Juan Pablo Villalobos presentó su más reciente novela Peluquería y letras (Anagrama) en la pasada edición 36 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde tuvimos oportunidad de conversar con él.
Peluquería y letras es presentada en la contraportada como «una novela delirantemente divertida sobre cómo el mundo cotidiano puede transformarse en un enloquecido disparate». Y cumple cabalmente con ello. En esta breve obra, Villalobos nos lleva a sentir lo absurdo que siempre habita en lo cotidiano, en la normalidad, el humor que hay en ello, lo que nos invita a reflexionar sobre la complejidad que existe en esos rincones que creemos insulsos, apacibles, repetitivos o familiares; y cómo la manera en que observamos el mundo puede hacer que ante un mismo hecho algunas personas pasen de largo, otras no paren de reír o que otras se entreguen a fatalismos incomprensibles.
La entrevista
¿Realmente Peluquería y letras ha significado una apacible pausa para ti de la literatura comprometida o solo es un guiño para que las o los lectores desconfíen y traten de encontrar compromisos por sí mismos en una narración que apela a la profundidad de lo cotidiano?
Juan Pablo Villalobos: Yo diría que las dos cosas, es decir, no están peleadas. Es verdad que Peluquería y letras es un libro aparentemente más ligero, aparentemente menos coyuntural, que no está hablando tanto de algún conflicto que esté sucediendo en este momento en el contexto en el que vivimos, por ejemplo, sobre la violencia en México y cosas así, pero una parte pareciera que sí, y por otra, creo que también tiene su reflexión política, es como una parodia, como si estuviera diciendo: este libro no es esto, pero al decir este libro no es esto está diciendo al lector qué es, qué idea de la literatura tiene. Por lo menos esa era mi idea al escribirlo, quisiera invitar al lector a desconfiar de lo que lee, decirle que hay algo más atrás de esto, hay algo culto, un misterio, hay un secreto aquí que no se sabe bien qué es pero que tiene que ver con lo que se que se dice más hacia el final del libro, esa la reflexión sobre que si no acaso cuando escribimos literatura comprometida no estamos simplemente dándonos una especie de exculpación, como decir yo ya hice mi parte, a mí ya nadie que me pida nada porque yo ya escribí un libro para salvar al mundo.
En tu novela se respira un nihilismo disfrutable, ¿consideras que hace falta más nihilismo que compromiso en la literatura y el arte para escapar al mercantilismo omnipresente en el que sobrevivimos?
Juan Pablo Villalobos: Creo que se necesita de todo, no creo que tengamos que ser excluyentes, como decir, bueno ahí esta idea y ahí esta esta otra, y ninguna tiene que ser mejor que otra. Yo mismo he escrito diferentes tipos de libros y he pasado por un proceso donde he ido cambiando mi idea de la literatura, de la escritura, y yo sé que esa idea no es una idea definitiva o sea estoy pasando por ahí y voy a ir a otra cosa, y en esa otra cosa a lo mejor me contradigo de algo que te estoy diciendo hoy, pero creo que eso está bien, está bien cambiar de idea, cambiar de opinión, es parte de sentirse vivos, de no mantenerse rígido, estático, en un sitio que creo que es una manera de envejecer muy mala.
Además de nihilismo y de ese narrar lo cotidiano con suspenso, en tu obra, y no solo me refiero a Peluquería y letras, hay humor. Crees que apostar por el humor en la literatura es animarse a navegar en una poética del riesgo, el riesgo de logar un vínculo más complejo con el lector, que los referentes y códigos culturales surtan el efecto deseado, algo que la literatura solemne no tiene que negociar.
Juan Pablo Villalobos: Siempre hay una negociación entre el narrador, vamos a decirlo así, de una novela y, en este caso, el lector; ese acuerdo parece muy sencillo pero en realidad es muy complejo porque, por un lado, el autor está jugando con las reglas de un género narrativo donde reproduce su propio universo que tiene unas reglas propias, y es una propuesta que el lector tiene que aceptar, así que ahí está el pacto.
