Una vuelta por mi cárcel es el título de un breve libro de la escritora Marguerite Yourcenar, nacida en Bruselas, naturalizada luego estadounidense, radicada desde joven en la Isla de Mount Desert, en Maine, EE.UU. Su vida, cosa curiosa, pese a ser escritora, lo que requiere de un al menos moderado sedentarismo, fue sumamente itinerante, en particular durante sus primeros años. Pero más tarde también. Por entre los libros de bibliotecas. Por el globo de la tierra y el agua. Este libro, que dejó inconcluso, aborda, entre otros temas, el universo de Basho y el teatro Kabuki. Pero su centro es el Japón. Tiene otros que aluden al espacio y a los desplazamientos. Por ejemplo: Peregrina y viajera. (una recopilación de artículos, notas y conferencias, también póstumo de distintas etapas de su vida, sobre todo vinculadas a experiencias artísticas).
Elegí este título para mí artículo porque me pareció que de modo acabado desde el universo significante, por un lado, metaforizaba un espíritu o, en todo caso, una emoción. Por el otro, circunscribía un territorio (en el libro de Yourcenar, de contenidos, en mi caso geográfico o cartográfico) por dentro del cual me muevo entre signos, como productor cultural, entre otros productores culturales, entre instituciones también culturales o sociales, medios de comunicación, medios de publicación por dentro y por fuera de mi país (sin viajar, sino por vía digital) y, sobre todo, porque delimita en torno de un sujeto (varón para el caso) que está condicionado en tanto que inscripto en una sociocultura por un universo semiótico. También habita el lugar en el que nació. Ese punto resulta crucial. Toda su historia ha tenido lugar, se ha desplegado en el mismo espacio, en una misma arquitectura eventualmente modificada por el capitalismo o decisiones gubernamentales, por el tiempo, gran escultor. Es mi tierra natal. Mis bisabuelos fueron inmigrantes de Cataluña o Italia. Jamás ha abandonado este espacio más que por turismo por los países limítrofes o por un viaje de estudios a Francia. Se trata de un espacio territorial del cual se supone no saldré (al menos por el momento) por varios motivos. Por dentro del cual estoy cautivo porque su producción es el emergente de lo que desde el orden de la imaginación social aquí soy capaz de concebir. Luego, de plasmar en toda una serie de producciones literarias o interdisciplinarias. También de crítica literaria o cultural. Alguna nota de actualidad. Porque existe una cierta clase de socialización que no es la de las grandes metrópolis. Y dado que este artículo se publicará en México pero circulará por otros espacios planetarios, considero importante definir a la ciudad en la que resido como una ciudad chica. Y también poner al tanto a los países de lengua hispana en la cual esta publicación será leída, de las dimensiones de la ciudad y de su fisonomía, de su relación con la metrópoli, con la ciudad de Buenos Aires. Su población es de alrededor de 787.000 habitantes habitantes. La cultura literaria adopta en la ciudad de La Plata, el tipo de socialización que supone habitar en la ciudad que es la Capital de la Provincia de Buenos Aires, la provincia más importante del país. Por último, me gustaría, eso sí, poner el acento en que cada vez que mencione publicaciones o investigaciones que he realizado o que frecuentemente realizo no lo hago con ánimo narcisista o de exhibir mis conquistas con talante triunfal, sino más bien con afán descriptivo. Dar cuenta de un estado de cosas objetivo. De mi capacidad de trabajo a lo largo de toda mi vida. Porque de hecho son tangibles, tienen o tuvieron lugar. Y fueron intensos. Están en casa esos libros o revistas. Están en bibliotecas. Algunos pocos todavía incluso en librerías. También esclarece mi campo de estudios o especialización para los lectores así como mi trayectoria por él cursada. Mis trayectos formativos y profesionales realizados en esta ciudad para que se entienda qué posibilidades tiene o no un creador o un estudioso aquí residente de progresar (o no hacerlo). Al menos según el modo en que a mí se me ha presentado ese panorama (que sé es distinto en otros casos, más exitosos o de menores logros, en otros). Me interesa configurar y recuperar el mapa de la excelencia de instituciones o personas con las que me formé. En el seno de las instituciones en las cuales aprendí. En las cuales me formé. De las personas a través de las cuales tuve acceso a saberes o ideas. Y cómo se está desarrollando mi vida cultural y profesional en este momento.
En el presente espacio por dentro del cual uno piensa qué produce y desde qué lugar lo hace, está su cárcel. Eso puede suceder en un lugar de confinamiento, pero en el cual su escritura resulta permisiva o hasta se sale de esa clausura, hace añicos, de un modo descomunal. Todo depende de qué escriba, dónde lo haga, por qué lo hace, qué índole adopte su escritura, si pone en cuestión paradigmas o se pliega a los establecidos, cuál es la orientación que le otorga a su discurso, qué apoyo recibe de sus seres queridos o sus colegas amigos o amistades, qué amistades o colegas elige para frecuentar y por qué, o, dado el caso, el apoyo que ha recibido todo a lo largo de su historia, qué aprobación ha tenido su poética y cómo lo acogen o lo han acogido las instituciones en el seno de las cuales desarrolla o ha desarrollado su carrera profesional. También cuál es su biblioteca, cómo está compuesta, cuál es su capacidad tesón. Si es trabajador (como yo) o si tiene pereza. En muchos casos (dato que no es menor), las redes sociales lo ponen a uno en contacto con personas de otras partes del mundo, del país o de su ciudad que no conocía y acompañan su producción, la respaldan, resultan estimulantes porque nos dan motivos para seguir escribiendo: habrá lectores que promuevan nuestra creación. Habrá editores dispuestos a recibir nuestras colaboraciones calurosamente. Esta circunstancia de modo afortunado he tenido lugar en mi caso en los hechos.
