Fotograma de la película

Cuando entré a la Sala 1 de los cines Albéniz, ubicados en la calle de Alcazabilla número 4, en el Centro de la maravillosa Málaga durante su festival, a ver Matusalén, no tenía ninguna información respecto de la película. —Ahora que he tenido oportunidad de ir a algunos festivales de cine, donde casi siempre, por cuestiones de agenda, sigues una ruta muy sutil ya marcada por los organizadores y no tienes mucho margen para elegir qué quieres ver, si quieres abarcar lo más posible de películas, por la cuestión de los horarios, me ha gustado seguir las inercias (itinerarios) prefabricadas por la organización, sin tratar de obtener mayor información sobre las película que voy a ver, más allá del nombre de la película, lugar y hora de proyección. En esas condiciones me presento a las salas de cine, con las mejores intenciones de dejarme sorprender, para bien o para mal—.

Sin siquiera iniciar la película, después de los primeros 16 segundos de proyección, era muy claro que estábamos frente a otra comedia, si otra comediaaa. Era el segundo día de proyecciones y ya había visto más comedias en el Festival de Málaga que todas las que pude ver en todo el Festival de Sevilla y de Berlín juntos. Además, la mayoría me había dejado un mal sabor de boca —salvo Iris que es una comedia francesa fabulosa de la que, cuando llegue el momento, escribiré algo—.

Así que, me asusté; pensé, después de haber visto Un hípster en la España vacía y Pájaros: “¿Otra comedia simplona estilo Hollywood? ¿Qué pasa con el Festival de Málaga?”. La verdad es que me sentí muy decepcionado y empecé a dudar de la tan mentada calidad que muchos presumen o le otorgan al Festival de Málaga de cine español. En fin, ya estaba allí sentado y aunque hay muchas cosas mejores que hacer en Málaga —incluso a las 8:30 am— nunca me he dejado llevar por los prejuicios, aunque sean propios, y Matusalén no tenía porqué pagar los platos rotos por las otras comedias mencionados, así que muy a la defensiva, debo admitirlo, me dispuse a aguantar la envestida de chistes malos que me imaginé que venía.

La verdad es que, tomando en cuenta, las intenciones de este tipo de comedias, que son meramente comerciales —Prime video tuvo participación en la producción de esta película, y ya sabemos qué tipo de comedias suele hacer Amazon—, el mal sabor de boca que me habían dejado las dos comedias anteriores que había visto, y que no es el tipo de cine de mi preferencia, puedo decir, sin miedo al qué dirán, que, en estas condiciones, Matusalén me gustó… Sí, leyeron bien y no lo voy a repetir.

Matusalén es una comedia estilo Hollywood, es decir, de la escuela gringa de comedia vacía y superficial tipo: Zohan: licencia para peinar, Un papá genial, Gigolo por accidente, Animal, Este cuerpo no es mío, Son como niños; y mil ejemplos más de películas que tristemente vemos inundar los cines comerciales y plataformas de Streaming todo el año y que a las masas les encantan, y por lo mismo los jóvenes y no tan jóvenes cineastas, se dejan seducir fácilmente, para hacer este tipo de anti-cine.

Julián López (El Alber) durante el Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón.

A pesar de ello, la película dirigida por David Galán Galindo logra desarrollar una historia sencilla pero con un guion sólido, sin complicaciones intelectuales, pero sin vacíos argumentativos, sin estigmatizaciones ni chistes fáciles que hacen escarnio del otro; por el contrario, la película destaca por su ingenio para llenar de escenas y situaciones divertidas gran parte de la trama, sin olvodarse de la ética y además mandar un mensaje sobre el ser y el deber ser o lo que nos dijeron que era el deber ser.

Matusalén habla de un chico, “El Alber” (Julián López), de cuarenta y tantos años que sigue viviendo como si fuese universitario de veintipocos, en cuanto a su estilo de vida (forma de vestir, gustos, dieta, aspiraciones, etc.). Una crisis laboral lo hace volver a la casa de sus padres. Su padre (Antonio Resines) parece que no lo soporta, en especial por la falta de madurez que “El Alber” parece tener, al menos dentro de la ortodoxia social de nuestros días.

Antonia Resines durante el Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón.

Una apuesta con el padre hace que El Alber, regrese a la universidad, en donde convivirá con chicos de la edad mental que tiene, pero cuyo cuerpo o apariencia física (de una persona más madura) ya no encuadra. Es debido a esta última circunstancia, de la edad, que obtiene el mote de Matusalén. (En México lo hubiésemos llamado el fósil).

Matusalén también contiene un mensaje para reflexionar respecto de las aspiraciones de la vida, respecto a si tenemos que renunciar a nuestros sueños juveniles y encasillarnos en la vida que nadie quiere, pero que todos tomamos porque el capitalismo así lo dicta. Dejar de soñar para producir, producir, producir, y después consumir, consumir, consumir, y servir al sistema del dinero y la desigualdad.

