Liliana Bodoc. Foto: Ministerio de Cultura y Turismo, Argentina.

In memoriam Liliana Bodoc

(Argentina, 1958-6 de febrero de 2018)

Caminamos. Ella me aventaja un par de metros. Y por otro me orienta en  tamañas inmensidades. Por un lado, ese acuerdo hace las veces de un guerrero que con su espada desenvainada va abriéndose camino por entre arbustos. Una milicia belicosa nos acompaña porque debemos enfrentarla. Falta la armadura, un casco de peltre, puñales, dagas, caballos entrenados. Jugamos a que existen y nos creemos  ese universo de madera, sangre y  cuero. Tal vez han llegado a este panorama producto de la magia de la escritura de una mujer mitad hechicera, mitad hada, mitad guerrera. Hace tiempo que ha decidido dar la batalla. Escucho su voz, como pez de plata, que en un chasquido, aflora a la luz bajo el influjo de un brillo sin par. Unas piedras por momentos hacen las veces, rodando por el arroyo adoptando la forma del canto rodado.  Cada piedra calza en su hoyo.

     Me quito el calzado. Son un par de sandalias de cuero engrasado para evitar que el  noble material se desintegre lentamente hasta adoptar la forma de una anémona. Imposible de agrietarse hasta morir como calzado por obra de tanto uso al aire libre. De tantos paseos. De tanta sensualidad producto del amor en una cabaña.

    Me siento al sol en una roca inmensa, de piedra blanquísima. Ignoro qué sustancia es de lo que está hecha. Parece una caliza. Pero con la remera mojada y descalzo todo encaja en el mundo con armonía.

     Al verme retroceder y sentarme a la vera del arroyo, ella retrocede. Comprende que ha sido una caminata copiosa, superior a mis fuerzas, mi falta de entrenamiento. Entonces toma su lapicera y con una punta dorada, escribe la clave del infinito. “Hermano sol, amiga luna”. Yo acabo de entrar hace pocos días en la tercera fase de la luna: la nueva.

    Las palabras que ha pronunciado me inquietan. Me desconciertan porque no pensé jamás en que ella fuera capaz de hacerme su obstinado, fiel lector. Tampoco creo ser el único si logra conquistar a la noche con una farola que irradia tantos insectos y batracios. A la luna silenciosa. Se trata de un día de celebración. Con una gratificación inteligente. Quien la lee debe estar preparado para un universo poético no convencional sino excepcional. Ella, efectivamente, como me lo manifiestan tantos lectores, fascinados comprenden que esto es mucho más que una mera autora. Nace entonces la pasión lectora. O amplia como panal de abeja ¡Vamos!! “Cilantro, canela en rama, miel, el perfume  del jazmín del país, en toda su hermosura, las narices embriagadas de tanto milagro.  

     Hechicera, diosa de los Bosques, alada hija de Zeus, llegó a este mundo, puedo previsiblemente sentir que su poder es mucho. Me refiero a Diana Cazadora.

     La diosa de la belleza y los amoríos también la ronda. Me refiero a Afrodita. Será entonces perfectamente coherente en alguien que ha narrado algunas historias con romances y deseos. Cuando digo “amores” eso significa sobre todo el sello de una protección. Luego arribará Atenea, diosa de la guerra y de la inteligente. El escudo de las tres Diosas la han convertido en una síntesis de Diana Cazadora, Atenea de la guerra, Afrodita amante de las pasiones más placenteras, de la euforia del placer entre varones y mujeres, sean dioses o mortales.