Y luego está el componente crucial respecto de qué respuesta reciba de la comunidad en la que vive o en la que tienen acceso a ellos sus trabajos, qué respuesta reciba de la metrópoli y si eso le importa o lo tiene sin cuidado ¿Este encierro es sinónimo de frustración? ¿el encierro es sinónimo de fracaso? ¿el encierro es sinónimo de rencor? ¿el encierro es sinónimo de una larga estadía en un espacio/tiempo (ambas variables), que sientan las bases de la situación de un continente, de una patria, de una provincia, de una ciudad, de un barrio, de una casa, de una cierta clase de biblioteca que se ha recorrido, se posee, se seguirá recorriendo, se acrecentará, se renovará de modo incesante? ¿se relee periódicamente, se sabe habrá otros que le ayuden a seguir aumentando su capital simbólico y su criterio selectivo a la hora de configurarla? ¿de una educación impartida, de una biografía indudable, de un idioma en virtud de un uso bajo determinadas inflexiones (y no otras), de lenguas extranjeras estudiadas? Todo lo cual también puede, visto desde un cierto punto de vista, ser una cárcel o haber salido de la trampa del monolingüismo. Una cárcel a nivel semiótico desde los códigos comunicativos de una ciudad/pueblo. Los signos trazan, dibujan un mapamundi, un planisferio, que a él lo sitúan en determinadas coordenadas geográficas. Eso es cierto. En las cuales le es asignada una capacidad de hablar, de escribir, de publicar. De que su discurso tenga un valor (considerado importante o que sea desdeñado), un impacto u otro en el orden de lo social, esto es, en el orden de lo real. Que tenga un predicamento. El espacio que habita un productor cultural está demarcado por límites. De esos límites, a mí en particular, me han permitido salir los libros. Ciertos grandes libros. Les propongo entonces que pensemos algunas de estas preguntas, desde todas las perspectivas que se me ocurren en este momento. Y también desde el testimonio de una experiencia vital que no sustraeré a la mirada del lector. Está en estrecha conexión con esa cárcel. Y por lo tanto el habitarla compromete su esencia, su decencia, una ética de escritor y su componente existencial en directa relación con tal ámbito. Compromete una un estilo de vida. Mi escritura no se comprende sin hacerlo primero con la experiencia urbana a partir de la cual es concebida y circula (o no) por este circuito que es mi cárcel. No veo nada de malo en ello en la medida en que también se escriben autobiografías, diarios íntimos, epistolarios, carnets (esa suerte de fugaces e incompletas notas sobre lo que se está escribiendo o literariamente se va a escribir, lo que por lo general suele llamarse “escrituras del yo”). De modo que lo testimonial bajo su dimensión estrictamente literaria o intelectual viene a cuento para respaldar una argumentación que de otro modo corre el riesgo de ser de dudosa o de difusa fuente. De hipótesis sin un fundamento informativo directo, sin asidero de primera mano, que efectivamente sí lo tiene. La experiencia vivida me resulta de un nivel de tal contundencia como imposible de eludir o de desmentir en determinadas circunstancias. También de refutar. Porque no miento en este artículo. Y sí en cambio esa experiencia puede dar lugar a la reflexión (para otros escritores de La Plata o el mundo, para otros creadores que residan en ciudades chicas o grandes y accedan a la experiencia de escribir en ámbitos como este). Me propongo, es de desear, al debate. Por más que incomode. También están los artículos decididamente profesionales, donde queda por fuera toda intervención personal del sujeto de la enunciación. Pero para el caso he elegido la variante de hacer ingresar en el orden del discurso argumentativo mis experiencias vitales, autobiográficas, como un respaldo y una confirmación afirmativa, afianzada de lo que me ha tocado vivir en esta ciudad en lo relativo a mis aprendizajes.
Sé que soy un escritor incómodo. Desde muy tempranamente lo fui porque tengo un fuerte sentido de la justicia en directa relación con una ética y por lo tanto con una ética de mi profesión (la escritura para el caso) que no permanece ajena a él. He escrito sobre temas sobre por lo general la sociedad no gusta de escuchar: los femicidios, la inhumanidad del sistema carcelario argentino, la locura, las minorías sexuales, he acentuado el tema de la homosexualidad porque percibo prejuicios en torno de ella y precisamente contra eso escribo, contra los prejuicios. He escrito contra el Estado neoliberal, contra la violencia, contra los atentados a sedes judías o de otras instituciones. Estos son algunos de los asuntos que me han ocupado. Entre muchos otros. Pero en lo fundamental me he concentrado en el estudio de la literatura, que es mi vocación. El campo de estudios en el que me formó durante largos años. Pero de la literatura más combativa y menos complaciente.
Empiezo a describir un trayecto de vida que me toca transitar que se ajusta a muchas variables y condiciones materiales. Como escritor ejerzo mi oficio en una lengua, la española, en su variedad rioplatense, sin prestigio si la comparamos con las europeas, de un país en vías de desarrollo, del Tercer Mundo, que ha sido castigado por la Conquista, por numerosas dictaduras y duros reveses económicos, con provincias con muertes por desnutrición, hambrunas, enfermedades como el chagas en el Norte, en este momento por la pandemia del COVID-19 (sobre el que escribí algunos artículos), incendios, entre tantos otros factores relativos a sus condiciones materiales y simbólicas que por momentos han pauperizado y llegado a desmantelarlo o a comprometer y afectar seriamente a su sociedad. Han sido episodios de carácter devastador.
