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A esta altura de mi vida, en que vengo escribiendo crítica literaria desde alrededor de 1994 (y doy esta fecha orientativamente, para confirmar mi afirmación), me vengo formulando muchas cosas acerca de ella. La crítica me interesa también como un asunto a descifrar.

     Algunas preguntas serían estas: ¿Sirve para algo la crítica literaria? Es decir: ¿qué justifica el hecho de que yo escriba tanta crítica literaria o de que ella  exista? ¿a la gente le sirve? ¿los lectores confían en lo que escribo? ¿qué relación se establece entre el discurso literario y el discurso crítico? ¿me aporta algo como crítico el serlo o haberme consagrado durante tan larga temporada a escribirlo? ¿no parasita de modo innecesario el discurso crítico al literario? ¿en qué consiste escribir crítica literaria? ¿en qué se diferencia de escribir literatura? ¿tienen alguna relación ambas prácticas para quien las ejerce al mismo tiempo? Los estudios de crítica literaria ¿no cierran más sus posibilidades de polisemia que en el caso del discurso literario? Cuando escribo literatura ¿no soy acaso mucho más libre, me siento más un hacedor que un analista? ¿Me siento más realizado que cuando interpreto el discurso literario de otros autores? El universo de la literatura no depende de nadie más que el ser escrito por un autor como mínimo preparado. La crítica literaria necesita antes que nada de un agudo lector que luego se siente a escribir sobre ella. ¿Toda la crítica literaria que escribo es idéntica, sigue el mismo procedimiento, da los mismos pasos? ¿la crítica exige de mí exactamente lo mismo que la literatura? ¿O fluctúa de crítica a crítica? Estas preguntas naturalmente que resultan imposibles de ser contestadas, en el caso de que lo fueran. Pero sí problematizan un cierto tipo de relación que se establece entre un creador de literatura y un crítico literario, por más originales que seas sus producciones.

     En fin, son muchas preguntas. Y son demasiadas preguntas. Pero al mismo tiempo, me pregunto si esta cantidad proliferante de crítica no estará haciendo languidecer a muchos escritores en lugar de abocarse a sus propios libros. Libros/libres. Este par a mí me pone en el aprieto de justificar por qué hago algo que vengo cultivando desde hace tantos años. Buscando respuestas que espero no sean tan lapidarias al punto sentir que he perdido mucho tiempo (quizás demasiado) habiéndome dedicado a escribir crítica. Me pregunto si la crítica es algo que me persigue, es inmanejable, es una práctica que está fuera de control, de la cual no puedo prescindir, como si fuera una práctica de la que no logro liberarme. Una práctica social que a mí me mantiene por fuera de la escritura completamente (o casi) libre de escribir cuentos y poesía.

     Es cierto que he escrito ensayos y artículos que no han sido sobre crítica literaria. Algunos han sido sobre fenómenos de la realidad. Sobre psicoanálisis. Sobre artes plásticas. He escrito textos críticos ligados a música y músicos. Crónicas de teatro. Es cierto que no ha sido una mayoría. Ganan por amplitud los trabajos de crítica literaria. Pero ¿qué me ha aportado o qué ha aportado la crítica a mi escritura creativa?

     Es una  pregunta compleja. Porque efectivamente conocer a fondo los rasgos de la obra literaria, sus recursos, sus mecanismos, su relación con el resto de discursos sociales, la relación de una obra con en el seno de toda una poética, un corpus (digamos) completo de un autor o cerrado  o abierto, porque todavía el autor está en actividad. Puede publicar nuevos libros que como dice mi madre “publican uno que desmiente todo lo hecho hasta ese momento”. Todas las hipótesis de lectura presente en abordajes preliminares. Postulados como aseveraciones tan firmes.

     Para ir a un caso concreto, para mi  tesis de Licenciatura en Letras y la de Doctorado, en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), yo investigué sobre la poética de la autora argentina Angélica Gorodischer. La hipótesis en mi tesis doctoral era que si la otra autora en cuestión, Tununa Mercado ponía un énfasis en la memoria, el recuerdo y el exilio (escribiéndolo más tarde de su regreso a su país, ya restaurada la democracia), Gorodischer en cambio había apostado a discursos futuristas escribiendo ciencia ficción. Había permanecido en el país durante la dictadura, en circunstancias adversas. Entre lo memorativo o lo rememorativo y lo que promovía una ficción que tuviera lugar en universos hipotéticos del futuro (por lo general), se establecía contrastivamente un contrapunto. Esto fue así hasta que Gorodischer publicó un libro, Historia de mi madre, en el que intervienen todos los géneros del yo: los diarios íntimos y de trabajo, la biografía, la autobiografía y los carnets o apuntes de trabajo. Al haber salido este libro, mis hipótesis se vieron, como podrá imaginar el lector, comprometidas al punto de tambalearse. Y tener que buscar una vuelta que la volviera aceptable a mi plan de Doctorado.  

