La literatura, la verdadera literatura quiero decir, se presenta a mis ojos como un acertijo crítico a descifrar. También com un objeto (corpus) que, desde un estímulo intenso, me lleva a realizar operaciones  crítica complejas, esto es, no la de referir argumentos, sino a analizar sus componentes, sus formas, el diálogo entre forma y contenido (sin ánimo de postular un divorcio entre técnicas narrativas y contenidos), La interrogo con pasión elaborando hipótesis de lectura para luego completarla con su correlato: el texto crítico. Puede tratarse de un ensayo con más o menos vuelo teórico. O bien un artículo más breves o reseña. Ha ocurrido de reseñar más de un título a la vez (como me ocurría con una revista académica norteamericana. Cada nueva obra literaria renueva el pacto crítico. Porque es una estimulante misión a cumplir, un destino al cual llegar, siempre distinto, con mayor o menor fortuna. Es la otra orilla, esa que anhelamos alcanzar con diverso acierto, un texto logrado, con buena fortuna. Mis trabajos carecen de reglas fijas o universales. Por otra parte, cada lengua extranjera es el producto de una sociocultura distinta, que configurará la sustancia del texto literario de un modo que responde a un proceder que el autor y el crítico responden según los casos con distintos objetivos. También la crítica variará en paralelo con esa definición. La idea es recomponer ese itinerario que culminó en una obra de arte. Me propongo desandar el camino que otro señalizó desde la creación. Por mi parte, en este caso, me considero un mero mediador entre texto y lectores con el objeto de presentarles una lectura elaborada o bien que abarca varios flancos, procurando, al leerla, que mantenga esa complejidad que como punto de partida se me ofreció.

Es cierto que existen libros que ofrecen más resistencias que otros a la hora de la lectura. Son incomparables respecto de lo que proponen para lanzarse a la escritura crítica. Desde un comienzo la literatura ya nos pone frente a preguntas importantes, decisivas diría comparadas con otras manifestaciones discursivas ¿Qué cuál es su esencia? Naturalmente está muy ligada a la creación, para la que no existen generalidades. Nos sume en multitud de interrogantes, incertidumbres, preguntas, oscilaciones, temblores, extrañamientos, curiosidad, fascinación por las palabras que la componen, en un estudio que puede ser incluso filológico, como muchos que he leído en la Universidad. Y lo hace de modo invitante. Hundirse en ella, profundizar en su materia, indagar los secretos mecanismos que la gobiernan me resulta apasionado. Los autores  y autoras le confieren a la pieza literaria una determinada arquitectura, cuya polisemia diría que es la que permite o facilita distintas lecturas. Entre diversos críticos y de libro a libro. Polisemia que otros discursos sociales no conocen. Mi misión como crítico consiste en interrogarla, mediante distintas estrategias, deslindar ambigüedades, establecer alguna clase de rasgos que identifican a ese texto del resto de los del pasado o del presente, contemporáneos o más remotos. Los libros ajenos a la crítica profesional, nos proponen dejar por sentada nuestra lectura de un texto literario. Respetarla en su singularidad, también es una premisa teórica para un crítico que aprenderá todo a lo largo de su vida. No es un discurso “blando”, como pretenden hacernos creer los poderosos de la ciencia. Disiento por completo con esa definición llena de pobreza. de desdén. Incluso lectoras de mucha literatura, personas muy cultas, no aceptan leer crítica literaria, ni siquiera comentarios en un diario, periódico o revista.  Estoy todo el tiempo escribiendo aquello que he leído. En simultáneo con mi lectura, se van recortando ideas hasta configurar un discurso crítico argumentado, fundamentado, único. Pero también creativo tanto en su forma como en su semántica. Porque la crítica también puede ser un discurso creativo e imaginativo. Existe indudablemente una “imaginación crítica”.

     Abordo la lectura crítica de una obra con la experiencia de escritura de que dispongo.  Ese tipo de experiencia de escritura lentamente va dando forma a una producción escrita interpretante que incorpora nuevas herramientas en la medida en que hace, nuevos recursos. De este modo, nos convertiremos en críticos con herramientas que en cada nueva producción crítica, creceremos, gozaremos de una mayor idoneidad, seremos más certeros y refinaremos el uso del lenguaje, capaces, ahora sí, de gozar de un capital simbólico complejo. Cada texto admite toda una serie marcos teóricos a las cuales acudir tras los pasos del enigma de su esencia. O radiografiar su continente y su contenido.