Yo no soy traductor. Soy escritor. Soy crítico y teórico literario. Manejo el inglés, pero jamás se me pasaría por la cabeza afirmar que soy bilingüe. Si bien hablo y leo con facilidad en ese idioma, especialmente si se trata de ensayos. Y gozo de una amplia biblioteca con volúmenes en ese idioma que he ido armando a los largo de mis 50 años. Leo francés, con más dificultad, pese a haber seguido cursos. Pero los ensayos se me resisten menos y con un buen diccionario el trabajo resulta cansador pero realizable. Tengo varios libros en francés en casa. Muchos heredados de mi padre. Él es Prof. en Letras egresado de la Universidad Nacional de La Plata y fue en su juventud Prof. de la materia Literatura Francesa como Prof. universitario, además de dos materias de Literaturas Españolas de distintas etapas de la evolución de ese país. De modo que la dicción francesa fue un tipo de habla que circuló por casa muy tempranamente. Yo supe cómo se pronunciaba el francés a través de escuchar a mi padre, de escuchar canciones, de grabaciones. Tuve una amiga íntima que era francesa que se manejaba indistintamente con ambos idiomas así como tenía la doble nacionalidad. Tengo otra conocida francesa. He leído y estudiado artículos sobre Simone de Beauvoir en francés.
Por dentro de este contexto internacional y nacional que acabo de pintar, la literatura argentina se ha movido por circuitos en ocasiones subterráneos, en otras más superficiales, en otras más ligados al mercado, en otras resistentes o reticentes a él, en otras abiertamente hostiles, siendo los escritores sus antagonistas, según condiciones históricas pero también relativas a la esencia misma de sus poéticas. De modo que la literatura también ha estado signada en tanto que discurso social por un marco relativo a condicionamientos, por lo general adversos. Hay una literatura oficial, que al campo del poder lo halaga, le resulta gratificante, no lo perturba, en particular si se trata de poéticas que se caracterizan por la autopromoción en lugar de defender principios. Es una literatura que le queda cómoda, es funcional a sus intereses (tampoco es incómoda para el campo social en sus zonas de mayores privilegios, sobre todo materiales e ideológicamente más conservadora) y hay poéticas que sacuden ese estado de cosas, son repudiadas incluso censuradas (aunque no lo sean de hecho, son desaprobadas, no son promovidas, son marginadas, son apartadas) por esa cultura oficial, porque socavan sus prejuicios, sus principios de autoridad, sus intereses, atenta contra la hipocresía, la falsa moral entendida según un cierto uso de costumbres que se consideran como normales pero en verdad son arbitrarias y está naturalizadas. Esto es: puede haber muchos otros proyectos igualmente legítimos. Solo que no se considera esa posibilidad. Ni siquiera se la concibe en ocasiones. A decir verdad hay muchos otros estilos de vida, a los cuales se asiste como si fueran una contravención. Aún en el ámbito de lo imaginario, confundiendo de modo vergonzoso lo que responde a la categoría de lo verosímil (el campo de la poética) con la verdad (el orden de lo real), lo que sería sinónimo de confundir un asesinato sobre un escenario de un teatro con uno en medio en una calle de esta ciudad. Además de afectar a la libertad de expresión en su dimensión subjetiva más imprescindible en el marco de una democracia. Un episodio grave a mis ojos.
Y una vuelta por mi cárcel también circunscribe un espacio como mi ciudad de La Plata, una ciudad de provincias, de la cual pese a publicar en medios del extranjero, trabajos académicos de investigación o de revistas culturales, de NY, México o bien de Buenos Aires misma, del resto de la Provincia de Buenos Aires, de Mendoza, de Tucumán (tres provincias argentinas por fuera de la ciudad de Buenos Aires), no menos cierto es que quedo exento de los beneficios que suelen dar (suelen no en todos los casos, no generalizo) el no pertenecer a centros capitalinos (punto al que muy certeramente se refirió el destacado escritor jujeño Héctor Tizón, lo que me exime de detallar o extenderme en torno de este punto, simplemente mencionaré la palabra “centralización” de la literatura en la Argentina, centro/periferia en la relación entre la ciudad de Buenos Aires y el resto del país dentro del cual el interior, que abarca desde la selva misionera a los glaciares de la Patagonia, son homologados). Habito una periferia de la periferia. Pero sin embargo escribo en espacios del Primer Mundo como EE.UU. o, en menor medida, los de Europa (en otro momento de mi vida) o de América Latina: México, Chile y Brasil. México y Brasil son países que pertenecen a América Latina, con una sólida cultura universitaria y una cultura artística poderosa, de una tradición incuestionable. Mi bienvenida a estos espacios culturales ha tenido lugar merced al azar, merced a ciertas cualidades que mis editores evidentemente han apreciado o aprecian en mí (porque me lo han dicho), merced a una historia de muchos años de estudios, de trabajo, de formación e información, de investigación, de la colaboración de mis maestros conmigo, merced a las oportunidades que se han ido presentando (o en otros casos no las tuve o fui rechazado) o bien otras que busqué por mi lado. Y la compañía de esta serie de editores tan fieles y que tanto han valorado y valoran, tanto hacen apreciado y me consta que aprecian mi producción, su reconocimiento, esa mirada que especularmente me devuelven porque me reconforta para que sea yo mismo quien juzgue mi propia tarea a partir de esa imagen en un espejo, porque personas entendidas, autoridades, sí la respaldan. Si va bien, si va mal, si hay que trabajar, si conviene hacer una pausa, un recorte, si es necesario rectificar el rumbo, si anda faltando a esa publicación un cierto panorama de poéticas que convendría de las que me hiciera cargo, de si hay autores que estoy repitiendo demasiado u otros que en cambio me son completamente ajenos, lo que no convendría que ocurriera. O si está bien referirme a poéticas argentinas, que son las que conozco más a fondo y debiera desplazarme hacia las latinoamericanas, norteamericanas o europeas.