     Yo he acudido a una mitología cultural, a una constelación de dioses paganos con una imaginación eficaz y contundente. A continuación la veo tomar una gran corteza que se ha caído en el suelo. Con decirles que si el viento la moviera un poco más, el agua lo pudriría a la corteza con un aroma nauseabundo. Pero eso no sucederá. En principio diría que escribe en la corteza toda una serie de runas. Como podrán imaginarse quienes esto leen, que quedo azorado por el vigor de su eficacia, con la profundidad de quien solo sabe escribir según una secreta alquimia. No conoce los chismes ni las habladurías. La sabiduría de esta mujer es portentosa. He renunciado a seguir escribiendo artículos de crítica literaria, de teoría, eruditos o  no. Eso ya no cuenta. Pero ¿qué otro camino seguir si hasta yo me comenzara a plagiar a mí mismo? Año tras año espero este momento para su elegía. Este es el colmo: el deterioro de la paupérrima crítica literaria frente a escribir bajo su influjo. Entonces, ella llega a este mundo desde el otro  mundo en el que le toca estar ahora. Tal vez, lo veremos algún día, elegiría otra cosmovisión que resulta también igual a la que se profesa en buena parte de otros territorios.

    Me arremango los vaqueros y me introduzco en el arroyo. “Este es el Arroyo de los siete colores”. Y si ella lo dice no puedo sino creerle. Sé que es una persona que no conoce la mentira..

     Me confesó en una entrevista que se publicó en EE.UU. que para escribir un libro para niños había acudido a su padre pidiéndole permiso por unos poemas que él cantaba, basa<do en los colores. El libro quedó trabajado de un modo inspirador. Me refiero a Sucedió en colores.  Un libro de una temperatura refrescante. De una textura armada con un bordado fino. Ella no se introducirá en el arroyo. Es como si me confiriera bajo la forma de un mandato o una promesa. Todo comienza con una invitación, a caminar río arriba. Río en contra. Naturalmente que se trata de una catarata de amplias dimensiones y de un cauce opulento.

     Ya caminado río arriba, caigo en la cuenta de que he estado viajando frente a una aparición. ¿Quién tiene el único saber para concebir esa maga? ¿quién puede orientar la dirección de mi vocación, y ejercerla¡? Lo sé pero lo callo. Tal vez tema que al pronunciar esas dos palabras como un ensalmo o un hechizo la haga desaparecer o desmaterializarse. Sé cuándo estoy frente a la genialidad y sé rendirle tributo, admiración y naturalmente consagrarme a un aprendizaje de este lado del mundo. Yo no soy un hombre poderoso. Tan solo un hombre de agua. Tan solo un escritor. Y ella es una mujer de fuego además del resto de los elementos.

     Recojo del suelo unos pequeños frutos del eucaliptos que estaban en la margen izquierda del arroyo. En el punto en el que estoy el arroyo se vuelve un remolino con aroma a dulzura. Introduzco mi dedo índice en el agua: néctar ella. Dos colibríes embriagados de las flores silvestres, suben y bajan junto a ellas. Y de pronto escucho que me dicta desde varios metros detrás de mí: “¿Te parece Adrián de escribir un libro de agua y un libro de fuego?”

     Y yo, embriagado, atontado, azorado también de esa propuesta ambiciosa para mí, me sacudo avergonzado. Frente a semejante invitación, no puedo sino quedarme pasmado.

     “Mi pluma no tiene semejante poder encantatorio”, le explico. Se trata de libros invencibles. A su lado puedo admirarla. Lo pienso antes de comenzar, pese a que no persigue competencia. Es solo una comunicación intensa entre dos sensibilidades fuertes.

     Mi don para escribir viene de los ríos, la mar, los géiseres y las cataratas. Las aguas subterráneas, las tempestades, las auroras boreales, el hielo con pica, la jovial ceremonia de la ducha. Y de los búhos. Yo no soy un autor por cierto requerido sino un autor que trabaja mucho, eso sí. Seguimos río arriba, yo en medio del caudal, ella caminando a mi lado. Lo olvidaba. Ella también es mujer de tierra. Este habitar al fuego son los dos elementos más vigorosos.