     El texto crítico lleva la impronta naturalmente del discurso teórico que lo sustenta. Porque la crítica es efectivamente una tiplogía, entre otras que puede adoptar, del discurso teórico. Más analítica Sin él el edificio del texto crítico se derrumba estrepitosamente o se desarma, por no recurrir también a los contextos. Los contextos son primordiales a mi juicio. No es lo mismo leer el  primer libro de un autor que conocer toda su producción. No es lo mismo un escritor conocedor de las ciencias sociales que otro que no las tienen en cuenta o las ignoran. Y cuando me refiero a ciencias sociales, quiero decir que es capaz de servirse de otra clase de herramientas que enriquecerán y refinarán su lectura. Por otra parte, hay toda una literatura que trabaja con saberes o bien documentos no literario.

Por supuesto que hay textos que acompañan a las ciencias sociales. Lo que no significa que para cualquier reseñas sea necesario servirse de ella.

     Por supuesto que el trabajo crítico se presenta a mis ojos como toda una serie deformulaciones o conceptualizaciones que profundizo con el arma de la inteligencia en diálogo con cada texto en particular. Cada texto propone una cierta clase de abordaje. Difieren mucho de unos a otros. De un relato solo tomaré lo que me conviene o solo aquello que soy capaz de ver (en un sentido amplio). El relato del cual tomaré algunos elementos sobre los cuales operaré. Pero solo los funcionales a la crítica que tengo en mente. Uno elige buscar o se le imponen algunas intuiciones, más rigurosas o más originales, no todos los núcleos sémicos o gramaticales. El texto crítico se concentra en ciertas zonas del corpus, tan solo en algunas de ese autor o autora. No en todas. El crítico elige realizar una cierta interpretación, aquella que de modo más transparente se le presente, hasta, mediante un procedimientos, conquista la oportunidad de brindarle la opacidad que todo texto de excelencia produce en un lector: la capacidad de contagiar incertidumbre, un efecto de extrañamiento. Y cada texto presenta nuevos desafíos. Cada nueva crítica y cada texto crítico con su correspondiente indicios señalizan la ruta de mi lectura. No interesa todo el texto crítico (si bien en algunas ocasiones ello es imprescindible, generalizando sus rasgos más sustantivos), sino las zonas que ofrecen un costado más atractivo a la hora de asediar una obra literaria. De volverla más interesante. Esto es: el crítico para interpretar se detendrá en ciertos rasgos del texto. Y a partir de ellos elaborará una lectura crítica.

Mediante un proceder selectivo, nuestra crítica se consagrará a un tipo de discurso que también hará circular lecturas que llegan a este mundo bajo la forma de artículos, reseñas o libros enteros en torno del universo poético de un autor o autora. Esta proliferación que va del periodismo cultural al discurso académico (por lo general más denso, más riguroso y con una mayor preocupación o angustia por la legitimación para no ser expulsado de esas comunidad), regida según protocolos estrictos. En un medio de comunicación, el crítico debe tener en cuenta que contará con un lectorado no de expertos, sin necesidad de estar demostrando que tiene la competencia, la formación y el discernimiento como para afrontar una lectura crítica. El discurso académico, por el contrario, suele servirse de una serie de teorías de distintas escuelas o bien a partir de sus premisas de poner en diálogo ciertas protocolos de la crítica con el texto literario. Suele ser frondoso su aparato crítico y teórico, además de suponer mayor desarrollo, con más profundidad.

     ¿Puede afirmarse en las Letras que un discurso crítico es científico? ¿Puede afirmarse de la crítica que hay una “producción científica”, tal como se la define en becas, proyectos de investigación, congresos o seminarios, en instructivos de docentes universitarios o sus documentos? Lo dudo mucho. Porque la crítica literaria consiste en un tipo de discurso (y de un modo de acercamiento al discurso literario) cuyo objeto no responde necesariamente a una epistemología estrictamente hablando sino a los detalles que llaman la atención del crítico. Uno lee un texto literario a partir de ciertos parámetros. Una crítica debe ser comprensible, comunicar bien al lector ese mensaje, ser expositivamente clara. No forzar lecturas que no son las que tienen asidero en el texto literario. Lecturas que pretenden, forzando la interpretación, sobreinterpretar.  Ese es un abuso en el cual incurren algunas escuelas crítica. En lugar de una lectura clara, convierten a un texto literario en un gran espacio lleno de piezas geométricas, pretendiendo hacer encajar lo que no puede serlo jamás puesto en esos términos.   

