Love Lies Bleeding (Sangre en los labios es el título con el que se estrenó en España el 12 de abril) y, quizás con el mismo título, en los primeros días de mayo en México. Se trata de la segunda y más reciente película de Rose Glass. El filme tuvo su premier mundial en el Festival de cine de Sundance 2024, luego pasó por la Berlinale y se estrenó en cines en EE. UU. el 8 de marzo, donde tuvo una gran recepción ya que Rotten tomatoes le da una muy alta puntuación: 93% en el tomatómetro (crítica) y 82% de la audiencia (el vulgo).
Antes de su estreno en cines en México, como decía, al parecer programado para mayo, los más ansiosos la podrán ver en la muestra del Sundance Festival 2024 que Cinépolis traerá del 25 al 28 de abril a la CDMX, que, dicho sea de paso, es la primera vez que sucede y trae varias películas que lucen bastante interesantes de ver.
Love Lies Bleeding está muy bien ambientada en los años ochenta, tiene como protagonistas a un par de chicas Lou (Kristen Stewart) que es encargada de un gimnasio y Jackie (Katy O’Brian), una ambiciosa fisicoculturista. Desde el primer momento que Lou ve a Jackie se enamora de ella y así empiezan una relación romántica que las llevará del amor —entre ellas— a la violencia más cruda —no entre ellas— que las hará enfrentar a los malignos poderes del pueblo, que, para sorpresa de todos, esta vez no serán los indios apaches, sino el hombre blanco.
¿Quién hoy en día no odia los westerns? Cargados de adoctrinamiento y propaganda imperialista, con sus vaqueros blancos, machos, misóginos, superpoderosos, “valientes”, “sabios”, hábiles con los puños y el revolver, leales a sus principios (rectos frente a su propia abyección), que así como doman al caballo más salvaje, conquistan a la mujer más rejega, pero a la vez justos y buenos (en el espectro de la ética imperialista del hombre blanco perdonavidas que vino a salvarnos a todos de la maldad). Fuera del hombre blanco y algún despistado, dudo que alguien más los disfrute.
Love Lies Bleeding trató de ser un Anti-western, pero en el último cuarto de película, cuando era el momento de consolidarla, se cae, se va en caída libre y no habrá quien la detenga hasta darse con el suelo. La idea del anti-western —que quizás nunca pasó la cabeza de la directora— era buena, incluso genial.
La película empieza bien, se va desarrollando con consistencia y congruencia, la historia era sólida o al menos coherente —aunque el guion tenía sus carencias—, la ambientación perfecta; los destellos críticos y contraculturales le daban la valía que por momentos las carencias en el guion le quitaban. Pero hacia el clímax, directora y guionista la hacen una bola de papel y la tiran al cesto de la basura. En un dos por tres la película se convierte en, lo que en México diríamos, un churro.
Me recordó un poco La espera de Francisco Javier Gutiérrez, sin el ánimo de compararlas, sólo por relación de ideas. En La espera se va desarrollando una gran película, con un excelente guion y una fotografía maravillosa —una gran película hasta determinado punto, no podemos decir lo mismo de Love Lies Bleeding, aunque iba cumpliendo bastante bien— y de repente se le ocurre al director meter un poco de terror y cine fantástico, que le quita esa grandeza a la película y aunque no cae tan abajo como Sangre en los labios, sí demerita el conjunto artístico final.
En Love Lies Bleeding, el pernicioso hombre blanco superpoderoso le deja el lugar a un par de chicas independientes, valientes, normales, con sus defectos y sin virtudes o habilidades divinas (en un principio, antes de que la película se pierda así misma), capaces de buscar su propia autodeterminación, a pesar de las oposiciones de los agentes hegemónicos que rodean la trama, donde, por poner un ejemplo, Jackie es capaz de poner en su lugar y romperle la nariz en una pelea a un fornido hombre blanco que sigue pensando que está en el Viejo Oeste y puede seguir permaneciendo impune ante sus abusos.
De igual forma, el vaquero ético —bajo la moral del imperio— del western clásico se cambia por un vaquero malo, delincuente, traficante de armas (este es otro detalle contracultural maravilloso) y aunque sigue siendo todopoderoso, se le pone en el lugar que históricamente siempre debió ocupar en la geografía de la moral.
Los apaches ya no son los malos ni el hombre blanco el bueno, este lugar queda reservado para estas dos chicas, que logran convencer de sus posibilidades de resistencia ante el peligro, por sus propios honores. Ya no es el hombre blanco el que tiene que venir a rescatar a la chica débil e indefensa, para después encerrarla en una cocina; son estas chicas estigmatizadas por el western las que por sus propios méritos se rescatan así misma de sus agresores, que no son otros que ese mismo hombre blanco que navegaba con bandera de perdonavidas y salvador, pero que lo único que hacía es reservarse en exclusiva para sí mismo la opresión y explotación de la damisela rescatada.
Pero después, sin darse uno cuenta, aparece el cine nocivo, alucinógeno, sicotrópico y sin sentido tipo David Lynch, o más bien, David Cronenberg (peor tantito), y la película pierde todo sentido y valía, y el maravilloso anti-western se convierte abruptamente en un mal viaje de ácidos sicotrópicos, típicos del hombre blanco pacificador del mundo de los setentas (hippie), un salvador del mundo light; y el amor nos desangra la esperanza y la película se nos escurre entre la manos y también se desangra hasta perder toda su virtud, al grado que ya no sabemos si terminar de verla o irnos a casa con el recuerdo inmaculado del anti-western.
Love lies bleeding se presentó en el Festival Internacional de Cine de Berlín (Berlinale) en su sección denominada Berlinale Special, una sección llena de películas poco convencionales, que muchas veces, por tratar de ser diferentes caen en excesos, llamémosles sicotrópicos, que demeritan la condición artística, estética y a veces hasta ética de las películas.
Otro detalle que me parece importante mencionar, es que el filme navega con bandera de independiente —un falso independentismo muy propio del Sundance Festival—, pero a mí me parece que realmente no lo es, entendiendo por independiente aquello que se aleja, por salud y autonomía, de los fines comerciales. —El cine independiente, en principio es no comercial, porque explora áreas poco comercializables, poco convencionales, difíciles de vender, pero hay propuestas poco convencionales que sí que tienen un mercado, y que no son tan difíciles de vender, el mercado que podríamos denominar Lynch-Cronenberg, de tal forma que el sentido de independiente se pierde, esto merece un análisis más amplio que de momento no vamos a hacer—.
Seguramente todos tendrán oportunidad de ver la película y sacar sus propias conclusiones, porque problemas de distribución parece que no tendrá y qué bueno, vale la pena ver la película. Desde luego que a los fanáticos de este tipo de películas sicotrópicas les puede encantar, lo cual me parece maravilloso, que aburrida seria la vida si a todos nos gustara lo mismo; y de allí también que se puedan entender las altas valoraciones en el Rotten tomatoes que es la guía sagrada del cine comercial para los gringos.
TRAILER