Hay un punto que sí quisiera destacar. Siempre he trabajado con mucha libertad. Los editores (salvo excepciones) siempre han dado la bienvenida a mis propuestas. En particular en el extranjero. La ciudad de La Plata ha sido refractaria a mis propuestas, ha supuesto terribles limitaciones, más restricciones, más cuestionamientos, salvo excepciones. Es cierto que muchos artículos gozaron de cierta bienvenida y hasta de popularidad. El gran escritor Gabriel Báñez, uno de mis mayores maestros de escritura, me abrió las puertas del diario más leído de la ciudad para que escribiera y publicara con total libertad. Pero si comparo con la frecuencia y la valoración hacia mi trabajo por parte de los medios tanto académicos como de periodismo cultural del extranjero, la diferencia resulta no solo llamativa, sino abismal. Por la extensión que me confirieron, por la libertad de expresión, por el respeto y por la libertad de elección y el modo selectivo de los autores o los temas sobre los que trabajé. Esto me ha dado mucho que pensar. Qué hay en mis textos que los vuelvan atractivos para el extranjero pero no sucede lo mismo en mi propia ciudad. Como si acerca de los temas sobre los que me interesa hablar y sobre los que escribo, en esta ciudad no existiera interés o consenso. O exista desinformación. O acaso irriten. Naturalmente que no soy complaciente con mi ciudad. Porque aspiro a que sea mejor. No a que repita o mantenga sus limitaciones. Sino a operar para producir aperturas. Motivo por el cual considero que la crítica resulta primordial ¿Qué hay o qué no hay en La Plata para que estos artículos no tengan la recepción que sí tienen en otras partes del planeta, que es positiva, de entusiasmo y es receptiva y hasta halagada? ¿de qué está ávida y de qué no lo está esta ciudad? ¿por qué sucede eso? Me lo pregunto con sinceridad porque me gustaría poder hacer aportes a la comunidad, en primer lugar. Ser alguien útil a su campo de trabajo en el espacio en el que reside. No en otros con los que no tiene más que relaciones virtuales. De todas formas, en mi ciudad directamente no existen ciertas revistas que sí existen en el extranjero con las que colaboro que me permitieran, por ejemplo, publicar los trabajos interdisciplinarios con fotógrafos profesionales y artistas plásticos en diálogo con mis textos. Hasta donde sé o no existen o no me han convocado. Y tampoco cuentan con la amplitud temática de esas revistas. Y menos aún que me permitan conversar acerca de la toma de decisiones sobre qué, cómo y cuándo publicar.
Echo una mirada en torno, como escritor (una vez más, doy una vuelta por mi cárcel), ¿y qué veo? Si bien procuro estar atento a mis propias ocupaciones, a mis intereses, a mis inquietudes, a mis estudios, a mi formación, a mi ejercicio profesional cotidiano de la escritura, a la investigación creativa o de estudios, a mis rutinas laborales, a procurar escribir cada día mejor (ese es mi objetivo principal: innovar, perfeccionar, refinar el lenguaje literario, tanto en sus contenidos como en sus formas y en la metodología de trabajo), las redes sociales son para mí una herramienta de trabajo. No me sirvo de ellas como una forma de exposición o exhibición de mi vida privada. Son una canal de difusión de mis publicaciones o de otras de colegas o de artistas que respeto para de ese modo ir evaluando las repercusiones que tienen. Tanto en mi ciudad, en Buenos Aires como en el extranjero. Porque tengo amistades de todos esos lugares. Raramente he dado a conocer fotografías familiares. En pocos casos mías. Y en lo relativo a lo profesional no ha tenido que ver con la autopromoción sistemática sino con la divulgación de algún logro (como premios o distinciones, moderadas por cierto en mi caso), publicaciones o difusión de alguna actividad que iba a desarrollar, presentar un libro, dar una conferencia o participar de una mesa redonda. Esto es: publicaciones que tenían la estricta divulgación de la intervención cultural.
Desde dentro de mi cárcel, he adoptado algunas políticas claras desde que ingresé a la red Facebook en agosto de 2018. Lo que fundamentalmente hago son trabajos literarios, de crítica y teoría literarias. También de teoría de la lectoescritura creativa. Esto es: difundir obras puntuales o poéticas de colegas, en lo posible que estén en actividad, para dar a conocer más aún su producción literaria. Trabajos de rescate de obras marginales. Reflexionar con intensidad acerca de la centralización de los medios de publicación, difusión, devoción cultural, entre otros ubicados exclusivamente en Buenos Aires (como ya lo adelanté). Publicar cuentos, poesía o bien algunas investigaciones creativas (trabajos interdisciplinarios individuales o en colaboración a los que ya me referí). En ocasiones en Youtube doy a conocer charlas o conferencias.
¿Y qué decir de las revistas literarias argentinas, en particular las de poesía? En primer lugar que he tenido malas experiencias con todas ellas. A las que he enviado material han postergado la evaluación de modo indefinido, no han contestado o han rechazado los manuscritos. Suele existir un acotado staff del que se rodean que se va rotando. Un ghetto. Esto de los ghettos en La Plata es permanente y en Argentina otro tanto. Como si la noción de pluralismo no funcionara. Ahora bien: mis manuscritos de poemas y cuentos han sido siempre aceptados en el extranjero. En revistas exigentes. Para ingresar a las revistas literarias argentinas parece que hacen falta evidentes antecedentes que por más que los propios sean calificados en el extranjero, no alcanzan en mi país. El perfil que se busca de un poeta o de un prosista no es al que yo respondo. Suena absurdo pero es lo que efectivamente sucede. Los que en el extranjero han alcanzado repercusión, en Buenos Aires no. En lo personal las he descartado. Esta misma experiencia me ha sido referida por buenos e idóneos poetas de La Plata. Y sí he publicado en La Plata poesía o ensayos sobre poética, además de cuentos en revistas no especializadas en cultura. O de interés general que una sección literaria.