     No recuerdo en este momento cuáles fueron mis recursos para seguir sosteniendo ese apartado de la tesis (que era muy importante), frente a este obstáculo frente al cual la vida misma había contrariad. La de la autora en cuestión que había tenido resonancias en mi plan de trabajo.

    No me puse de mal humor. No desesperé. No pensé que estaba perdido. No creí que no podría terminar más la tesis. De hecho la Argentina cuenta con varios escritores y escritoras que ganaron al postularse a la beca Guggenheim, pero sin embargo desde el plan inicial, el resultado cambió por completo en su instancia final. No habían escrito lo que en el plan de trabajo con el que todos ellos esperaban triunfar. Llamaba tanto la atención el desvío entre el plan de trabajo original y el resultado final, que resultaba asombroso. Al punto de que yo me preguntaba de qué  modo iban estos autores y autoras a justificar semejante cambio entre plan original y  el resultado al terminar.

     Esta fue una variedad de discurso crítico de naturaleza académica. Yo he ejercido la crítica literaria en instancias académicas y en otras  periodísticas. O gubernamentales. También en instituciones ligadas al saber o la literatura que amparaban mi discurso crítico publicando mis trabajos críticos.

     Pero como para regresar al inventario (que puede servir como guía) de todas las preguntas que me formulé al comienzo, la prioritaria diría que tiene que ver con cuál es el fundamento de la crítica literaria ¿Sirve? ¿sirve para qué? ¿cuál es la razón de su existencia y permanencia? Pero, por el otro ¿debería servir para algo? Esta pregunta por el fundamento es a mis ojos crucial. ¿Por qué razón escribo crítica y no me consagro a mis poemas y cuentos en varias ocasiones? Hay una respuesta para ello elocuente, que tiene que ver con que entre cuento y cuento o poema y poema en ocasiones pasa mucho tiempo. Se prolonga el tiempo del trabajo literario. No llegan ideas. O si llegan estoy muy cansado precisamente porque estuve dedicado a la crítica literaria. Si me preguntaran honestamente por qué escribo crítica, diría casi sin vacilar que es una práctica espontánea. Eso por un lado. Por el otro, poner en orden ideas que de otro modo seguirían girando y girando en mi cabeza, provocándome encima alguna clase confusión, malestar, vida desapacible o que me permite ganar tiempo y es un descanso de la literatura a la que al menos en mi caso compromete mucho más el trabajo con las emociones, la memoria, la afectividad, la lucidez, la imaginación. Todas estas funciones que uno pone en juego al escribir ficción, a uno lo fatigan. Lo sumen en un estado bastante vulnerable. Decíamos el enorme poder de concentración y de esfuerzo, de cansancio que produce el escribir un cuento o varios poemas. Es un esfuerzo mental. Pero que compromete también al cuerpo entero. Y compromete también nuestra socialización. Y compromete nuestros deseos de hacer otras cosas que no sean escribir literatura. Y cuando las publicamos a esas críticas, en diarios, revistas o una tesis, también la mirada de los lectores será una producto de juzgar cómo escribimos, cómo pensamos, de qué modo dialoga nuestra literatura (a la que están más acostumbrados) con este otro tipo de discurso que regresa sobre lo escrito por otros.

     Por añadidura, yo no soy novelista. Soy cuentista y poeta. Si bien se trata de ejercicios breves, sin embargo regresar de modo obstinado a los mismos textos porque uno no los ha corregido lo suficiente, o luego de permanecer inéditos durante un tiempo prolongado o más breve, renueva nuestra atención prestada a ese texto que creíamos que estaba finalizado pero en verdad requería de una buena corregida más  en profundidad.

     Esto en lo relativo a escribir literatura frente a otros discursos sociales. Un trabajo muy a fondo entorno de una obra literaria, un trabajo conceptualmente exigente, puede agotarnos o dejarnos en un estado perturbador. Algo que no estaba allí, delante de nosotros, ahora sí lo está. Del universo creativo pasamos a quedarnos exhaustos. Por otro lado, ser un crítico a secas no es lo mismo que ser un escritor que escribe literatura (de cualquier género) pero a su vez hace crítica. El escritor, cuando escribe su crítica, sabrá de los secretos ocultos detrás de una buena obra literaria. Conocerá qué y cómo se presenta una génesis de escritura poco antes de dar a luz un texto literario. Digitará sus hilos invisibles.