     También escribir es leer de un cierto modo el orden de lo real, el orden de la simbolización en lo estético, pero también el orden de la sociocultura. Las claves de lectura más interesantes para mí no tienen que ver con repetir mediante patrones críticos fundados en las teorías que mencioné, en citar a autoridades, sino que me cautiva más para leer y escribir una producción elaborada que no acude a las citas textuales como forma de interpretar la poética. Menos aún servirse de una jerga que está de moda entre los estudios literarios en ese momento. Soy partidario de reducir al máximo las citas (incluso del libro analizado en cuestión) para que la lectura vuele sin quedar demasiado pegada a una lectura profana de un público no experto.

     Conviene disponer de un bagaje teórico fino que nos permita con todos esos recursos hablar con nuestras propias palabras, de un modo original. No ser los clones de figuras poderosas como corpus de una disciplina en el área de Letras. No me parece mal acudir a autoridades (yo casi no lo hago). Pero sí me resulta condenable y forzado leer esos trabajos colmados de citas de libros o de teorías, apoyándose en una escritura crítica o teóricas tan concentradas en sus supuestos ideológicos. Me ha gustado siempre mucho distinguir cuál es la ideología de la forma literaria. Algunas veces era sencillo, en otras complicado y en otras directamente irrealizables.

     Toda vez que hago crítica por supuesto que me sirvo del metalenguaje de la disciplina aprendida en la Universidad en mis estudios superiores, en la carrera de Letras de la UNLP. Pero no abuso de él. Solo logro repetir o estropear mi texto crítico si lo convierto en un dispositiva que se aferra a teorías o información. No me parece útil el enciclopedismo y soy partidario de una prosa crítica sin demasiado adornos agregados. Bien escrita sí, pero no necesariamente atada a fórmulas o bien citar de modo frecuente a los teóricos más lúcidos que haya leído.

     El uso indiscriminado de teorías o bien la erudición confunde a los lectores porque la mayoría de ellos, no han estudiado teoría literaria. De modo que quedan afuera, por más intuiciones con las que cuenten, luego de este texto abigarrado, de un texto crítico hermético. Claro que es uno quien debe adecuarse a la tipología de texto crítico en cuestión (reseñas, artículos, ensayos). Sabrán de lecturas literarias preliminares, que han realizado, pero seguramente de modo desordenado, no sistemático. En efecto, la crítica que acude a las teorías literarias en boga que lo estuvieron en otro momento, termina por malograr un texto crítico, contaminándolo con citas inescrutables en muchas ocasiones. Sacándolas de contexto.Mucho más si son extranjeras. En muchos casos que no guardan relación alguna entre los argumentos de los que nos servimos para comprobar una hipótesis de lectura.

     Por supuesto que en cada disciplina o en los estudios literarios el crítico maneja una serie de saberes que no puede negar ni ocultar. Porque eventualmente los estudiará para pensar el acontecimiento literario. Pero ello debe funcionar por debajo del texto crítico. Brindándole contundencia y seguridad a esa producción textual en segundo grado: de la poética para a un nuevo discurso que da cuenta de ese texto: la crítica. Por otra parte, la literatura no necesita de la teoría para existir. Mas bien, las cosas se dan a la inversa: es el texto crítico y el teórico aquel del que se puede prescindir, en razón de la literatura. Por otra parte, la teoría literaria, al ser extranjera, se concentra en  campos literarios procedentes de otras realidades y obras literarias.