En lo relativo a géneros de estudio, yo publico artículos, ensayos, reseñas de libros o films, sobre escritores (por lo general argentinos, en menor medida latinoamericanos). Esto es: procuro no ponerme en un primer plano, nuevamente, sino dar un paso al costado y brindar el espacio que considero corresponde a otros creadores, a quienes sí estimo de una jerarquía o una investidura superlativa, mucho mayor que la mía. Muchos son mis maestros y los he leído mucho. Motivo por el cual he podido escribir sobre ellos con soltura. Merecen disponer de una difusión mayor sus poéticas, en particular en el extranjero. Estoy interesado en cavilar acerca de qué es la crítica y en qué consiste el oficio de crítico. Igualmente con la teoría literaria. Lo que supone el uso del pensamiento abstracto. No se trata de una virtud de la que me jacte. Se trata de una política profesional, de líneas de investigación también, de un entrenamiento en el que me he ejercitado en la Universidad. Me interesa pensar acerca de ciertos principios éticos vinculados a los estéticos, por qué no decirlo. De un criterio que pretende que la crítica, problematizada, sea, aún más, de excelencia. Y de paso se trata de difundir esas poéticas en la medida en que las estimo mediante un respetuoso reconocimiento a su excelencia. Me parece que la posibilidad de hacer circular lecturas acerca de libros o, más ampliamente, poéticas, es también un modo de intervención en el campo literario para ubicar en un determinado lugar a un determinado autor (si a mi juicio lo merece).
Me he arriesgado con sumo cuidado a escribir crónicas teatrales. A las entrevistas las considero una cierta forma de la crítica, en virtud de que debo formular hipótesis de lectura para formular las preguntas. Si bien comprometen también el oficio de escribir, en la variante de su práctica profesional. Este es básicamente mi desempeño cuando escribo y cuando investigo. Este es básicamente mi perfil profesional. Pongo mi palabra al servicio de mis colegas o bien en las entrevistas, claro está, abiertamente les doy la voz a los creadores devenidos interlocutores. Trabajar así me gusta. Me gusta mucho. Se trata de un desempeño versátil, de amplitud temática y formal, de contenidos y recursos, el que ejerzo que a mí me deja satisfecho. Si bien jamás escribiré una novela (tengo una inédita pero decidí no publicarla porque no le encuentro dignidad estética, si bien hubo expertos que sí le encontraron méritos) ni tampoco escribiré dramaturgia, si bien escribí dos obras de teatro que a mi juicio no son logradas. Novelas por razones de rasgos de carácter, llegué a esa conclusión. Dramaturgia porque requiere un entrenamiento y el conocimiento de toda una serie de técnicas en el seno del texto literario además de variables escénicas de las que carezco.
En lo relativo a la elección de corpus, me manejo con bastante desobediencia ¿Por qué habría yo de atenerme a un canon que no comparto? ¿o que puedo poner en cuestión instalando lecturas de otros autores o autoras alternativos que considero valiosos o más valiosos? No se trata aquí de ser un disidente o un iconoclasta por el simple hecho serlo, sino por no compartir las políticas de legitimación de autores o autoras que están instalados de modo oficial o académico. Tampoco comparto sus premisas a la hora de juzgar poéticas. Ni tampoco por acatar la opinión de operadores influyentes. O por estudiosos independientes. También por el periodismo cultural, que hace circular prestigios con demasiada velocidad o premura, encandilado, el de La Plata, por el de Buenos Aires y el de Buenos Aires por el del mundo. También furiosas campañas de marketing asolan la superficie social producto de oligopolios, aplastando a otras, por lo general en las cadenas de librerías. Ingeniosas técnicas de captura del lector son, con astucia, empleadas por las editoriales.
En el trabajo con las poéticas que sí me interesa rescatar o bien difundir lo he realizado a través de tesis. Mi tesis de Licenciatura en Letras y de doctorado en Letras (que está online en la Internet y puede ser consultada), de becas con sus respectivos informes, ponencias en congresos en Argentina y Francia (disponibles en Actas de Congreso en papel o digitales también es posible consultarlas online a algunas de ellas) y desde publicaciones académicas en diversos lugares del mundo y Argentina (tanto en Buenos Aires, La Pampa, Santa Fe como en La Plata) o bien desde el periodismo cultural. También he participado de Dossiers académicos, capítulos de libros, artículos de libros, entradas en glosarios. Esto es: tengo una formación académica de base con un ejercicio de la investigación de largos años. A lo que se han sumado la asistencia sistemática a talleres de escritura, lecturas como autodidacta y ciertos interlocutores que he ido conociendo en mi ciudad todo a lo largo de mi vida, virtualmente o en otras partes del país o del mundo.
Mi campo de estudios es la literatura argentina contemporánea. Tanto la de para adultos como la para niños. Resulta fecundo, riquísimo, interminable, renovador el trabajo con este corpus. De permanente producción creativa. En menor medida también el panorama latinoamericano. Me interesa mucho la literatura española. En menor medida en lecturas desde la teoría de género de autoras argentinas. Ello supone lecturas, estudio de poéticas muy diversas y poco conocidas en el mundo entero, investigación, publicaciones permanentes. Dado que el trabajo ha sido bastante periférico en lo relativo a la elección de corpus si lo comparamos con poéticas europeas o estadounidenses de tradición (la inglesa, por ejemplo, tiene una notable trayectoria casi aplastante, al igual que la alemana y la francesa, han sido siempre privilegiadas en tal sentido). La pulseada que jugamos es desigual. Y en lo relativo a la literatura infantil y juvenil convengamos que suelen ser bastante comerciales muchas de las propuestas en algunas zonas planetarias o incluso de nuestro país. Pero también sus grandes clásicios son europeos. Por otra parte, nuevamente, la argentina no es una literatura infantil que goce de una tradición más que relativamente reciente. En lo relativo a la literatura infantil sumo a mi crítica literaria sobre autores y autoras, la escritura de cuentos infantiles. Tengo varios publicados y un libro terminado. Los he publicado en revistas u órganos especializados.
