado)
la suerte de alguien
que en el crepúsculo de su vida,
decide que sus restos
descansen en otro país,
en el que se habla
otro idioma
(paradojas que han
ocurrido en el caso
de otros colegas)
Mientras tanto,
el mundo entero
lo celebra.
La Humanidad sucumbe
enamorada a sus pies
la mujer ginebrina,
adorándolo
como a una estatua
del Buda o de Rodin
Él sabe quién es.
Se lo ha dicho al oído
una mujer honesta y culta.
Incapaz de ofender.
El hombre, por fin
en tierra ginebrina,
se siente a salvo.
Hace años que desconocía
la paz.
Con la seguridad
de los primeros pasos
comienza a perecer.
La Muerte
se viste de oro y plata
esa tarde.
Hasta la Muerte le teme.
Él cree recordar vagamente
que ha nacido
en la Buenos Aires
de las orillas…
Esas tierras
que rodean
la zona urbana.
Lamenta no haber nacido
en Canadá o New England.
Hubiera sido un privilegio.
Argentina es un país
de nostalgias
(en tanto Islandia lo cautiva).
Mientras tanto
su lápida
está siendo tallada
en una piedra modesta.
Los guerreros esgrimen
las espadas,
los escudos
protegerán así
el pecho
de las espadas
de los contrincantes.
“Y Que no Temieran”
reza la inscripción, ahora sí
tallada justo
en la mitad de la roca.
El tiempo se detiene.
El mundo
está expectante
de algo inminente.
Las armas
brillan, brillan, brillan
mitad acero,
mitad luna,
mitad sol
mitad aguacero.
Será su morada
perenne, en ese cementerio
reservado a los
artistas de talento.
Sus restos son enterrados
en una mañana victoriosa.
Verlo, en adelante, será
estar iluminado
por el color
del tiempo.
Probablemente
en el sepia
de un daguerrotipo.
Inicial
La sífilis
lo ha devastado.
Ahora yace enfermo
en una tienda
sin ventanas.
Solo puede verse
a sí mismo
en el agua sucia
de una palangana
opacada
con tierra
de arena y lava.
Luego de una vida
extraordinaria
como la de poeta
con en una multitud
de contravenciones.
Tiranías caprichosas
conquista el don
de morir,
como Narciso,
mirándose
en un espejo de agua
no más hondo
que la palma
de su mano
en la palangana
Este hombre,
eternamente un jovencito
(como toda muerte precoz
se hace de él un mito)
da nacimiento
w
de las palabras
Es ahora una gramática
revolucionaria.
Su legado es
desconcertante.
Un cometa, con brillo fugaz.
Una lección inaugural
con el comienzo
de ser una nueva literatura.
A él se le debe
la recuperación
del lenguaje ardiente.
La primera ovación
a Rimbaud