     Y si yo he elegido sumergirme en libros de crítica y teoría literarias ha sido por dos motivos. Uno, para aprobar materias o tesis de grado y posgrado que así lo exigían. Convengamos que la Universidad normaliza e institucionaliza los saberes y las carreras universitarias. Sí me interesa acudir a textos críticos lúcidos que me permitan servirme de ellos. Y luego en otros libros de crítica, nos encontramos frente a inteligencias dotadas de un vuelo enorme. Hay libros en la Universidad o fuera de ella que son de lectura obligatoria. Se trata de gozar de toda una serie de conocimientos con el objeto de escribir mejor y de utilizar un enfoque más apropiado. Un tipo de discurso que permite complejizar los análisis que realizaba, sofisticarlos. El texto teórico por supuesto que es importante. Pero de él debe servirse una inteligencia que ha atravesado por la experiencia de leerlo, de refinar de un modo más preciso y ajustado la capacidad de escribir y pensar la poética. Se trata de teorías en muchos casos atractivas. Pero no alcanzan para que un crítico sea un buen productor de textos de excelencia. Me parece un proceder escolar un uso indiscriminado de teorías literarias o discursos críticos en los cuales estudiar. Denota una inseguridad en la propia elaboración de hipótesis de lectrura producidas por críticos que no necesitan vestirse con semejante toga para realizar un análisis inteligente de una obra literaria. Una cosa es leer, e incorporar puntos de vista acerca del hecho literario desde perspectivas diversas, desde el psicoanálisis hasta la sociología, desde los estudios culturales a los estudios de género, o bien el análisis del discurso. El análisis del discurso me parece primordial para cualquier abordaje, para señalar en qué detenerse y en qué hacer a un lado. Cada texto literario demanda una corriente teórica adecuada a su forma o bien a su significado, apuntando a una mirada semántica. La ambigüedad y la polisemia del texto literario son las que permiten renovadas lecturas o distintas lecturas de un mismo u otro crítico. Hay una relación de afinidad incuestionable entre ciertos textos y ciertas teorías literarias. Muchas veces se nos sirve en bandeja un enfoque o teoría crítica que de inmediato comprendemos es la apropiada para abordar ese texto. Pero aún así, en mi caso las evito. Procuro escribir crítica sin aferrarme desesperadamente a autoridades.

     Me he nutrido en buena medida para mis análisis de textos literarios de una serie de estudios que responden a textos críticos paradigmáticos o también emblemáticos. Un crítico  produce siempre un discurso a partir de otro discurso, como es obvio. Pero el crítico sabe a qué echar mano para formular su lectura de un libro. Las bibliografías deberían ser las herramientas a partir de las cuales creamos el texto crítico.

     Alguien que se aferra a teorías, citas, al metalenguaje de la disciplina a los efectos de un abordaje crítico en lo personal a mí no me enriquece. El argentino Ricardo Piglia, los críticos Erich Auerbach o Enrique Pezzoni, son inteligencias que desplazan del  centro de escena bibliografías exageradas para, en cambio, servirse de un capital simbólico propio que puede que dialogue con una teoría por ellos mismos formulada. Más sagaces, menos dependientes de una mirada críticamente inmadura, este sería el panorama ideal. Por el contrario en el otro polo, el crítico se aferra a citas de autoridad por inseguridad, erudición, bibliografía para acceder a ese texto. Estos críticos vienen a demostrar de modo paradigmático, que servirse de autoridades puede ser una terrible forma de falta de creatividad. En cambio, ser y haber sido un gran lector de literatura durante toda la vida, facilita el uso de herramientas que provienen de teorizar a partir de lo que se ha leído de literatura en grado sumo. La posibilidad de escribir un texto crítico valioso lo logra el gozar de vastas lecturas. El crítico podrá de todas ellas formular discurso teórico propio. Sin necesidad de servirse de una bibliografía crítica profusa. Un gran lector hace teoría a partir de toda la literatura que ha leído. A la luz de una determinada biblioteca. Se cae de maduro cuando un crítico sabe mucho de literatura, en tanto quienes no lo hacen, con una enorme inseguridad buscarán auxilio en libros de humanidades con énfasis en crítica o teoría. La capacidad de reflexión sobre la literatura por sí mismo, siempre con sus propias palabras, a mi juicio habla muy bien de un crítico. No necesita aferrarse a teorías o teorías de la crítica. No se sumergen en una corpus de teorías literarias ajenas para luego saquearlas. Sino que profundizan en su discurso teórico y críticos propio. Su capacidad para introducirse en una obra literaria no necesita de apoyaturas, a mi juicio señala un punto central en la literatura. Y es la posibilidad de ser intensamente creativo en el seno de un discurso que no fue pensado para ser apreciado como discurso artístico, sino como una producción como discurso secundario en el universo de los textos.

