En la actualidad, los seres humanos nacen rodeados de un mundo virtual imprescindible, de multiplataformas digitales donde se forjan las nuevas narrativas, fincando así, una cultura participativa a través de estos medios.
Desde finales del siglo XX y lo que llevamos del XXI, va en aumento el desarrollo de herramientas complejas que tienen múltiples usos, incluso pueden ser usadas como juguetes. Así lo pensaría también Alessandro Baricco en The Game (2018), cuando habla del “ultramundo” como un espacio que construye personalidades, desarrolla relaciones entre seres distantes y significa un ventanal hacia nuevas miradas, nuevas realidades virtuales que inciden en la “realidad”.
Dentro de este contexto cibernético contemporáneo, habitado por artistas y contadores de historias, era lógico toparnos, eventualmente, con las nuevas narrativas audiovisuales.
Es así como surge el cine colaborativo, el cual ha facilitado la construcción de puentes y enlaces que ofrece la red y ha hecho que se desborden las historias convencionales, las narrativas lineales, hacia una transmedia y crossmedia que continúa explorando y explotando sus alcances.
El espectador dejó su pasividad para dictar el rumbo de las historias o, al menos, participar en su curso. Este rol, junto con el de lector y usuario, se fusionaron en uno solo, creando una experiencia única al vivir las historias. Las narrativas no-lineales encontraron maneras de complejizarse, de extenderse a través de múltiples plataformas.
Pensemos en proyectos como Life in A Day (Kevin Macdonald, 2011). Las necesidades de una historia tan grande como esta, la vida de todo un planeta en el transcurso de un día, solo podían satisfacerse con herramientas digitales del mundo virtual. En este documental, somos testigos de cómo la red unió al mundo para contar la historia de un día, pero a la vez la historia de un millar de vidas.
Las nuevas narrativas permitieron a los creadores soñar con nuevos albergues para las historias que necesitaban relatar. Surgieron y se desprendieron de pequeños hechos, grandes historias que en una narrativa audiovisual convencional no tendrían el mismo sentido ni impacto.
Las nuevas plataformas han posibilitado el nacimiento de proyectos interactivos de gran alcance, tal es el caso de las series web o el web-documental, experiencias que han dado vida a muchos proyectos alternativos a las producciones clásicas.
Proyectos como El Feriante – Documental Transmedia o la serie web Paradojas del Nihilismo. La Academia, son un ejemplo de cómo algunas historias solo pueden encontrar su integridad dentro de las nuevas narrativas; Ciudad Merced, un web-documental de Pablo Martínez-Zárate por el mismo rumbo, da vida a una ciudad como no podría nunca una película, una pintura, un libro.
En el proyecto de Santos Diableros, del mismo autor, se aprecia el flujo de herramientas aparentemente ajenas que trabajan empalmadas para no solo relatar, sino revivir experiencias de vida. ¿Cómo funcionarían estos proyectos bajo las reglas de una narrativa convencional? ¿Dónde quedaría el viaje del usuario-lector-espectador a través de la historia y los hechos?
De cierta forma, hay un valor enorme en cada nueva narrativa audiovisual, y es el de la experiencia única del usuario. Pueden jugar el mismo videojuego dos personas distintas, y sus decisiones no serán las mismas, el tiempo de juego no será el mismo; quizá la historia se mantenga encaminada, pero nunca se vivirá igual.
En el cine, el/la director/a controla el tiempo de la historia, cada segundo y cada cuadro lo pone o quita bajo su percepción y decisión creativa. En las nuevas narrativas, el equipo directivo se limita a pintar el camino de amarillo, pero es el usuario quien decide si sigue el sendero marcado o explora otras rutas aledañas. El usuario se convierte en el dueño del tiempo de vida de una nueva narrativa. Sucedería algo parecido cuando se va al museo a ver una pintura. El espectador se topa con una obra y son sus ojos e interés los que deciden a qué le prestan más atención, así como en qué momento la obra sale de su vista y muere dentro del microuniverso creado entre obra-espectador.
Dentro de las nuevas narrativas audiovisuales, el usuario-lector-espectador tiene este mismo poder, y no sólo ese, sino el de ordenar el relato a su gusto. Se manifiesta una nueva narrativa, una nueva historia, con cada nuevo usuario que accede al proyecto. Con lo anterior no se desprestigia en lo absoluto el valor de las narrativas convencionales, pues cada una de ellas es trascendental y única dentro de las capacidades y cualidades que le definen. La conjugación de las narrativas convencionales dentro de un mismo espacio, plataforma, historia o proyecto es de hecho una de las virtudes más generosas que las nuevas narrativas ofrece.
Finalmente, retomo de nuevo a Baricco cuando nos habla de la llegada de diferentes plataformas, como MySpace, LinkedIn, YouTube y la Web 2.0 y reflexiona acerca de esta última cuando menciona que la interacción de los usuarios con la red virtual ha evolucionado de la pasividad al cultivo, dibujo y construcción de las tierras del ultramundo. Es esa elasticidad y capacidad de maleabilidad lo que transformó la forma de narrar. Ya no hablamos ante un sujeto silente, ni ante la inacción de un receptor. La narración se convierte al final en una conversación, y a través de esta conversación, de estas nuevas narrativas audiovisuales, es que germina la nueva experiencia receptiva, el nuevo alcance y sobre todo, las nuevas historias.