En el caso de las poéticas argentinas he procurado compensarlo con la profundidad de abordajes y con los medios en los que publico esos trabajos. He trabajado en ámbitos académicos durante una larga etapa de mi vida en torno de poéticas de literatura infantil argentina (hace ya once años) entrevistando a autoras para Actas de Congresos o bien como expositor o formando parte del comité académico o del comité evaluador de ponencias. Este es un punto que me gustaría acentuar. Una doble perspectiva, puesta en diálogo, se enriquecen y brindan un punto de vista que no consiste solo en el de ser un mero crítico. Sino el de alguien que escribe literatura infantil. Eso lo distingue de un mero crítico porque conoce la génesis de escritura. La literatura infantil “desde adentro”. Produce crítica literaria sobre la de poéticas argentinas infantiles y juveniles (esto es, de su propio país, lo que supone indagar en la propia cultura y su Historia cultural) desde otra perspectiva.
En lo relativo al trabajo de publicación de mis libros, como escritor me encuentro, aquí sí dando una vuelta por mi cárcel literalmente. Por lo general con situaciones de obstáculos en la ciudad de La Plata. En el contexto del mercado del libro hay escasos espacios de publicación serios en la ciudad de La Plata. Pocos los que distribuyen las producciones en el resto del país (de mis libros solo uno). Y evidentemente mis conexiones o mi talento no han sido particularmente gráciles en tal sentido. La Universidad Nacional de La Plata publicó tres de mis libros pero jamás percibí derechos de autor por ellos. Y la distribución tuvo que ver en contextos de eventos científicos ligados a la Universidad como Congresos o Jornadas. También en la Editorial de la Faculta de Periodismo y Comunicación Social pueden conseguirse. En fin. El paisaje es desalentador. He acudido a varios del extranjero. He publicado cuentos en EE.UU. en revistas académicas con evaluación externa. He sido traducido al inglés en libro en el género cuento en EE.UU. Pero eso tiene un límite. Los argentinos somos autores segundones. Por citar un ejemplo de malentendido (digamos), de un cuento mío de épica fantástica, un crítico estadounidense afirmó que se trataba de “un cuento de realismo mágico” en una reseña en inglés del libro en cuestión. Un verdadero disparate. Ello ya sienta las bases de un equívoco. De un malentendido. Y hasta de un desacuerdo. De una falta de conocimiento y de una desinformación. De una mala recepción de ese cuento. De una falla notable en la interpretación. Y en la lista de autores del libro me ubicaron en uno de los últimos lugares en una antología de cuentos en inglés, sin orden alfabético alguno. América Latina y Europa del Este figuramos en el final del índice del libro. En tanto los estadounidenses aparecen en el comienzo de la antología.
Un libro que compilé en carácter de editor para el cual todos los autores cedieron los derechos (me estoy refiriendo a plumas como María Negroni, Noé Jitrik, Tununa Mercado, Angélica Gorodischer, Eduardo Berti, entre muchos otros), me trajo muchos problemas porque hicieron las cosas mal. Además de que distribuyeron el libro en solo una librería de Buenos Aires.
Mi último libro fue publicado porque obtuvo por concurso un Subsidio del Ministerio de Cultura de la Nación, junto con mis antecedentes y mi CV, no porque la editorial lo financiera. Sé que es un libro voluminoso pero otros se han publicado en esa misma editorial. De ese modo pudo ser editado. Y esa editorial distribuye en Buenos Aires (no en las grandes cadenas, que no la admiten) y en el resto del país. Pero es una editorial chica. En lo referido a mis honorarios, ni los diarios, ni las revistas, ni las revistas de estudio suelen remunerar a sus colaboradores, salvo algunos casos, en que se proponen ser serios. Es cierto que he encontrado algunas que sí lo hacen. Recién con mi último libro percibí derechos autor. Luego de que dejé transcurrir una larga etapa para que pudieran recuperar el gasto de las ventas. Me lo agradecieron, como correspondía, por otra parte. El Dr. Saúl Sosnowski, una eminencia en lo relativo a estudios de literatura latinoamericana y estudios culturales de América Latina escribió la Presentación de uno de mis libros y la contratapa del último. Se tomó el trabajo de leerlos inéditos desde el Norte, en EE.UU.
En lo relativo al campo editorial porteño tampoco mis intereses ni mi poética coinciden en términos generales con las inquietudes que están a la moda en el circuito en vigencia o han concitado interés. Reconozco que no me he movido demasiado para buscar editores en Buenos Aires salvo algunas tentativas muy insulares. Pero sí tengo libros terminados, que es lo importante. Y en Córdoba, un célebre editor me dijo que al segundo día de recibirlo el libro estaba aceptado pero que no lo publicaría. No he estado atento a desplazarme por un campo que no me convocara. Más bien he hecho mi carrera en La Plata o en el extranjero. Tanto la universitaria como la creativa. Sin embargo, no me sucede lo mismo en revistas culturales de EE.UU. o América Latina. Las que abiertamente sí les dan la bienvenida con sentido de apertura en revistas de una enorme seriedad, rigor y exigencia. Me siento respetado por ellas y siento que mi trabajo es igualmente respetado. Se valora mi esfuerzo, mi estudio y mi trabajo. Y soy honesto con mis editores o editoras. Velo porque mi producción creativa o de estudios sea de calidad y pareja. Como sus lectores o mis lectores (me aseguran ello sus editores). Y, este es el punto, me encuentro con más respeto, más pluralismo y no existen las diferencias políticas, de prejuicio o de acomodos por conexiones (desde familiares, amiguismos hasta vinculaciones con el campo del poder) que tanto daño le hacen a la producción de la cultura literaria de un país, que no se rige por una noción de excelencia sino de conveniencia u oportunismo. Realizada por personas sin trayectoria o que podría ser realizada de manera más calificada por personas más capaces y con más formación.
