Tetsuya Naito
El año en que me decidí a ser un escritor de veras
leí todos mis poemas viejos hice cara
de arrepentimiento me arropé
con la frisa de mi bebé del ombligo
hasta la rodilla
hice menos dinero que el año anterior
cuando tenía más trabajo
y menos bebé intenté escribir en mi hora de almuerzo
cuando eso no funcionó a la hora de su siesta
cuando eso no funcionó tuve mucha hambre
y no pude concentrarme en otra cosa
que no fuera mi bebé que me llega
del ombligo hasta la espinilla
y que es mejor que el mejor poema
que su papá jamás pudiera escribir
puse cara de avasallamiento y me arrastré
a dormir al desesperar junté las palabras
más brillantes que se me ocurrieron
cuando eso no funcionó junté las más terribles
cuando eso no funcionó me puse el pantalón la camisa
salí a la confluencia en busca de mi primer poema verdadero
en total ese año junté muchas más palabras
con muchos más sentimientos
que todos los años antes puse cara
de no me importa pero no era cierto
a decir verdad mi rutina para escribir
siempre ha sido la misma cae la noche
y me arrastro amanece y desespero
mi meta es hacer brillar el entremedio.
A mis antiguos desastres le tomo el pelo
Desde Roque Dalton
Cubro los espejos con calcomanías
de cuidado bebé a bordo para darle
un sentido de dirección a mi encierro.
Para animarme a asomar la cabeza afuera
primer imagino la casa rodeada por
las autoridades abriendo fuego.
Mi vida sería total ganancia
si al final me la pasé distraído
más que destruido en promedio.
Poema de los nombres
Durante toda su vida Frank O’ Hara creyó haber nacido, como tú,
un 27 de junio, cáncer. A mí, Guillermo Francisco, me hubiera encantado
pasarme la vida creyendo que mi segundo nombre se lo debo a él.
Tú te llamas Lucas Imar por la luz y por el mar. En verdad
nació en marzo y murió a mi edad hoy día.
Queríamos que tu nombre fuera tuyo solamente.
Desde que descubrí su poesía escribo su apellido como un ojalá.
Desde que nos conocemos tú y yo mi favorito es Parra,
que murió a los ciento tres.