     De otro modo caemos en un copiar y pegar tan simple como poco sagaz (además de un proceder simplista). Un crítico también está en este mundo para crear. Este punto me resulta crucial. El crítico es el creador de un discurso en segundo grado pero que de aquella fuente original logra producir un texto con independencia.

     Cada vez me cuesta más escribir ponencias o exposiciones públicas pegando teorías con textos y agregando copiosas bibliografías que deberían ser un conocimiento universal para un especialista en Letras a esta altura de las circunstancias. Hay obras críticas y teóricas, corrientes de la crítica que un Profesor en la Universidad y su grupo de alumnos deben dar por supuestos. Lecturas que ya han realizado. Resultarían teóricos o críticos incompetentes y poco formados si deben ponerse a estudiar desde el comienzo. Estas lecturas obligatorias en otra etapa de su vida, se proyecta hasta las del presente, tomándolas como punto de referencia. Más bien busco, luego de haber realizado una lectura, procesado y pensado a partir de ellas al texto literario, según un criterio personal de ejercer el ensayo literario, o los géneros universitarios, sin la interferencia de discursos ajenos. Esta es mi posición.

    Escribir crítica literaria consiste en la producción de textos de modo sistemático cuya argumentación no sea dependiente ni pendiente de apoyatura. Ya a  ciertas altura de la vida se exige como mínimo un análisis personal sin con lecturas independientes. Escribir crítica debería ser una de las formas de la independencia creativa. Porque un buen crítico es también un buen creador, como dije. Mucho más si elige textos complejos que exigen de una capacidad analítica superlativa. La crítica que innova no es la que repite. Sino la que produce discurso en una intervención única. 

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Nació en La Plata, Argentina, en 1970. Es Dr. en Letras por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Es escritor, crítico literario y ejerce el periodismo cultural. Publicó libros de narrativa breve, poesía, investigación, una compilación temática de narrativa y prosas argentinas contemporáneas en carácter de editor, Desplazamientos. Viajes, exilios y dictadura (2015). En 2017 se editó su libro Sigilosas. Entrevistas a escritoras argentinas contemporáneas, diálogos con 30 autoras que fue seleccionado por concurso por el Ministerio de Cultura de la Nación de Argentina para su publicación. De 2023 data su libro, Melancolía (2023), una nouvelle para adolescentes, publicada en Venezuela. Y de ese mismo año en México el libro de poesía Reloj de arena (variaciones sobre el silencio). Cuentos suyos aparecieron en revistas académicas de EE.UU., en revistas culturales y en libro en traducción al inglés en ese mismo país. En México se dieron a conocer cuentos, crónicas, series de poemas y artículos críticos o ensayos. Escribió reseñas de films latinoamericanos para revistas académicas o culturales de EE.UU. También en México y EE.UU. se dieron a conocer trabajos interdisciplinarios, con fotógrafos profesionales o bien artistas plásticos. Trabajos de investigación de su autoría se editaron en Universidades de México, Chile, Israel, España, Venezuela y Argentina. Escribe cuentos para niños. Obtuvo tres becas bianuales sucesivas de investigación de la UNLP y un Subsidio para Jóvenes Investigadores, también de la UNLP, todos ellos por concurso. Artículos académicos de su autoría fueron editados en Francia, Alemania, EE.UU., España, Israel, Brasil y Chile en revistas especializadas. Se desempeñó como docente universitario en dos Facultades de la UNLP durante diez y tres años, respectivamente. Participó en carácter de expositor en numerosos congresos académicos en Argentina y Francia. Realizó cinco audiotextos y dos videos en colaboración. Integró dos colectivos de arte de su ciudad, Turkestán (poética y poesía) y Diagonautas donde se dieron a conocer autores de distintas partes de Argentina en formato digital. Realizó dos libros interdisciplinarios entre fotografía y textos con sendos fotógrafos profesionales, que permanecen inéditos. Obtuvo premios y distinciones internacionales y nacionales.