     ¿Y cómo es la génesis de un texto crítico? Esa es una pregunta que solo me dejará escribirla en el tiempo. Mi conocimiento de la escritura en 1992 y el actual guardan muy pocas semejanzas. Para mí escribir crítica era por aquel entonces un tipo de escritura que se me resistía. Era un material con el que tenía que hacer un esfuerzo superlativo para que al menos fuera digno el escrito. Tuviera la dignidad estética de ser publicado. Porque también para escribir crítica hace falta imaginación crítica. Un pensamiento crítico original no es lo mismo que uno trillado o que no resulta renovador. Uno lo que sí hace es, en la medida en que con el tiempo se incrementan los saberes críticos, disponer de más herramientas críticas. De una fluidez en el discurso crítica que se parece por su fácil discurrir a lo novelesco. Y en la medida en que el texto crítico comienza a crecer, crece con motivo de un crecimiento, de una madurez crítica. Pero eso a mí me llevó a hacer un Prof., luego una Licenciatura y luego un Doctorado en Letras alcanzar por fin una madurez crítica y teórica. Llegué a ese punto luego de añares de leer, leer, leer ficción y crítica. En especial en la Universidad. Otros discursos sociales también. Llegué a ese punto porque hubo mucho antes una gran cantidad de escritos críticos, de ejercerlo en la Universidad, de escuchar a docentes qué era y en qué consistía el discurso crítico. Los Profesores en Letras, casi todos doctorados, nos ponían en situación de escribir crítica académica. Tanto en cuestionarios como en ensayos que nos hacían escribir en el aula durante pruebas examinadoras.

     La Universidad por supuesto que consolidó mi trabajo crítico. Y ahora con muy poca necesidad de estudiar puedo escribir crítica habiendo leído los libros de literatura, sin necesidad de taparme de teoría literaria y de teorías sobre la crítica. Es cierto que preguntarse qué es la crítica, o en qué consiste un texto crítico a mí como autor de ese tipo de discurso me ayuda. Y me ayuda mucho. Problematizo categorías, adquiero un mayor metalenguaje de mi disciplina, me sirve para una lectura menos superficial pero sí indagar en los mecanismos de funcionamiento de la crítica, el tipo de marco teórico y crítico en el que me ejercitaré. Me servirá para refinar los análisis. Los abordajes críticos cada vez más hondos. Cada vez más elaborados. Cada vez más independientes de bibliografías específicas o generales.

     ¿Cuándo afronto la crítica como un trabajo profesionalizado? Yo no podría poner fechas a este proceso que me hizo desvincularme de la literatura para pasar a manejar la destreza de estudiar los mecanismos constructivos o semánticos de una obra literaria. Lo que sí podría afirmar es que hay un cierto tipo de crítica: el académico, que tiene reglas muy precisas, un metalenguaje absorbente y también un tipo de discurso estrictamente reglado. Vinculado a categorías y conceptos que nos enseñó la Universidad y el posgrado en mi caso. Yo he escrito crítica para revistas académicas de Universidades de distintas partes del mundo. Y también he escrito crítica para publicaciones periodísticas de distinto orden y grados de pensamiento abstracto, tanto en Argentina como en el extranjero. Jamás me sentí en desventaja ni menos aún complejo de inferioridad producto de pensar que en las Universidades extranjeras el trabajo formativo es mayor. No. Desde la UNLP y aprendí toda una serie de saberes que me resultaron utilísimos a la hora de desarrollar mi carrera como crítico. Desde la crítica académica a la mediática yo proponía un diálogo que discurriera con rigor para la escritura crítica en los medios y de los medios. Los códigos son otros. La Universidad solicita un uso escrupuloso del metalenguaje, exige formas de citación muy específicas, suelen ser de mayor precisión, ser evaluados por comités académicos, ser menos amplias, más restringidas en su circulación. En tanto para un medio de comunicación o para una revista específica aunque no sea académica pero sea muy seria (para las cuales yo he trabajado en varias oportunidades) uno puede permitirse más permisos. Ser más amplio y pero también más exigente que otros críticos que suelen escribir desde los medios con formación de periodismo cultural. O crítica más anecdótica,  con una interpretación de un texto o una poética que no va al fondo de sus núcleos semánticas. A mí si bien el discurso mediático es más blando que el rígido académico, lo reivindico de modo elocuente. Me parece interesante ir al encuentro de la sociedad con textos desafiantes, difíciles no porque sean arcanos sino porque sencillamente  no simplifican o, si así se desea, no son simplistas. El ánimo por argumentar, por comprobar hipótesis de lectura luego de haber leído con interés, atención y hasta con entusiasmo textos literarios que en ocasiones son resistentes a la crítica.   

