De acuerdo con la doctrina cristiana, cuando Adán y Eva, vencidos por la tentación, comieron aquel fruto prohibido del árbol del conocimiento del bien y del mal se origina el estado pecaminoso y considerablemente menos favorable en el que hasta nuestros días se encuentra la humanidad.
La Espera, el nuevo largometraje del director Francisco Javier Gutiérrez, parte de ese supuesto filosófico, pero con otro fruto, el actual, aunque a la vez bastante viejo, objeto de tentación del ser humano, que lo hace descender a los infiernos por voluntad propia y a veces hasta gustoso: el dinero. Y en otra época, más reciente, los años setenta del pasado siglo. Con estas modificaciones al denominado pecado original, el director español establece el conflicto respecto del que gira una muy interesante trama que nos llevara por una serie de sucesos trágicos que mantendrán al espectador al borde de la butaca.
La historia se centra en Eladio (Adán), un “guarda” rural y su familia: su esposa, Marcia (Eva) y su hijo. La tragedia en las vidas de estas tres personas empieza cuando Eladio a instancias de Marcia, pero obviamente, por decisión propia, decide aceptar un soborno (manzana) de un cazador (la serpiente). A partir de allí el terror invadirá la vida de Eladio que poco a poco irá descendiendo hasta el infierno y que en el proceso sufrirá todo tipo de castigos.
La Espera formó parte de la Sección Panorama Andaluz en el Festival de cine europeo de Sevilla y recibió muy buenas críticas por las audiencias. Una gran historia —con algunos altibajos no tan trascendentales— con muy buenas actuaciones, de las que destacan las de Víctor Clavijo que hace de Eladio y la de Antonio Estrada que interpreta el papel de otro guarda llamado Saulo.
Conforme transcurre la historia se desmerece poco a poco, perdiendo calidad y congruencia, esto es debido, primero, a la trágica conversión del drama a thriller; pero sobre todo, segundo, cuando el thriller se convierte en cine de horror fantástico, es allí donde el filme sufre su mayor desmerito. En este proceso la trama, y el guion, se fuerzan, lo que afecta negativamente la consistencia con la que venía desenvolviéndose la historia. El principal problema lo vemos en estas inserciones de terror fantástico, aunque de manera onírica, parecen forzadas y fuera del contexto general de la historia.
Si tuviéramos que ponerlo en números, el drama merece un 10 o sobresaliente en España, el thriller lo baja a 8 o notable —siguiendo la misma lógica— y las intenciones de convertirlo en cine de horror fantástico lo reducen a un 6, que equivaldría a un bien. Con los que nos queda un promedio de 8 (10+8+6=24/3=8) igual a notable.
Aun así y para ser claros estamos frente a una muy buena película de Javier Gutiérrez que no pasará desapercibida por allí por donde pase y que sin duda dejará al espectador con un buen sabor de boca y la satisfacción de haber pasado un buen rato. Con la posibilidad de que a los fans del cine fantástico les fascine.
Antes de iniciar la película, en lugar de ver los logotipos de las siempre perniciosas instituciones gubernamentales, con la pantalla en negro, aparece un mensaje muy pertinente que nos advierte que la película no ha recibido ninguna ayuda pública.
Le preguntamos a Javier Gutiérrez que era lo bueno y lo malo de esta situación, a lo que contestó que en cuanto a lo negativo estaba, obviamente, la precariedad en la que se tiene que sumergir el rodaje para sacarlo adelante, y que conlleva problemas con las locaciones que no pueden ser muchas ni muy variadas, ni muchas veces las idóneas, ni muy distantes unas de las otras. Por eso hay que ser flexible y acomodarse a lo que hay. La reducción del tiempo para grabar, se tiene que hacer mucho en menos tiempo: “Tuvimos que rodarla en cuatro semanas, cuando para hacerla con la precisión y la perfección hubiera necesitado ocho” y otra gran cantidad de inconvenientes que van relacionados con esa escasez económica.
Por el otro lado, nos dijo que lo positivo —invaluablemente positivo diríamos— es que hay total libertad, no hay restricciones de ninguno tipo. Afirmó que cuando uno graba con financiamiento público o incluso privado —tratándose de los grandes corporativos de la industria del cine—, siempre hay una hoja de ruta, hay que responder al mainstream: “Las películas que haces con estudios son para complacer, mientras que esta tiene una carga casi filosófica. La Espera no podría existir si no fuera independiente”.
Así como dinero mata carita. Dinero también mata creatividad y libertad en general. Diría que el dinero mata todo y lo que no puede matar los distorsiona. A pesar de ello o quizás por ello, el dinero hoy en día es la nueva manzana del jardín del edén, el “nuevo”, aunque ni tan nuevo, objeto del deseo por el que más de uno está dispuesto a arder en el infierno con tal de obtenerlo.
Javier Gutiérrez nos cuenta también que, independientemente de la capa de horror movie, su película tiene una capa humana donde se hace un análisis de la miseria, de la fragilidad, de la belleza.
La película tiene una evidente base filosófica, en donde conceptos como la culpa merodean todo el tiempo. Hay un referente bíblico del pecado original, como ya se ha establecido, que se convierte en eje central de la trama y es la culpa y el arrepentimiento lo que mueve la historia, aunque al final, vencida la culpa —Nietzsche se hubiese sentido muy orgulloso de Eladio— será el castigo, el castigo divino el que le ponga fin a la trama.
La Espera se estrena en cines en España el 15 de diciembre y no nos cabe la menor duda que será un éxito en taquillas, merecidamente y quizás eso haga que las dueñas de la industria cinematográfica, las distribuidoras, la lleven en algún momento a la Abya Yala.
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