El género literario de las memorias es sin duda una ventana a una época, más cuando las escribe alguien como un editor que estuvo en contacto con buena parte del mundo cultural y político. Este noviembre se presentó en la Ciudad de México La última palabra, las memorias del editor Juan Grijalbo (1911-2002). La edición especial se publicó con el diseño editorial de la colección Biografías Gandesa, en el cual se publicaron 110 títulos: La última palabra se suma como el número 111. Poppy Grijalbo, editora e hija de Juan, decidió publicar este libro en el vigésimo aniversario luctuoso de su padre, para preservar su legado.
La decisión de Poppy de dar a conocer este documento histórico surgió a partir de otro fallecimiento, según contó en entrevista: “El julio del año pasado estaba en Ibiza, verano en España, y recibí la noticia de que Aldo Falabella ha fallecido. Aldo fue la mano derecha de papá en México: lo fue en Grijalbo, luego cuando dejó Grijalbo siguió siéndolo. También fue mi mano derecha en el mundo editorial siempre en México: para la SEP, para Caniem (Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana). Cuando falleció me di cuenta de que mi punto de unión con México ya no estaba, desapareció”. La Caniem coorganiza la Beca Juan Grijalbo, un posgrado creado por el editor Juan Grijalbo para fomentar el desarrollo profesional de la edición en México.
En ese momento recordó el manuscrito de su padre, quien le dedicó tiempo a sus memorias al final de su vida: “A papá Carmen Balcells y yo le pedimos siempre que escribiera sus memorias. Hasta que Carmen le dijo un año antes de fallecer: ‘Juan, te voy a mandar una persona, le vas a dictar y va a transcribir’. Durante un año estuvieron haciéndolo. En diciembre de 2001 estábamos en el comedor de mi casa, llegó papá con un montón de papeles y me dijo ‘Toma, aquí lo tienes’, ‘¿Qué es esto?’. ‘Las memorias, ya las tienes: son tuyas’. Perfecto”.
Poppy guardó el documento y no lo leyó hasta después de la muerte de Juan Grijalbo, pocos meses después: “Las leí a modo personal. Las he leído varias veces cuando me hacen entrevistas, cuando doy conferencias. Pero cuando fallece Aldo Falabella y tengo 2 nietas, tengo mis hijas, la beca está, y de pronto me doy cuenta que hay muchísima gente que no sabe que ese señor además de fundar una editorial fue una persona políticamente muy implicada, socialmente muy implicada. Para mí fue un padre referente con muchos puntos de unión. Me dije ‘Tengo que hacerlo’. Me tomó una semana editarlas. Pero cuando acabo me doy cuenta que no soy la persona para hacer eso, porque mi unión con Juan era tan grande que no tengo perspectiva. Hay muchas cosas que él no cuenta, que si no las contó por algo sería. No me puedo permitir el lujo de añadir nada”.
Por ello quiso delegar el trabajo de revisión editorial: “En Barcelona reuní a dos personas del mundo editorial, editores de mesa, para que hagan el trabajo de investigación. Papá la memoria lejana la tuvo muy cercana, y la memoria cercana muy lejana. Había un desorden de nombres, fechas, mezcladas con políticos. Eso lo hicimos, se tardó bastante en hacerse todo”.
Por recomendación de su yerno Poppy incluyó una selección fotográfica: “Con una imagen se entiende mucho mejor cómo era el mundo cuando nació. Recogí fotos desde 1915 hasta que falleció, de toda su trayectoria tan diversa que tuvo”. El diseño editorial es especial, pues rememora su colección Biografías Gandesa (nombre del pueblo donde nació): “Decidí hacer una edición no comercializable, solo se han hecho 300 ejemplares. La piel con dos aros, sobrecubierta, por dentro dos colores. Las fotografías no están tratadas, que no parezcan de Photoshop,sí cómo eran”.
Haber presentado el libro en México fue algo especial, pues Juan Grijalbo salió de España por la guerra civil y el franquismo: “Hay muchos guiños a México, es una edición una especial. Papá salió exiliado en el ‘39, fue en barco de París a Nueva York, y de Nueva York a México en autobús. A México porque estaba Lázaro Cárdenas y pudo entrar en el país, como muchísimos más. Cosas de la vida: quería que Cuauhtémoc Cárdenas hubiese hecho la presentación conmigo, por ser el hijo de Lázaro, autor de Papá y amigo. Pero no está en México en estas fechas”. A Poppy la acompañaron Tomás Granados y Daniel Goldin, ambos amigos y profesionales del libro.