El capitalismo se sirve de su mejor arma, después de la Ley, para convencernos a todos de que lo más conveniente es ocupar el lugar que el mercado ha destinado para todos nosotros desde antes de nacer y que es participar en alguna etapa de la cadena de producción capitalista. Esta arma es la convención social, el capitalismo se sirve, cuando la Ley no lo contempla, de una falsa ética adoptada por la sociedad en su conjunto, para obligarnos a hacer o dejar de hacer lo que no queremos ser.

Es básicamente el miedo al qué dirán lo que obliga a la mayoría de nuestras juventudes, así como nos obligó a nosotros y a nuestros padres, a abandonar proyectos de vida separados o distantes del mercado y de la dinámica del capital. Eso y la falta de financiamiento para sobrevivir en el capitalismo sin producir, en los términos que el capitalismo requiere, es decir, producir para la maquinaria capitalista y no alejados de ella, lo que nos obliga tarde o temprano a tomar un trabajo de mierda —citando al maestro David Graeber— que nos hace infelices para embonar en la maquinaria capitalista y ser bien visto y aceptado por otros infelices que sufren del mismo mal.

Miren Ibarguren durante el Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón.

El mensaje —que deduzco desde mi interpretación, desde mi leal saber y entender y que puede no coincidir del todo con el del director, más adelante lo sabremos— me parece bueno. Quizás el único “pero” que pondría es que, de alguna manera, el hip hop o el rap también, gracias al capitalismo, ha perdido su esencia musical, transformándola en una esencia comercial. Me refiero a que muchos de los jóvenes que quieren ser raperos, lo hacen por amor a la música, sí, pero principalmente por amor a los dólares, a esa imagen del rapero rico, con coches de lujos, personas guapas alrededor en la discoteca de modo, cadenas de oro y miles de millones de dólares en las cuentas bancarias.

Con lo que quiero decir que desafiar al capitalismo y sus convenciones sociales que nos obligan a renunciar a nuestros sueños, cuando nuestros sueños son construidos a partir del imaginario capitalista de bienestar, del lujo y el privilegio, resulta bastante absurdo e incoherente, para eso mejor ponte a trabajar de esclavo en el sistema.

Matusalén se estrena el 5 de abril en cines y supongo que en algún momento llegará a Prime video. Si están hartos de la vida y la realidad que nos azota, al borde de la depresión, y quieren aunque sea por 2 horas quiera reírse como adolescente con una película —aunque tengan cuarenta y tantos—, no tengo la menor duda que, conforme a la oferta de películas españolas, esta es su mejor opción.

Epílogo

Después de la proyección de la película, vino la rueda de prensa y aproveché que no había mucha gente con intenciones de participar, para tomar el micrófono y hacer a David Galán Galindo, la siguiente pregunta, pensando más bien en las otras no tan buenas comedias que había visto:

Yo: Creo que hacer una comedia es un trabajo muy difícil que se tiene que pensar mucho desde antes, porque al final de cuentas la comedia también manda un mensaje a la audiencia y a la sociedad. En este contexto, ¿cómo tenemos que analizar la comedia, la sociedad y los críticos, es decir, hay ocasiones en que porque las cosas no se reflejan tan en serio y podría decirse que nos hacemos mofa de nosotros mismos, no tendríamos que hacer una reflexión respecto de lo que una comedia refleja, pero yo creo que a lo mejor al final sí deja algún mensaje que también tendría que ser cuidado por los creadores de la comedia?

David Galán durante el Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón.

David: A ver, yo creo que de una comedia lo que hay que vigilar es que sea graciosa, básicamente que te haya hecho reír y para mí eso es lo único importante de una comedia. No hace falta que tenga ningún tipo de mensaje. Dicho lo cual, creo que Matusalén sí que lo tiene, no estaba buscado, pero yo creo que como los mejores mensajes no se buscan. Otra de mis grandes pasiones, además del hip hop, son los cómics y Stan Lee tenía claro que el mensaje tenía que ir siempre soterrado. Tenía que hacer cómics divertidos, en el que el lector no se diera cuenta de que le estás dando un mensaje… porque si se dan cuenta les parece una monserga, les parece que estás adoctrinando. Entonces yo por eso creo que lo más importante en una comedia es la diversión, pero es verdad que esta comedia va sobre el paso a la madurez y creo que además es una comedia que, al contrario de otras, sobre ese paso a la vida adulta, esta nos hace reflexionar sobre que no solo hay que madurar, sino sobre ¿qué es madurar? Porque nos han vendido que madurar es que a cierta edad hay que dejar de hacer ciertas cosas. Como os digo otra de mis pasiones son los cómics, así que imaginaros… me parece que son cosas que cuando cumples 40, o a cierta edad, es como bueno vas a ir en el metro con 42 años leyendo un cómic de Spiderman o vas a seguir con tus Jordan y con tu capucha… A lo mejor madurar es decir pues yo soy así y al que no le guste que no mire… Y bueno hago películas para reivindicarme básicamente jajaja.

Rueda de prensa durante el Festival de Málaga 2024. Foto: Eduardo Aragón.

TRAILER

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