El amor de Kim Wexler en los tiempos de “Better Call Saul”

Decide, Kim siempre elige

Ama primero el Derecho,

luego ama a Jimmy.

Después ama el poder,

Walk on the Wild Side.

Y sigue amando a Jimmy.

El personaje de Kim Wexler (Rhea Seehorn) en Better Call Saul ha llegado para quedarse. Trascenderá como lo han hecho otros coprotagónicos femeninos en estos tiempos donde las series rigen el consumo audiovisual vía streaming.

Como la tía Poly en Peaky blinders, interpretada por la gran Helen McCrory a quien la muerte nos impidió el gusto de disfrutar en la última temporada. La doctora Wendy Carr (Anna Torv) en Mundhunter que da a la serie un sofisticado peso. La maquiavélica Gemma Teller Morrow (Katey Sagal), madre de Jax Teller, el protagonista de la extensa y sheakspereana Sons of Anarchy. Qué tal Lathgertha (Katheryn Winnick), la primera pareja de Ragnar Lothbrok en Vikingos, poderosa guerrera vikinga que no estaba a la sombra de nadie. O la propia Skyler White (Anna Gunn), la mujer de Walter White y madre de Walter White Jr. y Holly White, quien no necesita mayor presentación, y que es un personaje antítesis de Kim Wexler.

El protagonista de Better Call Saul, claro está, es Jimmy McGill –más tarde Saul Goodman­–, antihéroe que se une al furor que consiguen pronto los antihéroes carismáticos, sin embargo, muy pronto su coprotagonista femenina se ganará a pulso aplausos, asombro y trascendencia, tanto por la interpretación de Rea Seehorn, como por la manufactura que los guionistas dieron al personaje.

¿Cómo ama Kim? ¿A quién ama Kim? 

En un inicio, su amor reverencial es único y bien identificado: el Derecho. En una de esas escenas que inauguraban cada capítulo con un tiempo aleatorio, vemos a una joven Kim recién egresada arrastrando un carrito mientras intercambia palabras con Jimmy y le cuenta con ferviente admiración lo que ha logrado Chuck McGill en el ring de los alegatos jurídicos. Vemos, además de su conocimiento, su desde el inicio centelleante inteligencia y ese mirar fijo que tienen los grandes ambiciosos. Ama hacer las cosas perfectamente bien, y ser la mejor.

También, más pronto que tarde, se enamora de Jimmy McGill. Quizá al inicio pensamos que sería una relación pasajera, al menos marginal en la historia, o que ella lo despachará cuando triunfe, pues Jimmy pasa temporadas enteras siendo el chico perdedor al que nada le sale bien, “siempre estás mal”, le dirá alguna vez Kim. Pero su amor cruza el pantano y no se mancha.

Kim no deja de amar a Jimmy ni siquiera cuando en él, tras su defensa frente al tribunal que decidirá si vuelve a obtener su licencia de abogado, se burla de quienes entre lágrimas le han creído su actuación. Jimmy nunca sabrá que Kim, detrás suyo, también dejó rodar un par de lágrimas, y que ella descubrió en ese momento a quién tiene delante. Kim conoce a Jimmy tanto como su hermano Chuck, bien se lo dijo en una ocasión, Howard Hamlin, pero decide seguir amándolo.

Decide amar a ese hombre cuando la lleva, primero como un juego, luego en serio, por el lado turbio, el más excitante del camino, al que Kim responderá con besos arrebatados, tras noches insulsas en que ambos llegaban a la cama solo a dormir.

Kim Wexler es una trobairitz

En los cuentos clásicos, el arquetipo femenino que alimenta el amor romántico estará siempre supeditado al devenir de su amado, a su voluntad y férreos deseos. La amada funge como mero móvil para que el héroe cumpla su destino. Lo sabemos de memoria. Pero siempre han existido mujeres reales, y también arquetípicas, ellas saben que por encima de todos sus principios está el poder que da decidir.

Ya en medio de los ideales del amor medieval, de esa literatura cargada de gestas llenas de poderío masculino, existieron mujeres que reclamaron su parte de la acción, se llamaban trobairitz, palabra «deriva del latín trovare, que significa hallar, encontrar. Se refiere al talento de hallar o encontrar las palabras para hablarle precisamente al Amor, y decirlo de la manera considerada más perfecta y bella posible: a través de la poesía, poesía que después era cantada por la propia trovadora o por un trovador, un juglar o una juglaresa. Ellas le cantaban al amor libre, ellas decidían hacerlo. Kim Wexler es una trobairitz que le canta al amor libre que tiene por y con Jimmy.

Mientras Jimmy-Saul Goodman es el antihéroe que escala desde los subsuelos de los callejones donde estafaba, luchando contra miles de obstáculos, haciendo trampa nuevamente para lograr ascender, y delinea su vida con una dosis maquiavélica extrema interminable; Kim trabajará a la inversa, desde el sitio prestigioso que se ha ganado por sí misma en el bufete HMM. Decide descender, primero, parea aventurarse a trabajar en un lugar propio junto a Jimmy. Ese será el descenso superficial que superará sin problemas gracias a su arduo trabajo. El mayor descenso estará mediado por el desprendimiento paulatino (aunque no total) de sus principios éticos. Y todo lo hará por elección. Mientras Jimmy actúa conforme lo condicionan las circunstancias, Kim es dueña de lo que hace desde el inicio.