Por lo que percibo en La Plata, como dije, tienen los ojos puestos en Buenos Aires o en el extranjero. Y en. Buenos Aires es siempre frecuente que tenga sus ojos puestos en Europa o EE.UU. En menor medida en América Latina. Tanto en lo relativo a su política de ventas como de traducciones para dar a conocer autores argentinos que les permitan el acceso a esos campos literarios.
La academia merece un capítulo aparte. Se canonizan ciertos nombres. Se los investiga. Se los inviste de capital simbólico. Se imparten clases sobre sus poéticas. Se los difunde en Congresos, Simposios o Jornadas. En el campo editorial académico se publican investigaciones solo sobre ciertos autores (por lo general varones, recién ahora hay mayor apertura y hasta un boom de literatura de autoras) y otros son sistemáticamente descalificados o abiertamente ignorados. O por supuesto hay campos de estudio, como la literatura infantil o la literatura de las minorías sexuales que son abiertamente ignoradas o se han abierto espacio de modo incipiente a los codazos. Corrientes que por lo general también imitan a la academia del norte.
Si bien hay una competencia prácticamente de igual a igual respecto de la de La Plata, la Universidad de Buenos Aires goza del prestigio de ser la capitalina. De tener más tradición en lo relativo a egresados ilustres. A investigadores que han trascendido las fronteras u obtenido Premios Nobel. No obstante, en la Universidad Nacional de La Plata me he formado en buena medida con profesores de la Universidad de Buenos Aires (UBA) que venían a impartir clases a nuestra ciudad. Seguía reinando la UBA esta vez mediante profesores itinerantes que se desplazaban como embajadores de una ciudad a la otra pero residían en Buenos Aires y también dictaban clases en esa Universidad o allí se habían formado. Hay, por supuesto, un equipo docente egresado de La Plata, muchos formados con los docentes de Buenos Aires, que también reside aquí y dicta clases en nuestra Universidad con seriedad. Pero los docentes titulares por lo general son o han sido de la UBA. De modo que los profesores de la UBA que llegaban a mi Universidad eran una salida de una vuelta por mi cárcel y el ingreso a un universo simbólico alternativo. Por lo general de una enorme excelencia. Cosa que agradezco. No porque desdeñe el local sino porque abrían la ideología educativa hacia otras líneas de estudio, de investigación además de formativas. Circulaban otros nombres, otros autores, otras corrientes de pensamiento, otra teoría. Sus saberes eran otros. Sus trayectos formativos habían sido otros. Muchos se habían doctorado en el extranjero o ganado becas en el exterior.
Hasta donde lo puedo apreciar, soy más estimado, como crítico o teórico que como escritor. Ello tiene lugar también porque no he sido leído creo yo. Puede que si se hubiera tenido más acceso a mi producción literaria se hubiera reconsiderado ese punto de vista. Y también he preparado libros de entrevistas (previamente publicadas en revistas académicos de EE.UU.), de modo que el trabajo literario se veía más limitado a intervenciones en publicaciones periódicas del extranjero. Subidas a Facebook, en ocasiones compartidas, algunos conocían las revistas académicas y luego mi libro. Otros jamás tomaban contacto con ellas. Mis libros están todos agotados salvo el último, de entrevistas con autoras. De modo que el trabajo de escritura creativa internacional llega por el lado de las revistas culturales de EE.UU., de México y el nacional por el de algunas provincias de Argentina. El trabajo de estudios y crítico de EE.UU y México. También, en nuestro país, en las provincias de Buenos Aires, Mendoza y Tucumán he dado a conocer trabajos de estudio, no académicos, sino de periodismo cultural en todos los registros, desde algunos de un gran uso del pensamiento abstracto hasta otros en los que publicaba cuentos o bien crónicas, reflexiones o notas sobre temas que tenían que ver con el universo de la cultura literaria. Capítulo aparte merece la revista Hispamérica. Revista de literatura, de la University of Maryland (EE.UU.), con la que colaboro ininterrumpidamente desde 2005 hasta el presente, cuyo Editor es el Dr. Saúl Sosnowski, sobre estudios de literatura latinoamericana. Allí he propuesto autores para publicar trabajos, siempre con un sentido de apertura difícilmente olvidable y una actitud auspiciosa. Al igual que la revista Chaqui: Revista de literatura latinoamerican, de Arizona State University (EE.UU.), con la que trabajé entre 2005 hasta 2020, fecha del fallecimiento de su Editor, el Dr. David William Foster. Sobre sendos Editores escribí artículos sobre sus trayectorias, trazando un recorrido por sus producciones, sus siluetas y sus líneas de investigación en una revista de NY.
La cárcel no deja por momentos de resultar asfixiante para alguien que aspira a crear creciendo. Porque no todo son publicaciones. Es importante un ámbito confortable para dar a conocer las producciones. Un contexto de producción que promueva la producción. Un contexto de producción que sea capaz de publicar, albergar y luego distribuir esas creaciones por el país e incluso por el mundo. Un contexto de recepción que las valore (o en otros casos las rechaza abiertamente, eso depende). Prensa cultural que haga crítica sobre ellas para difundirlas, en lo posible ponderativo. Poder gozar de derechos de autor o de remuneraciones por conferencias u otra clase de intervención en la vida cultural.
Me gustaría mencionar, eso sí, a la revista La Pulseada con la que ha colaborado algunas veces, que es seria, trabajan comprometidamente y pagan las colaboraciones. Son buenas personas. Y si bien tienen una línea editorial que uno puede compartir o no, les he enviado notas o cuentos para publicar y los han recibido con sentido de apertura. Se trata de una revista comprometida políticamente. Con ideales y principios. Y que desde hace muchísimos años que publiqué mi primera colaboración insular.