     Cuando escribo crítica o literatura es cierto que mi cabeza está trabajando de modo completamente distinto. Es un escribir en el que mi costado cognitivo está buceando más allá del texto. Ver qué encubre. Saber en qué consiste la secreta trama de sus implícitos. Poner el foco en puntos que antes daba por hecho pero que ahora debo fijar en una interpretación. Hay tantas miradas sobre el texto literario juzgado desde la crítica, que las lecturas son muy variables. Lo he dicho en otras oportunidades. Pero una crítica desde el psicoanálisis, la sociología de la cultura, la mirada que desde el marxismo se pueden todas ellas separar como formas de abordaje muy distinto. Y en este punto la formación de un crítico resulta crucial. En  particular en cuál ha decidido especializarse. Al igual  los corpus que va a abordar. Los habrá que manejen el diálogo de la crítica con la teoría cada vez más refinado hasta aquellos que hayan leído menos teoría y crítica pero muchísima literatura. Este diálogo entre producción de literatura o poética y conocimiento de corpus da por resultado un tipo de escritura distinta. Sin tanto metalenguaje, menos aferrada a modelos y marcos, sino que con una escritura en la que unos puede permitirse más licencias. Esto permitirá el  logro de aportes que en lugar de formular tanta teoría, lo que sí hace es repasar el texto con prolijidad poniéndolo en coloquio con todo el conjunto de textos literarios del patrimonio simbólico del crítico. Estableceré muy probablemente relaciones intertextuales, intratextuales, relaciones complejas con las otras formas de argumentar que son las propiamente literarias. Esta interacción entre discurso literario y más discurso literario suele dar por resultado una escritura virtuosa. En lugar de llenar de modo abigarrado un texto crítico con teorías, nombres técnicos, saberes específicos de las Letras, en cambio se embellecen en ensayos personalísimos. Estos ensayos suelen tener un estilo elegante, ser lúcidos en muchos casos, poner en ellos el énfasis sobre cómo están escritos, no solo de qué hablo cuando escribo crítica. El cómo es lo importante. Incluso es la clave. Pero también estar menos poblados de elementos que puedan separar a lectores no profesionales de la crítica. Los académicos escriben para académicos. Y el periodismo cultural es un tipo de discurso que tiende a democratizar al texto crítico o los saberes que él propone al lector. No se maneja con citas por lo general. Es demasiado breve. No se puede con él alcanzar zonas profundas de un texto literario, salvo honrosas excepciones.

     La  propuesta de cada crítico es única. Lo que sí diría (y dicho esto sin soberbia), que hay enfoques originalísimos y hay otros esquemáticos, lineales, conceptualmente endebles, muy aferrados a bibliografía, aferrados con uñas y dientes a un metalenguaje que en verdad  lo único que logra es que ese productor lo sea de doxas, pensamiento cristalizado, lecturas que no se multiplican hacia otros significados sino que se cierran. Se clausura a esa lectura. Se la confina en un escrito que no tiene ni fluidez ni belleza. Todo el tiempo el metalenguaje (ya de por sí artífice de hermetismos) si el crítico no tiene cuidado confina el texto crítico a ser incomprensible para alguien que no sea un experto o un lector profesional.

     Y como para cerrar, me preguntarán entonces ¿para qué y por qué escribo crítica? La respuesta sería clara y rápida: porque me sale hacerlo. Porque me sirve para pensar la literatura que voy a escribir, trabajando en un laboratorio. Porque leo un texto literario y me dan ganas de compartirlo con otros para que antes de ingresar en él tengan una puerta entreabierta. No para cerrar sentidos, sino para mantenerlos abiertos. Para expandirlos, para dar precisiones, para no dejar que ese texto que uno leyó pase de largo frente a toda la comunidad de escritores, críticos, teóricos, profesores, investigadores. Apuesto a una crítica perdurable, aún en los medios masivos. 