Kim Wexler: autoridad suprema de sí misma que no permite que insulten lo que elige

Cuando aquella abogada con quien trata de llegar a acuerdos previos en los alegatos legales, despotrica contra Jimmy, lo tacha de un abogado deleznable, la venganza de Kim será absoluta, pues no permite que nadie lo pisoteé. ¿Por qué, por amor? Porque no permite que nadie pisoteé aquello que elige. Todo en ella es consciencia plena. Ama el ingenio de Jimmy, la adrenalina que le ha mostrado da el lado turbio del Derecho. Ella  conoce ahora, más que la ambición, el poder que otorga ser autoridad suprema de sí misma. Por eso se deshará de Mesa Verde; por eso será implacable con Howard. Demasiado implacable.

No obstante, hay algo que Kim no elige: tener miedo, ser movilizada por el miedo, actuar por miedo; que su centelleante inteligencia y ambición se vean coartadas por el miedo. Es algo que también experimentará Jimmy. Es lo que les enseñará a ambos Lalo Salamanca. Y ya no serán los mismos.

Pero para descubrir más del amor de Kim en los tiempos de Better Call Saul debemos esperar a ver los pocos episodios que le quedan a la serie para su final, hasta entonces, sabemos que los tiempos de Jimmy McGill en la era de Better Call Saul están repletos de ingenio desbordante, de creatividad al servicio de objetivos que casi siempre se cumplirán por los caminos más retorcidos, marcados por el sello que solo los grandes estafadores saben imprimir. Y a su lado, en igualdad de condiciones, ahí está la manera de amar, de ser, de elegir, de Kim Wixler.

Episodio 9, sexta temporada: se disuelve la fórmula perfecta

A este texto le tendré que añadir anexos conforme aparezcan los episodios, si es que hay cosas que añadir respecto al amor de Kim. El episodio 9 ha mostrado un desenlace a raja tabla de la relación entre Saul y Kim. ¿Abrupto? Sí, bastante, como si a sus realizadores les hubiera entrado la prisa, y todo el largo aliento que se tomaron previamente se viera impulsado por tiempos inquisitivos. ¿Congruente? Sí, también. El personaje y actuar de Kim sigue siendo congruente con todo y el apremio que se percibió en la trama. Sigue bajo la misma consigna: decide dejar a Jimmy, separarse de él porque por «separados, somos buenos, pero juntos… somos veneno». Eso es lo que los espectadores lamentamos, se ha deshecho la fórmula perfecta. ¿Una salida inteligente? Sí.

Lo que hay que resaltar es que quizá esa misma prisa de los guionistas hizo que el personaje de Kim no sufriera de patéticos dramatismos, una salida sobria, abrupta pero sobria, y aunque la sobriedad cuesta festejarla, hay que admitir que fue una buena elección. Y también sabemos que Saul necesitaba quedarse solo para poder construir su imperio. Kim jamás le hubiera permitido ese pésimo gusto que se echó encima debido a la soledad y la carencia de su espléndida «media naranja».

El regreso de Kim en el penúltimo capítulo

El capítulo 12 de la última temporada nos lleva a una «tentativa» redención del personaje de Kim, digo tentativa porque aún falta el cierre de todo, y no sabemos si hay alguna sorpresa, pero hay aspectos interesantes desde ya: la redención femenina, que luego se da poco, por lo general, suelen ser más escarmientos que redenciones hechas por mano propia de los personajes femeninos. La de Kim se centra en un paso por el purgatorio que consta de una vida insulsa, artificial, que está obligada a ser gris, a no llamar la atención en todos los niveles, desde el trabajo elegido hasta las expresiones corporales, ya no digamos la convivencia cotidiana.

Y un punto clave: no hay una vida en pareja como tal, se tiene un compañero, pero no se comparte una vida en pareja real. ¿Es esto una expresión soterrada de lealtad al amor por Jimmy? ¿Y El sexo?: un «yeap», «yeap» en el orgasmo del hombre igual de anodino que todo lo demás, y que él expresa tanto cuando hace rechinar una cama gris, como cuando indica que quiere ir a la próxima reunión del fin de semana.

El purgatorio, casi que infierno, de Kim pasa a través de todos los resquicios, sin olvidar uno esencial: el placer, la liberación que da la «petite mort». Eso es algo a resaltar, porque no es que hayan hecho del personaje un ser aislado, sin compartir vida con un compañero, sino al contrario, tenía que tenerlo para llamar menos la atención, y dentro de ello, no permitirse el disfrute, la contención al máximo.

El fin

Tras terminar Better Call Saul, puedo resumir: el personaje de Kim ES congruencia brutal, ES elección de principio a fin, es el verbo SER, así, con mayúsculas. ES el paso por todas las agujas del reloj y esquinas del ring, ES redención y vuelta a empezar, ES una licencia de abogada sin expirar, ES tras mucho tiempo, sonrisa, y ES cigarro en boca en medio de unos rayos difuminados de luz, fuego encendido por ella con las manos de Jimmy sosteniéndolo. Los ojos de ambos pulverizando lo que sea que quede, aunque sea poco, incluso nada.

El amor de Kim Wexler en los tiempos de Better Call Saul es lo más saludablemente tóxico en esta épica a la lealtad sui generis. Y eso, con todo y lo que puedan decir quienes despotrican contra el amor romántico, es deleite lleno de claroscuros. Porque a estas alturas, no me cabe duda, Jimmy y Kim se leen la mente en sus respectivas movidas de esta última partida de ajedrez contra la reglas-siguiendo las reglas, como en el fondo es la esencia del Derecho. Este juego final lo pusieron en marcha tras aquella llamada de Jimmy a Francesca, quien le mencionó que Kim le había preguntado por él. Esos guiños pusieron en marcha sus pasos hasta unirlos.