Hay una institución gremial en la ciudad de La Plata que nuclea a los escritores de la región que ha sido enormemente generosa conmigo. Lo que agradezco y me gustaría reconocer, subrayar y señalar con énfasis, además de mencionarla. La SADE filial La Plata y la SADE Nacional, Sociedad Argentina de Escritores, también han actuado difundiendo mi trabajo en su revista de Buenos Aires y en su Página de Facebook de La Plata. En Buenos Aires en su revista con artículos sobre Ángela Pradelli, Mirta Rosenberg, Leopoldo Brizuela y Ricardo Piglia. También obtuve un Primer Premio de en la categoría Ensayo con uno sobre la poética de la poeta de La Plata Ana Emilia Lahitte en un Concurso literario competitivo que justamente llevaba su nombre. Publicaron en libro asimismo el ensayo en formato papel. También invitándome a dictar conferencias o charlas en forma presencial o vía plataforma Zoom, para subirlas luego a Youtube. El trabajo ha sido amparado por esta institución amiga. Y me parece justo. Y me parece importante el debido agradecimiento a ella. Menciono entonces a su Presidente, el Prof. y académico Guillermo Pilía. Y a Rosa Graciela Carreto, organizadora de múltiples actividades, ganadora de muchos premios literarios, autora de varios libros, estimulándome a participar, en su rol de Secretaria, ahora de colaboradora de la SADE. Cierro estas líneas por lo tanto con palabras de gratitud hacia esta institución que en la ciudad ha concretamente abierto sus puertas de mi cárcel, lo repito, en una metaforización que da cuenta de una incomodidad producto de no encajar en el campo literario de local, pese a haber realizado numerosos trabajos sobre poéticas de autoras y autoras de nuestras ciudad. Paradojas. Incongruencias. Faltas de coherencia. Para que mis textos devinieran experiencia social lectora la SADE ha sido una institución difusora primordial. Una difusión que permitió que mi trabajo se dispersara entre múltiples lectores por todo el país y hasta el mundo. Tanto en forma virtual como en papel. Que mi voz se hiciera escuchar divulgándose bajo distintos formatos en Argentina y, sobre todo, en España, ha sido de una grandeza de la que dejo testimonio en este artículo. Con sentido de apertura, con invitaciones a participar de eventos, esta institución ha sido pluralista y ha tenido gestos de una enorme generosidad hacia mí. Produciendo un profundo sentimiento de arraigo. Punto fundamental dado que no lo sentía en muchos espacios o instituciones de la ciudad.
Los talleres de escritura, capítulo aparte, han sido fundamentales. Grandes maestros de escritura como Martha Berutti, Leopoldo Brizuela, Gabriel Báñez y Graciela Falbo han realizado aportes formativos a mi trabajo como escritor de naturaleza inolvidable. A ellos cuatro, un agradecimiento principal. Llegado un momento tomé la decisión de realizar talleres de escritura en Buenos Aires, con María Negroni y Susan Szwarc. Y hay una sintonía muy singular entre ambos. Ella aprecia mis poemas. Ello me motiva para proseguir por la senda del poema.
De modo que una cárcel no es un recinto con barrotes, sino una superficie amplia, diversa, heterogénea en el seno de cuya experiencia social me encuentro con diferentes ideologías, personas, éticas (éticas o no, mediocres o talentosas, capaces o incapaces, inmorales o decentes), con una biblioteca que refulge en casa, con obras que deslumbran por su calidad, desde clásicos históricos hasta contemporáneos hasta llegar a exploraciones con la palabras y la lengua literaria que no deja de asombrarme cada vez que me siento a estudiar. A ello se suma los nuevos libros que me envían los colegas de Buenos Aires o las novedades que voy comprando. Todas de excelencia. Con Esta caja de herramientas, elaboro mis textos. O bien concibo otros en diálogo con artistas visuales.
En lo que sí me gustaría hacer hincapié es que así como hubo una familia detrás que históricamente me infundió confianza en mí mismo y acompañó mi vocación, lo sigue haciendo hasta límites realmente encomiables, abriéndome toda clase de puertas, desde mis padres a mi hermano, cada maestro de escritura que ha confiado en mí, también me ha infundido la certeza de que esta era mi vocación, esta es la senda que debo seguir, de que no me he equivocado al elegirla. Debía seguirla de modo indoblegable. Sin rendirme a los obstáculos. Y cada editor que acompañó a largo plazo mi trabajo son o han sido de una elocuencia a la hora de valorar mi trabajo que, al igual que los coordinadores de talleres de escritura, realmente no podía no confinar en mí mismo. En dos palabras quedaba todo dicho.
Uno acude, naturalmente, a un lugar poderoso desde el punto de vista simbólico: su biblioteca. Allí está buena parte de la Historia literaria del mundo, por lo general en traducción. Varios clásicos, algunas pasiones, exquisiteces, deleites, deliciosas rarezas, libros producto de viajes propios o ajenos inconseguibles en Argentina o que sus autores le enviaron por correo. En esta zona de la casa me confino, en tanto, paradójicamente, es pura libertad subjetiva. Puro desprejuicio. Puro despertar a las pasiones, a las ideas más audaces, a las discursividades más de avanzada de las que soy capaz. Están las neovanguardias o las vanguardias históricas. Están los malditos. Están los transgresores. Están los aliados. En este cuarto propio uno ya no está en una cárcel sino en una planicie, en un espacio creativo en el que puede apreciar un horizonte sin fronteras. Allí se aloja. Allí elige quedarse. Y escribe. Escribe. Escribe. Los carceleros han debidos abrir los calabozos. Los grilletes caen. Las geografías se amplían hacia un planisferio que llega hasta los confines. Sinfín.