Viniendo de trabajar en la banca, Juan Grijalbo comenzó en el mundo editorial al llegar a México en 1939, con empresas como Atlante y la Exportadora de Publicaciones Mexicanas. Para la editora, revisar la biografía de Juan es ver un camino de trabajo y esfuerzo para llegar al éxito: “Es darse cuenta lo que hace un niño que nace en un pueblo de Tarragona, en Gandesa, la cosa más chiquita que nos podemos imaginar. Trabajaba en la banca, se mete al sindicato, al partido comunista, llega Franco a España y tiene que huir. Llega a México y crea Atlante con la Unión Soviética. No funciona aquello, pero no tenía otro medio de vida. Se dijo ‘Voy a coger el avión de la lechera, que paraba en todo Centroamérica en cada ciudad, voy a intentar vender los libros que tengo’. Es cuando se da cuenta que de eso puede vivir”.
Tras esa experiencia en el avión al visitar varias ciudades para vender el catálogo Juan platicó con Daniel Cosío Villegas, fundador del Fondo de Cultura Económica: “Le dijo ‘Fíjate lo que he hecho’. ‘Eso lo hacen los editores’, le contestó. Papá pensó crear la editorial Grijalbo, ya sin ninguna vinculación con el partido comunista, pese a que durante muchísimos años publicó Stalin, Marx, la enciclopedia de la química, por su relación con el partido comunista de la Unión Soviética. Luego le llega, no sé por qué, la biografía de Pau Casals, el violonchelista catalán. Decide crear Biografías Gandesa, el nombre donde nació. Por eso incluyo el número 111 las memorias de papá”.
Sobre el texto, la editora comentó: “Se mezcla tanto lo político con lo editorial: hay una parte política muy importante, también una parte editorial. Esa curiosidad que tuvo de conocer a Ramón Serrano Suñer, el cuñado de Franco, que de casualidad nació en Gandesa como papá. Lo quiso conocer y publicar sus memorias. Papá era una persona que sentaba en la mesa en la época de Franco a Carrillo, a Fraga y a Terradellas”: Santiago Carrillo, líder del Partido Comunista de España, Manuel Fraga, ministro durante el franquismo y Josep Terradellas, presidente de la Generalitat de Catalunya.
Para Poppy el éxito en el oficio de editor también se basa en el instinto de saber qué libro puede vender: “Ser editor no se puede aprender, tienes el sentido. La gente me pregunta ‘¿Cómo sabes que se va a vender un libro?’. No tengo ni idea. Lo veo y lo sé. Lo mismo papá. No sabía inglés, veía el Publishers Weekly y sabía lo que tenía que comprar. Papá no había publicado folletín, ni pensaba publicarlo en su vida. Cuando Carmen Balcells le entrega El padrino de Mario Puzo, decide sí publicarlo. De ahí nace el primer bestseller. Hasta El padrino no había bestsellers, después vino Irving Wallace, todos los que en su momento fueron famosos”.
Sobre la Beca Juan Grijalbo, Poppy rememoró un poco: “Papá decidió hacer cuando le entregan el Premio Juan Pablos, en el año 1989, para devolver a México lo que le había dado. El posgrado de edición tiene ya 30 años. Se paró cuando el Covid, yo lo paré: me decían de hacerlo telemáticamente pero no tenía ningún sentido. El sentido de la beca es que esté la gente junta y pueda interactuar: telemáticamente se pierde un montón de cosas. El orgullo de la beca es ver a gente como Consuelo Sáizar, de la primera generación, y ver a dónde ha llegado después. Mucha gente me ha comentado lo que ha podido hacer en su vida gracias a la beca. Es un gran orgullo”.
Por último, Poppy resaltó el agradecimiento a México, explícito en la creación y continuidad de la beca que lleva el nombre de Juan Grijalbo, pero también presente con la decisión de siempre tener el pasaporte mexicano: “Su agradecimiento al país: en España el último premio que tuvo fue la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. Papá murió con el pasaporte mexicano, nunca quiso tener el pasaporte español. Con la Cruz de Isabel la Católica me decía ‘No me lo van a dar, solo se lo dan a españoles y no tengo carnet de identidad’. Para él fue un gran reconocimiento que España le reconociese su labor, después de tantos años. Y la suerte que tuvo de que todo lo que le dieron fue en vida, normalmente es tras el fallecimiento. Fue un honor para él”.