     ¿Cuáles son los géneros de la crítica? Pues el artículo, el ensayo, la nota, las reseñas de libros como novedades bibliográficas, las monografías. A lo que en mi caso particular apostaría fuertemente a la entrevista a escritores, porque antes de entrevistarlos, elaboro cuestionarios a sabiendas de qué preguntas serán más certeras para dar cuenta de su poética. De modo que en una entrevista tenemos un género riquísimo para pensar y tener indicios acerca de una poética. Se escucha la voz autoral. Se trabaja con hipótesis de lectura. Se produce una interacción en el que uno interroga a partir de lo que ha leído en tanto el entrevistado escucha repentinamente un yo crítico que puede incluso llegar a ponerlo en problemas. Como entrevistador no comienzo jamás a comprometer la vida privada o la vida a secas de un entrevistado. Me focalizo en el corazón de su obra, de su corpus hasta el momento escrito y publicado. O bien solicito respuestas a preguntas que no están presentes al menos abiertamente en su discurso pero que sí me interesa (y quiero) conocer. Es por eso que mis entrevistas son entrevistas a escritores sobre sus poéticas.

     Yo estoy feliz de haberme entrenado en el discurso crítico. De haberme entrenado en el modo de leer ciertos libros para comunicar lecturas cada vez más sofisticadas y cada vez más atractivas para futuros lectoras. Estoy feliz de que circulen o se hayan desperdigado por el mundo. De que las conclusiones también queden a juicio, como en las entrevistas, en algunos casos a sus propios lectores. Para que de ese modo, quien escribe, se sienta menos solo, más rico, se sienta, sobre todo, un escritor que ha sido leído con respeto, con seriedad, pero también con vocación, con emoción y ¿por qué no decirlo? Con amor.

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Nació en La Plata, Argentina, en 1970. Se graduó como Profesor y Licenciado en Letras en 2005. Y se doctora en 2014 como Dr.en Letras, todos grados y posgrados en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP, Argentina). Es escritor, crítico literario y ejerce el periodismo cultural. Publicó libros de narrativa breve, poesía, investigación, una compilación temática de narrativa y prosas argentinas contemporáneas en carácter de editor, Desplazamientos. Viajes, exilios y dictadura (2015). En 2017 edita su libro “Sigilosas. Entrevistas a escritoras argentinas contemporáneas”, diálogos con 30 autoras que fue seleccionado por concurso por el Ministerio de Cultura de la Nación de Argentina para su publicación. De 2023 data su libro, “Melancolía” (2023), una nouvelle para adolescentes, publicada en Venezuela. Y de ese mismo año en México el libro de poesía “Reloj de arena (variaciones sobre el silencio)”. Cuentos suyos aparecieron en revistas académicas de EE.UU., en revistas culturales y en libro en traducción al inglés en ese mismo país. En México se dieron a conocer cuentos, crónicas, series de poemas y artículos críticos o ensayos. Escribió reseñas de films latinoamericanos para revistas académicas o culturales de EE.UU. También en México y EE.UU. se dieron a conocer trabajos interdisciplinarios, con fotógrafos profesionales o bien artistas plásticos. Trabajos de investigación de su autoría se editaron en Universidades de México, Chile, Israel, España, Venezuela y Argentina. Escribe cuentos para niños. Obtuvo tres becas bianuales sucesivas de investigación de la UNLP y un Subsidio para Jóvenes Investigadores, también de la UNLP, todos ellos obtenidos por concurso. Artículos académicos de su autoría fueron editados en Francia, Alemania, EE.UU., España, Israel, Brasil y Chile en revistas especializadas. Se desempeñó como docente universitario en dos Facultades de la UNLP durante diez y tres años, respectivamente. Participó en carácter de expositor en numerosos congresos académicos en Argentina y Francia. Realizó cinco audiotextos y dos videos en colaboración. Escribió un cortometrabaje que permanece inédito. Integró dos colectivos de arte de su ciudad, Turkestán (poética y poesía) y Diagonautas donde se dieron a conocer autores y autoras de distintas partes de Argentina en formato digital. Realizó dos libros interdisciplinarios entre fotografía y textos con sendos fotógrafos profesionales, que permanecen inéditos. Se vio beneficiado con premios y distinciones internacionales y nacionales. Se formó en los talleres de escritura creativa ejercida por María Negroni, Leopoldo Brizuela, Gabriel Báñez (de quien se siente discipulo sobresaliente) y, el más reciente, en Buenos Aires, con Susana Szuarc.