     De pronto, junto a todas estas diosas de una casta suprema, amadas por la mitología, nos hace echar a volar la imaginación. Irrumpe ahora un espectro. Y viene lleno de luz. Una luz fabulosa que llega del comienzo del comienzo del universo.
Elegante, con sus mejillas con arrugas, pese a todo podríamos decir que está intacta pese a sus arrugas. Sepan comprender pero no he venido en este día, a estas horas, a urdir un relato de la intimidad del encuentro entre dos mujeres extraordinarias. Yo he tenido el privilegio de que dos destinos tan dispares (ambos ha partido de este mundo) se hayan encontrado delante de mí, en un lenguaje perfectamente claro. Pero también tan afines Tal vez hablen en este preciso momento como si fuera la última vez que vayan a encontrarse.  Como si la conversación fuese una y muchas a la vez.

     Y es entonces cuando, por fuera de ese encuentro, comprendo que soy un intruso.

Dos mujeres que han creado mundos alternativos, mundos desordenados, ahora son pura gloria. Sus vidas dejan lo mejor de su caudaloso vigor.

    Y escucho, entre susurros:

-Arroz con leche, chocolate,  lavanda, albatros, lechuzas, bosques, arrayanes, océano atlántico. Esta es mi patria condensada en una sola canción o un solo poema pura enumeración. Ella canta, canta, canta. A esta mujer, que es argentina, dicho sea de paso, le resultan fascinantes los dragones. No será difícil que el fuego de la fragua las ilumine con la misma fortaleza y que el calor agobiante de un verano como este de 2024 en Argentina, perdure. Ahora (ya ven), estamos ante el fuego. Su dominio más cómodo para una mente como la suya que requiere de una antorcha, velas, una salamandra para cocinar un caldo con muchas legumbres y verduras. Y brinca el fuego. Y vuelan los estorninos. Y más allá una bandada de vencejos vuela como gimnastas. Me detengo en el duraznero que en toda su hermosura, también su dulzura abre mi boca a distintas clases con emulsiones deliciosas. Un poco más allá, una rosa china se solaza con el sol que, sin achicharrarla, sí la enriquece, envolviéndole en su máximo esplendor.

     Luego la otra mujer, a la que por un llamado escucho que se llama Ursula K.Le Guin, dibuja un círculo en el agua. Y de allí brota un agua cristalina, tan cristalina como el rostro de ambas. La otra mujer, la mujer de fuego, es Liliana Bodoc. O su mirada. Luego a Ursula K. Le Guin la percibo en actitud de profundizar en ese aro de humo y sal. Corta  de pronto una rama de ciprés. Antes la eleva en el brazo, y la enciende como una tea con un gran fulgor. El círculo ardiente comienza a fortalecerse. Comienza a emitir pequeñas chispas. Sobre mí siento el chasquido de un trozo de lava. ¿Qué ha sucedido en este río, con dos amigas y un mero contador de cuentos con la tinta del mar que todo los sala?

     Ambas, lo he corroborado, son mujeres de fuego. Como los dragones, como las fogatas en las que murieron injustamente condenadas, como las mujeres del Nuevo Mundo al ser violadas con una impunidad salvaje. Liliana Bodoc sostiene ahora un velón  color verde, en una farola. Los tres no le tenemos a la muerte. Lo hecho, hecho está. Todos sabemos que hubo mujeres inocentes frente a acusaciones falsas. También presos.

     En mí. He decidido para no importunarlas quedarme sobre una piedra roja, escribiendo mi propio libro de agua. Ellas, en plena combustión, no dejan que olvide que también soy un hombre de pluma y tinta. Tinta china. Y lo hacen de modo emocionante. De tanto en tanto las veo a lo lejos, a la sombra de la fronda de una acacia, abanicándose.

     Me digo en sus miradas, por cierto sugestivas, empapan de afán creativo a quienes las rodean. Y que alumbran como antorchas A LOS HOMBRES DEL SECRETO.