Y me parece que eso tiene que surgir de una manera muy genuina, muy auténtica y no con el cálculo de cómo hago yo para convencer al lector o cómo hago yo para crear ese vínculo, creo que el propio autor tiene su relación con el mundo y con los demás y tiene que producir como resultado de esas relaciones su propia literatura sin estar a priori preocupado por qué va a suceder después con el lector, pero reconociendo que hay un otro allí, o sea, que no es que nada más que estás tú ahí encerrado escribiendo ¿no? Sino que hay otro y ese otro te va a leer, ese otro existe y tienes también una responsabilidad con ese otro, que es la responsabilidad de la palabra y es la que tenemos todos, es decir, todos somos responsables por nuestras palabras, también los escritores.
Así como en nuestras familias alguien nos puede decir me hiciste sentir mal y eso tiene consecuencias, también un escritor es responsable de lo que narra. Claro, no al grado de que alguien te va a meter a la cárcel por haber escrito algo, pero es cierto que tienes una responsabilidad en cómo simbolizas, como metaforizas o cómo representas el mundo y, por lo tanto, este otro, el lector, también puede interpelarte reconstruir las ideas que tiene del mundo a partir de su literatura y de alguna manera dialogar contigo, que yo creo que la literatura es eso: diálogo.
Crear perplejidad a través de la narración de pequeños gestos, charlas, incluso de trámites burocráticos irrisorios, ¿ese trabajo fino como escritor has sentido que te ha acompañado desde tus primeras obras o solo lo has conseguido tras un camino largo?
Juan Pablo Villalobos: Hay cosas que, digamos, ya desde el origen estaban, algunas tienen que ver con la comedia, por ejemplo, que es una manera de estar en el mundo, es una manera de mirar el mundo. En mi caso, la comedia es huir de la solemnidad, de la seriedad y buscar otro punto de vista que presuntamente, como decías tú, detecta lo extraño, detecta lo particular, lo singular de resistirse a caer en en los estereotipos, en los clichés; creo que esas ideas siempre me han acompañado, lo que pasa es que hay diferentes maneras de manifestar esas ideas, no son siempre las mismas, pero en esencia sigo creyendo más o menos lo mismo respecto a la literatura aunque vaya tomando diferentes formas.
Hablando de obras pasadas, justamente hace alrededor de diez años que escribiste Si viviéramos en un lugar normal, ¿hoy describirías igual Lagos de Moreno como lo hiciste en esa obra o algo ya se modificaría?
Juan Pablo Villalobos: De hecho ahora estoy escribiendo algo que está situado en Lagos otra vez. Creo que lo que ha cambiado quizás no son mis ideas, como decía antes, estas pueden ser muy parecidas, pero hay una manera en ese libro el expresarlas que creo que es muy estridente, como muy exagerado, y funciona, está bien, no voy a renegar, pero es algo que escribí hace más de diez años y hoy creo que soy más útil. Aunque quizás sigo diciendo lo mismo ahora no lo digo con ese lenguaje, no hay ese cinismo, ese sarcasmo, a nivel del lenguaje también hay menos vocabulario altisonante. Quizás me hago viejo, no lo sé, pero ahora veo que hay menos trazos gruesos en mi escritura. Si viviéramos en un lugar normal es un libro escrito con colores chillantes, muy grotesco, y ahora creo que mi escritura es más suave, aunque al final a lo mejor la impresión que te deje sea más o menos la misma.
Por último, ¿qué opinas del efecto que están teniendo diversas consignas de lo políticamente correcto en la literatura?
Juan Pablo Villalobos: Pienso que son un falso debate. Es como la historia de Pedro y el lobo ¿no? Hay una serie de personajes llamando constantemente la atención diciendo “me están censurando, me están censurando, ya no se puede decir nada por lo políticamente correcto”. Sin embargo veo que sigan publicando, siguen hablando, son entrevistados. Así que no veo dónde está la cancelación. Respecto al ámbito editorial, estamos hablando de empresas privadas, así que pueden decidir qué publican y qué no. Entonces me parecen que son como falsos debates que tiene más que ver con ciertas personalidades provocadoras que buscan en esta estrategia la manera de llamar la atención, de que les hagan caso. Yo no veo que haya realmente, más allá de esto, una limitación a lo que yo pueda o quiero escribir. Sigue siendo igual que hace veinte años, escribo lo que quiero escribir. Evidentemente estoy atento al contexto y al mundo en el que vivo, pero eso también sucedió antes.