     Me rindo. Mi libro de agua, puro azul y rojo, puro manantial, se empequeñece..Qué hacer frente a un cónclave de dos creadores y un mortal que escribe según lo dicta el fuego. Cada texto llegará. Será de una textura como cascada. Comienzo. Y escucho por aquí y por allí, ya dentro de mí, las primeras canciones argentinas. El colorido pavo real. La limpieza de la paloma blanca, el pico del ánade real. Por allá lejos alcanzo a divisar de qué modo cuatro manos tejen ficción tras ficción. De pronto, cuatro libros caen en la orilla del arroyo refrescante. Memorias impuras y Presagio de carnaval. Para cerrar con una autoridad en el marco de belleza de un ave como un cardenal o un ánsar. Ellas de pronto elevan con una altura imposible para un mortal. La mujer más anciana, se encuentra con dos de sus libros: La mano izquierda de la  oscuridad, El nombre del mundo es bosque.

     Yo miro la tierra: mi otro mundo. Hombre de agua, hombre de tierra. Y, encabezando esa milicia de artistas, verdaderamente imprescindibles, creadores y locos, toda una legión de personas bendecidas.

     Nos encontramos los tres al comienzo de la vertiente Y, de modo inexorable, por fin la magia acaba de comenzar.

La Plata, Argentina, atardecer del 4 de febrero de 2024

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Nació en La Plata, Argentina, en 1970. Se graduó como Profesor y Licenciado en Letras en 2005. Y se doctora en 2014 como Dr.en Letras, todos grados y posgrados en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP, Argentina). Es escritor, crítico literario y ejerce el periodismo cultural. Publicó libros de narrativa breve, poesía, investigación, una compilación temática de narrativa y prosas argentinas contemporáneas en carácter de editor, Desplazamientos. Viajes, exilios y dictadura (2015). En 2017 edita su libro “Sigilosas. Entrevistas a escritoras argentinas contemporáneas”, diálogos con 30 autoras que fue seleccionado por concurso por el Ministerio de Cultura de la Nación de Argentina para su publicación. De 2023 data su libro, “Melancolía” (2023), una nouvelle para adolescentes, publicada en Venezuela. Y de ese mismo año en México el libro de poesía “Reloj de arena (variaciones sobre el silencio)”. Cuentos suyos aparecieron en revistas académicas de EE.UU., en revistas culturales y en libro en traducción al inglés en ese mismo país. En México se dieron a conocer cuentos, crónicas, series de poemas y artículos críticos o ensayos. Escribió reseñas de films latinoamericanos para revistas académicas o culturales de EE.UU. También en México y EE.UU. se dieron a conocer trabajos interdisciplinarios, con fotógrafos profesionales o bien artistas plásticos. Trabajos de investigación de su autoría se editaron en Universidades de México, Chile, Israel, España, Venezuela y Argentina. Escribe cuentos para niños. Obtuvo tres becas bianuales sucesivas de investigación de la UNLP y un Subsidio para Jóvenes Investigadores, también de la UNLP, todos ellos obtenidos por concurso. Artículos académicos de su autoría fueron editados en Francia, Alemania, EE.UU., España, Israel, Brasil y Chile en revistas especializadas. Se desempeñó como docente universitario en dos Facultades de la UNLP durante diez y tres años, respectivamente. Participó en carácter de expositor en numerosos congresos académicos en Argentina y Francia. Realizó cinco audiotextos y dos videos en colaboración. Escribió un cortometrabaje que permanece inédito. Integró dos colectivos de arte de su ciudad, Turkestán (poética y poesía) y Diagonautas donde se dieron a conocer autores y autoras de distintas partes de Argentina en formato digital. Realizó dos libros interdisciplinarios entre fotografía y textos con sendos fotógrafos profesionales, que permanecen inéditos. Se vio beneficiado con premios y distinciones internacionales y nacionales. Se formó en los talleres de escritura creativa ejercida por María Negroni, Leopoldo Brizuela, Gabriel Báñez (de quien se siente discipulo sobresaliente) y, el más reciente, en Buenos Aires, con Susana Szuarc.